23.4.18. Fiesta del libro, día de Biblia: El libro es el hombre

Hoy se celebra en muchos lugares el día del libro, día de la rosa, día de la Biblia, de San Jorge, de Cervantes, de Shakespeare.

Biblia significa Libro por Excelencia (Los libros, en plural mayestático), y la palabra viene de Biblos, ciudad de Fenicia, donde se preparaban los mejores materiales (de cuero, papiro) para fabricar los libros.

Con esta ocasión quiero recordar no sólo los grandes o pequeños mercadillos de libros que se exponen en miles de plazas y ciudades, sino el sentido del libro del que ha vivido y vive la cultura de occidente, que es la Biblia, el libro por excelencia.

En esa línea hablaré de los diversos tipos de libros... poniendo de relieve el hecho de que judíos, cristianos y musulmanes... venimos del libro, y hemos dado el libro a la cultura humana, para siempre, sabiendo y diciendo que el Libro tiene mucho que ver con Dios (es Palabra de Dios), pero, al mismo tiempo, tiene mucho que ver con los hombres, porque, al fin y a la postres, el libro es el hombre, como dicen los cristianos:


El libro de Dios, que es la vida, se ha encarnado en el hombre,como se dice de Jesús (Jn 1, 14). ,

Buen día del libro a todos, buen libro a cada uno, con san Jorge (buen patrono armado), con Cervantes y con Shakaspeare, con Isaías y Dante, con Sófocles y Virgilio... con el Tao y el Popol Vuh, la Bagavad Gita y el Libro de los Muertos, Dante, Goethe, Dostoievsky... etc. etc.

magen 1: Última edición crítica de la Biblia Hebrea (Verbo Divino)
Imagen 2: Nueva edición de una Biblia para jóvenes.
Imagen 1: Diccionario del Libro/Biblia.. En la portada, Dios creando al Hombre que es su libro verdadero, con su mano derecha y con la Mujer-Sabiduría en su mano izquierda.
.

Cultura de libro, religiones del libro


En sentido estricto, sólo las religiones monoteístas pueden tener una Biblia o libro que contiene la revelación de Dios. Para que se pueda decir que ella es palabra de Dios tiene que haber un Dios que hable a los hombres, diciéndoles algo especial, revelándoles un tipo de secreto o misterio. En esa línea, podemos añadir que la Biblia es una teofanía o manifestación personal de Dios que sólo se da en las religiones proféticas, en las que Dios se manifiesta de un modo personal. Para situar mejor esta afirmación podemos distinguir varios tipos de religiones.

(1) Las religiones cósmicas o paganas ponen de relieve la presencia o manifestación de Dios en los fenómenos básicos del mundo o de la vida, especialmente en los procesos de la naturaleza (vida y muerte, cielo y tierra, plantas y animales, hombres y mujeres...). Estas religiones tienden a ser politeístas o panteístas; no tienen Biblia, pues su "libro" es el mundo y los diversos mitos de sus dioses, que suelen transmitirse de forma oral, aunque a veces toman forma escrita, como libros sagrados (el Popol Vuh entre los Mayas, el Libro de los Muertos en Egipto, los Vedas en la India etc).

(2) Las religiones místicas, más propias del lejano oriente (hinduismo, budismo, taoísmo) acentúan la presencia de Dios en el corazón humano. Según ellas, más que en el mundo, lo divino se despliega y manifiesta en el mismo proceso de interiorización, en la experiencia de liberación mental, en la hondura o vacío (=plenitud) de la mente que siente unida al Absoluto. Estas religiones tienden a ser panteístas. Pueden tener un tipo de libros sagrados, más o menos importantes (las Upanishadas de la India, el Tao de China, la Tripitaka del budismo), pero estrictamente hablando su Biblia es la vida interior de cada hombre o mujer, que descubre lo divino dentro de sí, a través de un tipo de yoga o meditación trascendental.

