"Proyectó una visión trascendente del mundo, como si buscara aquel tesoro escondido" Reus empuja al arquitecto Antoni Gaudí hacia la santidad con una multitudinaria eucaristía

El cardenal y arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, el arzobispo Joan Planellas, el rector Joaquin Fortuny y representantes de la esfera diplomática tarraconense y catalana se dieron cita en la iglesia prioral de Sant Pere en Reus para celebrar una misa de acción de gracias por la declaración del arquitecto Gaudí como venerable, la misma en la que Francesc Gaudí i Antònia Cornet llevaron en brazos a uno de sus cinco hijos para adentrarlo en la fe cristiana
La celebración, "un paso más en su camino hacia los altares", como remarcaba el arzobispo, era "histórica" y, en palabras suyas, invitaba a "reflexionar sobre la santidad en la vida cotidiana"
Una fiesta para dar gracias, también, "a Francisco", una decisión que tomó el pontífice una semana antes de morir, que ha tenido mucho que ver en el hecho de que hoy se abracen las Iglesias de Barcelona y Tarragona, señaló Fortuny
Una fiesta para dar gracias, también, "a Francisco", una decisión que tomó el pontífice una semana antes de morir, que ha tenido mucho que ver en el hecho de que hoy se abracen las Iglesias de Barcelona y Tarragona, señaló Fortuny
| Xavier Pete
El cardenal y arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, llegaba a Reus, este domingo por la tarde, con la mirada más puesta hacia arriba que hacia otra parte para comprobar el encanto de la iglesia prioral de Sant Pere de la capital de comarca que el verano de 1852 vio bautizar un genio como lo fue Antoni Gaudí. “No me habían invitado todavía”, verbalizaba con ironía a las autoridades políticas y eclesiales que lo recibían —entre ellas, el rector Joaquim Fortuny, el primero en dar la mano a quien hace poco más de dos semanas votaba en la Capilla Sixtina la elección de un nuevo pontífice—, y a los cuales Omella reconocía que “de todas partes han llegado granitos de arena para estar hoy aquí, algunos más grandes que otros”.
Por la misma puerta de acceso al templo por donde Francesc Gaudí i Antònia Cornet llevaban en brazos a uno de sus cinco hijos para adentrarlo en la fe cristiana también accedían desde el arzobispo de Tarragona, Joan Planellas, hasta representantes de la esfera diplomática tarraconense y catalana. Entre ellos, Rosana Camps, directora de los Servicios Territoriales del Departamento de Justicia y Calidad Democrática, quien, nacida también a Reus, sacaba hierro, después de saludar a un cardenal que más tarde también concelebraría la eucaristía en acción de gracias por la consideración de Gaudí como venerable, al hecho de que faltara una imagen del genial arquitecto encima del presbiterio: “Aquí [en la cuna gaudiniana], tenemos tan interiorizada su imagen que no nos hace falta”, decía.
Precisamente era en el presbiterio de Sant Pere donde minutos más tarde se iniciaba una misa para más de doscientas personas y en la cual el arzobispo de Tarragona repasaba, en su homilía, algunos de los “granitos de arena” que han permitido tener un trabajador de la piedra como este reusense, con sombra de Riudoms y “a punto de acceder a los altares”. Unos granitos entre los cuales el prelado destacaba el que ha cosido durante estos últimos años el teólogo Armand Puig, presente también este domingo en Reus y figura importante para que la esencia arquitectónica de Gaudí, “profundamente cristiana” y envuelta por el “color avellana”, tuviera más puertas abiertas en su trayecto hacia la Santa Sede. Puig ha sido, de hecho, uno de los principales tutores de una positio que, como definía más tarde Planellas, ha conseguido reunir —“ya está pronto dicho”, añadía— más de 2.000 páginas.
La celebración, “un paso más en su camino hacia los altares”, como remarcaba el arzobispo, era “histórica” y, en palabras suyas, invitaba a “reflexionar sobre la santidad en la vida cotidiana” que continúa emanando de un hombre que veía en pequeños tesoros del territorio, como la playa de Miracle de Tarragona, la instantánea mediterránea “más luminosa del mundo”. Este es un espacio que, mientras en meses como el de junio (cuando Gaudí nació, fue bautizado y murió, casualmente) se llena a rebosar de turistas —como los que visitan cada día la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona, ideada por su mente—, era observado por Gaudí como un lugar con un nombre atribuido con justicia.
Antoni Gaudí “no solo proyectó edificios como los que lo han convertido en el hombre artista y prolífico que hemos conocido, sino una visión trascendente del mundo, como si buscara aquel tesoro escondido; aquel tesoro que está donde tienes el corazón”, reconocía un arzobispo para quien el legado del reusense “no es pieza de museo, sino semilla de vida”. Fue precisamente la semilla más interna de un aspirante a santo como lo fue Antoni Gaudí la que se sembraba en la prioral de Sant Pere horas después de nacer, y la que, cuando lleguen los milagros que se necesitan para canonizarlo, podrá dar sus frutos desde la basílica de San Pedro del Vaticano, donde se podrá cerrar un círculo iniciado en junio de 1852.

Una fiesta para dar gracias, también, "a Francisco"
El prior reusense, Joaquim Fortuny, anfitrión de una eucaristía poco convencional por la trascendencia de lo que se celebraba, era consciente de que “la decisión tomada por Francisco una semana antes de morir ha tenido mucho que ver en el hecho de que hoy se abracen las Iglesias de Barcelona y Tarragona”.
Refiriéndose a la “gran decisión” tomada por un papa que “quería a nuestro hijo ilustre siendo conocedor de su huella constructiva”, Fortuny también tenía palabras para el nuevo obispo de Roma, León XIV, de quien se espera, tanto para el prior como para los centenares de feligreses que llenaban los bancos de la prioral de Sant Pere, que escuche este nuevo mensaje de unión sobre el andar de Gaudí hacia una posición “que nos espolee a todos a ser arquitectos de un mundo mejor”.
“Desde Reus, nos unimos para continuar demostrando que el arquitecto que Dios quiso que naciera en nuestra tierra nos continúa llenando de joya”, decía Fortuny, quien, con sus cantos, hacía resonar una iglesia que custodia el libro de bautismos donde figura el nombre de Antoni Gaudí, así como el anhelo de un pueblo que también ha puesto su granito de arena para construir su condición de venerable, beato y, si se acaba produciendo, de santo.

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