Mi Jesús 4. En la plenitud de los tiempos: Jesús y el César.

Jesús y el César son los personajes más importantes de la historia antigua de occidente, en el tiempo que va del 100 a. C. al 100 d. C. Ellos han marcado de un modo profundo el futuro de Europa y del mundo entero, en plano político y religioso. Jesús de Nazaret murió condenado por los representantes del César romano (a pesar de que aquel César era portador de grandes valores. El César de hoy resulta mucho más mezquino y peligroso que el de Roma, mucho más cínico y destructor, vistiéndose incluso de plumas falsas que dicen ser cristianas. Los representantes del pequeño César de finales del siglo XX mataron en el salvador a Romero a Ellacurïa y a otros muchos. Su recuerdo me invita comparar una vez más a Jesús y al César, siguiendo el tema de Hijo de Hombre. Historia de Jesús Galileo (Tirant, Valencia 2007).

Introducción

Después de haber presentado varios personajes importantes del entorno judío de Jesús (Judas y Hilel, Maestro de Justicia, Filón y Josefo), resulta conveniente hablar de un soldado y político que marcó de forma duradera la identidad del Imperio del que Jesús formaba parte. Nos referimos a Cayo Julio (por sobrenombre César, porque, según algunos, había nacido por una cesárea), a quien muchos tomaban como Hijo de Dios (que “ser divino” que revivía y se expresaba a través de sus sucesores, los césares romanos). El mismo Jesús compara y contrapone a Dios y al César (cf. Mc 12, 14-17). Más tarde, una larga tradición cristiana, centrada el Apocalipsis, presentará la historia como lucha entre Jesús, Señor mesiánico, y el César, Señor imperial.

Jesús y el César siguen enfrentados, no sólo en Salvador, sino en España y en el mundo entero. No menospreciemos el poder del César para hablar de Jesús. Para que el tema resulte un genérico, quiero presentar hoy a Jesús ante el viejo César romano. Será conveniente que los lectores hagan la transposición y le presenten ante el César actual ¿el dinero? ¿el ejército? ¿el mercado?. El tema es amplio. Pensemos.

El César romano

Actualmente resulta difícil comprender la conmoción que produjo el surgimiento de los césares de Roma, a partir de la figura enigmática y fuerte de Cayo Julio César (100-44 a. C.), que trasformó la vida y la política de muchos ciudadanos del Imperio, que surgirá en su nombre (bajo su inspiración), a partir de Octavio (27 a. C.), que se llamó Augusto (Supremo, Divino), y recibió el sobrenombre de “césar”, como sus sucesores. De esa forma, el mismo Julio, llamado César por su nacimiento (por cesárea) y asesinado el año 44 a. C. por los partidarios del viejo orden social republicano, entre los que se hallaban algunos de sus protegidos-amigos, vino a convertirse en signo de “divinidad” de la Roma Eterna, un Dios que revive y se perpetúa en cada uno de los emperadores.

Eso significa que el César asesinado re-vive (re-sucita) en sus sucesores, haciéndoles portadores del poder divino. Cada nuevo emperador será un César-Dios, presencia de la divinidad que actúa y se revela a través del poder y de la gloria eterna de Roma, que ha llegado ya, como dijo Virgilio (70-19 a. C.) en su Égloga IV. En esa línea podríamos hablar de una “resurrección” o presencia política del César-Dios en los emperadores, viendo a Roma, como encarnación imperial del ser divino.

Lógicamente, Jesús ha tenido que situarse al trasluz y en el trasfondo del emperador romano. Sin duda, él no quiso ser un “césar”, no intentó conquistar y mantener el “reino” por armas y dinero, imponiendo así una paz política imperial. Pero lo que César hizo y siguió haciendo en un plano político-militar lo hizo Jesús en otro plano: anunció y preparó la llegada de un Reino universal, por gracia de Dios, desde los pobres, no por armas y dinero, a partir de los ricos y fuertes. Roma simbolizaba la racionalidad religiosa y social, que se impone por la fuerza, desde los más capaces. Jesús es el carisma, la gratuidad hecha proyecto de Reino, que se eleva a partir de los pobres. Lógicamente, los primeros cristianos compararán a Jesús y al César, distinguiendo y vinculando las dos perspectivas.