(3) El panteísmo supone de algún modo que todo es Dios y tampoco suele tener Biblia, pues Dios se manifiesta en cada una de las cosas: en la naturaleza exterior, en la vida de los hombres, en la cultura. Por eso, si todo es Biblia no puede hablarse de una Biblia especial. Actualmente parece estar más de moda un tipo de deísmo o agnosticismo, propio de aquellos que afirman que hay Dios, pero que no sabemos lo que quiere; tampoco aquí podemos hablar de Biblia, de un libro donde Dios vaya expresando su voluntad o su misterio. Panteístas y deístas pueden hablar de ciertos libros importantes de algunos pensadores orientales u occidentales (como Sankara o Krisnamurti, Plotino o Espinosa), pero estrictamente hablando no tienen Biblia.

Sólo las religiones monoteístas o proféticas (judaísmo, cristianismo, islam), que ponen de relieve la personalidad de Dios que se revela o manifiesta a través de las palabras y gestos (acciones) de unos hombres especiales, concebidos como mediadores o reveladores dentro de la historia, suelen tener Biblia. Ciertamente, judíos cristianos y musulmanes pueden aceptar de algún moto un tipo de Biblia cósmica (Dios les habla por el mundo) y también de la Biblia interior (Dios les habla por el corazón). Pero ellos aceptan y veneran sobre todo un libro o unos libros en los que Dios les habla de un modo especial.

Tres biblias, tres profetas.

Siguiendo la reflexión final del apartado anterior, podemos hablar de tres biblias o libros sagrados de Dios, como dijeron muchos Padres de la Iglesia y muchos teólogos antiguos.

(1) Hay una revelación cósmica, pues Dios habla por la naturaleza. En ese sentidos, seguimos siendo de alguna forma paganos: vemos a Dios y oímos su voz en el hermano sol, en la hermana luna, en la madre tierra y en la hermana muerte. El primer libro de Dios es el mundo del que formamos parte.

(2) Pero eso no nos basta y, como dice San Pablo en 2 Cor 3-4 3-4, la Escritura o Carta de Dios está escrita en nuestros propios corazones; sin esta Biblia interior, sin esta Palabra de Dios que resuena en nuestro corazón, no se puede hablar de revelación de Dios. Siguiendo en esa línea, decimos que cada hombre o mujer es Biblia para sus hermanos (como supone Mt 25, 31-46).

(3) Hay, finalmente, una Biblia Histórica, fijada en un libro, dentro de las religiones proféticas, que admiten la existencia de hombres especiales (Moisés, Jesús, Mahoma) por medio de los cuales Dios se ha manifestado o encarnado de un modo especial, tal como lo expresan los libros sagrados.

Las religiones proféticas pueden afirmar en un nivel la existencia de una teofanía y biblia cósmica, diciendo que Dios se manifestara por los grandes fenómenos y procesos de la naturaleza. Ellas admiten también la Biblia interior del corazón, por la que Dios habla directamente a cada hombre. Pero eso no les basta. Ellas añaden que existe una teofanía histórico, que ha quedado fijada en unos

libros sagrados.

Esas religiones confiesan que Dios se ha manifestado diciendo su Palabra personal, a lo largo de la historia o en momentos especiales, a través de ciertos hombres privilegiados, que son los profetas, vinculados de un modo especial con sus libros sagrados. En esa línea anterior, podemos afirmar que para judíos, musulmanes y cristianos teofanía y profecía se acaban identificando y las dos se concretizan por fin en las Escrituras. «De muchas maneras puede revelarse y se ha revelado Dios en otro tiempo, pero básicamente lo ha hecho a través de los profetas... (cf. Hebr 1,1). En esa línea, tenemos que situar a los profetas entre los hombres de Dios:

1. Los magos y sacerdotes paganos conciben a Dios como un poder que tenemos que manejar para ponerlo al servicio de los hombres (magos) o como una fuerza que es preciso aplacar a través de los sacrificios (sacerdotes).
2. Los místicos de la interioridad no quieren manejar a Dios ni aplacarle, sino sólo descubrirle dentro de ellos. Con ellos podemos citar a los sabios que descubren la profundidad divina del mundo y, sobre todo, de la vida humana.
3. Pero, en las religiones monoteístas, los verdaderos hombres de Dios son los profetas. Estas religiones han surgido gracias a la visión y a la palabra creadora de unos hombres que han sabido descubrir la voluntad de Dios y la han expuesto y propagado (promulgado) finalmente por escrito.


