"En abril, como trabajador de la Catedral y Palacio Episcopal, presenté denuncia por presuntas acciones delictivas" Un comunicado sin víctimas no es una investigación: Carta al obispo de Segovia

"Mencionar o apuntar muy veladamente la corrupción en espacios eclesiásticos se ha convertido en una heroicidad. A mediados de abril, como trabajador de la Catedral y Palacio Episcopal de Segovia, presenté una denuncia sobre presuntas acciones delictivas del señor Rafael de Arcos Extremera informando, siguiendo la corrección fraterna cristiana, primero a él, después al Cabildo, seguidamente al Obispo y, por último, a los medios de comunicación (la comunidad)"
"Más allá de que el veredicto de la investigación resultase previsible, lo verdaderamente grave de este comunicado es la ruptura de su palabra escrita: usted se comprometió a escucharme y nunca lo hizo"
| R.C. (denunciante) *
Mencionar o apuntar muy veladamente la corrupción en espacios eclesiásticos se ha convertido en una heroicidad. A mediados de abril, como trabajador de la Catedral y Palacio Episcopal de Segovia, presenté una denuncia sobre presuntas acciones delictivas del señor Rafael de Arcos Extremera informando, siguiendo la corrección fraterna cristiana, primero a él, después al Cabildo, seguidamente al Obispo y, por último, a los medios de comunicación (la comunidad).
Y desde entonces, al intentar hablar de ello, me he topado con “católicos de moqueta” que me han llamado «rencoroso, vengativo, frustrado y, dicho sea de paso, enemigo de la Iglesia» mientras intentaban convertirme en un blandengue saco de boxeo por mi atrevimiento a la hora de arrojar datos. Eso sí, mientras afirman que ellos «son más impíos que el Papa». Una lógica de ataque que refleja su comunicado, señor Vidal Chamorro, un comunicado de un sistema de cumplimiento normativo penal de una comisión escogida a dedo, que no significa que las víctimas no tengan razón ni que un conflicto quede resuelto, al no tener un análisis judicial ni invalidar los derechos de las víctimas. Precisamente por eso escribo estas líneas: aunque prefiera mantenerme en el anonimato -porque aún hay mucho en juego-, no pienso quedarme callado. Jamás.
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Primero. ¿Cómo se puede llamar “investigación interna” cuando se ignora deliberadamente a quien ha sufrido los hechos? Al excluirme ha blindando un relato prefabricado, donde los acusados se convierten en jueces de sí mismos. Más allá de que el veredicto de la investigación resultase previsible, lo verdaderamente grave de este comunicado es la ruptura de su palabra escrita: usted se comprometió a escucharme y nunca lo hizo. No solo no lo ha hecho, sino que ha emitido un comunicado sin siquiera notificármelo ni darme la oportunidad de ser oído. Tanto demonizar a El Plural, que tuvo la profesionalidad de contrastar la información, para que finalmente un medio de comunicación haya mostrado más disposición a la verdad que personas de la Iglesia. Esto no son opiniones, sino hechos.
Segundo. Se dice que han entrevistado a trabajadores. Claro, como si alguien que cobra la nómina del deán -e incluso alojamientos en Casa de Espiritualidad y pisos de la diócesis ofrecidos por el Deán- fuese a hablar con plena libertad. Teatro. Más aún cuando el propio deán ya reconoció por escrito que ciertos empleados suyos tienen la afición de acusarme improcedentemente de cometer delitos. Y lo mejor viene ahora: los mismos que hace nada me escribían en privado despotricando contra él -hablando de acosos, de que no aguantaban más-, hoy, en un alarde lastimero de infravalorización personal, se arrastran con un ‘me gusta’ en redes sociales al comunicado. Qué ejemplo de coherencia: la rebeldía a escondidas y la genuflexión pública. ¿Qué ha pasado con los mismos que me escribían frases como: ‘qué puto asco de gente, de verdad te lo digo’, ‘estoy deseando que todo esto explote’, ‘hijos de xxxx, de verdad, HIJOS DE XXXX’? ‘Esta chica es una “choni”, se cree la dueña’, o que ‘están falseando tu ausencia en los cuadrantes, dicen que estás de baja aunque sé la verdad’?, ‘no puedes estar así, corazón, no lo mereces’, ‘no te cuento más de esta gente absurda’, ‘está claro que tú no eres el malo, son ellos los que han metido la pata hasta el fondo’. Los mismos que calificaban al Palacio como ‘un fracaso, un laboratorio, un timo’, que me aconsejaban ‘tienes que aprender a lo que hago en taquilla: ser hipócrita por supervivencia’, que me reconocían ‘me alegro de que seas sincero, precisamente eso es lo que te da mérito y valor como persona’, o que resumían todo con un ‘aquí nos quieren a todos como ovejitas, y tú no eres una’... y un largo etcétera de mensajes, audios y grabaciones manifestando desconsoladamente el sufrimiento y el rechazo al que eran sometidos. Hoy, quienes me decían esto en privado, se alinean públicamente con un comunicado que intenta demonizarme. Y sí, confieso que me he sentido traicionado: traicionado por personas a las que quise, defendí, consolé y protegí, incluso poniendo mi integridad por delante de la suya. Quizá lo hagan por miedo a perder el puesto, quizá por favores pendientes, quizá porque resulta más fácil sumarse a la narrativa oficial que enfrentarse a la verdad. Pero si estas son las voces en las que se ha basado la investigación -las de las presuntas acosadoras y las de quienes hoy me niegan-, entonces no estamos ante una investigación, sino ante una farsa. Apaguemos y vámonos.

