5.6.25. Dom Trinidad. Dioses falsificados, Dios verdadero
Hay tres trinidades falsas: Una es la del sistema neo-liberal (capital, empresa, mercado); otra es la del Dragón del Apocalipsis (bestia militar, falsa inteligencia, prostituta económica), otr las de los tres deseos de -Rom 13 (adulterar el amor, matar, robar).
En contra de eso dijo Pablo y repitió Agustín: -si viven en amor "ves" la Trinidad (si caritatem vides, vides Trinitatem). Buen da.
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1.TRINIDAD DEL SISTEMA. CAPITAL, EMPRESA, MERCDO
No es una Trinidad cualquiera, sino la del sistema neo-liberal que impera actualmente sobre el mundo. Muchos imperios han sido virtualmente ternarios o trinitarios (Dios, Rey, Pueblo), pero éste es quizá el más claro de todos[1].
Dice que es tolerante y que la adoración de todos los dioses posibles, pero en el fondo sólo diviniza a Dios: Dios-Padre capital; Dios-Hijo empresa productora de todo tipo de bienes de consumo; Dios Espíritu Santo o donde todo se comra y vende, incluíds religiones, estados y personas[2]. Externamente es tolerante, pues deja en libertad a otros dioses, e incluso se gloría de que existan, distinguiéndose así del comunismo duro, que quería destruirlos Pero de hecho ha impuesto sobre el mundo su falso «monoteísmo trinitario»:
- B Dios Padre, el Capital. Parece providente, ofrece beneficios tangibles a sus siervos y devotos, pero, conforme a la acepción que judíos y cristianos daban a ese término, es un «ídolo»: No es fuente de gracia (creador), ni comunicación real, sino Mamona sobre todos los grupos y personas (cf. Mt 6, 24). Vale en sí: es el principio al que todo lo demás se subordina. En ese plano, contra los posibles ensueños politeístas post-modernos, parece que sólo hay un Dios imperante, que no es Yahvé, Allah, ni Padre, sino el Capital todopoderoso.
- B Dios Hijo, la Empresa, al servicio del capital. Hombres y mujeres vivían antaño en contacto inmediato con la realidad, campo y mar, lluvia y cosecha, que eran signo de Dios (hierofanía); las nuevas religiones han destacado la importancia de los enviados de Dios (Cristo o Mahoma, Buda o Krisna). Pues bien, el sistema neo-liberal ha divinizado la empresa productora. Más que los bienes naturales o el trabajo personal, importa la «fábrica», que no crea vida, sino medios de consumo. Ella parece el Cristo actual y se eleva sobre grupos y pueblos, sin fronteras. Procede del Capital y le sirven, ofreciendo trabajo y consumo a sus beneficiados, como Mesías productor.
- B Dios Espíritu Santo, el Mercado. Antes había naciones (unidades de generación), iglesias (castas, Shanga, pueblo, comunidad, Umma...) o estados, lugares de manifestación de Dios y encuentro humano. Ahora los hombres tienden a comunicarse de un modo indirecto, a través del mercado, donde van los devotos a ver, admirar y comprar. Su influjo se extiende por doquier, de forma que todo se logra pagando, si uno «dios» está en el otro: capital en empresa y mercado; mercado en empresa y capital... El mundo entero es un mercado, sin distinciones ni trabas, donde se compran incluso personas[3].
Esta trinidad dominante (Banco-Capital, Fábrica-Empresa, Comercio-Mercado) define la infra-estructura del sistema y crea una super-estructura ideológica, a su propio servicio. Así se expresa el Dios neo-liberal y monolátrico, que exige adoración suprema, aunque a su lado permita que existan otros dioses privados (menores), mientras no le estorben, ni impidan cumplir su cometido. Cada hombre puede cultivar sus sueños particulares de tipo estético o afectivo, familiar o religioso, de manera que el sistema parezca espacio de libertad formal, contra toda dictadura externa. Pero esa libertad acaba estando al servicio del capital (que las empresas produzcan, que el mercado se extienda), no de las personas y grupos marginados[4].
Este mundo del mercado es un peligro para todos. Los vencedores pueden perder sus valores personales. Los vencidos pierden incluso la vida, quedando marginados. Parece que nadie mata a nadie, todos pueden vivir, pero los que quedan fuera del campo de valores del (sin capital, sin producción de bienes de mercado, parece que no existen. Surge así una situación de gran riesgo, que no es la muerte de Dios (a quien nadie puede matar, si es que existe), sino la muerte del hombre, que nosotros mismos podemos provocar, por la bomba, la manipulación genética y la angustia[5]:

2.TRINIDAD SATÁNICA, APOCALIPSIS 12-18: PODER MILITAR, IDEOLÓGICO, ECONÓMICO
mperio militar, Bestia del mar (Ap 13, 1-10). Encarna la perversión de los poderes político-militares que reciben su fuerza del Dragón (Ap 12), para combatir contra "el resto de la estirpe de la mujer", es decir, contra los que son como Jesús (pobres del mundo). Hasta el siglo I d.C. nadie había presentado con esta radicalidad el el primero de los males, que es el poder de destrucción de los imperios militarea, que adoran como Dios a su propias armas. El Apocalipsis lo hace, siguiendo en la línea de. Dan 2 y 7; 1 Henoc, 2 Baruc y 4 Esdras).
