Cuando despierta el invierno todo y todos volvieron a su hábitat, al oler la vuelta de la primavera todo desierto, todo asoma, todo sale de sus escondrijos para manifestarse. Las masas danzan, recorren las calles danzando, oyen sin escuchar, van siguiendo el curso de la naturaleza al ritmo de los que vuelven del subsuelo, del otro mundo. Todo lo que existe nace, crece, muere y vuelve. Es la excitación de lo nuevo, la comunión con la naturaleza expresada en el baile y la danza colectiva. Las calles, las plazas son están tomadas por una procesión de gente entusiasmada, un entusiasmo contagioso, colectivo, de ruptura total, absoluta, con el contexto social; son un río que danza y baila, La masa danzante olvida las guerras, la corrupción, las pestes y las epidemias. Todos se funden en uno y el uno son todos. Todo es ambiguamente, difuso. La belleza, lo feo, lo terrible; la libertad y la esclavitud se funden en uno. Llega la primavera y con ella los del otro mundo que traen la fecundidad, la vida y la libertad.