La falsa estrategia de la confusión de la CEE y el clamor de las víctimas Iglesia y abusos: siempre nos quedará Belén. ¿O también se atreverán a ir por ese Niño?

Víctimas en Shame
Víctimas en Shame

Años después, la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal no ha tenido la decencia de invitar a las víctimas a hablar en la Casa de la Iglesia, preguntarles qué necesitan, y cumplirlo. Así de simple. No se pedía, ni se pide más

Los obispos españoles ostentan el honor de ser el único episcopado del planeta que, en lugar de tomar conciencia de un problema real, se dedica a escarbar posibles denuncias falsas (algún día habrá que contar qué despacho de Añastro estaba al tanto de las andanzas del colectivo de supuestos católicos que inventan historias de violaciones que otros, muchos otros, han sufrido en sus carnes), encastillarse en una defensa numantina de su virtud y echar la culpa al empedrado. Nota al pie: el empedrado son las víctimas de pederastia clerical

Cuando por fin la presión mediática, social y política y, también (también) el impulso del Papa Francisco obliga a la Conferencia Episcopal a hacer lo que siempre se negó a hacer: investigar, pedir perdón, reparar… siempre encuentra la manera de no hacerlo. O de hacerlo, pero a su manera. No nos vayan a marcar el paso los ‘enemigos’

Mirando a los ojos de las víctimas, uno no puede dejar de pensar si los responsables de la CEE podrán celebrar el nacimiento sin sentirse culpables por todos los niños violados, y olvidados. Por todo el dolor causado, y redoblado con actuaciones como la de hoy

Me van a permitir un pequeño desahogo, que ‘casi’ es Navidad. Como sabrán los que han tenido la paciencia de seguir mi trayectoria, llevo en esto de la información religiosa varias décadas, casi toda mi vida profesional. Siempre ‘en el otro lado’, en la frontera. Lejos de la comunicación oficial, acostumbrado, además, a ser el malo, el hereje, el enemigo de la Iglesia.

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Hace tiempo aprendí a hacerme callo, a que no me afectara demasiado, a ‘comprender’ el papel de cada uno, a ambos lados del atril de una rueda de prensa. A escribir con libertad, y sin miedo a las represalias. Afortunadamente, cada vez son más los que asumen que, al menos conmigo, esas estrategias no van.

Sala de prensa de la CEE
Sala de prensa de la CEE CEE

Lo que, por fortuna, estos años de periodismo no me han quitado es la capacidad de asombrarme ante los gestos valientes, o a indignarme frente a las injusticias, la opacidad, la falta de lealtad. Los cobardes, los que se esconden tras un cargo, tras un emblema y que solo saber vivir medrando estrategias de poder, dominio y sumisión. Pese a quien pese, aunque conlleve poner en riesgo la salud, física y mental, de muchos, o su futuro laboral o familiar. No se alarmen los que se estén dando por aludidos, que no vamos a dar nombres. Vosotros, y yo, sabemos perfectamente de quiénes estamos hablando.

Como les digo, afortunadamente, sigo sin transigir con algunas actitudes de menosprecio disfrazado de falsa piedad, con maquinarias de poder que aplastan a quien debieran defender, con los que, revestidos de clergyman, púrpura o despacho en Añastro, deciden mearse en la memoria de los que sufren. Hoy, de nuevo, ha ocurrido.

Nuevo informe de Para dar luz
Nuevo informe de Para dar luz

Y no, no me refiero a la falsa estrategia de la confusión de la Oficina de Comunicación de la CEE (y de quienes, todavía hoy, aguantan que sus responsables sigan campando a sus anchas y que, en privado, echan pestes de aquellos a los que deberían reconvenir o, simplemente, volver a enviar a sus diócesis), que se sacó de la manga un nuevo informe ‘Para dar luz’ (curiosa denominación para quienes sólo buscan ocultar) mientras alojaba en un rincón perdido de una nota de prensa de un día anterior la tan esperada auditoría del despacho Cremades&Calvo Sotelo, sin anunciarlo a la sociedad, o a los medios. Lamentablemente, los que nos dedicamos a esto, estamos más que acostumbrados a este proceder, tan de limón, tan de limonada. Nada nuevo bajo el sol.