Bestia de la tierra, ideología dominadora, artificial, antihumana (Ap 13, 11-18). Este poder es la perversión profético-religiosa, encarnada en los sacerdotes y/o filósofos al servicio de la Primera Bestia, funcionarios de su violencia social e ideológica (religiosa). Ap 6, 15 citaba a reyes, nobles, comandantes militares, ricos y poderosos de la tierra. Todos aparecen ahora condensados en esta figura mentirosa al servicio de la violencia del sistema. La Primera Bestia era el Poder militar del imperio. Pues bien, al servicio de ese poder ha surgido esta Segunda, que es la religión y/o conocimiento pervertidos[6].
Tercer poder: Megápolis, Estado perverso, prostituta económica (Ap 17). Esta prostituta, “amada” de las bestias es la Ciudad del Imperio,¡ emporio central de todas las riquezas, mercado donde se compra y vende todo. Ella aparece así como expresión definitiva y cumplimiento del sistema de poder total que el Dragón intenta elevar sobre la tierra, la racionalidad político‒económica encarnada en la ciudad del Roma.
Esta Mujer‒Ciudad Prostituta puede defenderse, diciendo que ella representa el orden social y garantiza la riqueza y comercio, la relación y unidad entre los pueblos. Muchos filósofos y sabios del imperio la llamaban Diosa y la veneraban, quemando en su honor el buen incienso. Incluso Jesús pudo haber dicho "dad al César lo que es del César…”, identificando de algún modo al César con la ciudad de Roma. Por su parte, Pablo (o el autor de la glosa de Rom 12, 1‒7) aceptó la autoridad de Roma, diciendo que es preciso someterse a su poder, pues Dios le ha dado su encargo, para mantener el equilibrio económico del mundo, de manera que puede llevar con derecho la espada y cobrar con razón los tributos.
A pesar de eso, el autor del Apocalipsis la ha condenado, presentándola como aliada de las Bestias, encarnación socio‒económica del Dragón sobre la tierra. Es muy posible que este pasaje de condena sea exagerado en sus matices, pero su juicio profético resulta brecogedor y certero: el profeta ha visto y destacado algo que normalmente no vemos, el riesgo de un sistema que se diviniza a sí mismo sobre bases de imposición y engaño (bestias), encarnándose en un orden político que expulsa y niega a los disidentes y contrarios, condenando a muerte a los pobres, y actuando de esa forma como prostituta
Revelación de la anti-diosa
Se me acercó entonces uno de los siete ángeles... y me habló diciendo:
Ven. Te mostraré el juicio de la Prostituta grande, sentada sobre aguas caudalosas, con la que se prostituyeron los reyes de la tierra y se emborracharon los habitantes de la tierra con el vino de su prostitución. Me llevó en espíritu a un desierto y vi una Mujer sentada sobre una Bestia color escarlata, llena de nombres blasfemos, que tenía siete cabezas y diez cuernos.
La Mujer iba vestida de púrpura y escarlata, y estaba adornada de oro, piedras preciosas y perlas. En su mano tenía una copa de oro llena de abominaciones y de la impureza de su prostitución. Escrito en su frente tenía un nombre: ¡Misterio! Babilonia, la grande, la Madre de los prostitutos y de todos los abominables de la tierra.Y vi a la Mujer emborrachándose con la sangre de los santos y la sangre de los mártires de Jesús (Ap 17, 1-6)
La maldad de las Bestias anteriores (Ap 13) desemboca y se condensa Roma Prostituta Comercial, que recibe de ellas su poder y quiere presentarse como Diosa (un tipo de esposa/prostituta del Dragón), siendo en realidad la madre de los prostitutos de la tierra, es decir, de todos los que, en un sentido u otro, se venden por influjo social o dinero (desde los grandes comerciantes a los que viven en su plano del engaño y la mentira)[7].
Desde ese fondo se entiende el despliegue de sus rasgos, que evocaremos. Ciertamente, en sí misma no es varón ni mujer. Pero, significativamente, desde una antigua tradición israelita, el texto la presenta de manera femenina, como ciudad infiel o anti-esposa (con lo que eso supone de posible devaluación de la mujer). Culminando la maldad de las Bestias simbólicamente masculinas (aunque en griego sean neutras: ta theria), se eleva esta Ciudad representada como Mujer prostituida, al servicio del dinero:
Es la Prostituta Imperial (Pornê: Ap 17, 1-2), que los lectores del apocalipsis identifican con la ciudad-estado de Roma, que ha convertido todo lo que existe en objeto de un mercado donde nada vale en sí, sino para el negocio: eso es ella. Es el Poder que se ha vuelto prostitución o, a la inversa, la prostitución hecha poder: así recibe el dinero que le ofrecen las Bestias y de esa forma domina a los Reyes de los pueblos, poniéndolos a su servicio; así emborracha a los habitantes del mundo, haciéndoles beber su vino de olvido y muerte (cf. Ap 17, 2).