El profeta es un hombre que sabe escuchar la palabra de Dios. No es un chamán (extático), ni un contemplativo interior (un místico), ni un sacrificador (sacerdote). Ordinariamente es un hombre de acción, alguien que se encuentra inmerso dentro de las tareas y trabajos de este mundo y que allí, en el centro de este mundo, descubre y discierne la el misterio de Dios.

Siendo oyente de la palabra de Dios, el profeta es un hombre comprometido en la tarea social: ha descubierto la voluntad de Dios y la proclama: por eso denuncia los males de la sociedad, anuncia el juicio de Dios y quiere que los hombres respondan en gesto de conversión y fidelidad intensa. En ese aspecto, el profeta es un vigía, un testigo de la obra de Dios entre los hombres. Hay profetas en otras religiones, pero los auténticos creadores del monoteísmo abrahámico, los inspiradores de la Biblia (judía, cristiana, musulmana) surgieron en los siglos VIII al V a. C. En esa línea, en el credo cristiana, que en el sentido más profundo pueden admitir y admiten judíos y musulmanes, decimos que el Espíritu santo de Dios habló por los profetas, pudiendo añadir que su palabra ha quedado fijada en la Biblia (o en el Corán).Para los judíos el profeta definitivo es Moisés, que escuchó la Palabra de Dios en el Monte Sinaí. Para los cristianos, es Jesús, Palabra de Dios encarnada. Para los musulmanes, es Mahoma, que ha visto el Libro de Dios y lo ha ido traduciendo y expresando en árabe, como Corán para los creyentes.

3. Religiones del Libro, Libros sagrados.

Volvamos al principio.

(1) Las religiones cósmicas o paganas, propias de tiempos en que la Escritura tenía menos importancia, solían transmitirse por tradición oral de manera que sus libros (con rituales litúrgicos y mitos) solían ser secundarios.

(2) Las religiones de la interioridad, propias de las grandes culturas de Asia, conocen bien el libro, pero en general no tienen libros sagrados, sino que dejan que cada uno descubra por sí mismo la verdad.

(3) Parece que el primero que distinguió claramente entre religiones sin libro (que para él eran paganas, primitivas, incultas) y religiones con libro o más cultas (judaísmo y cristianismo) fue Mahoma. Él se situó en la línea de esas religiones del libro y pensó que debía culminarlas, pues, a su juicio, él fue descubriendo en el cielo, con la ayuda del ángel Gabriel, el verdadero libro de Dios, que fue transmitiendo en su palabras reveladas (el Corán). Desde ese fondo quiso distinguir dos tipos de religión:

Las religiones sin libro se expresan en una tradición que puede cambiar, pues no está fijada en un documento normativo. Son "paganas", del pago o campo, lugar que se considera inculto, y se mueven en un plano de naturaleza. En contra de eso, en el nuevo contexto de Mahoma, la verdadera cultura se identificaba con la Ciudad (la Meca) y con el Libro, que se suponía revelado y escrito para siempre, como expresión de una voluntad positiva y clara de Dios. Según eso, las religiones del libro poseen un Documento que puede presentarse como norma religiosa y código civil. En ellas, Dios se expresa como un Testamento o Alianza, fijado por escrito para siempre. Eso significa que las religiones del Libro (judaísmo, cristianismo e Islam), fijan para siempre su fe monoteísta en una Palabra que se recita y se lee, invariable por siglos.

Hasta hace poco tiempo, muchas grandes culturas (y muchos hombres cultos, entre ellos la mayoría de nuestros antepasados) no sabían leer. Por eso transmitían su saber y tradición de otra manera. Podían tener una Revelación de Dios, no la habían fijado en un texto. En esa línea, suele suponerse que las religiones del libro son más modernas y profundas. Pero esto hay que tomarlo con bastante humor, pues han existido religiones muy profundas sin libro y libros religiosos, considerados como sagrados por ciertos grupos y sectas (tanto en el cristianismo como en el hinduismo y budismo), que son muy superficiales.

Para fijarnos ya en las religiones del libro, podemos decir que ellas tienen estos elementos principales.

