La vida

En medio de la soledad, se oyó el tañido de la campana que se hacía cada vez más profundo, más fuerte, más implorante. La campana callo. L as ovejas buscaban sombras para resguardarse del sol que caía a plomo. Se oyó de nuevo, lastimera, contenta, porfiada, como un alma que suspiraba, y gritaba en despoblado y estaba sola y no podía soportar la soledad. Apareció el pastor con los ojos legañosos, sin lavarse, pesaroso, oscuro, como un macho cabrío en dos patas, brioso, al mismo tiempo que me parecía un arcángel jovencísimo. Qué vida tan feliz, pensé. Me miró de arriba abajo, con condescendencia y ternura. Y me dijo unas palabras que no entendí pero que me parecieron sacras y santas, para ser oídas en la iglesia. De repente sentí como vergüenza de estar fuera de lugar, de no respetar lo que estaba viendo y de ser visto hasta lo más íntimo de mi ser. Quise acercarme para darle la mano y vi que era una joven de senos provocativos, caderas anchas y rodillas firmes. Me desperté y me pregunté: ¿Qué es la vida que pasa como un cuento?   Me lo contó esta mañana. Vino de la ciudad y lleva entre nosotros nueve días.

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