24.6.25. Juan Bautista: No come ni bebe ¡Está loco!  Jesús come y bebe, decís: Glotón y borracho. Uno nazireo, otro nazoreo, primos hermanos

He tratado de Juan Bautista en Historia de Jesús y en Compañeros y hermanos de Jesús. Aquí presento algunos rasgos de su vida y muerte, para  entender mejor, partiendo de ellos, el proyecto de Jesús[1]. Uno, el Bautista, era Nazireo, carismático penitente. Otro, el Cristo, era Nazoreo, amigo de la vida y de los hombres. Los dos son la Biblia entera.

Imágenes. Algunos santuarios cristianos de Ba

Basílica de San Juan de Letrán - Conociendo🌎

Jesús conocía los temas centrales de la Escritura de Israel, pero tuvo, además, un iniciador y maestro significativo, Juan Bau­tista, un hombre que, en la línea de los apocalípticos y sabios de Israel (cf. Mt 11, 1-19 par), condenaba la violencia como forma de vida, procla­mando sobre ella el juicio de Dios (cf. Mt 3, 7-12).

Básicamente, Juan anunciaba el fin de este mundo, pidiendo a los hombres que se convirtieran, y si lo hacían, les ofrecía el bautismo para perdón de los pecados y liberación ante el juicio inminente. Su mensaje no era evangelio, anuncio de nueva vida, sino amenaza apocalíptica llamada a la conversión, pero se encuentra íntimamente ligado al mensaje y destino de Jesús, según los cuatro evangelio de Jesús. y por eso debo presentarlo aquí con cierto detalle, para así entender el de Jesús. 

  1. Juan Bautista y su gente (Mc 1, 1-8). 2025 ¿volver al desierto?

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          De su origen no sabemos mucho, pues los datos  que ofrece   Lc 1   son más teológicos que históricos, aunque al fondo puede haber algunos elementos fiables. Según ellos, Juan sería de una familia levítica del entorno de Jerusalén, educado en el “desierto”, como los esenios de Qumrán (aunque quizá no con ellos).  Por su origen, parece  un sacerdote, preocupado por el pecados y purezas, no un “hijo de David” como Jesús, pero abandonó su posible función laboral y/o cultual para hacerse profeta. No aceptó el dominio de la ciudad sagrada (Jerusalén), ni admitió la autoridad del templo; por eso volvió a los principios de la historia de Israel, en el desierto, para anunciar el juicio de Dios, como empieza diciendo el evangelio Marcos[2].

Comienzo del evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios. Según está escrito en el profeta Isaías, “mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino, voz del que grita en el desierto: (Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos!” surgió en el desierto Juan el Bautista, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él y, después de reconocer sus pecados, Juan los bautizaba en el río Jordán… Esto era lo que proclamaba: “Detrás de mí viene el que es Más Fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo (Mc 1, 1.5.7-8).

Claustro de San Juan de Duero – Turismo Soria

 Marcos presenta a Juan desde una perspectiva cristiana y le interpreta como principio del evangelio. Eso significa que, a su juicio, el mensaje deJesús no proviene de los sacerdotes levitas, encargados de mantener la sacralidad del templo; por eso, él no irá a Jerusalén para recibir instrucciones. Jesús tampoco se sitúa en la línea de los escribas oficiales, que frecuentan las escuelas más o menos oficiales y definen lo puro y lo manchado (cf. Mc 6, 1-6; Mc 7, 1-3), ni se apoya en las tradiciones de heroísmo nacional guerrero, simbolizadas por los macabeos antiguos o los nuevos celosos. Su mensaje y proyecto viene del Bautista.

Según  Marcos Juan Bautista está al servicio de Jesús, pero muestra unos rasgos que son específicamente suyos y que le definen como uno de los profetas apocalípticos que abundaron en su tiempo. Éstos son sus rasgos básicos, que no deben ser cristianizados en la línea posterior de la Iglesia.