Me refiero a la estrategia del desprecio de las víctimas que, una vez más, no aparecen en ninguno de los informes abordados, y capitaneados por los obispos españoles, que ostentan el honor de ser el único episcopado del planeta que, en lugar de tomar conciencia de un problema real, se dedica a escarbar posibles denuncias falsas (algún día habrá que contar qué despacho de Añastro estaba al tanto de las andanzas del colectivo de supuestos católicos que inventan historias de violaciones que otros, muchos otros, han sufrido en sus carnes), encastillarse en una defensa numantina de su virtud y echar la culpa al empedrado. Nota al pie: el empedrado son las víctimas de pederastia clerical.

El dolor (y la esperanza) de las víctimas
El dolor (y la esperanza) de las víctimas Pete F.

Víctimas, miles de ellas, supervivientes de un horror que jamás debió producirse en ningún ámbito social, pero que en el caso de la Iglesia suponen un terror añadido. El silencio, la doble victimización, la condena pública a no ser considerados ‘Iglesia’ (porque si se fijan en el lenguaje, nadie en la institución cae en la cuenta de que los niños violados por clérigos, religiosos o personal de pastoral eran, al menos, tan católicos como sus victimarios) han sido, son, una constante para las que deberían ser auténticas protagonistas de esta historia, y de su solución.

Y, cuando por fin la presión mediática, social y política y, también (también) el impulso del Papa Francisco obliga a la Conferencia Episcopal a hacer lo que siempre se negó a hacer: investigar, pedir perdón, reparar… ésta siempre encuentra la manera de no hacerlo. O de hacerlo, pero a su manera. No nos vayan a marcar el paso los ‘enemigos’.

En RD hemos sido más críticos que ningún otro medio ante la auditoría de Cremades. No nos convencía, ni nos convence, la elección, el procedimiento empleado, los retrasos, el reparto de culpas, las estratagemas para quedar por encima de sus clientes. No encontrarán aquí defensa alguna del bufete. Pero la respuesta de la Conferencia Episcopal, ignorando la auditoría que ellos mismos habían encargado -y que, ojo, hemos pagado todos los católicos, esperemos que algún día nos digan cuánto, y de dónde salido el dinero-, escondiéndola (porque había que publicarla, pero poco) y sacándose de la manga un informe en tiempo récord (un consejo, por favor, pasadle un corrector cuando veáis que tenéis tiempo) para diluirla convenientemente, es simplemente demencial. Propia de un enfermo.

¿Se atreverán con este niño?
¿Se atreverán con este niño? Imagen de IA elaborada por Católicos en Red

¿Dónde quedan las víctimas? Muchas de ellas nos han escrito, nos han llamado, hoy, una vez más, volviendo a sentirse arrasadas, desconcertadas, perdidas. Porque nadie les ha preguntado cómo querían que su dolor se hiciese público. Porque no les han consultado cómo quieren ver reparado, si es que se puede, el horror al que han sobrevivido. Porque, años después, la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal no ha tenido la decencia de invitar a las víctimas a hablar en la Casa de la Iglesia, preguntarles qué necesitan, y cumplirlo. Así de simple. No se pedía, ni se pide más.

Pero, con actuaciones como las de hoy -una más, lamentablemente- los obispos vuelven a demostrar que importa más la institución que las personas que forman parte de ella, que la defensa de la Casa merece cualquier sacrificio. Que si hay que pasar por encima del dolor de las víctimas, se hace. No sería la primera vez. Total, deben pensar algunos, si han soportado vejaciones, violaciones, insultos y desprecios durante años…

Dentro de unos días celebraremos la venida del niño Dios. La Navidad, que da sentido a la fe cristiana. Y, mirando a los ojos de las víctimas, uno no puede dejar de pensar si los responsables de la CEE podrán celebrar el nacimiento sin sentirse culpables por todos los niños violados, y olvidados. Por todo el dolor causado, y redoblado con actuaciones como la de hoy. Seguramente, estén más preocupados en ‘maldecir’ uniones ‘irregulares’. Porque los benditos, una vez más, los más pobres, han vuelto a ser echados de la posada de la Iglesia. Siempre nos quedará Belén. ¿O también se atreverán a ir por ese Niño?

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