Tercero. El comunicado es impreciso, vago y lleno de ambigüedades. No detalla los hechos investigados ni explica los procedimientos empleados: se limita a hablar de “defectos de forma” sin aclarar cuáles. Y lo más grave: no responde ni a los hechos denunciados públicamente ni al contenido completo de mi expediente. ¿Por qué no se menciona que todo estalló tras un vídeo de las cámaras de seguridad donde la responsable de eventos mantenía una actitud impropia con otro trabajador, en pleno espacio laboral y durante una exposición de Semana Santa, sin que ello tuviera consecuencia alguna? Mientras tanto, a quienes denunciamos acoso se nos persiguió con reseñas falsas, incluso generadas con inteligencia artificial, que llegaron a burlarse de mi gusto por la teología diciendo que tenía “complejo de cura”. Estas reseñas siguen publicadas en Google. Una de ellas aparece bajo el nombre de usuario Gonzalo Meco: basta con escribir ese nombre en Google Imágenes para comprobar los resultados que se vinculan a ese perfil. No me corresponde determinar quién se oculta detrás de esa cuenta, pero sí subrayar lo evidente: se trata de una estrategia de descrédito público que jamás fue investigada.

¿Hablamos de los audios de mis compañeros reconociendo que trabajar en el Palacio es insufrible porque uno se siente constantemente vigilado? ¿O hablamos de los contratos donde ni siquiera se especifica el convenio laboral, como bien conocen los sindicatos de Segovia, y en los que, para rematar, se falsea presuntamente la formación reduciéndola a un simple ‘estudios primarios completos’? Que yo conozca, somos muchas personas en catedral que tenemos estudios de posgrado, y, por lo menos en mi caso, se me está poniendo como a persona con estudios primarios. Qué vergüenza.

Contrato de trabajo
¿O hablamos de la videovigilancia irregular a turistas y fieles -incluidos menores de edad- en el Palacio? ¿O de cómo existe un audio donde la propia responsable de eventos reconoce que hay ciertos espacios eclesiásticos destinados a hacer presuntamente yoga (acción supuestamente no permitida por la Iglesia, pero que en este caso como da dinero no pasa nada)? ¿O de los mensajes donde el deán reconoce implícitamente haberme amenazado y humillado en público? Si eso no merece investigarse, entonces que alguien me explique qué sí.

¿O hablamos de los documentos del Cabildo presuntamente falsificados, en los que se llega a defender ante una mediadora que yo presté mis servicios en Madrid, cuando todos saben que nunca trabajé allí? Si eso no es manipulación, ¿qué es? Todos sabemos que la Catedral no tiene servicios en Madrid, sino que el trabajo es en Segovia. Una mentira más que se junta a todas las demás.

