María Magdalena y otras mujeres en torno a la tumba de Jesús Comentario al tema de ¿Jesús casado? (V). (439-07)

Hoy escribe Antonio Piñero

1. El primer Evangelio, el de Marcos, concluye del siguiente modo (16,1-8): tres mujeres, Magdalena, María la de Santiago (¿su madre?) y Salomé van a la tumba de Jesús para ungir su cadáver. La encuentran vacía y se les aparece un ángel que les dice:

No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret… ha resucitado… Id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea: allí lo veréis, como os dijo. Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo.


Encontramos en este pasaje de Marcos una suerte de tríada femenina, de mujeres especialmente afectas con Jesús, al estilo de la tríada masculina de Pedro, Santiago y Juan, los preferidos. Pero observamos también allí que la posible similitud continua con un dato negativo: al igual que la tríada masculina huyó a la desbandada cuando apresaron a Jesús, es decir, fueron cobardes, así la tríada femenina es igualmente cobarde y no cumple el encargo del ángel.
Como se ve, la primera tradición evangélica, la de Marcos –excluyendo a Mc 16,9 por espurio- no dice que mujer alguna fuera la beneficiaria de la primera aparición de Jesús –quienes se les aparece es un ángel-, y niega expresamente que la féminas asumieran la función de transmisoras de tan importante noticia. Con otras palabras: esta primera tradición marquiana no abona en absoluto la imagen posterior de una Magdalena “apóstola de los apóstoles”, ni se demuestra un especial afecto de Jesús por ella ya que no se le aparece tras resucitar.

2. Otras fuentes corroboran que María Magdalena no fue agraciada con la primera aparición de Jesús: Pablo, que escribe su mencionada 1 Corintios 15,5-8 poco más de veinte años después de la muerte de Jesús –por tanto bastantes años antes que los Evangelios- desconoce en absoluto el papel de la Magdalena como primera testigo de la resurrección: Jesús resucitado se apareció en primer lugar

A Cefas/Pedro, después a más de quinientos hermanos a la vez… luego a Santiago, más tarde a todos los apóstoles (los Once/Doce), y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo.


Es claro que Pablo nada sabe de cualquier aparición preferencial del Salvador a la Magdalena. La prelacía de Pedro es evidente para la tradición confirmada por Pablo, quien no tenía interés ninguno en destacarla, ya que Pedro no era precisamente de “su cuerda” desde el punto de vista teológico. Más bien le tenía poca simpatía (véase Gál 2,11-14 donde se alude a un disputa de Pablo y Pedro en Antioquía. Pablo llama falso a Pedro).

3 El abrupto final del Evangelio de Marcos

Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo (16,8 ).

tan breve, cortante y negativo, en especial para con las mujeres, suscitó una fuerte reacción entre los escritores cristianos posteriores.
Ésta se muestra de varios modos:

• En el intento posterior de añadir un final suplementario al primer evangelio: el texto espurio de Mc 16,9-20;
• En las correcciones a la imagen tan negativa de las mujeres por parte de Mateo, Lucas y Juan;
• Y en afirmar que Jesús también se apareció a ellas.

Lo vemos a continuación.

A. Mateo 28,8 afirma todo lo contrario a Marcos (¡una de las muchas contradicciones de los Evangelios, sobre todo en los relatos de la resurrección!): “Las mujeres partieron a toda prisa del sepulcro (vacío) con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a los discípulos”.

En 29,9 –en contraposición a Marcos- Mateo narra una aparición de Jesús a las mujeres:

En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: “¡Dios os guarde!” Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron.

B. Lucas en 24,9-11 sostiene contra Marcos que las mujeres sí cumplieron con el cometido encargado por los ángeles (en Lucas son dos, no uno como en Mateo):

Regresando del sepulcro anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas. Pero todas estas palabras les parecían como desatinos y no les creían.

Para Lucas la primera aparición de Jesús no fue ni para Pedro ni para las mujeres, sino para los dos discípulos que iban camino de Emaús: Lc 24,13-16:

Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.

C. El añadido al Evangelio de Marcos, 16,9-20. Unos sesenta, o más años, después de la conclusión del texto original del Evangelio de Marcos, un escritor anónimo tuvo la osadía de añadir un complemento al Evangelio: los versículos 9-20.

