Dios también es mujer 1. Lo que siempre se sabía
Dios y diosa. Semitas y griegos
Los antiguos pueblos semitas del oriente (Siria y Palestina) entendían de manera divina el proceso anual de la cosecha: el padre-dios del cielo fecunda con sus rayos de sol y con su lluvia a la diosa-madre de la tierra, que concibe y alumbra al hijo-dios de la cosecha. El padre es dios del cielo, conocido por su fuerza engendradora, y lleva el nombre de "El-Allah" o lo divino. La madre es Astarté o Ashera el signo original de la fecundidad, la esposa cósmica del cielo. La divinidad total se ha concebido, por tanto, en forma de pareja capaz de procrear, en gesto de constante unión y alumbramiento. Así nace Baal, el hijo, que es la vida igualmente divina. Algunos historiadores han supuesto el cristianismo adaptó este mito; de esa forma, su Dios-Padre corresponde al padre de los cielos; Jesucristo, que es Dios-Hijo, expresa al Baal o señor de la cosecha, que nace-muere-renace cada año (resucita); lógicamente, en este esquema, el Espíritu divino se tendría que haber explicitado como Madre-divina originaria o Madre tierra, a través de la virgen María.
En apariencia, el pensamiento griego ha superado ese esquema trinitario de carácter sexual y vitalista: el proceso de la realidad, interpretado de un modo ternario, ya no está simbolizado por la oposición primera (de lo masculino-femenino) y por el surgimiento de la vida (el hijo). De todas formas, allí donde los griegos apelaron otra vez al mito volvieron a emplear el mismo esquema trinitario, como lo hicieron los helenistas de Egipto, retomando la tríada de Osiris, padre celestial, Isis, la gran madre o signo de la sabiduría cósmica, y Horus, que es hijo salvador.
Sobre este fondo vino a desplegarse una línea de especulación judeo-helenista de Alejandría, que puso a Sophia (Isis) junto al Dios trascendente: Sophia sería la esposa primordial de Dios, origen, arquetipo, madre de todo lo que surge y existe sobre el cosmos. A través de la Sophia surge el Logos o primera de las creaturas: es el orden inmanente de las cosas, reflejo de Dios (expresión de su Sophia) y primogénito o centro estructurante de todo lo creado. Este esquema teologiza y, en algún sentido racionaliza, unas relaciones de carácter dual (esponsal) y genético, interpretándolas en una perspectiva jerárquica y descendente de la realidad: la esposa, Sophia, aparece más como reflejo femenino de Dios Padre que como una persona independiente que se pueda situar frente de él, de igual a igual, en un encuentro primigenio; por su parte, el hijo, Logos, ha roto de algún modo el círculo divino para introducirse de algún modo en la tierra.
(Gnósticos y cristianos de la Gran Iglesia).
Gnosis, un lugar disctutido
Los gnósticos del siglo II-III d. C. siguen entendiendo a Dios como un proceso masculino-femenino de dualización y unificación, de pérdida y encuentro, de salida y retorno. Lógicamente, en el centro de esa realidad y proceso sitúan una figura femenina, que es complemento o esposa del Dios varón (o diosa primera, superior al mismo varón). Normalmente esta mujer-madre se identifica con el Espíritu Santo y recibe rasgos cercanos a María, ella, la madre de Jesús interpretada en formas simbólicas cambiantes, se inscribe, por lo tanto, en el misterio de la trinidad (o cuaternidad) divina, originaria. De esta manera, los gnósticos cristianos tienden a olvidar la diferencia que hay entre creador y creatura; introducen toda la realidad en el esquema del proceso divino de salida y de retorno; y así pueden concebir a María, la mujer eterna, como un elemento (simbólico y real a la vez) del esquema divino trinitario (o cuaternario).
Los cristianos de la gran iglesia se elevan en contra de la gnosis, en un proceso que empieza con los padres antignósticos (Justino, Ireneo, Tertuliano, Hipólito...) y culmina en los grandes concilios cristológico-trinitarios (Nicea, Éfeso, Calcedonia). Su propuesta tiene dos grandes implicaciones mariológicas: expulsan a María de la trinidad; la interpretan como persona histórica. La solución gnóstica representaba lo fácil, aquello que está en la línea de la proyección sagrada de las realidades de este mundo... Lo difícil no era divinizar a la madre-virgen del Mesías, introduciéndola en la trinidad originaria. Lo difícil es humanizarla... De todas formas, la respuesta de la Gran Iglesia pudo llevar consigo un riesgo: convertir a Dios en puro ser masculino, olvidar su trascendencia (está más allá de lo masculino o femenino) o negar su elemento femenino.