Y seguimos… Cuando tomó posesión usted como obispo de Segovia, ¿hablamos de cómo me sentí humillado al ver vulnerados mis derechos ‘por tener pluma’, cuando fui vetado de trabajar ese día para que los obispos no me viesen, justo en el mismo momento en que prohibisteis comulgar al alcalde de Torrecaballeros? Yo mismo se lo expresé directamente, y jamás lo negó: sus únicas respuestas fueron un frío ‘vale’ y un lacónico ‘ya’. Hechos despreciables que se unen al vilipendiado como cristiano al escuchar del Deán -y queda en grabación- palabras muy poco respetuosas cuando nuestro querido Papa Francisco estaba muriéndose: ‘¿pero se muere o no se muere este hombre? (…) Ahora, con este estás contento, ¿con el siguiente…?’ O mejor aún, hablemos de grabaciones: la del abogado que, tras admitir un despido improcedente, intenta coaccionarme para que no acudiera a magistratura con la frase: ‘Va a ser peor para ti’.
Cuarto. Aun limitándonos solo a lo que ya es público, el problema no está en si las cuentas cuadran, sino en si se cobraron alquileres anuales en la Casa de la Espiritualidad presuntamente como donativos. Porque no lo digo yo: ahí están los mensajes -como el de esta captura- que reconocen el control económico de esos pagos. ¿Cómo puede llamarse donativo a lo que se revisa en contabilidad y se exige con tal nivel de detalle?


El comunicado no responde a nada de esto. Tampoco a los WhatsApp de la persona que coordinaba los eventos, donde se habla abiertamente de pagos en negro y de horas extras. En uno de ellos se llega a leer: ‘He dejado en la caja de la tienda, bajo las monedas, el dinero por la hora extra de mañana…’. ¿Hace falta añadir algo más?

