Hoy, a las 20:00 en transmisión abierta por Youtube M. Angeles. L. Romero y X. Pikaza dialogan sobre 'Job. Los caminos adversos de Dios'

Webinar sobre Job
Webinar sobre Job

M. Ángeles López-Romero, directora de Ediciones San Pablo (Madrid), y X. Pikaza, teólogo y autor de un libro titulado "Los Caminos Adversos de Dios", dialogan esta tarde (08.10,20, a las 20 horas) sobre Job (su problema, mensaje y pregunta), en transmisión abierta (you-tube), ofrecida desde la Librería Paulinas de Granada.

Ambos han querido releer la historia de Job, desde el pasado de su vida (de su libro) y desde el presente de una humanidad que hoy plantea sus mismas preguntas en un tiempo "adverso" de coronavirus, cuando muchos siguen buscando chivos expiatorios para echarles la culpa y condenarles,  como hacían con Job sus "amigos"

Así discutirán (discutiremos) esta tarde. A modo de introducción al tema he querido evocar unas palabras clave de Job que le dice a Dios: Podrás matarme, pero te seguiré esperando, incluso tras la muerte, hasta que me des una respuesta, porque la justicia está sobre la muerte...

Hasta esta tarde, quienes quieran escucharnos a M.A. López-Romero y a un servidor, en you-tube, que se emite desde librería Paulinas de Granada

La librería Paulinas de Granada celebra estos días la semana del libro. Dentro de ella tendrá lugar, este jueves, día ocho de octubre, a las 20 horas,una presentación y dialogo entre su autor (X. Pikaza) y la directora general de Ediciones San Pablo, España (M. Ángeles L. Romero), sobre Los Caminos Adversos de Dios. Lectura de Job que se podrá seguir por you-tube: https://youtu.be/qyevMc3FkmY

LOS CAMINOS ADVERSOS DE DIOS

    El lector u oyente interesado  podrá seguir la presentación por you-tube, con introducción y preguntas de M. Ángeles L. Romero (periodista, directora de la Editorial San Pablo) y el autor X. Pikaza.

Como "introducción" he querido citar y comentar brevemente uno de los capítulos más intensos del libro de Job y de toda la Biblia, aquel donde Job le dice a Dios: "Me podrás matar, pero yo te seguiré retando, esperando tu respuesta". Job proclama así que la justicia (la reparación de las víctimas) está por encima de un dios violento, que podría matarle. En otras palabras, dentro de una visión bíblica,  Job sabe más (es más justo) que el Dios de la pura fuerza y la venganza. 

M. Angeles Lopez Romero - YouTube

(M. Ángeles López Romero)

Ha existido una lectura masoquista de Job, a partir de 13, 15, donde la Vulgata traduce: etiam si occiderit me, in ipso sperabo (aunque me mate,seguiré esperando en él). Esta es la lectura de una víctima que "espera" en su verdugo, que se sigue poniendo en sus manos... Esta lectura de los "jefes" (amigos de Job) ha sido propiciada por las instituciones, pero va en contra del mensaje original del libro. 

Cantos al Dios que que nos mata... Muchos "fieles sometidos" han cantado emocionados, con música de H. S. Bach, esta canción del Job sumido:(Jesus meine Zuversicht, JesusChrist my sure defense,Jesús mi confianza, invocando y venerando al Dios a quien amamos cuando (porque) nos mata, como sacrificio elevado a su fuego... en contra del libro de Job.   

Pero el Job verdadero del libro desafía a Dios. Job no dice “seguiré esperando (=confiando) en Dios aunque me mate”, sino "le seguiré esperando", le seguiré aguardando, exigiendo una respuesta.  Dios puede matarme, y lo hará quizá,  pero yo mantengo mi palabra, y le aguardaré, aunque sea tras la muerte, porque me debe una respuesta.

Job 13. Aunque me mate, le seguiré esperando 

           Está al borde del abismo, sabiendo que va a morir, pero necesita conocer por qué, y por eso llama a Dios, y así le emplaza: ¡Puedes matarme, y yo lo acepto; pero no puedo soportar que estés callado y no me des razones! Morir pertenece al destino de la vida, y así lo acepta Job; pero quiere saber por qué debe morir de esa manera, víctima de los poderosos, que le abruman con mentiras. Por eso apela al Dios más alto, para razonar con él, y si no puede hacerlo en esta vida, espera hacerlo tras la muerte, pues no es necesario vivir, pero sí saber por qué se vive, en la línea de un adagio latino de Plutarco (navigare necesse est, vivere non: navegar es necesario, vivir no).