  1. La alternativa del desierto. Jesús iniciará su camino en Galilea (Mc 1, 14), para culminarlo en Jerusalén. Juan, en cambio, ha quedado en el desiertohasta el final (hasta que le prenda el rey Herodes Antipas; cf. Mc 1, 14), sin cruzar el Jordán ni entrar en la tierra prometida, en la situación de los israelitas anteriores a Josué. Desde ese fondo rechaza las estructuras sociales y las instituciones sacrales de los judíos instalados ya en la tierra. Su estilo de vida es signo de condena para los sacerdotes y los ricos. Por eso vuelve al principio de la historia israelita (trazada en los libros que van del Éxodo al Deuteronomio), reuniendo a unos discípulos en el desierto y preparar la llegada del juicio de Dios, que les permitirá entrar en la tierra prometida.
  2. Un río de frontera. Allí donde acaba el desierto discurre el Jordán y aquellos que lo crucen de verdad (como hicieron antaño Josué y los suyos; cf. Jos 1-4) recibirán la herencia de la tierra prometida. A la vera del río habita Juan, preparándose para pasar a la tierra y recibir el don de Dios (Mc 1, 5). En su entorno se forma una “iglesia” de entusiastas escatológicos, atentos al primer “movimiento” del agua (cf. Jn 5, 3-4) para atravesar el río y entrar en la tierra prometida. Juan no lo hará, pues le matarán antes de cruzarlo. Jesús lo cruzará para iniciar la tarea del Reino en Galilea.
  3. Vestido de profeta. Juan y sus discípulos se cubren con una túnica de pelo de camello y cinturón de cuero (Mc 1, 6). Así recuerdan a Elías, profeta ejemplar (a quien seguirá recordando Jesús), anunciador del juicio de Dios sobre el Carmelo (cf. 1 Rey 18). Estas vestiduras son signo de austeridad profética y de vida de desierto (antes de entrar en la tierra cultivada). Pero el camello no es sólo señal de austeridad sino de impureza (cf. Lev 11, 4). Así cubierto, Juan protesta contra las normas de los "miembros puros" de Qumrán o del farisaísmo. Jesús seguirá en esa línea de protesta, pero en Galilea, acogiendo y ayudando de un modo especial a los impuros.
  4. Comida: saltamontes y miel silvestre (Mc 1, 6). Parece evocar un ideal de vuelta a la naturaleza, antes que los hebreos entraran en la tierra prometida(alimentos sin preparar, no sujetos a las leyes del mercado). Juan y sus discípulos forman, por su comida y vestido, una comunidad contra-cultural y anti-cultual (no compran en el mercado; no acuden al templo, ni acatan las normas de pureza de puro y/o de qumranitas). Ellos son unos “transgresores” (la miel silvestre era impura, por contener restos de mosquitos e insectos. En esa línea avanzará Jesús, pero no comiendo de desierto, sino compartiendo la comida con impuros y expulsados.
  5. Conversión y bautismo. El Más Fuerte. La vida penitencial, que culmina y se expresa en el bautismo, ofrece a los discípulos de Juan la mayor esperanza: Pasarán el Jordán y entrarán, de manera liberada, en la tierra prometida. El texto acentúa la función de Juan (¡yo os bautizo...!: Mc 1, 8) y el contexto destaca su personalidad: ha convocado un grupo de seguidores, llevándoles al desierto y bautizándoles en el río de las promesas, con la certeza de que viene el Más Fuerte, es decir, el mismo Dios (o su delegado final, en línea mesiánica).
  6. El río y lo de más allá. Juan es profeta del río. Permanece al otro lado, llega hasta el agua e introduce a los creyentes (convertidos) en sus aguas de juicio y esperanza. Pero no se atreve a forzar el río e ir más allá, porque sólo Dios puede “dividir de verdad las aguas”, a fin de que los liberados pasen al otro lado, con la colaboración del Más Fuerte. En el fondo de su gesto hallamos la “esperanza de Josué”: cuando las aguas se abrieron y los israelitas pasaron a la tierra prometida (cf. Jos 5. Esa esperanza de que las aguas del río se mueran está al fondo. Jn 5, 1-15). Sólo Dios o su delegado mesiánico puede “abrir el agua”, para pasar de la orilla del desierto a la tierra prometida. Pues bien, Jesús dirá que Dios ya ha llegado, y pasará el Jordán para realizar los signos del Reino en Galilea[3].

Juan eleva así su protesta contra el judaísmo oficial de su tiempo, esperando el signo de Dios para cruzar el Jordán e iniciar una vida nueva en la tierra prometida. El Bautista aguarda el juicio de Dios, que no es de pura destrucción, sino de transformación histórico-escatológica del mundo. Los discípulos de Juan no fueron puros penitentes, sino hombres y mujeres de esperanza, animados por la exigencia de conversión y la certeza de que Dios les abrirá las puertas de la tierra prometida. Así se situaron, a la orilla del Jordán, en la orilla del desierto de las promesas y los nuevos comienzos, dispuestos a escuchar la voz de Dios y ponerse en pie para cruzar el río y llegar a la orilla de la libertad. No necesitan programar lo que vendrá después: será Dios quien hablará, actuará el Más Fuerte. Entre los que esperaron que se abriera el río y llegara el Más Fuerte estuvo por un tiempo Jesús Galileo.