1) Son religiones de la Palabra: conciben la presencia de Dios en forma de relato, mandato o ley que se puede codificar en un discurso fijado en forma cultural escrita.

2) Son religiones históricas, de manera que su experiencia de Dios se vincula con lo que han dicho los hombres de un tiempo determinado, que han fijado su enseñanza en textos (relatos o doctrinas) que se vuelven normativos.

3) Son religiones dogmáticas en el sentido profundo del término: tienen un Libro que transmite la voluntad de Dios, que expresa su Ley y conserva los relatos que los hombres han trazado sobre Dios.

4) Son religiones de escribas, es decir, de gente que sabe leer e interpretar los textos sagrados, aunque aquí como veremos existen fuertes diferencias.

4. Tres libros, tres religiones.

En el principio de la historia y de la religión de Israel no había libro. Había religión, se trasmitía la palabra de Dios (en leyes, relatos y tradiciones), pero sin un Escrito normativo (por lo menos hasta el siglo VI a. C). Por eso debemos afirmar que había religión israelita antes que Libro. Además, en general, los profetas proclamaban sus oráculos y realizaban sus gestos, recordados por la tradición posterior, pero no escribían libros canónicos, como sucederá después. Desde aquí podemos entender también lo propio del cristianismo y del Islam, en su relación con los libros sagrados.

a. El Judaísmo actual nació con el Libro, en el momento en que los israelitas fueron codificando su experiencia en forma de Libro, desde la vuelta del exilio (siglo V a. C.) hasta el establecimiento de la federación de sinagogas (tras el 70 d. C.). Debemos añadir, sin embargo, que el judaísmo definitivo, centrado en la Misná, no ha nacido sólo por un Libro, sino en torno a una Ley, transmitida en doble forma: por el Libro (centrado en el Pentateuco, pero que contiene también los oráculos de los profetas y los Escritos, constando así de tres partes: Torah o Ley, Nebiim o profetas y Ketubim o Escritos) y la Tradición oral (codificada por la Misná). Estrictamente hablando, el judaísmo no es religión de libro sino de Ley (presente en Libro y Tradición) y del pueblo (fundada en la identidad de una nación, que nace de la llamada y elección de Dios).

b. Cristianismo. El primer libro sagrado de Jesús y de sus seguidores fue la Biblia hebrea, pues ellos siguieron siendo judíos. Pero pronto interpretaron ese libro desde la experiencia mesiánica de la vida y pascua de Jesús, que apareció ante sus ojos como verdadera revelación de Dios. Más tarde, ellos añadieron al libro anterior de Israel (al que ahora llaman Antiguo Testamento) una segunda parte sobre el mensaje de Jesús y de la Iglesia (llamada Nuevo Testamento). De esa forma pusieron a Jesús y al Nuevo Testamento en el lugar donde los judíos situaban al pueblo y a su tradición oral (codificada en la Misná y el Talmud). Hay, sin embargo, una gran diferencia: los judíos ven las dos realidades (Biblia y Tradición del pueblo) en forma paralela, como expresiones de un mismo contenido; por el contrario, los cristianos interpretan la vida y pascua de Jesús (su Nuevo Testamento) como culminación y plenitud del Antiguo Testamento, de tal forma que uno (Antiguo Testamento) lleva al otro (Nuevo Testamento) donde se cumple y culmina, recibiendo su auténtico sentido.

c. Los musulmanes tampoco han empezado con un libro sino con una Recitación, con el mensaje de Mahoma interpretado como compendio de la verdad eterna de los profetas anteriores (especialmente de Moisés y de Jesucristo). Esa Recitación (que eso significa Corán) proviene básicamente de un hombre: Mahoma. El Corán es texto declamado antes que leído, es palabra proclamada antes que escrita. Sólo tras la muerte de Mahoma el Corán se convirtió en Libro Escrito y recibió tal importancia que los musulmanes declararon superadas las revelaciones parciales (y en parte corrompidas) de Judíos y cristianos. Así abandonaron la Biblia judía y cristiana.