Problemátic actual
Son muchos los teólogos actuales que que piensan que Dios es trascendente, divino por sí mismo, sin el mundo. Pero añaden que él ha creado al hombre "a su imagen y semejanza, como varón-mujer" (cf Gén 1, 27). Por eso debe tener rasgos masculinos y femeninos. Eso lo ha olvidado gran parte de la tradición del cristianismo occidental, que ha interpretado la realidad de Dios en términos exclusivamente masculinos.
En contra de esa tradición dominante, debemos recuperar lo femenino de Dios, descubriendo así que Dios se muestra no sólo como Padre, sino, al mismo tiempo, como Madre: es ámbito de comunión personal, potencia de amor en que se arraiga nuestra historia. En esta perspectiva ha de trazarse nuevamente el signo trinitario, como misterio de paternidad-maternidad-filiación. La Trinidad no es un problema que se deba resolver por medio de razones y argumentos: es misterio de la intimidad de Dios en que vivimos y crecemos. En esta línea se sitúanlas reflexiones de los días que siguen, a lo largo de la semana que empieza.
Bibliografía
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Para una aproximación cristiana: M. DALY, Beyond God the Father, Beacon Press, Boston, 1973; E. SCHÜSSLER FIORENZA, Cristología feminista crítica: Jesús, hijo de Miriam, profeta de la sabiduría, Trotta, Madrid 2000. R. RADFORD RUETHER, Mujer nueva, Tierra nueva, Aurora, Buenos Aires 1977; A. LOADES (ed.), Teología feminista, Desclée de Brouwer, Bilbao 1997; M. NAVARRO, Maria, la mujer, Publicaciones Claretianas, Madrid 1987; «Mujer, feminismo», DTDC, 943-947; Íd., (ed.), Diez mujeres escriben teología, Verbo Divino, Estella 1993; B. CASTILLA CORTÁZAR, «La Trinidad como familia. Analogía humana de las procesiones divinas» Annales Theologici 10 (1996) 381-346. I. GÓMEZ ACEBO, Dios también es madre, Paulinas, Madrid 1994; R. GIBELLINI, La sfida del femminismo alla teologia, Queriniana, Brescia 1980; M. T. PORCILE SANTISO, La mujer, espacio de salvación, Clavería, México 1993 (=Claretianas, Madrid 1995); S. TUNC, También las mujeres seguían a Jesús, Sal Terrae, Santander 1999;. En perspectiva de religiones: J. J. BACHOFEN, Mitología arcaica y derecho materno, Anthropos, Barcelona 2001; S. BENKO,, The Virgin Goddess. Studies in the Pagan and Christian Roots of Mariology, STR 49, Leiden 1993; X. PIKAZA, Hombre y mujer en las religiones, Verbo Divino, Estella 1996. Visión tradicional, pero bien documentada, en línea trinitaria, J. BURGGRAF, ¿Dios es nuestra Madre? y el concepto de la Teología Feminista, en http://www.encuentra.com/includes/documento.php?IdDoc=2155&IdSec=401; ¿Dios es nuestra Madre?, en http://www.arvo.net/includes/documento.php?IdDoc=2155&IdSec=401. Desde una perspectiva mariana: M. C. BINGEMER e I. GEBARA, Maria, mãe de Deus e mãe dos pobres, Vozes, Petrópolis 1987; M. WARNER, Tu sola entre las mujeres. El mito y el culto de la Virgen Maria, Taurus, Madrid, 1991; G. K. KALTENBRUNNER., Its der Heilige Geist weibiblich?, en "Una Sancta" 32 (1977) 273-280. A. MARANNCHE, A., L'Esprit et la femme, Seuil, París 1974.
Sobre temática de fondo trinitario, yo mismo he escrito varias obras: Los orígenes de Jesús, Sígueme, Salamanca 1976; Dios como Espíritu y Persona. Razón humana y Misterio Trinitario, STrin, Salamanca 1989; Trinidad y comunidad cristiana. El principio social del cristianismo, STrin, Salamanca 1990; El misterio de Dios. De la búsqueda de Dios al Dios cristiano, San Pío X, Madrid 1990; Diccionario Teológico. El Dios cristiano, en colaboración con N. Silanes (eds), STrin, Salamanca 1993.He desarrollado los temas de fondo en mis diccionarios (Dicionario de la Biblia y Palabras de Amor.