XXV Aniversario de la muerte del fundador de la Federación Latinoamericana de sacerdotes casados Lauro Macías: "Jerónimo Podestá fue otro mártir al que no se le concedió el derramamiento de sangre”

Jerónimo Podestá y CleliaLuro, la pareja invencible
Jerónimo Podestá y CleliaLuro, la pareja invencible

Monseñor Podestá dedicó su vida a promover una Iglesia cercana a la gente y comprometida con la justicia y la paz

Enfatizó la importancia de la coherencia entre la palabra y la acción, recordando que el testimonio personal es fundamental para transmitir la fe

"La Iglesia debe ser casa de puertas abiertas para todos" (Jerónimo Podestá)

monseñor Jeronimo Podesta

Se cumplen 25 años del fallecimiento del obispo argentino Jerónimo Podestá, fundador de la Federación Latinoamericana de sacerdotes casados. Para honrar su memoria, Lauro Macías Raygosa amigo y discípulo de Podestá, comparte con los lectores de Religión Digital la siguiente semblanza del fundador:

Cuando Sebastián Cozar, presidente de la Federación Latinoamericana de sacerdotes casados, me llamó para invitarme a participar en este homenaje, me puse a buscar como loco las obras que tengo de Jerónimo y Clelia. “Nuestra lucha por las Malvinas”; “Mi nombre es Clelia”; “El Mártir que no mataron”; “La Violencia del Amor”; “La Revolución en la Iglesia”; “Jerónimo Obispo, un hombre entre los hombres”… etc.

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Opté por este último. ¡No pude pasar de los “Agradecimientos”;  más la presentación de una página,  escrita por Pedro Casaldáliga y un tercio de página por Leonardo Boff; y, finalmente, del Prólogo, escrito por Clelia misma!

Podesta y Clelia Luro

Se me agolparon los recuerdos y las ideas se me atropellaban unas a otras estorbándome no sólo su jerarquización, sino su organización misma.

Esto pasa cuando recuerdas a quienes sin pretenderlo te cuestionaron, te marcaron, te motivaron. Así fueron para mí Jerónimo y Clelia. Siento que siguen más vivos que cuando vivos y más elocuentes que cuando me hablaban. Es cuando entiendes un poco el verbo “trascender”…

Permítanme, por lo tanto, “espigar” desordenadamente un poco ¡sólo un poco! en las primeras siete páginas (sí, ¡siete!) de “Jerónimo Obispo, un hombre entre los hombres”. Su “autobiografía post mortem”, salida del corazón y la pluma de nuestra querida Clelia.

Clelia Luro

De sus ocho “Agradecimientos”, señalo sólo tres. El tercero de ellos sacude la mente invitándola a la reflexión. Cito: “A aquellos periodistas, escritores amigos y por qué no, enemigos, a través de los cuales Jerónimo encontró la forma de estar siempre presente con su palabra y pensamiento”. Aquí se asoma una faceta de Jerónimo; me recuerda a Pablo cuando se alegraba de que algunos predicaran a Cristo sólo con el propósito de aumentar el peso de las cadenas que el Apóstol llevaba: “¡Qué me importa!... con tal de que Cristo sea anunciado”.

Y cuando, agradecida, recuerda a Bergoglio sosteniendo con su mano la de Jerónimo agonizante, interpreta ese gesto como “la mano de la Iglesia a la que tanto amó” y, por qué no decirlo, de la que tanto sufrió, nos presenta a un Jerónimo grande, otorgando un generoso perdón.

Cierra sus agradecimientos recordando a “un grupo muy definido”, formado por “marginados y excluidos en su caminar hacia la libertad”, colectivo que él llamó su “Diócesis de la Diáspora” en la que fue colocado por la Providencia como Pastor, integrada por “indeseables” a quienes él congregó y sostuvo en una vocación (sí, ¡vocación!) incomprendida y combatida, pero cuya necesidad por parte del Pueblo de Dios, hoy se patentiza cada día más.

