Concilium 383. San Valentín, amor queer

Jesús: Amor por ínsulas extrañas

Teologías "queer": El cuerpo "queer" de Cristo

Si algo fue Jesús, fue un amor "por ínsulas extrañas", como decía Juan de la Cruz, amor de hombre por todos los hombre, amor queer. No vino a confirmar ninguna regla, sino a subvertir las leyes del templo y escribas, pues "al principio no era así" (Mt 19, 8). Encontró y sembró amor entre leprosos y excluidos, cojos, mancos, ciegos, centuriones, publicanos, prostituidas, eunucos... Fue un amor en y con ellos, de manera que su iglesia puede y debe llamarse cuerpo queer

En esa línea recordamos hoy (14.2.20) a San Valentín, obispo de amor queer. El amor era en su tiempo (hacia el III d.C.) un asunto muy legal, reglado por normas imperiales, al servicio del "status", desde la perspectiva del dinero, en un momento en que únicamente los ricos podían casarse de verdad. Rompiendo esa ley que condenaba al no-amor a muchos pobres (especialmente mujeres), Valentín (obispo real o simbólico de Terracina, en Italia, donde estuve una vez para "honrarle"),  quiso que hombres y mujeres pudieran amarse en libertad, gratuitamente, sin necesidad de avales económico-sociales, y así les ofreció dinero y medios para que pudieran "casarse" (hacer casa) como vieran, pudieran  y quisieran, en amor.

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Demos un salto en los siglos. Actualmente (siglo XXI)  el tema no es si es bueno o no es bueno el amor queer en abstracto, sino que hay personas queer  (un número significativo)... y que no sólo tienen derecho a amar, sino que están invitados por Jesús a entrar los primeros en el reino del amor (los publicanos os precederán...).  Y sobre ellas trata este número extraordinario de Concilium 383, que recomiendo a todos mis lectores.

En esa línea quiero afirmar, en la línea de San Juan de la Cruz, que todo amor es queer, tal como él lo define en el Cántico Espiritual estrofa 14 (siguiendo al Cantar de los Cantares). Todo amor es transgresión, es único y distinto, es queer, sobre todas las leyes. Ciertamente, en un segundo momento, el amor puede reglarse de algún modo, pero no para apagarlo, sino para que brille y arda con más potencia.

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Escuchen y sientan el comentario que hago delos versos del Cántico Espiritual 14,   precedidos quizá por la palabra de San Agustín, entendida en sentido radical: Ama y haz lo que quieras, ama y atrévete a vivir en libertad, diciendo y sintiendo: Mi Amado, mi Amor las montañas / los valles solitarios nemorosos/ las ínsulas extrañas / los ríos sonorosos/ el silbo de los aires amorosos.  Por montes y valles, ínsulas y ríos, escucha y sigue la voz del Amor  que te está llamando:  

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Mi amado/amor... las montañas. Descubrir el amor es escalar la montaña de la vida. Negarse a caminar sin más en la llanura de las vacas, es subir, per vias caprarum (por el camino escarpado de las cabras  o los corzos) como decía Huarte de San Juan, el primer psicólogo hispano (vasco de Iparrarle). Quien no haya sentido el impulso de subir y arriesgarse a la montaña del amor no sabrá jamás lo que es la vida. Por eso hay que decir que el amor es queer, contra-corriente.

Mi amado/amor... los valles solitarios, nemorosos. El amor es escalada personal, subir a la montaña para encontrarse allí con él o ella. Pero al mismo tiempo es el descenso aún más arriesgado; bajar al valle y verle allí, verse y gozarse (gocémonos, amado, dirá Juan de la Cruz). Ésa es la única soledad verdadera, soledad a dos, para encontrarse cada uno a sí mismo en el misterio de la vida, en cuerpo y alma. Ese valle de amor es "nemoroso" es el misterio o paraíso original, que todos tienen/tenemos derecho a encontrar, antes de toda ley o norma externa, por principio de Dios, en el valle de la vida húmeda, salada, temblorosa...

