Dios no es Rey (Monarquía), él no dice "el que manda aquí soy yo"

Una y otra vez se escucha en ciertos círculos de Iglesia la acusación contra algunos teólogos a quienes se tilda de arrianos, porque no aceptan un tipo de teología quizá mas tradicional o porque dirían que Jesús no es Dios en el sentido metafísico que a su entender habría sido definido por el dogma de Nicea.

Pero esa acusación puede volverse en contra de los mismos acusadores, porque ellos aplican a Dios un modelo de poder que se expresa en forma de sometimiento. Dios se encontraría por encima, como poder al que debemos someternos, en una línea más musulmana (si vale esa palabra) que cristiana.

Pues bien, en contra de esto, debemos recordar que tanto el dogma de la Trinidad como el de la Encarnación van en contra de un tipo de Monarquía superior de Dios que imponen y exigen algunos teólogos tradicionales.

El Dios Trinitario y Encarnado no es un monarca superior, no es rey que domina sobre el mundo. Por eso, el signo de Dios no es el poder de uno sobre otros (una corona pontificia triple, ni una imperial... imágenes), sino la comunicación de amor entre todos.

El problema lo planteó hace tiempo un famoso teólogo protestante (convertido al catolicismo), que se llamaba Erik Peterson, en un libro (Monoteísmo como problema político, 1935), que sigue siendo fuente de inspiración y de búsqueda teológica y social. ¿Es bueno un Dios que se impone?



¿Es bueno que se imponga por arriba "un" sólo Dios monarquía? ¿Es buena la teo-cracia política: que mande “un” solo emperador o rey como signo de Dios?

¿Qué constitución social tiene la iglesia? ¿Es de izquierda o de derecha,monarquía, aristocracia o democracia? ¿Se puede hablar de una teo-cracia?
Ese último término lo inventó o puso en marcha un judío del tiempo de Jesús (Flavio Josefo) y lo aplicó a la política de Jerusalén, diciendo que ellos (los judíos) eran los mejores políticos porque sólo tenían como rey o gobernante a Dios, y no a un César humano como los romanos.

Pero: ¿Era Jesús un teócrata? ¿Puede haber un papa Teocrático, con tres coronas (tiara...), que diga "aquí el que mando soy yo"? Más aún: ¿se puede hablar de un Dios teocrático, que diga "yo tengo todo el poder y vosotros nada?

Saco esta postal a colación porque el sábado (30.6.18) "estuve en misa" en un pueblo de Aragón (en la cuenca del Gállego) y hubo al final una disputa de "fieles" sobre ciertos temas de niños (que habían convertido la iglesia en festival de golpes y gritos cada vez más altos), cuando el cura acababa de dar la bendición. Unas personas comentaron algo, subieron otras el tono... y entonces tronó el cura sentenciando: Aquí el que manda soy yo...

Salí avergonzado, pensando: Este cura es un arriano. Y sigo ahora pensando, con las marmelitas de Ondarribia. ¿Puede un poder como el del cura del Gállego ser signo y presencia de Dios? ¿Qué es la Iglesia: Una teocracia? Qué es la misa: ¿Una celebración en la que el cura dice al fin, aquí el que manda soy yo?. Buen día a todos, en esta fiesta de Santo Tomás, el querido "evangelista" del Dios que se hace niño

Sobre los arrianismos

E. Peterson hablaba del Monoteísmo como Problema Político y yo quiero hablar más en concreto del “monoteísmo como problema eclesial y religioso”. Hablar de eso significa plantear el tema de la estructura trinitaria o monárquica de la Iglesia y de su “jerarquía”, es decir, de su “autoridad sagrada”.

Son cuestiones sabrosas, que siguen sobre la mesa de la “alta” teología, pero también de la teología par andar por caso. Por eso hoy quiero bajarlas del pueblo llano, recordando el arrianismo, una herejía muy actual.

Arrianismo antiguo y arrianismo modernos. En este momento, en este país, se acusa de arrianos a muchos que parecen fijarse en Cristo Hombre/hermano más que el Cristo/Hijo divino, de un tipo de naturaleza del Padre (no del Padre Dios de la Biblia).

Con eso motivo quiero entrar en otro tipo de arrianismo mucho más peligroso, el de aquellos que ponen a un Dios “dominador” por encima del Jesús histórico, convirtiendo de alguna forma la Iglesia en lugar de sometimiento. Dios sería Trinidad consubstancial (el Hijo pertenece a la esencia del Padre)… fuera y por encima de la historia humana, como un Zeus tronante, de tal manera que los hombres (incluso el Cristo hombre) serían inferiores, estarían “sometidos”.

