Podría no haber insinuado que nuestra religión destruye vidas Jesús, el Transgresor

Podría haber usado los viejos cueros de vino en vez de nuevos. Pero no.

Transgresor

Podía haber sido más cauto, más prudente, podía evitar sembrar división y, sobre todo, no andar confundiendo a los creyentes con las cosas que hacía y las que decía.
No le costaba nada. Con la inteligencia que mostraba de seguro habría encontrado otro camino menos áspero para tantos que le veían o le escuchaban y que no sabían qué pensar. Podía haber llevado sus cuestionamientos por las pertinentes vías jerárquicas hasta llegar a las altas instancias de decisión y probar, si es que estaba tan convencido, la autenticidad de sus interpretaciones, un tanto exageradas, un tanto irrespetuosas, de los preceptos que se habían enseñado durante siglos. Pero no.

Podía haberle dicho a los amigos de aquel hombre postrado en una camilla: "Búsquenle un cura, hagan que se confiese, este hombre necesita recibir la absolución" y no simplemente ir soltando esa barbaridad de "tranquilo, ya se te perdonaron tus pecados" sin haber hecho examen de conciencia, sin acto de contrición, sin siquiera pedirle que los confesara, que se declarara culpable. Sin ser él un delegado para perdonar a nadie. Podía haberle ayudado a curarse y luego, ya con su salud rehabilitada, que el hombre fuera al templo e hiciera el procedimiento estipulado para expiar sus culpas y ponerse en paz con dios. Pero no.

Podía haber guardado las apariencias, entender que no solo hay que ser sino también parecer. Que nadie puede considerarse un líder religioso y luego andar en los bares con esos amigos suyos a los que nunca se les ha visto pisar una iglesia, ni por las esquinas de mala muerte en carcajadas y abrazos con gente vestida así. Podría haber dado ejemplo de sobriedad, como esos padrecitos con su sotana bien puesta en las redes sociales, como las señoras decorosamente vestidas en el templo, nada de escotes, ni muchachos en pantalones cortos. Podía comportarse con la dignidad de un maestro, de lo que se espera que haga un rabino, en vez de andar en comidas con publicanos, con pecadores. Pero no.

Podría haber sido más piadoso, hacer sus mortificaciones, sus abstinencias, y enseñarles esas cosas a los que andaban con él. Podría no andar atragantándose de hamburguesas en pleno viernes de cuaresma. ¿Qué le costaba seguir el ejemplo del Bautista, de los predicadores? Podrían él y sus amigos ofrecer como cualquier creyente, algunos sacrificios a dios, negarse a algunas cosas insignificantes y así ser un modelo de virtudes para los más jóvenes que ya no quieren ni mover un dedo. Podría no considerar que todas las costumbres de la piedad estaban ya vencidas, podría haber remendado el vestido en vez de cambiarlo por uno nuevo, Podría haber usado los viejos cueros de vino en vez de nuevos. Pero no.

Podría haber respetado lo más esencial de nuestra religión, la única manera como podemos realmente agradar a dios durante la semana. ¿Es que ni siquiera eso le importaba? Podría haber mostrado que algo había entendido de la teología, del catecismo, de nuestra invaluable tradición. ¿Necesitaba quebrantar nuestro día sagrado, nuestro momento sublime de adoración, nuestra celebración semanal con sus irrespetos, con sus impertinencias? Podría no haber irrumpido en la capilla abriéndose paso con sus amigos y repartiendo entre las señoras las flores del altar, los panes de la ofrenda, las uvas, para comerlos ahí, en plena liturgia, y gritando como un loco: "La religión se hizo para las personas, no las personas para la religión". Pero no.

Podría haberse hecho querer un poquito. No hacerse merecedor del desprecio y la persecución de los teólogos y los predicadores, que le dedicaron sermones y videos, que lo acusaron de modernista, de relativista, de arrodillado al nuevo orden mundial. Los mismos que se codean con los amigos del gobierno y con los que hicieron planes para desprestigiarlo, para armarle algún escándalo, para inventarle algún cargo y detenerlo, para deshacerse de él. Podría no haber insinuado que nuestra religión destruye vidas, que no hace bien a nadie. Podría no haber hecho que todos vieran a esas personas que están entre nosotros y a las que no les servimos para nada, o peor aún, les hacemos la vida imposible. Podría haber sido más sutil, no irse de frente en sus críticas. Pero no.

Era un transgresor. Para cumplir lo que descubría esencial de la ley era imprescindible quebrantarla en todo lo que consideraba absurdo, inútil y perjudicial. No lo hizo con sutileza, sabía que la religión le había puesto una carga demasiado pesada a la gente común como para hacer concesiones. Aquellas espaldas quebradas y adoloridas eran más importantes que cualquier tradición, cualquier rito, cualquier dogma. Lo siguen siendo. Podríamos ignorarlo, podríamos seguir diciendo que vino a cumplir la ley y cargarnos de literalismos obsoletos del Levítico para justificar nuestra intolerancia, si no fuera porque Marcos nos contó en 5 episodios las razones por las que, desde muy temprano, ya muchos querían acabar con él. Podríamos decir que no lo sabíamos. Pero no.

El cristianismo es inviable si no hay quien quebrante el sábado, sin transgresores de la religión oficial.

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