Con un estilo muy diferente, el anónimo interpolador toma prestados datos de Mateo, Lucas y Juan y contradice descaradamente el texto anterior del propio Evangelio: sostiene que las mujeres sí anunciaron la nueva de la resurrección a los discípulos. Luego añade las otras noticias que toma de los otros evangelios:

• Del Evangelio de Juan recoge la idea de que Magdalena fue la afortunada que recibió la primera aparición del Resucitado (Mc 16,9; ¡en contra de Mateo y Lucas!).
• Del Evangelio de Lucas toma la noticia de que Jesús había expulsado siete demonios de la Magdalena y que se había aparecido a los discípulos de Emaús (Mc 16,12).
• Del Evangelio de Mateo asume lo del encargo de la misión universal de los apóstoles (Mc 16,15-18). El texto quedó así:

Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron. Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a éstos…

Es claro, por tanto, que en el siglo II, y gracias sobre todo al Evangelio de Juan y al final añadido del Evangelio de Marcos, se había impuesto ya la idea, contraria a la tradición defendida por Pablo y el Evangelio de Marcos primitivo, de que la Magdalena era una persona importante en el entorno de Jesús. Gracias a esta rectificación johánica y al acto osado del interpolador que manipuló al primitivo texto de Marcos, Magdalena adquiere ya en los textos canónicos una posición dominante entre las mujeres del entorno de Jesús.

El caso único del Cuarto Evangelio

4. El Cuarto Evangelio. El capítulo 20, que trata del día de la resurrección de Jesús, es sorprendente. Resumimos este texto amplio y bien conocido:

Magdalena, sola, no con otras mujeres, corre al sepulcro para ungir el cadáver del Maestro; lo halla vacío; se lo comunica a Pedro; vuelve al sepulcro, y allí cuando está dispuesta a todo por recuperar el cadáver, se le aparece Jesús a ella sola. No lo reconoce a la primera; cree que es el hortelano, pero cuando escucha su voz, sí. Quiere tocar a Jesús, pero éste no se lo permite con misteriosas palabras: “No me toques porque aún no he subido al Padre”.

En mi opinión, este relato tal cual está no es probablemente histórico, sino una escena ideal, simbólica en lo fundamental, compuesta por el evangelista más con intención de transmitir teología que historia. Ocurriría lo mismo que en los casos de la “Conversación con Nicodemo” (3,1-11) y el “Diálogo con la mujer samaritana” (4,4-41), que son representaciones ideales que describen, utilizando la peripecia de una persona, el paso de la fe imperfecta a la perfecta gracias a las palabras reveladoras de Jesús.

Así, la escena con María Magdalena junto al sepulcro tendría un significado simbólico parecido: lo importante para el evangelista es poner de relieve que la mujer pasa de un estado de fe imperfecta (no piensa que Jesús ha resucitado, sino que han robado su cadáver; confunde a Jesús con un hortelano; quiere tocarlo indebidamente) a otro estado de fe perfecta gracias a las palabras del Revelador. Entonces lo proclama “Maestro mío”, es decir, su salvador por medio de la enseñanza reveladora. María pasa también del deseo imperfecto de querer retener al Revelador en el mundo terrenal (simbolizado por su deseo de tocarlo) a aceptar la enseñanza de que Él ya no pertenece al mundo de la materia. Mientras está aquí, en el mundo, tras la resurrección, se presentará a los discípulos y les enseñará. Luego subirá al Padre.
Es claro que para la tradición del Cuarto Evangelio María Magdalena, y no otra mujer, tiene gran importancia, tanto como para dibujarla como una seguidora obediente de Jesús que merece transmitir ella sola la tremenda noticia de la resurrección. ¿Por qué ella? No lo sabemos exactamente, pero sí podemos afirmar que parece inútil ver en la escena del capítulo 20 cualquier significado erótico, así como tampoco en las Bodas de Caná o en la de María Magdalena al pie de la cruz. Ver en ellas el matrimonio de Jesús con María Magdalena sería en mi opinión no entender el significado general del Cuarto Evangelio, un texto de tono místico, a veces simbólico, y con ribetes de una cierto protognosticismo, al que se debe interpretar con mucha cautela.
A estos textos presentados en este breve capítulo se reduce todo lo que sabemos de María Magdalena según los evangelios aceptados por la Iglesia.


¿Ha sido censurada esta presunta relación íntima de Jesús con María Magdalena por la Iglesia?


Existe, según algunos estudiosos, otra posibilidad de explicar este silencio en el Nuevo Testamento sobre nuestro tema: en el siglo II hubo una fortísima corriente en la Iglesia cristiana a favor del “encratismo” , es decir, de la continencia sexual absoluta, pues se pensaba que ceder al impulso sexual y casarse podía ser un impedimento para la salvación. Y había también muchos cristianos que eran gnósticos, dentro de cuyo ideario general se abogaba por el no uso del matrimonio para no generar más “cárceles carnales” que sirvieran de prisión forzada de las almas/espíritus. Entonces –se argumenta-, como fue en ese siglo cuando se hicieron las ediciones actuales de los Evangelios, todas las alusiones a un Jesús casado fueron borradas de los textos por escribas de tendencias encratitas con el fin del que el Nuevo Testamento presentara a un Hijo de Dios absolutamente puro de todo contacto carnal.

Me parece, sin embargo, que este argumento de la censura no se sostiene fácilmente: no hay ninguna prueba de que en el siglo II se sometiera a una revisión general los textos del Nuevo Testamento, ni que se hiciera edición total alguna. En segundo lugar: no ha quedado la menor huella en los manuscritos de ese expurgo en sentido encratita.