Jesús y los césares

Por eso, una biografía de Jesús que no le sitúe en los tiempos del Cesar Augusto (cf. Lc 2, 1) y de Tiberio (Lc 3, 1) y, más en concreto, de Pilato, su representante en Judea (cf. Mc 15, 1-44 par), será deficiente. La referencia al gobernador romano (padeció bajo Poncio Pilato) forma parte esencial del Credo cristiano. Si desaparece el “gobernador” desaparece el “cristo”; si no está al fondo el reino (imperio) romano no se puede hablar de Reino cristiano. Pero eso no puede justificar exageraciones, como las de aquellos historiadores (o pseudo-historiadores) que siguen diciendo que la “biografía mesiánica” de Jesús es sólo la aplicación y adaptación judía de la biografía imperial del César. En contra de eso, pensamos que la biografía de Jesús (situada, evidentemente en un espacio y tiempo en el que influye poderosamente la del César) tiene rasgos propios y distintos, que desbordan el nivel de Roma.

La obra más reciente que conozco sobre el tema es de F. Carotta, Jesus was Caesar: On the Julian Origin of Christianity. An Investigative Report, Gazelle Books, Lancaster 2004. Traducción española parcial, on line: www.carotta.de/subseite/texte/jwc_s/vp. y carotta.de/subseite/texte/jwc_s/crux1.html. Carotta supone que el mito imperial de César, divinizado tras su asesinato y universalizado por Augusto y sus sucesores, ha recibido en Jesús una forma particular judía, adaptada al genio de la religión israelita, para expandirse de esa forma, primero en Roma y después en el mundo entero. Esa opinión resulta, a mi juicio, insostenible, como iremos viendo en lo que sigue: Jesús no es una simple adaptación judía, monoteísta y piadosa, del mito universal del César político divino. Pero es evidente que entre ambos, el César y el Cristo, y se han dado convergencias muy significativas, no en detalles de lugares y anécdotas librescas, sino en la experiencia de fondo. Era un momento propicio (¡plenitud de los tiempos! Gal 4, 4) para que surgiera no sólo el César (signo del imperio mundial), sino también Jesús (signo de comunión pacífica de todos los hombres).

Diferencias

Sin duda, las dos grandes figuras no sólo pueden, sino que deben compararse. Dejando ahora a un lado las aportaciones del mundo helenistas, César y Jesús han expresado y realizado, con cien años de diferencia, las dos aportaciones básicas del mundo occidental antiguo, uno en línea de política (César), otro en línea de humanidad integral (Jesús). Sus biografías tienen varios elementos de contacto: los dos han sido asesinados por sus “enemigos” y su memoria ha pervivido y se ha expresado (ha resucitado) a través de sus sucesores: en un caso por el Emperador (único César), en otro caso por todos los cristianos (todos son Cristo, lo mismo que Jesús).
A César le asesinaron, en el centro del Senado romano, unos conspiradores políticos, que fueron derrotados después por otros políticos romanos y especialmente por Augusto que, en nombre del asesinado, creó un imperio económico, militar y religioso, de dimensiones pretendidamente mundiales, algo que nunca había existido. A Jesús (que había nacido ya en tiempo del César Augusto) le mataron legalmente, los representantes del Templo de Jerusalén y del nuevo César Tiberio; pero sus discípulos, sin luchar externamente contra los sacerdotes o los soldados del César, crearon una iglesia o comunidad religiosa que se extenderá no sólo en el imperio de Roma, sino por otras partes del mundo, a las que no había llegado el Imperio de Roma .
César y Jesús fueron distintos y, sin embargo, compartieron muchos rasgos que iban a cambiar la historia del mundo, sobre todo en occidente. La trama de sus relaciones (unidas al influjo del pensamiento helenista, que hemos visto representado por Filón) todavía no ha llegado a su fin. Por eso, en la historia de Jesús sigue siendo necesaria una referencia al César. Hemos evocado el tema, en perspectiva de jerarquía eclesial, en Historia y futuro de los papas. Una roca sobre el abismo, Trotta, Madrid 2006.

Pregunta

¿Hay actualmente en el mundo algún César de altura o los políticos de turno son meros enanos en comparación con el viejo César de Roma y sus sucesores?

En caso de que exista ¿qué es lo que el César actual pide y exige de sus fieles¿ ¿qué les promete?
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