El comunicado tampoco aporta explicación a las declaraciones del deán en El Plural, donde llegó a afirmar que tenía trabajadores dados de alta por 40 horas cuando en realidad trabajaban 26: “Las horas extra no existen. Ahora en verano tienen contrato de 40 horas y hacen 26 horas”. Ni aclara de dónde sale el dinero con el que dice pagar: “Si algún día he dado algo es porque yo quiero darlo”. Estas frases son, para mí, el espejo más brutal de hasta qué punto la gestión de la Catedral se sostiene sobre mentiras encadenadas. Y sí, se reconocen “defectos de forma”, pero sin precisar cuáles.
Quinto. Tampoco se responde a los escándalos que ya muchos fieles han denunciado en lo relativo al respeto debido a un espacio sacro como la Catedral. Una investigación seria debe ofrecer datos contrastables, criterios claros y resultados verificables. Aquí, en cambio, todo se reduce a una declaración vaga, pensada únicamente para calmar críticas. De ahí que su respuesta oficial haya llegado seis meses después de conocer los hechos. Señor, ¿qué podemos esperar del supuesto compromiso de la Iglesia con la verdad si la respuesta llega con semejante retraso? Mientras tanto, yo jamás he recibido contestación: ni a las alegaciones que presenté, ni a la solicitud formal de un informe completo al Cabildo. Nunca. Tampoco se me ha pedido un mísero perdón. Nada. Este comunicado no hace más que repetir la misma fórmula: callar lo esencial y disfrazar la falta de justicia con palabras huecas. Y usted lo sabe. Yo intenté siempre mantener un diálogo fraternal y evitar una escalada mediática, hasta el punto de rechazar entrevistas en televisión nacional. Pero ante sus faltas de respeto a través del silencio, me he visto obligado a hablar. Porque alguien tiene que recordarles que ya no estamos en los tiempos en los que la ley era solo para el pueblo.
Sexto. La rapidez con que se difundió su comunicado (justo después de que el concejal de Podemos Segovia les pida explicación sobre el IBI), sin darme acceso previo a su contenido ni posibilidad de réplica, no demuestra transparencia: confirma la opacidad. Una investigación seria no se mide por la velocidad de sus conclusiones, sino por las garantías que ofrece a todas las partes. Y la justicia no consiste en hablar primero para imponer un relato cerrado, sino en abrir espacios donde las versiones puedan confrontarse y contrastarse. Al no hacerlo, el resultado es este comunicado: un relato unilateral más preocupado por sofocar el escándalo que por esclarecer la verdad. Dígame, señor obispo: ¿de verdad cree que, en una querella criminal, este proceder le resultaría beneficioso? ¿Piensa que un juez consideraría transparente un comunicado exprés redactado sin escuchar a las víctimas ni revisar las pruebas disponibles? Resulta desolador que proclame el compromiso de la Iglesia con la verdad, la transparencia y la justicia, y que al mismo tiempo las denuncias caigan en saco roto, mientras el silencio pesa más que la verdad. Y esa verdad existe: se sostiene en hechos probados, pruebas claras -desde conversaciones hasta grabaciones de voz y vídeo-, una verdad que usted, sencillamente, no ha querido conocer. Bajo asesoramiento jurídico, estos hechos no solo pueden desembocar en una querella criminal contra el Cabildo, el deán y su responsable, sino también en denuncias por vulneración de derechos laborales, en la Agencia Tributaria, en la Agencia de Protección de Datos, en la Seguridad Social e incluso ante el Colegio de Abogados de Madrid. Pretender tapar todo con un comunicado apresurado es ignorar que existen cauces legales sólidos y múltiples para que la verdad salga a la luz.
En demasiados casos la mentira se ha convertido en fuente de legitimidad y, respecto a muchas víctimas, en coartada de la violencia ejercida contra ellas
Séptimo. Denunciar cualquier forma de corrupción -sea dentro o fuera de la Iglesia- no es un consejo opcional: es un imperativo moral y legal. Porque en demasiados casos la mentira se ha convertido en fuente de legitimidad y, respecto a muchas víctimas, en coartada de la violencia ejercida contra ellas. También es imperativo señalar la disonancia entre lo que predica un superior y lo que vive un trabajador que, desde su dignidad, libertad y autonomía, rechaza cualquier favor o prebenda que pretenda convertirlo en vasallo. Ningún código de cumplimiento puede encubrir esa contradicción: solo la verdad y la justicia pueden resolverla.
Como cristiano, solo me queda declarar mi angustia física por la vergüenza ajena de este comunicado y una necesidad urgente de renuncia a semejante bochorno. Eso sí, gracias a los laicos que me han apoyado, a los sacerdotes y religiosas de la diócesis que me han escuchado, a compañeros -también del Obispado- que se han puesto en contacto conmigo para brindarme su apoyo, y a los canónigos del Cabildo con los que, a pesar de haberse tenido que despedir por la puerta de atrás, incluso reuniéndose conmigo para reconducir esta situación a escondidas del deán en la Fuencisla, me han mandado mensajes diciendo: “Espero que te vayas encontrando mejor. Con tu valía tienes muchas posibilidades”. En fin, ante tanto teatro de unos y otros, me acuerdo de mi queridísima Wednesday Addams: ella, que nunca sonríe ante lo políticamente correcto, diría que lo realmente terrorífico en una catedral no son sus fantasmas, sino sus fariseos. Qué paradoja que una adolescente ficticia tenga más sentido de la verdad que todo su Catedral, ¿no cree? En fin, permítame cerrar con la frase con la que usted se proclamó obispo: “En esta diócesis caben todos, todos y todos”. Porque hoy comprobamos a qué se refería: caben el silencio, la impunidad y la apariencia… pero no las presuntas víctimas. Ahí se revela la hipocresía más cruel: predicar inclusión para después expulsarla. Ese es usted, y esa es la medida de su palabra, Señor Vidal Chamorro.
Μολὼν λαβέ, Molòn labé
* Adjunto capturas de mensajes que, por su contenido, deberían haber sido objeto de investigación. He anonimizado identidades por respeto a la intimidad; las capturas son una versión verificable de lo que consta en mi denuncia. No atribuyo personalmente la autoría definitiva de los mensajes; presento estos hechos a efectos de ilustrar la existencia de indicios que no fueron contrastados.
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