- Es Reina sentada (=entronizada) sobre la Bestia escarlata (17, 3). Al principio del texto la vimos sentada sobre las Aguas caudalosas del mar satánico (17, 1; cf. Ap 13, 1), que son los pueblos, naciones y lenguas: la totalidad de poderes del mundo en los que se asienta y domina la Mujer. Pues bien, aquí se añade, en otra perspectiva, que ella ha subido y cabalga sobre el trono de la Bestia de violencia militar de Ap 13, 1-10: no tiene su sede junto a (en el) Trono de Dios, como el Hijo vencedor (12, 5), sino en la Bestia. Sobre sus lomos cabalga, sobre su poder de destrucción se sienta. Bestia y Mujer se vinculan de esa forma, pero no en abrazo matrimonial gozoso y gratuito, de enriquecimiento personal, sino en contrato de manipulación: la Bestia utiliza a la Mujer-Ciudad, para conquistar de esa manera el mundo, con apariencia de cultura y orden; la Mujer cabalga sobre la Bestia, vendiendo su amor como Prostituta, para engañar a los pueblos de la tierra.
- Es Diosa falsa (Ap 17, 4). El lector podía esperar el triunfo de Roma como un despliegue de jinetes victoriosos o como expresión de una Diosa de justicia que extiende un orden de paz sobre la tierra (cf. Ap 6, 1-6). Pues bien, el Apocalipsis responde que la Diosa Roma es una simple y perversa Prostituta, que se vende al poder del dinero y cabalga sobre lomos de la Bestia. Está vestida de honor sacerdotal, como Reina y Señora del mundo, de púrpura y escarlata, con oro y pedrería, sentada en seña de honor (Ap 18, 7.16), como si pudiera conceder sus favores a todos los habitantes de la tierra. Pero ella sólo busca placer y riqueza: con todos se vende, a todos utiliza, para elevarse a sí misma. Por eso puede alzarse mucho, pero es simple apariencia destructora, diosa falsa: expresión de maldad, pecado que se encarna en unas instituciones de opresión, en la Ciudad del mundo Ha logrado su poder engañando y matando a los demás. No es diosa, como quieren sus devotos, ni autoridad neutral, sino poder de muerte: ha creado una religión imperial al servicio de sí misma, matando a los pobres[8].
Es Babilonia, Madre de los prostitutos y abominables de la tierra (Ap 17, 5). Babilonia la Grande, la Ciudad y Torre que quiso elevar su poder sobre los cielos, sufriendo así el gran rechazo de Dios (cf. Gen 11, 1-9); es la capital del imperio que en otro tiempo destruyó a Jerusalén y cautivó a sus hijos, los judíos (el 587 a. de C.). Evidentemente, esa Ciudad es ahora Roma, que quiere elevarse como Diosa y Madre, siendo simplemente prostituta. Se le puede llamar madre, pero no como dadora de vida, sino todo lo contrario, como signo y principio de muerte, al servicio del Dragón: así concede su semilla a todos los "prostitutos y abominables" de la tierra, es decir, a los que se imponen por la fuerza a los demás y les engañan.
- Es la asesina. Toda la gloria y el poder de Roma culminan en el asesinato… El poder militar, la falsa sabiduría profética, la religión, el dinero… Todo está al servicio de la muerte. Por eso, el texto dice que ella se ha embriagado con la sangre de los santos: está loca y borracha: vive de matar, bebe la vida de los fieles. Ella representan el riesgo definitivo de la humanidad: es el Sistema político‒ideológico que se diviniza a sí mismo de manera destructora, en clave económica, de comercio de muerte. Entendida así, ella puede identificarse con Mamón, el anti‒Dios (cf. Mt 6, 24). Es la humanidad que niega a Dios, negándose a sí misma, para terminar convirtiéndose en muerte.
Esta mujer‒prostituta aparece como la forma suprema de opresión del mundo: no es una simple ciudad, un orden político objetivo y neutral, que regula para bien de todos el aspecto más externo de la vida y deja que cada uno ejerza luego su religión particular, sino que es la economía imperial como Sistema de vida absoluto, sociedad destructora de lo humano, que se opone a la experiencia de Jesús, de tal manera que en ella se expresa y culmina el pecado de homicidio y engaño del Dragón antiguo (cf. 12, 4.9, en relación con 18, 24).
Invirtiendo el signo cristiano de la copa (regalo de vida, eucaristía), esta Ciudad lleva en su mano una copa o Cáliz de Oro(potêrion khrysoun: Ap 17, 4), pero no con un vino de amor y/o de sangre de entrega gozosa en favor de los humanos, sino con la sangre de los inocentes que la Ciudad ha derramado para triunfar y elevarse sobre todos. Va montada sobre lomos de Bestia y como humanidad bestial se alimenta de la vida de los sacrificados, en gesto de antropofagia. Devorar la carne de los otros, emborracharse de su sangre: ése era el gesto más antiguo del Dragón que intentaba comer al Hijo mesiánico (Ap 12, 4); ese mismo es el sacrificio de una religión invertida, el pecado de esta Ciudad perversa, que asesina y roba a los humanos para dominarles y así alzarse por encima de ellos[9]:
Roma aparece así, por tanto, como Sistema sacralizado de muerte: vive de matar, mata por necesidad, para así mostrar su grandeza. De esa forma se alimenta y diviniza a sí misma, llevando hasta su culminación la lógica de todos los sacrificios de la historia religiosa del poder: Se eleva a sí misma abajando a los demás, vive de oprimir y matar a los demás, como máquina refinada y malvada de aniquilación sacral, conforme a una experiencia que la tradición sinóptica ha centrado en Jerusalén, diciendo que caerá sobre ella "la sangre de todos los asesinados, desde el comienzo del mundo"(cf. Mt 23, 35). Por fin, se ha descubierto y desvelado el mal del mundo: el pecado insuperable, la divinización total de la violencia, fundada en el poder económico.
