Fue salir Trump... y entrar el Papa Francisco. Se fueron los muros y entraron los puentes. El nuevo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, quiere acabar con la pesada herencia de su antecesor cuanto antes. Con hechos y con gestos. Uno de los más simbólicos, por significativo, es una de las fotografía que presiden el nuevo Despacho Oval, y que muestra al demócrata con el Papa argentino.

La imagen es relevante, por lo que dice, y por lo que demuestra. El Papa estaba 'presente' cuando Biden revertía la salida de Estados Unidos de la OMS, el regreso al Acuerdo de París por el Clima, el uso obligatorio de mascarilla en instalaciones de propiedad estatal o un decreto destinado a garantizar la igualdad racial.

También, la paralización del muro de la vergüenza con México -junto al que el Papa rezó durante su visita, en 2015, al país-, o la potenciación del programa DACA, vetado por Trump, para permitir la integración de los menores inmigrantes.

Los sectores ultramontanos (muchos de ellos autodenominados católicos) están que trinan. Por las órdenes ejecutivas de Biden, que anulan buena parte del legado de odio y división sembrado por Donald Trump, pero también por ver la imagen de Bergoglio en uno de los centros de poder que, afortunadamente, parece estar volviendo a su papel de árbitro de un mundo global.

Como el propio Biden anunció en su discurso de investidura, con un aroma evidente a la 'Fratelli Tutti',"Vamos a salir de estos juntos". Intentemos disfrutarlo. Esperemos que, también, una parte del Episcopado norteamericano, que hunde sus obsesiones pro-Trump en una falsa concepción de lo que significa ser (y no ser) católico en Estados Unidos.