Mi amado/amor... las ínsulas extrañas. Todos los legalistas del amor, desde Hammurabi a muchos eclesiásticos cristianos, musulmanes o neo-liberales del siglo XXI se han esforzado por "colonizar" el amor, poniéndolo al servicio de otras cosas (de un Estado, de Iglesia o Capital...). Pero el amor debe transitar siempre por ínsulas extrañas (como repite Juan de la Cruz también en otra estrofa del Cántico, hablando de aquella que va por ínsulas extrañas, al otro lado de la noche). El amor no es recorrer lo ya sabido, lo bien reglamentado, conforme a derecho... En sentido  originario, el amor es lo "torcido", lo queer, las islas extrañas que cada uno ha de arriesgarse a recorrer, como quiere Jesús y por eso llama a los cojos-mancos-ciegos-prostitutas-eunucos... En ese sentido, el amor es siempre queer.

Mi amado/amor... los ríos sonorosos.  El amor es también  la inundación del agua potente, que desciende irresistible por los riscos de montaña, para todo, como voz que ensordece y acalla todas las restantes voces. Cuando se descubre y se vive así el  fragor del río de amor quedan en suspenso (no pueden escucharse) otras voces y leyes, ni de Estado ni de Iglesia. Ese amor fragoroso-sonoroso es lo primero, primero, la palabra-espíritu de Dios en nuestra vida, y así podemos confesar que "somos": Soy amado y amo, luego existo, somos dos o más en compañía.  Sólo en un segundo momento, cuando nos sentemos, podremos pensar en algún tipo de leyes, es decir, de pactos de amor, no para acallar el agua de su voy, sino para mantenerla siempre viva.

Mi amado/amor... el Silbo de los aires amorosos. Tras el fuerte fragor del agua que acalle todas las restantes voces viene el "silbo" amoroso, esto es, el canto enamorado, la música callada, el temblor de estrellas al amanecer... El mismo Dios (la Vida de nuestra vida) nos está silbando/llamado en amor. Ésta es la inspiración suprema, la más honda revelación de lo que somos.

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Este es el principio de todo amor queer, es decir, de todo amor... Muchos "escribas" de Estado o Iglesia, de Capitalismo o Comunismo, tienen miedo al amor, y por eso han querido y quieren regularlo,  para que los hombres y mujeres sean todos iguales (como vacas por el llano prado amurallado)..., no como cabras monteses (que decía Huarte de San Juan), no como el ciervo enamorado que salta por los altos montes, desciende a los valles, se pierda y encuentra en las ínsulas extrañas...

Ese ciervo enamorado (vulnerado y curado de amor) del que habla San Juan de la Cruz es el protagonista de esta fiesta de San Valentín 2020, el protagonista queer de Concilium 383,  que hoy invito a leer a mis lectores. 

Concilium 383: Teologías queer: devenir el cuerpo queer de Cristo
Stefanie Knauss y Carlos Mendoza-Álvarez: Editorial

Fundamentos
1.1. André S. Musskopf: Tan queer como sea posible
1.2. Susannah Cornwall: Perspectivas teológicas constructivas: ¿Qué es la teología queer?

Experiencias
1.3. Murph Murphy: Queer es Dios
1.4. Paul Uchechukwu: La voluntad de Dios
1.5. Lukas Avendaño: Carta de un indio remiso

Teologías
1.6. Gwynn Kessler: «Queerizar» la teología judía en las parábolas
1.7. Carmenmargarita Sánchez de Léon: Los múltiples cuerpos de Jesús
1.8. Sharon A. Bong: Eclesiología: Hacerse el cuerpo queer, poscolonial y (eco)feminista de Cristo en Asia
1.9. Nontando Hadebe: «¿Puede salir algo bueno de Nazaret? –Ven y verás». Invitación a un diálogo entre teorías queer y teologías africanas
1.10. Ángel F. Méndez-Montoya: El amor en los últimos tiempos: La inscripción escatológica en cuerpos afines a un deseo infinitamente cuir
1.11. Marilú Rojas Salazar: Liturgia queer
1.12. Gerald O. West y Charlene van der Welt: Un (comienzo) queer de la Biblia
1.13. Shanon Shah: Teologías musulmanas queer

2. FORO TEOLÓGICO:

2.1. Conrado Zepeda Miramontes: Los exilios en la aldea global y la compasión política
2.2. Reynaldo D. Raluto: El imperativo de la reforestación a la luz de la lucha contra el cambio climático en Asia

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