Ciertamente, puede haber y hay pecados personales, propios de cada ser humano, como sabe muy bien el evangelio, que nos invita a la conversión personal. Pero este pasaje presenta más bien el pecado original y total (pecado del sistema del Dragón), de tal forma que Roma aparece como Ciudad de todas las sangres, condensación y culmen de los asesinatos de la historia: antes había espacios y momentos de humanidad, grupos aislados, naciones diversas; este pasaje del Apocalipsis ha logrado descubrir y condensar en Roma todos los pecados de la historia humana, que comienzan (como sabe Mt 23, 35) en el asesinato primero de Caín y culminan en la condena y muerte de Jesús[10].
Se venden y compra todo cuerpos y almas humanas.
Del asesinato pasamos al robo. Conforme a una técnica de anticipación, a través del mensaje y lamento de Ap 18, descubrimos que la Ciudad ha sido ya arrasada por el fuego (ha muerto), de tal forma que podemos descubrir en conjunto lo que ha sido, como en una escena de juicio, que no viene proclamado por Dios sino por aquellos que se habían "prostituido" con ella (es decir, con la ciudad). El texto nos hace escuchar el gemido de los falsos amigos", reyes (17, 9-10) y navegantes (17, 17-19), que habían utilizado a Roma (y habían sido utilizados por ella) para conseguir muchas riquezas. Ellos ahora se lamentan pues quedan sin ganancia, pobres y frustrados.
De un modo especial se lamentan y gritan los comerciantes, que habían aprovechado el orden imperial para convertir la Ciudad y el Orbe en un mercado de pura compraventa o prostitución legalizada, robando y destruyendo así a los pobres. Cada cosa tenía en ella un precio y se podía conseguir pagando el precio correspondiente, como indica esta lista de bienes de venta y consumo (Ap18, 11-13):
“oro y plata, piedras preciosas y perlas; de lino, púrpura, seda y escarlata, toda clase de madera aromática, los objetos de marfil, instrumentos de madera preciosa, de bronce, hierro y mármol; 13cinamomo y plantas olorosas, perfumes, mirra e incienso, vino y aceite, flor de harina y trigo, vacas y ovejas, caballos y carros, cuerpos (esclavos) y almas (personas) humanas.
Dinero: Oro, plata,piedras pre‒ciosas, perlas.
Tejidos: Lino, púrpura, seda, escarlata.
Materiales: Sándalo, marfil, madera, bronce, hierro, mármol.
Especias: Canela, clavo, perfumes, incienso.
Alimentos: Vino, aceite, flor de harina y trigo.
Animales:Vacas, ovejas, caballos y carros.
Personas:Cuerpos (esclavos),almas humanas.
Ésta es la lista de bienes que ofrece el Sistema a quienes quieran disfrutar sus beneficios; ella empieza con el oro y acaba en los seres humanos, incluyendo las cosas que pueden comprarse y venderse, incluidos los cuerpos y almas de los hombres. Roma había creado un espacio de rica libertad pero sólo para los ricos, convirtiendo el amor en compraventa y la vida en objeto de cambio y consumo, esclavizando de esa forma a todos los pueblos. Por eso, cuando la Ciudad se va quemando, lloran sin remedio los comerciantes, pues su "negocio" de robo legal y universal, vinculado al sacrificio, que señalábamos atrás ha terminado.
La caída de Roma significa el fin de un "orden" económico montado sobre el “libre” intercambio de bienes para servicio de los poderosos y para opresión de los débiles, dentro de un Sistema sacral que se diviniza a sí mismo a costa de la expulsión y muerte de los que no pueden imponer su fuerza. El Pecado de esta Ciudad no es un gesto ocasional, sino todo el sistema. Su misma estructura social, su economía de base es Pecado. Por eso, para bien de los pobres y de todos los humanos, es necesario que ella sea destruida.
Pues bien, frente al Sistema de opresión y esclavitud (robo legal) que es la Ciudad del mundo se eleva el signo de la Madre-Mujer perseguida, que no puede establecerse en forma de Ciudad imperial a lo largo de la historia, pues no utiliza armas de sangre-opresión y robo. El Apocalipsis no plantea, según eso, una lucha homogénea o de magnitudes equivalentes entre la Ciudad y la Mujer, sino un enfrentamiento de realidades inversas. (a)
Conforme a lógica del Apocalipsis, a lo anterior, la Prostituta (que quiere presentarse a sí misma como Diosa) es signo y principio de un sistema de opresión social, que se expresa en Roma como Ciudad que ha triunfado y se mantiene por el asesinato y robo legal (sacralizado: para bien del imperio). Por el contrario, la Mujer perseguida de Ap 12, 6-17, que no quiere hacerse Diosa, representa a todos los que no ponen el fruto de su vida (y su misma vida) en manos del Dragón (cf. 12, 1-5), sino que lo entregan y se entregan por amor, en favor de los demás, en gesto generoso de donación personal y comunicación de bienes, que se expresa simbólicamente en el milenio, que es el triunfo de los sacrificados de la historia (cf. 20, 1-4)[11].
