Sáiz Meneses toma posesión en la catedral ante 800 personas El nuevo arzobispo de Sevilla invita a los católicos a “dar una respuesta convencida y convincente ante los desafíos de la sociedad secularizada”

Sáiz Meneses ya es arzobispo de Sevilla
Sáiz Meneses ya es arzobispo de Sevilla

“El desafío de una cultura dominante relativista en la que no caben valores absolutos ni juicios universales, ya que todo está en función de la percepción subjetiva de cada uno y de los intereses de los grandes grupos de poder”

"Hemos pasado de una sociedad moderna que buscaba la solidez en los grandes principios, a una sociedad posmoderna líquida y voluble”, subrayó, así como “el enjambre digital, en que cada uno se construye su propio mundo, y acaba originándose una suma de individualidades aisladas que nunca llegan a ser un ‘nosotros’”

Reclama una Iglesia “que sale al encuentro del pobre, del más débil; una Iglesia que se conmueve, que se compadece y se acerca, que afronta las situaciones y aplica los remedios adecuados, que cura las heridas y ofrece calidez al corazón, como Jesús”

Las huellas de la catedral de Sevilla llegan hasta San Pedro. El templo hispalense es uno de cuyas marcas se ven en el pasillo central de la basílica, para demostrar que la de Roma es la iglesia más grande del mundo. Pero Sevilla no se le queda corta. Cerca de cuarenta cardenales, arzobispos y obispos, presididos por el Nuncio del Papa, Bernardito Auza, el presidente de la CEE, Juan José Omella, el vicepresidente Carlos Osoro, y el ya obispo emérito de Sevilla, Juan José Asenjo, acompañaron a José Ángel Sáiz Meneses en su toma de posesión como nuevo arzobispo de la capital del Sur de España.

Presentó al nuevo prelado su antecesor, Juan José Asenjo, liberado, al fin, de una carga que su cuerpo enfermo no podía aguantar más. "Vienes a una diócesis de profundas raíces cristianas, tempranamente evangelizada y fecundada ya en el siglo III por la sangre de las mártires Justa y Rufina", apuntó el prelado. "Puedes estar seguro, querido hermano José Ángel, de que a ti también te ha tocado un lote hermoso y una heredad por la que merece la pena dar la vida", subrayó, antes de la lectura de las letras apostólicas que lo confirmaron como arzobispo de Sevilla.

Algo nervioso -se confundió a la hora de cantar el Gloria, que arregló con una sonrisa amplia- Sáiz Meneses se sentó en el trono, con el báculo hispalense, a los pies de la Virgen de los Reyes, en una imponente catedral, la más grande del mundo en estilo gótico.  Arrancó Sáiz Meneses su homilía dando gracias a los presentes, con un especial recuerdo para su antecesor, “por su fraternal acogida, por sus amables palabras y sabios consejos, por su generosa tarea realizada a lo largo de más de 12 años, por haberse entregado hasta el final en su fecundo ministerio”.

Colaboración a las autoridades

Tras saludar a las autoridades civiles, se puso a su disposición: “Os ofrezco mi colaboración leal en todo lo que se refiera al bien común y a la paz social de nuestro pueblo, especialmente a los más necesitados, a los más golpeados en estos momentos a causa de la pandemia”, recalcó el nuevo arzobispo de Sevilla, quien admitió entrar en la sede “con asombro y con profundo respeto”.

“Llego a una diócesis con una historia fecunda y brillante, de profundas raíces cristianas, que ha dado inmensos frutos de fe y amor, de cultura, de arte, de solidaridad, a lo largo de los siglos”, abundó, repasando la historia de Sevilla y su Iglesia.

 También, hoy. “Han transcurrido dos mil años, pero la tarea no está finalizada, y los miembros de la Iglesia somos enviados a continuar la misión para que todos los hombres lleguen a vivir plenamente como hijos de Dios”, aseguró, desentrañando las razones de su lema episcopal, ‘Duc in altum’ (`Remar mar adentro’), animando a “afrontar los desafíos del momento actual”.

Algunas de las autoridades presentes en la catedral de Sevilla

Una cultura dominante relativista

“No son pocos ni menores los desafíos del mundo actual”, admitió. “El desafío de una cultura dominante relativista en la que no caben valores absolutos ni juicios universales, ya que todo está en función de la percepción subjetiva de cada uno y de los intereses de los grandes grupos de poder”, advirtió, subrayando otros retos, como “el desafío de la crisis económica y del fenómeno migratorio”.

La crisis sanitaria de la COVID-19 ha desencadenado una crisis económica y social sin precedentes, que se suma a los flujos migratorios de naturaleza económica y también a causa de los conflictos bélicos.

“La crisis sanitaria de la COVID-19 ha desencadenado una crisis económica y social sin precedentes, que se suma a los flujos migratorios de naturaleza económica y también a causa de los conflictos bélicos. Situaciones gravísimas de pobreza material, y también nuevas pobrezas a causa de la soledad, la falta de afecto, de energías físicas, de sentido, la falta de fe, que es la pobreza más importante”, recalcó. “Hemos pasado de una sociedad moderna que buscaba la solidez en los grandes principios, a una sociedad posmoderna líquida y voluble”, subrayó, así como “el enjambre digital, en que cada uno se construye su propio mundo, y acaba originándose una suma de individualidades aisladas que nunca llegan a ser un ‘nosotros’”.

Una "moral firme y clara"

Frente a ello, el nuevo arzobispo de Sevilla invito a “dar una respuesta convencida y convincente ante esos desafíos”, ofreciendo “la centralidad de la persona de Jesucristo”. “También ofrecemos una moral firme y clara que se fundamenta en el amor a Dios y al prójimo, en el respeto absoluto a la persona y a la vida humana, especialmente cuando esa vida es más débil e indefensa”.

Primera homilía de Sáiz Meneses como arzobispo de Sevilla

“Ante la pérdida de sentido y el empobrecimiento espiritual, ofrecemos el sentido de la trascendencia, la seguridad de que el ser humano es capaz de encontrarse con Dios”, clamó, arremetiendo contra “un mundo secularizado” al que “hemos de ayudar a alzar la mirada al cielo y elevar el nivel de sus horizontes vitales”.

“Ante la crisis económica y el fenómeno migratorio, hemos de ser solidarios con el sufrimiento humano y testigos de la misericordia de Dios”, añadió, reclamando una Iglesia “que sale al encuentro del pobre, del más débil; una Iglesia que se conmueve, que se compadece y se acerca, que afronta las situaciones y aplica los remedios adecuados, que cura las heridas y ofrece calidez al corazón, como Jesús”. “Es preciso que demos testimonio del ideal de vida cristiana, con una espiritualidad recia y profunda; con una formación sólida, síntesis entre fe, cultura y vida; con una acción apostólica eficaz que fermenta evangélicamente los corazones, los ambientes y las estructuras”, subrayó. 

“Vamos a seguir caminando juntos en la vida y en la misión de la Iglesia, en sinodalidad, poniendo en práctica la espiritualidad de la comunión”, culminó.

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