La Biblia israelita surgió a lo largo de mil años de historia, con textos de diversos autores, escritos en muchas formas literarias. La Biblia cristiana del Nuevo Testamento es también obra de tres generaciones de creyentes. Ambos son libros para leer y meditar, para vivir y recrear el camino de la fe, de manera que fueron recibiendo nuevos sentidos a medida que avanzaba la vida del pueblo creyente. Por el contrario, el Corán es texto de un solo hombre, un conjunto de poemas y enseñanzas recitadas por Mahoma en unos 20 años y recopilados por sus discípulos inmediatos. Desde ese fondo podemos fijar la función del Libro sagrado en cada caso:

a. Judaísmo. Ben Sira, el autor del libro del Eclesiástico, decía, ya a comienzos del siglo II a. C, que la Hochma o Sophia, es decir, la Sabiduría de Dio,s se hizo Libro (Ley de vida) para el pueblo: «La Sabiduría se alaba a sí misma, se gloria en medio de su pueblo diciendo: Yo salí de la boca del Altísimo y como Nube cubrí la tierra...En el principio, antes de los siglos, me creó, por los siglos nunca cesaré. En el Santo Templo ofrecí culto, en la Ciudad Amada me hizo descansar. Eché raíces en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad... ¡Venid a mí todos los que me amáis, saciaos de mis frutos...! Todo esto es el Libro de la Alianza del Dios altísimo, la Ley que nos mandó Moisés” (Eclo 24,1.3.9-10.19.23). El verdadero Libro de Israel es la Ley, norma de vida para el Pueblo escogido.

b. Islam. El judaísmo rabínico decía ya que Dios contempla y lee eternamente el Libro de la Ley. El Islam avanza en esa línea, afirmando que Dios tiene y contempla siempre el Libro de la vida y destino de los hombres. Así lo descubrió Mahoma el día de la revelación primera, cuando Yibril (=Gabriel) se le apareció «a la distancia de dos arcos o aún más cerca, junto al Loto del límite». Allá donde se encuentra el principio de todas las cosas, descubrió Mahoma el misterio de Dios como Palabra Escrita que debía recitar (Corán 53,10-14). Por eso puede hablar de un Descenso del Libro: «Es cierto que lo hicimos descender en la Noche del Decreto... La Noche del Decreto es mejor que mil meses. En ella descienden los ángeles y el Espíritu (=Yibril, Gabriel) con las noticias de tu Señor para cada asunto» (Corán 97). La Madre del Libro, la Escritura prototípica, sigue estando en el cielo, ante Dios, desde siempre (Corán 43, 3, 56, 77-78). Día a día, en largo proceso de reconocimiento creador, Mahoma va recibiendo y exponiendo su contenido: «Así es como te revelamos un Corán árabe, para que adviertas a la Madre de las Ciudades (=La Meca) y a los que viven en sus alrededores y para que les pongas en guardia contra el día indudable del Juicio» (Corán 42, 7). .
c. Cristianismo. La Palabra de Dios (que judíos o musulmanes ven como Ley o Recitación) se hace Hombre. Lo que Dios contempla y ama por toda la eternidad no es un libro sino una persona (su Hijo). La revelación o descenso del misterio de Dios se identifica así con la Encarnación histórica del Hijo de Dios (que forma parte del misterio trinitario). Por eso, la Palabra originaria y creadora, vida y luz de los hombres, no es un Libro sino el Hijo de Dios encarnado (cf. Jn 1). Como decía San Ignacio de Antioquia, en torno al 120 d. C., en contra de los gnósticos que hacían interpretaciones extrañas de la Biblia, «mi libro y archivo de Dios es Jesucristo» (a los Filadelfios 8). En ese sentido, los cristianos decimos que la revelación verdadera de Dios no es un libro (Biblia), sino un Hombre (Jesús), cuya vida sigue presente en el mundo a través del amor mutuo de los creyentes, en la Iglesia. La Biblia es importante, pero sólo en la medida en que expresa el sentido de Jesús.

5. Tres religiones, tres maneras de entender el Libro. Partiendo de las observaciones anteriores, podemos indicar las notas más salientes de cada una de las tres religiones, con sus propios libros.