ASESINA ASESINADA, MUERTE DE LA PROSTITUTA
Roma (el imperio) es, según eso, un sistema legal y religiosamente organizado, de asesinos y ladrones, para extender su prostitución sobre la tierra. Esta "diosa Roma" se había envanecido: "me he sentado como Reina, no soy viuda; en modo alguno me podrá llegar tristeza". Pues bien, por haber hablado así "caerán sobre ella en un día sus plagas: muerte, tristeza, hambruna, de manera que será consumida por el fuego" (17, 7-8). La Mujer fugitiva y perseguida en el desierto se mantiene en esperanza, de manera que vendrá a convertirse en Novia, para el día eterno de las bodas (Ap 21-22). Por el contrario, la Prostituta triunfadora de la tierra, favorita del Dragón y aliada de las Bestias, se encuentra ya condenada.
La mayoría de los filósofos y sabios de aquel tiempo (final del siglo I d.C.) la cantaban como Diosa eterna (Roma inmortal), pero el Apocalipsis ha descubierto que es simple Prostituta y que se encuentra condenada a muerte. Detrás de su ropaje y misterio, no es más que una vulgar prostitución político‒económica, al servicio de la muerte y, por tanto, condenada ella misma a morir. Pues bien, de un modo sorprendente, en este contexto, descubrimos que no es necesario que descienda Dios para destruirla, pues lo harán sus mismos falsos amantes:
[a. Identidad] Las siete Cabezas (de la Bestia) son siete montañas donde se asienta la Mujer... Los diez Cuernos que has visto son diez reyes..., que darán su fuerza y poder a la Bestia... (Ap 17, 9-13; cf. 17, 3). Las aguas que has visto, sobre las que está sentada la Prostituta, son pueblos, muchedumbres, razas y lenguas.
[Destrucción] Y los diez Cuernos que has visto y la misma Bestia despreciarán a la Prostituta, la convertirán en desierto, la desnudarán, comerán sus carnes y la convertirán en pasto de las llamas. Porque Dios les ha inspirado para que cumplan su Consejo: que tengan un único Consejo y entreguen su reino a la Bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.
[a’Identidad] Y la Mujer que has visto es la Gran Ciudad, la que domina sobre los reyes de la tierra (Ap 17, 15-18)
La Prostituta tenía su trono en la Bestia de siete cabezas (colinas de Roma) y ejercía su poder sobre los pueblos de la tierra, reflejados en las aguas de su río (o del mar de pueblos en los que se asentaba su poder). Ella era un sistema bien trabado por lazos de intereses y dinero. Pero de pronto se rompen esos lazos (que no eran de amor, ni de fidelidad, sino de puro interés y violencia), y el "orden" anterior se desordena, sin razones exteriores, como una bomba cuando estalla, como el tiempo cuando acaba.
La Ciudad era orgullo del mundo, "perla " de la historia; siglos y siglos habían tardado las bestias y reyes en labrarla. Pues bien, de pronto (sin razones que puedan razonarse), Bestia y reyes del mundo (que habían disfrutado de ella) se elevan y se juntan para destruirla, desvelando así un secreto de Dios, expresando una verdad que se halla escrita en la misma entraña de violencia del sistema:
- TRINIDAD PERVERSA SEGÚN PABLO: ADULTERIO ASESINATO, ROBO (Rom 13, 8-10)
No debáis nada a nadie, antes bien amaos mutuamente,
pues quien ama al otro ha cumplido la ley.
Porque no adulterarás, no matarás, no robarás,
no codiciarás y cualquier otro mandamiento queda cumplido) en
amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El amor al prójimo no hace ningún mal; porque el amor es la plenitud de la ley (Rom 13, 8-10).
Estos son los tres dioses falsos, según Pablo: Adulterar, matar y robar
Pablo sólo formula tres mandamientos (no adulterar, no matar, no robar), que se condensan en uno “no desear, no codiciar”, que es el único mandato que ha formulado de un modo semejante Buda. El único mal, el único demonio del hombres es el “deseo posesivo·, entendido en forma de “concupiscencia . Deseo de violencia/posesión afectiva (adulterio, deseo de muerte del otro (homicidio) y deseo de posesión de todos los bienes.
Estos son los tres demonios (dominio afectivo, dominio vital, dominio económico). Ellos son los que dominan al ser hmano, los que deben superarse. Esos tres son los demonios, deseos que destruyen a los hombres y mujers: El Dios-adulterio, Dios asesinato, Dios robo.