Pongamos un ejemplo que lo aclare: a partir del estudio de ciertas modificaciones de los manuscritos del Nuevo Testamento, pequeñas o grandes –omisiones o añadidos de palabras o frases-, en pro de la ortodoxia que se iba formando, deduce la ciencia que hubo escribas que se dedicaron a “censurar”, o editar, ciertos pasajes del Nuevo Testamento, probablemente en el siglo II y después para acomodar su texto a una teología “ortodoxa” que se iba formando e imponiendo. De su acción quedan muchísimos restos en los manuscritos en forma de lo que se denominan “variantes textuales”. Y existen a centenares como han demostrado destacados estudios de crítica textual.

Un caso concreto: en el capítulo 2 del Evangelio de Lucas, en la escena de la presentación de Jesús en el Templo, se presentan las alabanzas al niño Jesús de dos personajes relevantes -Simeón y Ana-, que representan probablemente al judaísmo entero del Antiguo Testamento. En 2,33 dice Lucas: “Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él (Jesús)”. Naturalmente la expresión “su padre y su madre” podía suscitar alguna duda sobre la concepción virginal de Jesús, por lo que algunos copistas corrigieron: “José y su madre estaban admirados de lo que se decía de él”. Con esta versión no surgen ya las dudas.

Y así en muchos otros casos. Pero de variantes en los manuscritos acerca de la mujer o hijos de Jesús no hay ninguna, que yo sepa. Por consiguiente: el silencio del Nuevo Testamento no puede explicarse por un acto de censura de tendencia encratita, antimatrimonial, ya que no existen pruebas. La explicación más económica y sencilla es la arriba expuesta: no se hablaba del matrimonio de Jesús porque, en su vida pública al menos, Jesús no mantenía una vida marital, sea lo que hubiere hecho antes.

También se ha planteado la cuestión de que la Iglesia, al confundir desde san Gregorio Magno (finales siglo VI) diversas figuras de mujeres en los Evangelios hubiese intentado tapar el posible matrimonio de Jesús con María Magdalena. SE ha preguntado: ¿Hubo en esta mezcla alguna intención expresa por parte de la tradición de alterar la imagen de la Magdalena…, por ejemplo de silenciar alguna relación especial con Jesús, o de eliminar de la Iglesia el papel relevante de las mujeres o algo por el estilo? Sería posible, pero tampoco lo sabemos, aunque las hipótesis y fantasías no faltan. Pero son sólo eso, hipótesis, pues hemos ya afirmado que no hay pruebas de una censura expresa del texto de los Evangelios en el siglo II, de una edición nueva realizada con la intención de eliminar la función preponderante de las mujeres y con ellas la de la Magdalena.

Por último cito aquí aprobatoriamente el texto de JOSÉ MANUEL VIDAL, el director de Reoligiondigital que acompaña el texto de Irene Hernández Velasco en El Mundo 20 sep. 2012 p. 45

Célibe, según la Iglesia


¿Estuvo casado Jesús de Nazaret? La pregunta suscita morbo pero en el ámbito exegético está zanjada hace tiempo. Los biblistas serios (tanto católicos como protestantes u ortodoxos) sostienen, como la doctrina oficial de la Iglesia, que Jesús fue célibe «por el Reino de los cielos». «Todos los textos históricos parecen inclinarnos a que Jesús fue célibe y que su celibato es un signo escandaloso, de ruptura escatológica y de servicio a los pobres.

No por rechazo espiritualista de la carne ni por oposición a la mujer, sino todo lo contrario», sostiene Xabier Pikaza, uno de los más prestigiosos exegetas católicos, que acaba de publicar ‘Evangelio de Marcos. La Buena Noticia de Jesús’ (Verbo Divino), una investigación de 1.200 páginas. En esa línea se mueven los demás investigadores neotestamentarios. Como señala Pikaza, «los textos del Nuevo Testamento hablan mucho de la familia de Jesús. Hasta citan a ‘las mujeres de sus hermanos’. Pero en ningún momento aluden a una eventual mujer de Jesús. Entonces el matrimonio no podía ‘esconderse’. Si se hubiera casado, los evangelios lo habrían contado».

El papiro, auténtico según los expertos, sólo demuestra que, en el siglo IV, y en los ambientes gnósticos, se hablaba de un Jesús casado ‘místicamente’. Al estilo de Santa Teresa de Ávila, que habla de Cristo como de su esposo”.

Finalmente me queda por comentar el borrador del artículo de Karen L. King, en inglés, que como dije aparecerá en enero 2013 en Harvard Theological Review. Parte ha sido ya mencionado aquí añadiré alguna nota sobre lo nuevo. También comentaré las nuevas noticias sobre la posible falsedad del texto.

Ya falta poco para concluir este comentario

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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