Mensaje del obispo de Mondoñedo-Ferrol en su primer aniversario García Cadiñanos : "Un año después vuelvo mi mirada hacia atrás para agradecer este regalo de estar entre vosotros"

Monseñor Fernando García Cadiñanos
Monseñor Fernando García Cadiñanos

"Hoy hace un año que era ordenado obispo de esta querida Iglesia de Mondoñedo-Ferrol. Un año después vuelvo mi mirada hacia atrás para agradecer este regalo de estar entre vosotros"

"Día tras día he ido recorriendo la geografía diocesana para hacerme, como se dijo en aquel momento, 'un gallego de Burgos'. ¡Cuántos lugares me han apasionado y he compartido en las redes sociales!

"Tras este primer año entre vosotros, quiero agradecer la acogida que me habéis brindado y que me ha facilitado tanto el aprendizaje en la misión, en la comunidad y en la tarea encomendada"

Por eso, al inicio del nuevo curso pastoral que nos disponemos a comenzar, vuelvo a invitarte a renovar tu compromiso bautismal o a plantearte el iniciar un recorrido que profundice en las claves del Evangelio

No nos cerremos en nuestra comodidad, ni en nuestras costumbres o miedos; unámonos a la novedad e ilusión que Él nos aporta cuando le descubrimos cerca

Hoy hace un año que era ordenado obispo de esta querida Iglesia de Mondoñedo-Ferrol. Me vienen a la memoria las emociones de aquel primer día, en nuestra hermosa catedral, rodeado del calor y del cariño de los muchos familiares y amigos que vinieron desde mi tierra, así como de tantos rostros, que me eran desconocidos entonces, de esta nueva familia (a la que me incorporaba) de sacerdotes, vida consagrada y laicos. La pandemia, es cierto, nos limitó expresiones, aforos, gestos… pero no impidió que fuera una fiesta del Espíritu y de su Iglesia.

Un año después vuelvo mi mirada hacia atrás para agradecer este regalo de estar entre vosotros. A lo largo de estos doce meses tan intensos y que han pasado volando he tenido oportunidad de iros saludando y conociendo a muchos de vosotros. He conocido la valía y la generosidad de tantas personas anónimas que dedican esfuerzos y vida en diferentes ámbitos eclesiales. He podido encontrarme con todos y cada uno de los sacerdotes de nuestro presbiterio; con cada una de las comunidades de la vida consagrada; con las delegaciones diocesanas y movimientos apostólicos; con nuestros seminaristas; con los diferentes consejos de pastoral y presbiteral; con muchas personas que han querido confiarme su vida, sus deseos y esperanzas… Mi casa ha estado abierta para todo el que lo deseara.

Día tras día he ido recorriendo la geografía diocesana para hacerme, como se dijo en aquel momento, “un gallego de Burgos”. Con ritmo frenético me he hecho presente en muchos acontecimientos, ordinarios y extraordinarios, de esta comunidad cristiana que me ha ido contagiando de sus mismos sueños, tradiciones y esperanzas. Retiros, encuentros arciprestales, eucaristías dominicales, confirmaciones, fiestas populares, cofradías, reuniones, peregrinaciones... Caridad, misión y celebración han ido conformando el trípode sobre el que hemos ido edificando tantos eventos en los que, creo, hemos sintonizado.

A lo largo de estos meses he ido disfrutando con vosotros de la hermosa geografía que el Señor nos ha regalado para que cuidemos de ella: ¡cuántos lugares me han apasionado y he compartido en las redes sociales! También he participado como uno más de la religiosidad popular que conforma nuestro carácter y que tenemos que seguir cuidando y profundizando de ella.

El proceso sinodal que hemos vivido a lo largo de estos meses, nos ha permitido revisar, dialogar y soñar sobre la Iglesia que queremos para el mañana. ¡Cuántos interrogantes y esperanzas han aparecido y que ojalá se vayan confirmando!

Igualmente, me he hecho cercano a las realidades de dolor y sufrimiento que acompaña nuestra Cáritas y otras realidades, la mayoría de las veces relacionadas con situaciones provocadas por un empleo precario o inexistente. Me sigue preocupando el futuro de nuestras comarcas, que viven los retos de la globalización, de las diferentes crisis que las asolan y del dominio de la tecnocracia y del economicismo.

Tras este primer año entre vosotros, quiero agradecer la acogida que me habéis brindado y que me ha facilitado tanto el aprendizaje en la misión, en la comunidad y en la tarea encomendada. Igualmente, renuevo mi disponibilidad y espíritu de trabajo, servicio y  cercanía con todos vosotros. Soy consciente de las dificultades que hemos de afrontar derivadas de los agentes pastorales y de la situación de debilidad que la pandemia ha dejado en nuestras comunidades, así como de la secularización que nos rodea. Son muchos y hermosos los retos que juntos tenemos que afrontar si queremos ser una Iglesia significativa que sea servidora, misericordiosa y evangelizadora de nuestro mundo. El Señor sigue contando con débiles instrumentos como tú y como yo para realizar su obra salvadora. Además, su Espíritu nos acompaña y guía, lo que nos aleja de todo temor e incertidumbre.

Por eso, al inicio del nuevo curso pastoral que nos disponemos a comenzar, vuelvo a invitarte a renovar tu compromiso bautismal o a plantearte el iniciar un recorrido que profundice en las claves del Evangelio, de una comunidad donde vivir la fe, de un compromiso transformador que ilumine el mundo con la esperanza que Jesús nos regala. Como dije en la primera eucaristía que presidí en la concatedral de Ferrol, el Señor nos invita a abrirnos a su acción, a su paso en nuestra vida que produce procesos fecundos y asombrosos. No nos cerremos en nuestra comodidad, ni en nuestras costumbres o miedos; unámonos a la novedad e ilusión que Él nos aporta cuando le descubrimos cerca.

Un abrazo de vuestro hermano y amigo.

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