La resolución del 'caso Zornoza' marcará un antes y después en el futuro de la Iglesia en España Es la hora: los obispos españoles, y la urgente necesidad de un cambio de rumbo
"Este lunes, sea Zornoza ya emérito o no, el Papa León XIV recibirá a la cúpula de la Iglesia española. Una reunión ya pedida, y concedida, antes de conocerse el escándalo, pero que cobra un especial protagonismo en estas horas. ¿Qué les dirá el Papa a la Comisión Ejecutiva? ¿Lo sabremos? Me refiero a la verdad, no a lo que nos quieran contar"
Dejen trabajar a Satué y Cobo. Déjenles trabajar de verdad (...) s tiempo de remar hacia otro rumbo: al del Concilio, al de la Sinodalidad, al de la transparencia. Y urge una reforma de los propios organismos de la CEE"
Buen domingo. Este es el resumen semanal de RD. El lunes pasado, estalló una bomba, 'la' bomba: tal y como revelaba El País, el obispo de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, se convertía en el primer obispo español en activo acusado de abusos a menores. Una denuncia, que había llegado al dicasterio de Doctrina de la Fe en verano y que tras distintos vericuetos, había llegado a abrirse una investigación previa en el Tribunal de la Rota de Madrid.
Inmediatamente, el escándalo adquirió proporciones de cataclismo, ante el incomprensible -y reiterativo- silencio de la jerarquía española, y la huida hacia adelante del propio acusado, que calificó de "muy graves y falsas" las acusaciones, y desapareció. La Conferencia Episcopal no emitió nota alguna, los pocos obispos que lo hicieron -atrapados por los medios en algún acto- fueron extremadamente prudentes y todos se sentaron a esperar la solución en forma de jubilación de Zornoza. Una jubilación que iba a llegar el viernes, después el sábado, a esta hora al mediodía de este domingo... Como si el problema finalizara ahí.
Y es que en el caso de la pederastia clerical, la Iglesia española, con contadas excepciones, ha adoptado siempre la estrategia de la avestruz. Del negar la realidad con el 'pocos casos, o ninguno' del Luis Argüello (todavía no era presidente, pero sí portavoz), al 'parto' interrumpido de la auditoría encargada a Cremades (topo incluido, hoy directivo en la CEE), la respuesta de la Iglesia ha llegado, en su inmensa mayoría, tarde y mal. Y, siempre, sin contar con las víctimas. Que hace tiempo están hartas de verse utilizadas por tirios y troyanos.
Este lunes, sea Zornoza ya emérito o no, el Papa León XIV recibirá a la cúpula de la Iglesia española. Una reunión ya pedida, y concedida, antes de conocerse el escándalo, pero que cobra un especial protagonismo en estas horas. ¿Qué les dirá el Papa a la Comisión Ejecutiva? ¿Lo sabremos? Me refiero a la verdad, no a lo que nos quieran contar, algo que ya ocurrió en la 'cumbre' del fallecido Francisco con los obispos, vestida únicamente de reforma de los seminarios (y, cómo no, de espaldarazo romano a la misma).
Hay que dejar los Zornozas y Sanz y buscar más Valeras o Rosellós. Es tiempo de obispos pastores, cercanos al mundo en el que tienen que vivir. Y la llave para ello está en manos de Roma. Y las propias decisiones, que se pueden tomar, en la misma CEE
Urge una respuesta, y una respuesta contundente. Es el tiempo de que la Iglesia española recobre el protagonismo apostólico, social y político perdido, y para ello debe contar con otro modelo de pastores. Hay que dejar los Zornozas y Sanz y buscar más Valeras o Rosellós. Es tiempo de obispos pastores, cercanos al mundo en el que tienen que vivir. Y la llave para ello está en manos de Roma. Y las propias decisiones, que se pueden tomar, en la misma CEE que, después de ver al Papa, se reúne en la Plenaria más esperada de los últimos tiempos.
Dejen trabajar a Satué y Cobo. Déjenles trabajar de verdad. Es preciso que Roma tenga esto claro, porque de lo contrario, y estamos a punto de recibir al nuevo Nuncio, que parece viene con ganas de trabajar, veremos en qué sentido. Es tiempo de remar hacia otro rumbo: al del Concilio, al de la Sinodalidad, al de la transparencia. Y urge una reforma de los propios organismos de la CEE, donde los escándalos surgen, y se tapan, cada semana, con desapariciones inexplicadas que después terminan conociéndose.
Es tiempo de acabar con la opacidad, con la huida hacia adelante, con la estrategia de echarla la culpa al empedrado, a la sociedad que odia a la Iglesia, a las persecuciones periodísticas. Es tiempo de acabar con respuestas espiritualistas, o con la falsa idea de una vuelta al catolicismo tras una película dirigiada por una atea o un disco publcado por una superestrella que ni está bautizada ni se la espera. Dejemos de engañarnos, señores obispos. Dejemos de engañar. Ya llegan ustedes tarde. Espero que, esta vez, Roma ponga todos los relojes en hora. De lo contrario, no habrá tiempo.