La vida

“Recuerdo su amplia mirada, sus pasos gigantes y sus arranques como ráfagas fieras de viento, los movimientos de sus brazos lanzados al viento como caballos encabritados; la recuerdo doblando su cuerpo y batiendo con estruendo la ropa en el río y su estela brillante al caminar diseñada por su cabeza como una excelsa montaña. Ahora la veo   arrastrándose por las sombras como un muerto insepulto sin posar sus ojos en nada, sin preguntar nada sin sorprenderse por nada sin escuchar las palabras de aliento, A estas horas de la tarde, cuando los habitantes del valle miran y se admiran de como la penumbra va arañando hasta coronar los riscos pedregosos del Cebreiro, la añoranza humedece sus recuerdos de otro tiempo porque las leyes y normas que hurgan hasta en sus gallineros los convierten en testigos mudos de cambios drásticos, agresivos, rápidos, que sobrepasan sus capacidades de adaptación. Todo se va despintando y desmoronando sin remedio”, me dijo. Tomó el último trago y se fue

Volver arriba