Frente a ellos estableciò el budismo en sl siglo IV a,C el único mandato, que es no desear. Frente a ellos eleva Pablo el único mandato positivo, que “amarás al prójimo como a rí mismo. Tres son los principios donde se expresa la lucha de la vida, tres los pecados que dominan al hombre, desde el coienzo de la vida, partiendo del deseo de Eva (Gen 3, 6) y de los vigilantes violentos (Sab 2)
(1) Hay un deseo de adulterio afectivo y posesivo: quiero poseer precisamente lo que el otro tiene de más grande, su mujer (o su marido), para así imponerme y dominarle.
(2) Hay un deseo de homicidio, que me sitúa ante el otro en cuanto contrincante, alguien que no sólo puede disputar mis bienes, sino disputarme y negarme a mí mismo; por eso le envidio (le temo y deseo) y le mato, con el intento de hacerme dueño de su vida.
(3) Tengo, finalmente, el deseo de robar y apoderarme de todo y no sólo de la mujer de mi prójimo, para hacerlo mío, como muestra la ley cuando me dice: No robarás.
Estos son los tres demonios inteeriores, que están en el fodo del capital-empresa-mercado de la primera tríada de males y del poder militar, ideológico y econñonico que dominan el mundo según el apocalipsis.
En este línea ha condensado Pablo los 10 mandamientos en tres, mirados desde su raíz (no adulterar el amor, no matar la vida, no apoderarse de todos los bienes. No hay mandamiento en relación a Dios, los tres nos relacionan con el prójimo (amarle bien, cuidar su vida, compartir loa bienes.
Estis sib kis nabdanuebtis cebtrkes de la vida que se condensann en uno: Amar al prójimo como a ti mismo. centrales ha recreado Pablo la tabla de los mandamientos, que nos sitúan en los campos de mayor conflicto (sexo, poder, bienes), en el lugar donde la vida debe controlarse por el mandamiento (no, no, no), en clave de teología negativa[12].
Como buen rabino, Pablo ha resumido la ley israelita en este último mandato negativo: «no desearás». Pero élsabe que esa barrera resulta insuficiente. Por eso invierte el tema y lo plantea en forma positiva, presentando un deseo más alto, no en forma de prohibición o negación, sino como despliegue vital: Amarás a tu prójimo. Más allá de la ley, que sólo puede culminar en forma negativa, «no desearás», viene a desvelarse un «mandamiento de gracia», que no es ya mandamiento, sino revelación de amor y que traduce en forma antropológica universal la exigencia teológica del shema israelita: «Escucha Israel, Yahvé nuestro Dios es un Dios único; amarás a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón...» (Dt 6, 4-5; cf. Mc 12, 29 par). Allí donde la ley pretendía cerrar con su mandato el camino del deseo, esta exigencia positiva extiende ante los hombres el más alto impulso y camino de un deseo de amor purificado, que les permite realizarse plenamente, siendo lo que son, lo que han de ser en Dios, como invitación y tarea de gracia. En este contexto ha proclamado Pablo la palabra decisiva de la antropología del Nuevo Testamento, que hemos visto ya en el centro de la tradición sinóptica: «Amarás al prójimo como a ti mismo» (VAgaph,seij to.n plhsi,on sou w`j seauto,n: Rom 13, 9; cf. Mc. 12, 31).
En la tradición sinóptica, ese amor al prójimo estaba vinculado al amor a Dios, en una línea que habían destacado ya algunos escribas y sabios judíos de aquel tiempo. Pues bien, Pablo no habla ya de dos amores, sino de un solo amor, que no se dirige ya directamente a Dios, sino al prójimo. Evidentemente, Dios tiene que estar y está en el fondo de ese amor, pero ya no aparece de manera expresa, como figura diferente, sino que está inmerso en el despliegue amoroso de la creación, como si el camino de la vida humana, la antropología total, se condensara en la segunda tabla de los mandamientos, en aquella que nos relaciona con el prójimo.
Según lo dicho, hay tres mandamientos «negativos» (no adulterar, no matar, no robar), que se condensan en uno (no desear). Pues bien, todos ellos quedan asumidos, superados y cumplidos, por la única gracia y mandamiento positivo del «agape»: amar al prójimo como a uno mismo, descubrir que el prójimo es mi vida y así amarla, amándome a mi mismo. De esa forma, el amor al prójimo viene a presentarse como expresión de la presencia de Dios.
Eso significa que el hombre y la mujer han de quererse a sí mismos queriendo al prójimo, al mismo tiempo, pues sólo queriéndose aceptan el don de la vida y pueden querer a los demás, de manera que la identidad (el yo) y la alteridad (el otro) se vinculan en un mismo despliegue de amor. Este es el culmen de la antropología del Nuevo Testamento, que Pablo ha situado, de un modo significativo en el contexto de una vida político/social donde los hombres no pueden ser amor, sino obediencia y deuda, en un mundo donde las cosas se cumplen por el miedo de la espada (cf. Rom 13, 1-7) [13].
Los tres mandamientos negativos se condensan en uno positivo: Amarás al prójimo como a ti mismo: Amarás, te amarás, por Dios es amor…Compartirás la vida del prójimo y le respetarás, como te respetas a ti mismo. Compartirás las riqueza con tuprójimo… porque Dios es tu (nuestr) riqueza, es tú (nuestra) vida. Dioes es tu (nuestro amor).
