"Todos son (somos) el niño que hoy (mañana, siempre) nace. Porque sigue naciendo, pese a todo" Mírate al espejo: tú eres la Navidad de Jesús

Mírate al espejo: tú eres la Navidad de Jesús
Mírate al espejo: tú eres la Navidad de Jesús

"Eres tú quién naces, da igual cuando leas esto. Es Dios quien se hace pequeñito para que tú te conviertas un poquito en dios. Tampoco te lo creas tanto, no vayas de divo, nos pasa a todos. No tienes que hacer nada, ya se encarga"

"Aunque tú (yo)no lo sepa(s). Aunque no tengas ni una maldita gana de celebrar, de comprar regalos, de encender el árbol, de leer whatsapps…No tienes que hacer nada. Ya se pone él en camino hacia ti, su Navidad. Porque tú eres la Navidad de Jesús, no al contrario. Porque hoy (o ayer, o siempre) nos has nacido"

El niño nació y, se lo juro, allí no había nadie para verlo. Ni buey que lo calentara, ni mula que lamiese sus pestañas. No estaba José, haciendo horas extras como un loco. Ni María, que tooooda la familia de Nazaret venía a cenar y había que preparar comida para un regimiento.

No vinieron los romanos (el destacamento entero se tomó días libres para regresar a casa, turrón al hombro), ni los pastores (a ver si la Virgen nos va a pedir un par de corderos para el ágape). Tampoco brilló estrella alguna (con lo cara que está la luz, se entiende), de modo que los Magos se entretuvieron en el palacio de Herodes y, ya se sabe: uno se lía, se lía…. Y nos dieron las diez y las once…

El vacío portal de Belén

Nadie para cambiarle la caquita al Niño Dios, hacerle una carantoña, regalarle oro (para tapar unos agujerillos en el establo), incienso (para que el niño huela bien) o mirra (para… ¿?). No llegaron los ángeles cantando Adeste Fideles, ni sonaron las campanas sobre las campanas, y sobre campana una (para alivio de los vecinos, que todos los años lo mismo). Y la primera lección que Jesús aprendió fue la soledad.

No había guirnaldas por las calles, ni por supuesto luces de fiesta. Todas las posadas habían cerrado (hay cosas que no cambian en los relatos). Ni un alma. Bueno, la del Niño Dios, que no es moco de pavo. Al fondo, un escaparate con un espejo gigante y un calendario. 25 de julio, claro, a quién se le ocurre nacer medio año antes de lo establecido.

Y tú (y yo). Reflejado en el espejo. Mirándonos.

Eres tú quién naces, da igual cuando leas esto. Es Dios quien se hace pequeñito para que tú te conviertas un poquito en dios. Tampoco te lo creas tanto, no vayas de divo, nos pasa a todos. No tienes que hacer nada, ya se encarga.

Reflejados en el espejo

Aunque no está de más recordarlo. Y mirar otros espejos, inmensos o diminutos, encerrados en baños de mármol de La Finca o tirados en el suelo, junto al orín y la falta de electricidad en La Cañada. Rostros contemplándose desde una silla de ruedas, o un andador, en la residencia; miradas perdidas, luchando por resistir en UCI de un hospital, rodeadas de hombres-buzo y mascarillas; manchados de sal, oteando un horizonte en mitad de la noche, entre las olas y una balsa que se deshincha; ojillos emocionados antes de apagarse para que, al día siguiente, el salón esté lleno de juguetes. Ojos llenos de luz, o apagados de esperanza, de hombres (y mujeres, sólo faltaría) altos, bajos, ricos, pobres, ancianos, niños... Todos son (somos) el niño que hoy (mañana, siempre) nace. Porque sigue naciendo, pese a todo. Pese a que no haya nadie para verlo. Pese a que a veces, estoy seguro, llegara la tentación de abandonarnos a nuestra suerte

Aunque tú (yo)no lo sepa(s). Aunque no tengas ni una maldita gana de celebrar, de comprar regalos, de encender el árbol, de leer whatsapps…No tienes que hacer nada. Ya se pone él en camino hacia ti, su Navidad. Porque tú eres la Navidad de Jesús, no al contrario. Porque hoy (o ayer, o siempre) nos has nacido.

¡Gracias por ser mi Navidad!

Primero, Religión Digital

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