Meditación de un sacerdote casado en el aniversario de su ordenación Sacerdote para siempre

Somos “poco más que el polvo” y si le ponemos perspectiva histórica “una sombra que pasa”

"Nací para ser tu amigo. Y lo soy, vaya que lo somos"

"Me llamaste a la doble sacramentalidad, que locura de tu parte"

"Ahí está el desafío y el camino de una santidad a la que sigo llamado"

nacho argentina

Los sacerdotes que hemos dejado el ministerio y hemos conformado un hogar, seguimos siendo sacerdotes. Con la dispensa del celibato, cesa nuestro estado clerical pero permanece la obligación de absolver en caso de peligro de muerte de un penitente. Esta doctrina la conocemos bien y cuando llega cada aniversario de nuestra ordenación se recuerda el día feliz en que el Señor consagró nuestras manos indignas para el servicio del altar. Algunos recordamos ese día en silencio o lo compartimos con los más allegados, otros prefieren decir que es una narrativa del pasado. Pero la doctrina que aprendimos es clara y nos acompaña siempre.

Ignacio Puente Olivera, sacerdote casado argentino, ordenado por el entonces arzobispo de Buenos Aires cardenal Bergoglio en Buenos Aires en 2003, quiso compartir con los lectores de Religión digital, las emociones con las que vive un nuevo aniversario sacerdotal:

eucaristia 2

"Caliento la pava, preparo el mate y prendo una velita. Ritual cotidiano que abre los cortos momentos de oración intensa, sereno el corazón y apoyo mi cabeza en aquel que me ama. Son cortos los momentos, pero intensos, hasta que los requerimientos de mis hijos prolongan, más que sacarme, esa intimidad propia de quien se sabe amado.
Hoy es 22 de noviembre, aniversario de mi ordenación sacerdotal. Que día hermoso, intenso, fundante, lagrimas tuyas y mías que se mezclaban en una felicidad plena. Todo es Gracia, regalo, don… el que hayas querido darme esta a mí me generaba un felicidad imposible de explicar. Yo no me conozco bien, pero lo que lo hago se de mi indignidad. Somos “poco más que el polvo” y si le ponemos perspectiva histórica “una sombra que pasa”. Sin embargo, una certeza tengo, ¡y esta ya es un don inmenso… me sé polvo amado! Amado con una locura que solo vos podes tener.

Ignacio Puente Olivera


Nací para ser tu amigo. Y lo soy, vaya que lo somos. Te acordás hermano cuando como a Abraham me pediste sacrificar al “hijo de la promesa” que este día me regalate, cuanto desconcierto, confusión y dudas. Pocas certezas: vos, tu amor y la apertura de caminos que pocos quieren recorrer, “otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Cuanto ruido alrededor, cuanto dedo acusador y, también, cuanto dolor genuino de los que te quieren pero no te entienden. Quien puede “entender” a Abraham mientras caminaba de la mano de su hijo rumbo a su sacrificio!... pero tu amor no defrauda y en el fondo, solo el importa. Después uno se da cuenta que no había que sacrificar nada, solo darle una transformación/elevación que solo vos poder hacer con quien esta dispuesto a solo vivir confiando en vos. La confianza… sabes que para alguien que busca controlar con el entender y saber la confianza es lo que más uno tiene que trabajar. Y vos trabajas siempre, otra de las certezas de nuestra amistad. Como olvidar esas largas noches oscuras iluminadas por la llama de un: confías en Mi? Susurrado al oído y que me daba la paz justa para dormir.

la bosda de Nacho y Maru


Me llamaste a la doble sacramentalidad, que locura de tu parte! Que inmensamente malcriado soy. Todo don, todo regalo, todo Gracia. Sostener mi sacerdocio en ella, con la misma intensidad que mi matrimonio, vaya que es tarea imposible. Solo con vos, el Padre de la promesa, esta se puede desplegar en estrellas incontables. La Iglesia, tu iglesia, por momentos nos lo hace difícil, vaya que lo hemos hablado! Pero bueno, hace lo que puede. Hace nos días me decías que haga de sus heridas caminos, que mas que demandar lugares o “reconocimientos” de ella busque como vivir mas plenamente ambos sacramentos en los márgenes que ella me da… ahí está el desafío y el camino de una santidad a la que sigo llamado. Ojo al piojo! A esa Santidad que es sinónimo de plenitud, de despliegue de eso “ único e irrepetible, imagen y semejanza de Dios”. Lejos, gracias a vos, de esa santidad griega de perfección estoica que poco tiene que ver con el evangelio.
Pero hoy celebramos este camino juntos, tuyo y mío… Gracias por tu fidelidad, gracias por sostener la mía".

Nacho con su esposa e hijos

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