Dios también es mujer 3. María, espejo y presencia femenina de Dios

1. María condición y camino de la encarnación de Dios
He dichoq ue ella es la posibilidad de la realizaciòn económica (es decir, temporal, salvadora) de la eternidad de Dios (de su inmanencia) Esto implica, a mi entender, tres grandes consecuencias que condensaremos de un modo sencillo.
(1) Dios es trascendente con respecto a los procesos vitales, psicológicos del mundo. Por eso, su misterio de vida no se puede explicar como la vida fundante (padre-madre-hijo) que nosotros proyectamos hacia el plano más íntimo del cosmos, en contra de la perspectiva religiosa ya indicada. Tampoco le podemos entender como principio y meta de cuaternidad sagrada en la que todo vendría a consistir, según otros autores. Siendo trascendente al mundo, Dios es inmanente en si mismo: tiene vida interna, sin necesidad de desplegarse o realizarse en el proceso cósmico. Por eso, en sí mismo, Dios no es madre ni padre en sentido masculino o femenino.
(2) Dios es personal, es comunión de personas en su misma vida eterna. Las posturas anteriores tienden a entender la personalidad de Dios en relación al mundo, en el proceso de despliegue y repliegue de este cosmos. Pues bien, desde el momento en que nosotros descubrimos la autonomía de Dios como viviente, nos vemos invitados (casi obligados) a expresar su personalidad intradivina en forma de plenitud de amor o encuentro entre personas. Éste es un corolario que deriva tanto del análisis de Dios (su autonomía interna) como del modo de entender las creaturas (que aparecen como no divinas).
(3) María es creatura y es persona. Es creatura, pues deriva del Dios que es trascendente; ella existe, en cuanto tal, fuera del misterio. Es persona en la medida en que, surgiendo de Dios y dependiendo de Dios, viene a mantenerse en pie, puede sostenerse a sí misma y decidir sobre el sentido de su vida, en relación de diálogo y amor con lo divino (con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo). Sólo llega a ser persona aquella creatura que, asumiendo su propia dependencia, se realiza, sin embargo, de manera libre, dialogando en forma responsable con las personas trinitarias.
2. Dios personal, María persona
Dios es personal en sí, no necesita de los hombres o del mundo para serlo. Es personal como diálogo de ofrenda y acogida, de llamada y de respuesta en comunión de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu. Ese Dios trinitario, realizando en sí la totalidad del ser, no es excluyente ni egoísta. Todo lo contrario: quiere que en su propia plenitud haya lugar para otros seres que participen de su propio encuentro de amor (o felicidad), surgiendo así como personas.
Pues bien, la primera creatura que se eleva y se realiza plenamente, ante Dios, como persona (humana) al interior de ese misterio trinitario, en referencia al Padre, Hijo y Espíritu Santo es María. En esta perspectiva hemos de decir que Adán no es todavía plenamente persona, ni lo es Eva, ni tampoco los judíos que caminan en línea de esperanza. Ellos se encuentran en camino, no han llegado a ser personas en el pleno sentido teológico del término, y sólo pueden serlo por el Cristo, que es persona intradivina (Hijo de Dios) dentro de la historia. Pues bien, la primera de todas las personas que se hace plenamente humana, que decide su ser y se realiza en libertad dentro de la historia, es María, la madre de Jesús. Ella es la primera que entra en relación directa con el Padre, participando humanamente en su paternidad divina, es la primera que ha vivido en comunión con el Hijo; es la primera que se deja iluminar por el Espíritu.
Cristo es persona por ser Hijo de Dios en nuestra historia; no es, por tanto, una persona humana, un nuevo sujeto, un individuo autónomo y distinto que se eleva frente al Padre, el Hijo y el Espíritu. Es el mismo amor-persona del Hijo de Dios que se vuelve humanidad, que se hace historia, para realizar entre nosotros su misterio eterno. María, en cambio, es persona porque, siendo una mujer de nuestra historia, creatura, vive en diálogo de amor y libertad con el misterio trinitario. Por la tradición teológica sabemos que el ser de la persona consiste precisamente en la capacidad de relación. Pues bien, María es persona (estrictamente hablando, es la primera persona de la humanidad) porque ella ha mantenido un diálogo de amor-ser con cada una de las personas trinitarias, haciendo así posible que también nosotros lo tengamos (a través de la encarnación del Hijo de Dios, que es su hijo).
Esto nos sitúa más allá de todos los procesos vitales (ternarios) de este cosmos, más allá de todos los posibles equilibrios (de cuaternidad) de nuestra mente. Esto nos lleva al centro de la historia, precisamente hasta el lugar en donde Dios ha decidido fundar y establecer su humanidad definitiva, a partir del nacimiento y de la cruz de Jesucristo, el Hijo. Pues bien, precisamente allí encontramos a María, como la primera persona de la historia. La primera persona de la Trinidad se llama Padre, por ser fuente de amor de donde brota el Hijo, en el Espíritu. Desde Jesús, Hijo encarnado, como primera persona de los hombres, brota su madre, que es María; ella, siendo humanidad creada, creatura libre, ha mantenido un diálogo de amor definitivo con el Padre y el Hijo en el Espíritu, de esa forma ha abierto para todos los hombres (incluido Adán y Eva) el camino de la vida personal, es decir, la posibilidad de salvación definitiva.