Clelia y Jeronimo

En la segunda página, Pedro Casaldáliga, otro profeta incomprendido (perdón por el pleonasmo), toma la pluma y completa el retrato hablado de Jerónimo:

Desde el primer renglón, describe la epopeya conjunta de Clelia y Jerónimo como “una historia de amor y profecía para unos y de escándalo para otros, de lucidez irritante, de vanguardia ministerial, de militancia eclesial y política”. ¡Magistral! Y esto, hermanos, es para nosotros no sólo una invitación, sino un camino que tras sus pasos hemos de recorrer. Lo repito: “una historia de amor y profecía para unos y de escándalo para otros, de lucidez irritante, de vanguardia ministerial, de militancia eclesial y política”

No contento con estas lapidarias palabras, sigue describiendo a Jerónimo como “hombre de gran talla intelectual y moral, de visión amplia y crítica en la Iglesia y en la sociedad, de una sensibilidad extraordinaria ante los desafíos de su tiempo y de su lugar”, y cierra acotando que “abrió un camino original y conflictivo”.

el obispo Podesta

De nuevo: Lo anterior debe alentarnos en este caminar. Y debe fortalecernos ante el eventual desánimo. Recordemos que si algo nos enseña la historia es que “al que tiene razón 24 horas antes que los demás, lo juzgan loco un día entero”.

Casaldáliga continúa con la enumeración de los frentes, ante los que o en los que, combatió Jerónimo. Dice: “En la curia diocesana y romana, en los barrios marginales y en los medios de comunicación, frente a la dictadura militar argentina, en el exilio forzado, en la guerra de las Malvinas, en el Movimiento de Padres Casados, con el CELAM y con los procesos revolucionarios de América Latina, Jerónimo habló y actuó consecuentemente, sin medir renuncias y riesgos”. La sola enumeración de tantos frentes, fatiga. No quiero ni pensar lo que implique el cubrirlos…

mitra y báculo de monseñor Podestá

Luego menciona sus armas: “Con mucha fe y buena teología en una actitud de profecía crucificada y esperanzada. Prematuramente para la Institución y para la común ‘normalidad’ ‘sembrando de ira con llanto’  como el Salmo canta”.

Y concluye: “La Iglesia y el mundo han andado bastante y la vida de Jerónimo es una referencia, se trata de verla por dentro captando sus motivaciones mayores, sus razones de fe y de psicología, lo que fue relativo y lo que sigue siendo fundamental”.

Leonardo Boff en  un tercio de página arroja más luz todavía, partiendo de la inimpugnable afirmación de la vida de la Iglesia Primitiva, que solamente exigía del obispo que fuera “marido de una sola mujer (“que no tuviera segundo frente, decimos en México), sobrio, prudente y capaz de educar a sus hijos”. Habiendo sido cerrada esta puerta, nos presenta un Jerónimo con el carisma de reabrirla firme y suavemente, sabiendo poner el amor por encima del poder. Y al describir su vida con Clelia como un ejemplo de pastor, de profeta ambulante, de animador de grupos y comunidades, no duda en afirmar que “tenía signos evidentes de santidad personal”

escudo de monseñor Podesta

Todo lo dicho hasta aquí, está en menos de dos páginas y media.

Clelia nos obsequia enseguida un prólogo de tres y un octavo de páginas. En él toman la voz, alternándose, la mujer brillante, la esposa amorosa, la Juana de Arco valiente y la profetisa que acompaña al profeta. Nos habla de un trabajo descomunal para organizar esa “autobiografía post mortem”.

Una apremiante invitación que, creo yo, teniendo a nuestro grupo en la mente, dice así: “A aquéllos que les interese sólo su pensamiento político, los invito que buceen en su  Fe, y a aquéllos que sólo les interese el pensamiento de Jerónimo desde su Fe, los invito que se dejen eclipsar con su profundo sentido de Encarnación en el día a día del mundo que lo rodeaba”.

Hace luego un fugaz recuerdo de un gigante que, hermanado por la Fe, la Vocación Profética y la Sucesión Apostólica, intercambió con Jerónimo confidencias de amigo, fortalezas de hermano y destino de cristiano ante la Iglesia y el mundo. Habla de Don Hélder Cámara, “el mártir al que no se le concedió el derramamiento de sangre” (y yo me atrevo a añadir: lo mismo que a Jerónimo). 

Jeronimo Podesta

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