Fernando Valera: "Que la Navidad sea para nosotros un renacer del amor, un tiempo para abrir los brazos, compartir la mesa"

La Navidad nos pone en la senda de un Dios que baja a nuestra historia, que asume nuestro barro, que toma nuestra debilidad, y solo así nos garantiza que toda nuestra pequeñez será redimida por su gracia: Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él tenga vida eterna” (Jn 3,16).

Ante este Nacimiento de Juan de Montejo de 1590 y que está presente en el recorrido de las Edades del Hombre que se están realizando en Zamora, quiero felicitar la Navidad a toda la Diócesis.

En la noche de Belén, Dios se acerca a nosotros en la fragilidad de un niño. No viene con poder ni con ruido, sino con la ternura de una sonrisa que ilumina la oscuridad. La Navidad nos recuerda que el Señor se hace cercano, se hace hermano, se hace carne en nuestra historia.

La cercanía de Dios es un abrazo que rompe distancias y nos invita a vivir la fraternidad. La ternura de Dios es la caricia que sana las heridas, la mirada que nos devuelve la esperanza, la voz que nos dice: “No temas, estoy contigo”. Su todo en nuestra nada para que nuestra humanidad quede salvada. La Encarnación de nuestro Señor es el Hontanar de nuestra esperanza.

Hoy, en medio de nuestras prisas y preocupaciones, dejemos que la ternura de Dios nos envuelva, dejemos que su cercanía nos transforme. Que la Navidad sea para nosotros un renacer del amor, un tiempo para abrir los brazos, compartir la mesa, y descubrir que en cada gesto de bondad late la presencia del Emmanuel: Dios con nosotros.

Feliz Navidad 2025