  1. Juan y Bano, dos penitentes

Con el mundo en la mochila: San Juan de Gaztelugatxe - Bermeo - País Vasco

Marcos y los restantes evangelios saben que Juan ha reunido a muchos hombres y mujeres de Judea y Jerusalén, que se convierten y bautizan (Mc 1, 4-5), y sabe también que ha tenido discípulos más íntimos, que le han seguido fielmente (cf. Mc 2, 18) y que han recogido y enterrado su cuerpo, decapitado por Herodes (6, 29). Es muy posible que conozcan otros detalles de la doctrina y la vida de Juan (cf. Mt 3, 1-12; Lc 3, 1-9; Jn 1, 19-28 etc.), pero sólo han destacado sus relaciones con Jesús y en ese contexto hemos podido hablar de las gentes del Bautista. Aquí podemos citar el testimonio de F. Josefo, cuando, hablando de sí mismo, dice que quiso aprender las filosofías o escuelas de su pueblo (fariseos, saduceos y esenios) para ir después con Bano, de quien ofrece unos rasgos que le acercan a Juan: 

-Bano (Josefo, Autobiografía II, 11): vivía en el desierto – llevaba un vestido hecho de hojas, – se lavaba (=bautizaba) a sí mismo, a diario, con agua fría para purificarse, – comía alimentos silvestres

-Juan (Mc 1, 4-7):apareció (vivía) en el desierto,vestido: pelo de camello y cinto de cuero, bautizaba a otros, por penitencia, para perdón de los pecados,  comía saltamontes y miel silvestre

Bano y Juan rechazaban la cultura dominante (con su estructura social y sus comidas), no para negar la historia israelita sino, al contrario, para recuperarla de base. Ni Bano ni Juan fueron hombres de comunidad y comida, de libro y rito, como los esenios (de Qumrán), sino portadores de una fuerte protesta social, sacral y alimenticia, vinculada al desierto y al bautismo. Éstos son sus rasgos distintivos (que completan lo que ya hemos visto al hablar de las gentes de Juan):

  1. Juan y Bano, hombres de desierto, lugar que evoca una vuelta a la naturaleza (un rechazo a la cultura del poder, de las ciudades y tierras cultivadas), pero también un retorno al principio de la historia bíblica, cuando los hebreos caminaban buscando la tierra prometida, que aún no habían encontrado (tema de los libros del Éxodo, Números, Deuteronomio y Josué). En una línea convergente se sitúan los esenios de Qumrán cuando dicen que se han retirado al desierto «para preparar el camino del Señor» (cf. 1QS 8, 14; 9, 19-20; así asumen, con Mc 1, 2-3, el texto de Is 40, 3 LXX). Pero el desierto de los esenios es lugar de estudio (Ley) y celebración (pan y vino), mientras que el de Bano y Juan implica vuelta a la naturaleza (aunque el de Juan es también camino que lleva a la tierra prometida). En una línea distinta, pero muy importante, Flavio Josefo lo entenderá también como morada preferida de bandidos, asociales y/o rebeldes contra Roma (como muestra en el libro de la Guerra).También Jesús vivió con Juan la experiencia del desierto, que la tradición cristiana vincula después con su tiempo de prueba o tentaciones (cf. Mc 1, 12-13; Mt 4, 1; Lc 4, 1).

  1. Ambos llevan un vestido que les distingue de los hombres y mujeres que moran en tierras habitadas. El vestido de Bano remite al principio de la humanidad: está hecho de hojas (como el de Gen 3, 7-8). El cinturón de cuero de Juan está relacionado con Elías (cf. 2 Rey 1, 8: “era un hombre velludo, con un cinturón de cuero”), a quien la tradición presenta como predicador de penitencia. Más difícil es hallar sentido a su túnica de pelo de camello, un animal relacionado a las historias patriarcales (Gen 12, 16; 24, 10-63; 30, 43; 31, 17), aunque, como ya hemos dicho, según la Ley sacerdotal, propia de limpios sedentarios, es un animal impuro (Lev 11, 4; Dt 14, 7). Pues bien, todo nos permite suponer que Juan protesta con su vestido contra las normas de pureza de esa ley sacerdotal, enfrentándose a los grupos de esenios y/o proto-fariseos[4].

