"Diríase que muerto Francisco, la contención ha saltado por los aires" Argüello comienza su ‘batalla espiritual’ por Añastro: cancela a Omella y orilla a Cobo

Colea la clara toma de postura de Luis Argüello y César García Magán sobre el adelanto electoral como forma de desbloqueo de lo que, al menos ambos, entienden como endiablado atolladero político o final del ciclo presidencial de Pedro Sánchez
“La Iglesia no debe pedir elecciones, eso es cosa del presidente del Gobierno y de los grupos políticos”, señalan algunas fuentes consultadas. “Desprestigia a la Iglesia y a los obispos si alguien nos puede atribuir una postura política. En teoría, no es malo pedir elecciones, pero si tú mensaje coincide a pies juntillas con los de la derecha cavernícola y la extrema derecha…”
Si en este caso se sorprenden solo a medias por la locuacidad del presidente de los obispos, consideran hasta “peligroso” lo de Magán, que de una tacada rompió las normas no escritas en sus funciones que llevaron a rajatabla su antecesores
Si en este caso se sorprenden solo a medias por la locuacidad del presidente de los obispos, consideran hasta “peligroso” lo de Magán, que de una tacada rompió las normas no escritas en sus funciones que llevaron a rajatabla su antecesores
Colea la clara toma de postura de Luis Argüello y César García Magán sobre el adelanto electoral como forma de desbloqueo de lo que, al menos ambos, entienden como endiablado atolladero político o final del ciclo presidencial de Pedro Sánchez. Y aunque en el fondo algunos puedan estar más o menos de acuerdo con el presidente y el secretario de la Conferencia Episcopal Española (CEE), la sensación en otros obispos es que “se han extralimitado”.
“La Iglesia no debe pedir elecciones, eso es cosa del presidente del Gobierno y de los grupos políticos”, señalan algunas fuentes consultadas. “Desprestigia a la Iglesia y a los obispos si alguien nos puede atribuir una postura política. En teoría, no es malo pedir elecciones, pero si tú mensaje coincide a pies juntillas con los de la derecha cavernícola y la extrema derecha…”.
Ahí lo dejan las fuentes, que, si en este caso se sorprenden solo a medias por la locuacidad del presidente de los obispos, consideran hasta “peligroso” lo de Magán, que de una tacada rompió las normas no escritas en sus funciones que llevaron a rajatabla su antecesores José María Gil Tamayo o el propio Argüello de no pronunciarse sobre temas que no habían sido tratados específicamente por la Permanente.
Algunos todavía no salen de su “sorpresa” con Magán, quien ha caído en la tentación de la glosa envolvente practicada por otros predecesores ilustres, como Juan Antonio Martínez Camino, aunque de verso más suelto y fundamentado el jesuita.

Y los hay que no descartan que el excesivo celo en el apoyo a Argüello tenga que ver con una relación no demasiado fluida entre ambos, con un arzobispo de Valladolid que se siente sobrado para seguir haciendo de secretario, así como antaño supo hacer de presidente con un cardenal Omella que le dejaba hacer en discursos (y algunos marrones) por aquello de la delegación y la colegialidad.
La advertencia de Omella
Uno de aquellos discursos que, sin embargo, no ha debido quedar demasiado fijado en la cabeza de Argüello, uno de los últimos de Omella, donde, con el cargo de presidente de los obispos ya en el descuento, y viendo cómo una parte de sus hermanos se lanzaban de cabeza a una batalla cultural (“batalla espiritual”, la llama ahora Argüello delante del líder de Vox, quién sabe si para que la capitanee) que el cardenal de Barcelona nunca acabó de entender, les previno de “afrontar el futuro mirando al pasado”.
“Existe un riesgo todavía más peligroso: que, condicionados por la realidad negativa, por este clima adverso, reaccionemos espontáneamente con una actitud de autodefensa, sin detenernos con fe, con calma, con sensatez evangélica, a discernir qué es lo que en estos momentos los seguidores de Jesús deberíamos hacer”, les advirtió el cardenal turolense.

Pero no sólo parece haber olvidado la etapa de Omella su sucesor. También sin duda lejana le parece la de quien le llevó a la secretaría general y al episcopado, su mentor, el cardenal Ricardo Blázquez, que logró instaurar en Añastro, siendo el presidente del Episcopado, una especie de pax catalana cuando, en plena efervescencia independentista en Cataluña (no quiero pensar qué pasaría hoy con estos nuevos actores), logró consensuar las voces y la Iglesia fue el único actor con seny en aquellos años que vivimos peligrosamente.
Es cierto que entonces tenía Blázquez un secretario que andaba con pies de plomo, tal vez porque entonces era sólo un sacerdote raso, pero en aquellos días José María Gil Tamayo se afanó por escuchar, trasmitir y ayudar a redactar palabras para el consenso, nada que ver con el ardor guerrero de Magán.
La pinza a Cobo
Quizás sin pretenderlo, vaya usted a saber, pero presidente y secretario le han hecho una pinza en toda regla al otro miembro del triunvirato ejecutivo de la CEE, el vicepresidente y cardenal de Madrid, José Cobo, haciendo las delicias de la tropa ultra que azuza esa batalla cultural que no es más que revisionismo nostálgico y caudillista, con más veneración constantiniana que fervor evangélico.
Al modo del que se fizo de las Coplas de Jorge Manrique, el ilustre paisano de Argüello, cabría preguntarse en qué quedó aquella escenificación en Añastro el día que en Argüello arrasó como presidente y Cobo se pudo finalmente aupar a la vicepresidencia, y donde, tras salir a saludar a las víctimas de abusos que gritaban por su dignidad fuera, en la acera, comparecieron juntos.

¿Qué se fizo de aquellas palabras de Cobo, que anunciaban que los obispos “queremos seguir aprendiendo a trabajar en equipo, y trabajar en equipo para la comunión y lo que tiene que ser esta Conferencia Episcopal?". ¿Y qué se fizo de aquel deseo de "servir a que la Iglesia dialogue amigablemente con nuestro mundo, ayudar a que aprendamos a escuchar, y aprender y señalar pautas de esperanza en temas que van apareciendo en la sociedad, ver dónde está la luz y dónde aportar esa luz”.
Lo que se fizo lo acaba de expresar con rotunda claridad el primado catalán y arzobispo de Tarragona, Joan Planellas, tras escuchar al presidente y al secretario: “No podíamos permanecer callados”. Diríase que muerto Francisco, en sus cuarteles de invierno Omella y en jaque permanente Cobo, la contención ha saltado por los aires. La 'batalla espiritual' empieza por casa.