1. El judaísmo es religión del Libro de la Ley y del Pueblo que la cumple. Es importante para los judíos la transcendencia de Dios, la historia de su revelación y el mismo Libro santo (la Mikra, con sus tres partes: Pentateuco, Profetas, Escritos); pero en un sentido estricto, el judaísmo se define como religión de la Ley (de un tipo de vida que Dios mismo ha revelado para sus elegidos de su pueblo) y del Pueblo que la cumple, para así ofrecer así una señal de Dios a todas las restantes naciones de la tierra. Los escribas judíos (los grandes rabinos) no se preocupan por deducir de la Biblia unas teorías sobre Dios o sobre el mundo, sino por fijar a partir de ella y de las tradiciones unas normas de vida. Les importa la ortopraxia más que la ortodoxia. Ciertamente, los judíos creen que la Ley es gracia, don de Dios, revelación de un misterio que les sobrepasa, regalo sagrado y salvador que Dios mismo ha querido dar a su pueblo para guiarle sobre el mundo. Pero, al mismo tiempo, los judíos se sienten llamados (casi obligados) a cumplir esa Ley como norma de vida nacional. Por eso, un judío es un hombre que se sabe vinculado a un pueblo elegido, con una ley religiosa, que por gracia de Dios es capaz de cumplir.

b. El cristianismo, religión de Encarnación mesiánica. Allí donde los judíos ponen la Ley, ven los cristianos al Hijo de Dios, unido al Padre, dándonos su Espíritu. En ese aspecto, en el principio de su fe se encuentra (al menos implícitamente) la confesión trinitaria. Lógicamente, más que de una revelación del Libro, ellos hablan de una encarnación del Hijo de Dios en la vida y pascua de Jesús que aparece ahora como principio y cabeza del nuevo pueblo de Dios que desborda el ámbito judío y se abre de forma misionera a todas las naciones de la tierra. Sin duda, a ellos les importa también la ortopraxia, pero han puesto también de relieve la ortodoxia y, de un modo especial, la experiencia de la gracia universal. Lo que define a los cristianos es la experiencia mesiánica de liberación abierta a todos los pueblos de la tierra. Por eso, ellos han de ser testigos de la gracia universal. Por eso entienden toda la Biblia desde Jesús, centrándola en su mensaje (Sermón de la Montaña) y en la experiencia de su Pascua (Muerte y Resurrección).

c. Sólo el Islam acaba siendo la religión profética por excelencia, la religión del Libro: Dios se manifiesta a través de la palabra de Mahoma, recogida en el Corán, formando una comunidad que quiere estar abierta a todos los hombres de la tierra, en gesto de fuerte sumisión a la voluntad de Dios. Los musulmanes no tienen pueblo escogido, en el sentido judío del término. Tampoco creen en la encarnación de Dios (ni en Cristo ni en Mahoma ni en ninguno de los hombres). Ellos insisten en la revelación del Libro de Dios (Corán), trasmitida por Mahoma a todos los pueblos de la tierra. Esa revelación suscita el Islam, término emparentado con sahlam/shalom que significa, al mismo tiempo, sumisión (a la voluntad de Dios) y pacificación (culminación de la historia, reconciliación entre los humanos). Según eso, más que alguien que cumple (judío) o que agradece y expresa en forma misionera la liberación ya realizada (cristiano), el musulmán es alguien que acepta la voluntad de Dios, tal como se expresa a través de la palabra de Mahoma (del Corán), para ajustar su vida a ella.

Podemos resumir el tema. El judaísmo interpreta la Palabra de Dios o Biblia como ley nacional, identificando la voluntad de Dios con su identidad de pueblo elegido, esperando la paz escatológica en que se unirán todos los pueblos. El cristianismo entiende la Biblia, centrada en el evangelio, como expresión de la presencia de Dios en Jesús, donde el Reino de Dios se ha hecho ya presente para siempre. El islam entiende la Palabra de Dios, expresada en el Corán, como norma definitiva para todos los pueblos.