Un nuevo sometimiento. Según esta visión del “Dios arriba”, el hombre Jesús sería inferior, estaría sometido. Habría que hablar del “Logos eterno” del Hijo trinitario… no del Jesús hombre que, en el fondo, no sería divino. A partir de aquí sigue la dinámica del sometimiento. La virtud del sometimiento sería la esencia de Dios (Dios arriba, los hombres abajo…).

Esa virtud sería también la esencia de la Iglesia, donde un “monarca” (Papa) mandaría sobre todos, como dice un famoso número del CIC. Pues bien, en contra de eso, quiero afirmar que Dios es Trinidad, comunión de amor… y que la potestad sobre los otros sigue formando parte del arrianismo, no del cristianismo ortodoxo.

¿Es bueno que reine uno sólo?

Un verso famoso de la Ilíada afirmaba que era bueno que sólo hubiera un jefe (Agamenon), pues sólo así podrían triunfar en la batalla. Pero ese era un mando y unidad para la guerra, no para la vida, para las destrucciones sin fin, no para el amor de los hombres, como supo y dijo ya el mismo Homero en el conjunto de su obra (Ha estudiado el tema E. Peterson, El Monoteísmo, problema político, Trotta, Madrid 2001, texto original del año 1935). Dios no es Rey por encima… para imponerse, sino para compartir.

En contra de ese verso de la Ilíada, la experiencia trinitaria de Dios ha estado siempre vinculada a una experiencia social de ruptura de fronteras y de superación de monoteísmos jerárquicos, a la experiencia de un Dios que expresa su comunión de amor en el hombre Jesús, que es el Hijo de Dios, que se abre en amor (no en dominio) a los pobres y excluidos de la tierra. El Dios trinitario sigue siendo el Dios de los pobres y excluidos, a los que Jesús llamó a formar parte de su Reino. Éste es el Dios del bautismo cristiano, que es Padre, es Hijo y Espíritu Santo, sin que nadie mande sobre nadie. Ese es el Dios de la comunión universal, en la que nadie es más dominando sobre los demás. Dios no es monarca, no tiene poder sobre otros, no impone nada. Dios es comunión de vida/amor.

Este Dios trinidad de la confesión bautismal ha marca vida de la iglesia, de manera que ella ha definido el mayor cambio cristiano, la mutación evangélica: iluminados por el recuerdo del Jesús histórico y por la presencia de su Espíritu, los cristianos se han descubierto inmersos dentro de un universo simbólico divino de comunión no jerárquica, marcada por el Padre de Jesús y por su Espíritu. Sin quererlo expresamente, sin fundarse en esquemas conceptuales previos, los padres del Concilio Nicea se han visto obligados a expresar de forma nueva su más honda experiencia, su nacimiento trinitario (en las aguas de la vida de Dios), diciendo que el mismo Jesús hombre es “hijo de Dios” (es divino, no un ser inferior, sometido).

Por eso, siguiendo de verdad a Nicea, tenemos que seguir al “hombre Jesús”, que es el Hijo de Dios, para descubrir la vida divina, en comunión de amor, no en sometimiento.

Contra el Dios “escalonado” (el Dios pirámide)

Desde ese fondo debemos decir que una parte de la confesión trinitaria de la iglesia debe traducirse (y a veces no se traduce) en forma de rechazo y superación de un arrianismo, en cuyo fondo hallamos dos supuestos principales.

– Frente al arrianismo, la fe trinitaria indica que en la base del cristianismo no está la sumisión (no somos, con Jesús, súbditos de Dios, sino Hijos). Había y sigue habiendo en muchos un presupuesto racional, de fondo platónico, que entiende la realidad en forma escalonada, como un despliegue ontológico que va descendiendo de lo más perfecto (el Dios trascendente) a lo menos perfecto (el mundo inferior).

Como intermediario entre el Dios inaccesible y nuestro bajo mundo ponían loa arrianos el Logos, como signo de sometimiento. Estaríamos lejos de Dios, necesitaríamos alguien que lo acerque, lo revele: el Logos o Cristo, que está en medio, entre los hombres y Dios, pudiendo unir a los extremos. Seríamos esclavos de Dios, sometidos a su poder por Cristo (el primer sometido a Dios). Eso es “bonito”, pero no es cristiano.