13. 7 ¿Diréis iniquidad por defender a Dios? ¿Hablaréis a su favor con engaño?8 ¿Seréis parciales por él, como abogados falsos, para defenderle? 9 ¿Qué pasará si os examina?¿Os burlaréis de él como de un hombre? 10 Él os reprochará sin duda, si actuáis secretamente, con parcialidad. 11 ¿No os sobrecoge su Majestad, no os aplasta su pavor?

12 ¡Vuestras palabras son ceniza y vuestras defensas son de lodo! 13 Dejadme en paz, y hablaré, no me amenacéis con lo que puede pasarme. 14 ¿Pensáis que debo arrancar mi carne con mis dientes o mis manos? 

15 Aunque me mate, le seguiré esperando, con tal de defenderme ante él.16 Eso me bastaría, porque el impío no podrá entrar en su presencia. 17 Escuchad bien mi razonamiento, que mi declaración llegue a vuestros oídos. 18 Atended ahora: He preparado la causa, y sé que seré justificado.19 ¿Quién litigará conmigo? Porque si él venciera yo callaría y moriría 

20 Solo dos cosas has de hacer, oh Dios, conmigo, y no me esconderé: 21 Aparta de mí tu mano, y que no me espante tu terror. 22 Llámame luego y yo responderé; o yo hablaré y tú me responderás. 23 ¿Qué iniquidades y pecados tengo? Muéstrame mi culpa y mi pecado.

24 ¿Por qué escondes tu rostro y me tomas como a un enemigo? 25¿Romperás una hoja que lleva el viento, perseguirás una paja seca? 26 ¿Por qué me amargas y me cargas con pecados de mi juventud? 27 Pones además mis pies en el cepo, vigilas todos mis caminos y trazas un círculo en torno a las plantas de mis pies. 28 Y mi cuerpo se gasta como carcoma, como vestido que roe la polilla.

Quiero hablar con el Todopoderoso (13, 1‒14).Job acusa a sus amigos de falsedad y mentira, pues no se atreven a discutir con Dios cara a cara, como él hace ahora, cuando ya no tiene nada que perder (que defender), sentado en cenizas, reflexionando sobre todo lo que pasa. Desde ese fondo inicia su discurso, con un deseo fuerte de verdad, contra la mentira oficial de sus tres amigos‒adversarios: “Pero yo querría hablar con el Todopoderoso, razonar con Dios. Pero vosotros sois autores de mentira… médicos inútiles” (13, 4‒5).

Job emplaza a sus amigos, diciéndoles que callen y le escuchen, que no apelen a Dios, que no mientan para aprovecharse de él, y así les pregunta: ¿Diréis iniquidades para defender a Dios? ¿Hablaréis a su favor con engaño? ¿Seréis parciales por él, como abogados falsos para defenderle? (13, 7‒8). Éste es el pecado: Defender a Dios con engaño, a expensas de los hombres; utilizar a Dios para justificar el propio poder y dominio sobre los demás.

Antes no lo había podido pensar, cuando estaba seguro de que la “verdad de Dios” justifica el poder de reyes, sacerdotes y jueces. Pero ahora que se encuentra al otro lado, entre los derrotados, él descubre el derecho y verdad de los perdedores, enfermos, hambrientos, condenados. La suprema perversión consiste en dominar y esclavizar a los hombres ad maiorem Dei gloriam, para mayor gloria de un Dios falseado, al servicio de los triunfadores. El problema de fondo es, según eso, cui prodest: ¿A quién sirve o aprovecha esta religión?

Job combate de esa forma su batalla contra aquellos que se aprovechan de Dios al servicio de reyes, sacerdotes y jueces, que “administran” su falsa verdad, y al mismo tiempo mienten para defensa propia y dominio sobre otros. Esa religión no es ordinatio veritatis (ordenamiento de la verdad), sino proton pseudos (primer engaño), como dice Jn 8, 44 cuando define al Diablo como mentiroso, padre de mentira. Job 1‒2 presentaba a Satán (Diablo) como antagonista de Dios. Aquí ya no hace falta un Diablo separado, pues el Dios de sus amigos es ya Diablo.

Apuesta de Job. Aunque me mate le seguiré esperando (13, 15‒19). La misma religión se ha vuelto según eso falsedad, al servicio del poder, como Job ha descubierto en su dolor, sufriendo además la denuncia de aquellos que le llaman culpable precisamente por hallarse derrotado. Desde ese fondo dice Job su palabra más sufriente, quizá más esperanzada: “Aunque me mate, yo le esperaré (aguardaré), con tal de defenderme ante su rostro. Con eso me daría por salvado, porque el impío no podrá entrar en su presencia” (cf. 13, 12‒16).