8. Nota conclusiva. Interpretación de la Escritura. La Biblia es, por tanto, un libro que debe ser interpretado. Así lo ha destacado cada una de las tres religiones monoteístas

a. Islam. Riesgo de una interpretación literalista. La mayoría de los musulmanes tienen miedo a las ciencias humanas, especialmente al estudio histórico-crítico del Corán, como si la Palabra de Dios no tuviera nada que ver con el desarrollo psicológico y social de los hombres. Para ellos el Corán es Palabra de Dios al pie de la letra, en la forma en que lo dictó Mahoma y lo recogieron los primeros musulmanes. Por eso, no analizan literariamente su Escritura, ni sus tradiciones religiosas, como si el Corán fuera sólo Palabra de Dios y no fuera también palabra humana. El día en que lo haban, podremos iniciar una nueva etapa de diálogo religioso con ellos, comparando mejor Biblia y Corán.

b. Exégesis judía. Interpretación nacional. La Biblia judía quedó fijada más o menos en tiempos de Jesús y desde entonces no ha cambiado el texto, pero sí las interpretaciones que se han hecho utilizando diversas técnicas literarias: el pesat buscaba el sentido literal o directo; el derás: buscaba el sentido derivado, sacando conclusiones; la halaká interpretaba los textos legales y la hagadá los textos históricos. Actualmente, judíos y cristianos leen juntos el Antiguo Testamento (la Biblia Israelita), pero los judíos lo hacen desde la vida y ley del pueblo de Israel y los cristianos desde Jesús (con la ayuda del Nuevo Testamento).

c. Exégesis cristiana. Los cristianos toman su Biblia como expresión de la Palabra de Dios, que se ha expresado de forma privilegiada en el camino que va de Israel a Cristo. No niegan el valor sagrado de otros libros, de oriente y occidente, y en especial del Corán, al que pueden toman y toman también como sagrado. Pero, para ellos, la revelación básica de Dios se da en la Biblia judía y de un modo especial en los evangelios del Nuevo Testamento, que trasmiten el testimonio de Jesús, para ser acogido y actualizado. Ellos confiesan en su Credo que el Espíritu Santo "habló por los profetas" y por eso ellos quieren entender la Escritura con la ayuda del Espíritu Santo.

A lo largo de la historia se han dado varias formas de lectura cristiana de la Biblia, que no se oponen, sino que pueden y deben completarse:

(a) Modelo patrístico y medieval antiguo. Algunos Padres y teólogos (Orígenes o San Agustín) elaboraron tratados sistemáticos (De los Principios, La Ciudad de Dios...). Pero en su conjunto, la teología consistía en el estudio de los textos bíblicos, desde sus diversas perspectivas: la exégesis literal fijaba la “historia” o argumento básico de los textos; la exégesis alegórica buscaba en sentido más profundo, de tipo dogmático, desde la unidad de la historia de la salvación; la exégesis moral o tropológica aplicaba los textos a la vida de los creyentes; la exégesis anagógica ofrecía una interpretación más mística y escatológica de los textos. La iglesia oriental ha seguido en la línea anterior, destacando la importancia de la liturgia y de la meditación interior para comprender la Escritura.

(b). Método escolástico. A partir del siglo XIII se inició una elaboración general de la teología separada de la Biblia. De esa forma se organizaron los grandes tratados sistemáticos... que han seguido hasta la actualidad. La exégesis se independizó de la teología sistemática y viceversa. Los teólogos acudían a la Biblia sólo para buscar un “apoyo” a sus afirmaciones dogmáticas; por su parte los bíblicos tendían a separarse de los teólogos, haciendo un estudio puramente filológico de Sagrada Escritura.

(c) Modelo protestante. Rechazando el esquema escolástico y la interpretación normativa de la Biblia, hecha sobre todo por la jerarquía, Lutero y los protestantes, a partir del siglo XVI, pusieron de relieve la lectura e interpretación personal de la Biblia. Esa lectura protestante ha sido ejemplar y ha hecho posible el estudio científico de la Biblia, tal como se ha desarrollado sobre todo en el siglo XIX y XX, pero corre quizá el riesgo del subjetivismo.

(d) Modelo católico, modelo abarcador. El Vaticano II (DeiVerbum) ha buscado un modelo teológico integrador, que vincule otra vez la exégesis bíblica con la teología y la espiritualidad, recogiendo los más valiosos elementos de la tradición antigua, de la exégesis oriental y de la interpretación protestante, pero desde la propia perspectiva católica.
Volver arriba