Comentanto este pasaje dijo Agustín, teólogo de la Trinidad: Dios es tu prójimo. Por eso, si amas a tu prójimo estás amando a la Trinidad, está siendo Trinidad: Vdes Trinitatem, si caritatem vides», «Pues bien, ves la Trinidad, si ves la caridad» (De Trinitate, VIII, 8). Buen dia de la Trinidad a todos.
[1] Así lo quiso Roma, donde algunos emperadores se pensaron representantes de Dios sobre la tierra. Sigue siendo clásico Th. Hobbes, Leviatán, Nacional, Madrid 1983; ed. original 1651. Cf. E. Peterson, El Monoteísmo como problema político, Trotta, Madrid 2000;.R. Mate, El ateísmo, un problema político, Sígueme, Salamanca 1973.
[2] El sistema comunista, oficialmente ateo, ha fracasado porque ha suscitado ideales de libertad y creación compartida: No ha cumplido lo que prometía. El capitalismo ha resistido a las críticas del marxismo y parece elevarse hoy como único sistema. Tiene elementos positivos, en un plano de libertad formal, creatividad y pluralismo ideológico. Pero en su forma dominante neo-liberal suscita grandes problemas, pues se define por la prioridad del capital, que parece extenderse como único Dios verdadero. En muchos sentidos, el marxismo era más idealista, moderno e ilustrado (incluso religioso) que el capitalismo, pero sus defectos (violencia, imposición burocrática...) le hicieron fracasar, de manera que ahora se eleva el capitalismo neo-liberal, como única como religión e ideología post-moderna, que todo lo convierte en producto y objeto de mercado donde se negocian por dinero las personas (cf. Ap 18, 11-13).
[3] Cf. R. Petrella, «Le Dieu du capital mondial»: Où va Dieu?, Revue de l’Univ. de Bruxelles 1999, 1, pp. 189-204.
[4]Esta religión del capital-mercado convierte en compra-venta los valores personales o afectivos, estéticos o lúdicos, para gloria de sí misma. Para ello necesita promover un tipo libertad de comunicación resulta nueva en la historia. Este es quizá el primer sistema que defiende una «tolerancia» básica, introduciendo expresamente en su estructura el poder de una comunicación, que tiende a ser mentirosa (2º Bestia de Ap 13), pero que también puede elevar su voz de crítica (como el profeta Juan del Apocalipsis). Hemos superado otros patrones de riqueza (ganadería, oro, petroleo...) y hemos puesto en el centro la palabra, abriendo así un camino que puede ser muy positivo: Dios es Palabra y allí donde ella se proclama (como hizo Jesús) puede abrirse un proceso de comunicación libertadora. Somos muchos los que (dentro del sistema neo-liberal) hemos conseguido una vida mejor, pero debemos expandir lo conseguido a toros, empleando en especial los medios de comunicación, de forma que ellos sean signos de transparencia humana
[5] Antes, los hombres y mujeres parecían fijados en un lugar, en contacto inmediato con la naturaleza, dentro de una economía y religión de subsistencia, determinados por el contexto social, divididos en clases y sexos, con funciones inmutables. Ahora, en esta economía de mercado, ya no estamos fijados de antemano, sino que podemos buscar nuestro camino y decir en libertad nuestra palabra, aunque corremos el riesgo de olvidar los valores ilustrados (y cristianos) de justicia y solidaridad interhumana
[6]Nadie la había presentado de forma tan precisa, desarrollando y destacando con tanta nitidez la perversión de la mentira, esto es, la opresión de una cultura (religión o propaganda, filosofía o educación, ideología) al servicio del poder de algunos y de la muerte de la mayoría. Juan nos ha ofrecido en la figura y rasgos de este Segunda Bestia una radiografía descarnada y demoledora de la "inteligencia sacral" puesta (vendida) al servicio de la Primera Bestia. A su juicio, hay algo peor que las armas y conquistas militares: la falsedad organizada de aquellos que las justifican esas armas y conquistas para su provecho. Estas dos Bestias (con la Prostituta que viene después) encarnan el pecado fuerte (o central) de la humanidad, tal como he mostrado en Antropología bíblica,Sígueme, Salamanca 2005. El judaísmo anterior no tenía conciencia de un "pecado total"que aparece aquí y en Rom 5.
[7]He ofrecido un estudio razonado y extenso del tema en Dios y el dinero. Teologìa y economía,Sal Terrae, Santander 2019. Cf. H. Schlier, Der Staat nach dem NT; Mächte und Gewalten nach dem NT; Jesus Christus und die Geschichte nach der Offenbarung des Johannes, en Id., Exegestische Aufsätze und Vorträge, II, Herder, Freiburg 1964; C. Bedriñán, La dimensión socio-política del mensaje teológico del Apocalipsis, Gregoriana, Roma 1996.