El cristiano no está bajo Dios, sino en Dios, inmerso en la comunión divina, en la que todos (la comunión) son iguales, sin superior ni inferior… En contra de eso, algunos han puesto y siguen poniendo de relieve un presupuesto jerárquico que les lleva a decir que lo cristiano es la sumisión y que en el fondo el hombre Jesús ha sido un individuo sumiso, sometido al Dios más alto, ofreciéndonos así la grandeza de su ejemplo (para que nosotros seamos también unos sometidos).

Resultaba osadía querer hacerse Dios, era soberbia sentarse junto a Dios. Jesús no ha sido soberbio ni osado sino humilde servidor del Omnipotente. Por eso le vemos bajo Dios, como enviado suyo, un intermediario que sufre por nosotros y revela en obediencia el Misterio superior divino. Pues bien, en contra de eso, los cristianos ortodoxos han afirmado que el hombre no está “bajo Dios”, sino en Dios. El cristianismo no es someterse a Dios, sino “ser en Dios”, vivir en su comunión de libertad creadora, desde lo finito

¿Quiénes son hoy más arrianos?

La razón y la piedad (entendida como sumisión) se hallaban de parte de Arrio y de sus seguidores. Muchos piensan que, en la actualidad, los partidarios de un poder eclesial fuerte son “arrianos”: ponen de relieve la virtud del “sometimiento”, el orden que se impone desde arriba, y no la comunión universal, desde el Cristo-hermano y amigo de todos.

La razón filosófica del sometimiento estaba de parte de Arrio, pero la razón superior del evangelio dice que no estamos sometidos a Dios, sino que somos hijos en el Hijo Jesús. En perspectiva religiosa, Nicea afirma que la piedad no consiste en el sometimiento u obediencia de uno a otro, sino en la comunión de iguales; por eso, el símbolo niceno de la consbstancialidad entre el Padre y el Hijo constituye el principio y salvaguardia de toda visión cristiana de la realidad. Frente a la falsa virtud pagana (arriana) del sometimiento ha destacado, Nicea la verdad suprema de la comunión personal (entre el Padre y su Hijo, entre Dios y los hombres). No somos súbditos sino hermanos y amigos, compartiendo la misma esencia de la vida.

Un tipo de razón eclesial sigue estando de parte de Arrio, me refiero a la razón de los que proponen como primera virtud cristiana el sometimiento, la de aquellos que quieren imponer su verdad desde arriba, sin diálogo, sin apelar al hombre Jesús, que es el Hijo de Dios. En contra de eso, la verdad cristiana está en la distinción que se abre a la unidad entendida como encuentro de personas. Dios es divino, sin necesidad de mundo; por eso no ha creado el mundo externo ni se ha encarnado en Cristo para resolver alguna especie de carencia sino para expresar en forma finita su misterio infinito. Somos en Dios, formamos parte del despliegue de la comunión divina… en Cristo, el hombre amigo de Dios, hijo de Dios (consubstancial), no sometido.

De nuevo el tema: ¿Hay una monarquía cristiana?

Con esto hemos planteado el tema del título: ¿puede haber una “monarquía cristiana”? ¿Se puede ver a Dios como monarca por encima de los hombres? ¿Puede haber un hombre “cristiano” que aparezca como monarca, con poderes absolutos, siendo de esa forma signo de Dios? ¿No habrá que decir, más bien, que el signo de Dios, que Trinidad, es la comunión de vida y amor entre los hombres. Pero de eso hablaremos mañana, volviendo al tema de E. Peterson, al que ya hemos aludido.

Continúo en la línea de las reflexiones que dediqué al tema hace tiempo en Dios es Palabra, Sal Terrae, Santander 2004 y en Enquiridion Trinitatis, Secretariado Trinitario, Salamanca 2005), culminando en un libro más reciente, titulado Trinidad, itinerario de Dios hacia el hombre (Sígueme, Salamanca 2015).


Sobre el platonismo de fondo de la problemática arriana y de la respuesta de Nicea, desde diversas perspectivas, cf. Pikaza, DEP, 70-90; F. RICKEN, «Nikea als Krisis der altchristilichen Platonismus», Theol.Phil 44 (1969) 321-351. Ch. STEAD, «Was Arius a Neoplatonist?», Studia Patristica 32 (1997) 39-52. Visión enciclopédica del tema en H. A. WOLFSON, La filosofia dei Padri della Chiesa I: Spirito, Trinitá, Incarnazione, Paideia, Brescia 1978. M. SIMONETTI, La crisi ariana nel IV secolo, Roma 1975. E. BOULARAND, L'Héresie d'Arius, Paris 1972.
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