Job ha descubierto que la acusación de sus amigos es falsa, carece de vida, pues ellos apelan a un Dios‒monstruo que tiene poder para matar, pero no para responder a sus razones. Ciertamente, él sabe que Dios puede le puede matar, pero le sigue llamando (aguardando), pues necesita (y sabe) que él puede responderle, aunque sea tras la muerte. Por eso dice: Yo le esperaré

Esas palabras resultan difíciles de entender, con posibles variantes en el mismo texto, de manera que podrían traducirse yo le esperaré pero también no le esperaré. Entre las versionas antiguas, se encuentra la Vulgata que dice: etiam si occiderit me, in ipso sperabo (aunque me mate, esperaré en él). Muchos protestantes, y también católicos, han interpretado desde ese fondo el texto hebreo originario, de manera casi masoquista, como si Job amara al (esperara en el) Dios que le mata, como si Dios quisiera a los hombres para sacrificarles, como si ellos no tuvieran más paz ni más gloria que ofrecerse en sus manos a modo de hostia de reparación.

Muchos creyentes han cantado emocionados, con música de H. S. Bach, esta canción (Jesus meine Zuversicht, JesusChrist my sure defense,Jesús mi confianza), invocando y venerando al Dios de esa traducción de Job, a quien amamos aunque nos mate, en línea de sacrificio, con la muerte como signo y momento del amor más alto, del don definitivo de la vida. Conforme a esa lectura del texto, deberíamos amar al Dios que nos “mata”, ofreciéndonos a él en oblación total, para mostrarle así nuestro amor. Algunos han podido evocar quizá el “amor loco” de Dios a través de estas palabras.

Pero, tomadas en sí mismas, esas traducciones van en contra del espíritu de Job y la letra de este texto, porque el verbo “esperaré” (hebreo ‘ayahel, lxe_y:a]) no significa esperar con amor (confiar en), sino aguardar. El texto no dice “seguiré esperando (=confiando) en él”, sino aguardándole, aunque me mate, pues él me debe (y yo necesito) una respuesta, una satisfacción. Éste es por tanto un pasaje de desafío, no de esperanza amorosa: Dios puede matarme, y lo hará sin duda, pero yo mantengo mi palabra, y le aguardaré, aunque sea tras la muerte, porque me debe una respuesta.

Desde su más duro dolor, como víctima del sistema de poder, Job apela, no porque Dios le ame (en la línea del Shema: Dt 6, 4‒6), sino porque él está obligado, por justicia, a darle una respuesta. Job no responde según eso como víctima que acepta el sacrificio, amando al que le mata, sino con un gesto de más alta resistencia, exigiéndole una respuesta, para ratificar su inocencia, en contra de la mentira de sus amigos, que le exigen que se humille y ame (bese) la mano de aquel que le mata.

Apostar por Dios, riesgo supremo (13, 20‒28). Job eleva así su desafío en contra del “dios” de sus amigos, invocando al Dios más alto, sobre el poder (talión) del mundo. De esa forma apela, más allá del terror y la venganza, pidiéndole sólo que le deje tranquilo un momento, para que así pueda seguir manteniendo su reto: “Aparta de mí tu mano, y que no me espante tu terror. Llámame luego y yo responderé; o yo hablaré y tú responderás” (13, 21‒22)

Job no se humilla besando la mano del Dios‒verdugo, sino que se eleva ante Dios y le reta, retando al Dios más alto, a fin de que se muestre, aunque sea tras la muerte. El Dios‒verdugo le puede matar, pero no acallará su protesta, como ha razonado I. Kant, al afirmar en forma filosófica (Crítica de la Razón Práctica, 1788) que la justicia debe triunfar sobre la muerte.

 Job sabe que en un sentido él no es más que un “pobre hombre”, un condenado, a quien acusan sus amigos, en nombre del Dios del sistema… Pues bien, a pesar de eso, él alza su palabra y se eleva “emplazando a Dios” sobre la muerte, porque la vida del hombre pasa, pero debe permanecer la justicia (el reconocimiento de las víctimas) sobre toda religión, sobre todo culto social y toda política. Con ese convencimiento se atreve a protestar contra Dios (¿por qué escondes tu rostro y me tratas como enemigo? ¿Por qué pones mis pies en un cepo…?: 13, 24. 27), sabiendo que la justicia ha de cumplirse; Dios podrá ser violento, pero no injusto. La muerte pasa, la justicia queda.

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