[8] Vestido y adornos, que aquí aparecen como pecado, vendrán a mostrarse después (cf. Ap 21, 2.9-21) como señal de gloria de la esposa, plenitud de la Ciudad escatológica. Ciertamente, el profeta no se opone al vestido y las joyas en sí, sino a la forma de adquirirlas y emplearlas y así aparecen en el texto (15, 4) como signo de engaño y de muerte. Por eso,ellas aparecen después (cf. 19, 8; 21, 2) como amor culminado: adorno de la Novia del Cordero, que se abre en amor a todos los humanos. Este motivo de las vestiduras preciosas, los mantos bordados, los adornos y coronas de oro y pedrería forma parte del culto posterior de las imágenes marianas de muchos santuarios.
[9] Esta Mujer se alimenta de la sangre de los santos, culminando así el pecado de aquellos malos pastores de Israel que "devoran la carne" de su pueblo" (cf. Miq 3, 1-3); por eso es impura y abominable (cf. Ap 17, 5-6). En ese fondo ha de entenderse el engaño deñ Nombre, escrito sobre su frente. No se llama Roma, Reina o Diosa, sino que lleva un título más ambiguo y engañoso: ¡Misterio! Conforme a la terminología apocalíptica, Misterio es la revelación de lo escondido en el principio y meta de toda realidad. Ella, la Mujer Prostituta promete a los suyos la revelación definitiva, pero sólo les ofrece en realidad mentira y muerte. Ciertamente, puede haber un misterio femenino positivo: la misma mujer, en su belleza y promesa de vida (y de un modo complementario el varón) es misterio, como ha mostrado E. Neumann, La grande Madre, Astrolabio, Roma 1981. Pero aquí el misterio es signo de mentira y destrucción. En este contexto se descubre el riesgo de un sacrificio destructor, que es un elemento básico de la religión entendida en forma de violencia, como ha destacado R. Girard, La violencia de lo sagrado, Anagrama, Barcelona 1995.
[10]Roma es un Caín hecho sistema social, ciudad que se construye y triunfa sobre bases de asesinato organizado, legalizado, sacralizado. Esto es lo que Jezabel no había reconocido: El triunfo del Sistema de Roma (y de aquellos que se benefician de ello: Reyes, Comerciantes, Marinos; cfr. 18, 9-19) está montado sobre la opresión y muerte de los degollados de la tierra (18, 24). Al interpretar la historia y sociedad de este manera, el Apocalipsis no cuenta una experiencia religiosa separada de la vida de los hombres, ni se ocupa de pequeños desajustes personales, sino que está descubriendo desde el evangelio de Jesús la más honda perversión de la humanidad que, por vez primera, puede verse como un todo, que se expresa y condensa de un modo privilegiado en Roma, como estructura de política sacral que parece muy gloriosa (la Ciudad imperio del mundo), pero que en realidad es sólo una máquina de muerteHe desarrollado el asesinato de Jesús como "compendio de todas las muertes" y pecado originalen Antropología Bíblica, Sígueme, Salamanca 2005.
[11]De esa forma, el signo de la Mujer Celeste (Ap 12, 1-3) recibe forma social: es el signo de Mujer-Persona de amor, que se opone al asesinato y robo de la prostituta Roma, que compra y vende todo, al servicio de su dinero (es decir, de la muerte). Esta mujer es el signo de una humanidad que se mantiene fiel a Dios, en gesto de amor generoso y comunión humana, tal como ha venido a expresarse en el milenio (Ap 20, 1‒6), para culminar en las Bodas del Cordero (Ap 21-22).
[12] Aproximación general al tema del «deseo» en A. Exeler, I dieci comandamenti, Paoline, Roma 1985, 159-169. Sobre Rom 13, 8-10, cf. C. K. Barret, Romans, Black, London 1973, 249-251; O. Michel, Romer, Vandenhoeck, Gottingen 1966, 323-327; H. Schlier, Romani, Paideia, Brescia 1982, 632-635; E. Käsemann, Romer, HNT 8a, Mohr, Tübingen 1974, 344-348; U. Wiickens, Romanos II, Sígueme, Salamanca 1992, 407-415.
[13] Sobre el «mandamiento del amor», K. Berger, Die Gesetzesauslegung Jesu I, BibS, Neukirchen 1972, 56-257; G. Bornkamm, «El doble mandamiento del amor»: Estudios sobre elNT, Sígueme, Salamanca 1983, 171-180; Ch. Burchard,«Das doppelte Liebesgebot in der frühen christlichen Ueberlieferung», en Fests. J. Jeremias, Vandenhoek, Göttingen 1970, 409-432; R. H. Fuller, «Das Doppelgebot der Liebe», en Fests. H. Conzelmann, Mohr, Tübingen 1975, 317-329; W. Grundmann, «Das Doppelgebot der Liebe»: ZZ 11 (1957) 449-455; W. Klassen, Love (NT andEarly Judaism), ABD IV, 381-396; H. Merklein, Gottesherrschaft als Handlungsprinzip, FB 34, Würzburg 1981, 100-104; H. Montefiore, «Thou Shalt Love Thy Neighbor as Thyself»: NovT 5 (1961)157-70; P. Coda, El Agape como Gracia y Libertad. En la raíz de la teología y la praxis de los cristianos, Ciudad Nueva, Madrid 1996; E. Jüngel, Dios, misterio del mundo, Sígueme, Salamanca 1984.