Historia y Genealogía: Monasterio de San Juan de Poio. Pontevedra.

  1. Ambos son bautistas. El bautismo de Juan no es un signo de purificación diaria, como el del los separados de Qumrán, que se bautizan cada día para comer en la mesa limpia de los elegidos. No es tampoco una ablución diaria, como la de Bano, para recuperar la situación original del paraíso cósmico. Bano es un auto-bautista (se limpia a sí mismo) y es hémero-bautista (se bautiza cada día), para purificarse de los propios pecados e impurezas, como hacían los esenios de Qumrán (cf. también la Vita Latina Adán y Eva, 4 -7). Por el contrario, Juan es hetero-bautista, porque bautiza (purifica) a los demás, iniciando con ellos, una vez y para siempre, no cada día, un camino de transformación escatológica, que lleva, a través del río Jordán, hacia la tierra prometida. Juan actúa así como profeta y liturgo (sacerdote) del juicio de Dios. No se limita a que los hombres y mujeres se bauticen, sino que les bautiza él mismo (cf. Mc 1, 5 par), presentándose así como portador de un signo que e Dios (el Más fuerte) culminará, bautizando a todos los hombres y mujeres en el “huracán y el fuego” del juicio (cf. Mt 3, 11-12 par), para que así entren en la tierra prometida. Juan no es simplemente alguien que “dice” (¡va a venir el juicio!), sino alguien que hace un gesto profético (¡está anticipando y provocando el juicio!), ante las aguas primordiales (como en el Éxodo y el libro de Josué) para dejar el desierto anterior (o Egipto) y entrar en la tierra prometida. Es evidente que Jesús, “dejándose” bautizar por Juan, se ha puesto con él y como él en manos de Dios, ante el fin de una historia humana fracasada, dispuesto a penetrar en la Tierra nueva.
  2. Sus comidas muestran una exigencia de retorno al desierto, antes de la cultura ciudadana actual. La referencia más amplia y clara es la de Banoque comía alimentos silvestres”, es decir, naturales, no cultivados, ni elaborados de un modo cultural. Silvestres son las yerbas que brotan de forma espontánea, como en el paraíso (cf. Gen 1-3), y quizá algunos pequeños animales. En esa línea se dice que Juan se alimentaba de “saltamontes y miel silvestre” (agrion; cf. Mc 1, 4-7). Posiblemente, el texto no quiere citar esos alimentos de un modo excluyente, sino como ejemplo significativo del resto de comidas “naturales” (no cultivadas en huertos o colmenas propias) del grupo de bautistas. Como discípulo de Juan, Jesús se educó en una escuela de “ecología sagrada”, de protesta en contra un tipo de cultivo (de cultura) que conduce, de un modo palpable, a la división social imperante. El pan bien amasado y cocido es producto de una tierra dividida, que expulsa a los pobres y les condena al hombre. Por eso, en este primer momento, Jesús sale de esa tierra cultivada y, en gesto de protesta radical, se une a Juan, que “no come ni bebe” (cf. Mt 11, 18 par). No ha ido con Juan para aprender teorías, a tiempo parcial (como en las escuelas modernas), sino para compartir con él vida y comida. Cuando después se diga que “el Hijo del hombre come y bebe” con los pecadores (Mt 11, 19) se estará indicando su separación respecto a Juan (pero no contra Juan)[5].

Bano parece penitente más individual y moralista (aunque ese tema puede estar interpretado por Josefo). Juan, en cambio, es un profeta escatológico y se dirige a todo el pueblo, anunciando, con su mensaje y bautismo, la llegada del juicio de Dios, que permitirá que los elegidos atraviesen el río Jordán, para entrar en la tierra prometida, instaurando de esa forma el verdadero Israel. Por eso, él aparece como un hombre peligroso y será lógico que un día le maten, pues su movimiento puede y debe traducirse en forma “política” (por el juicio de Dios y la entrada de los “convertidos” en la tierra prometida). Por el contrario, Bano podrá seguir viviendo sin peligro (según parece), pues no prepara un movimiento de “toma y transformación de la tierra prometida”, ni constituye una amenaza contra el orden establecido. Lógicamente, Josefo, en una línea más elitista (y partidario al fin de un pacto con Roma), será discípulo de Bano. Jesús, por el contrario, será discípulo de Juan.

Bautismo de Juan, juicio del más poderoso (Marcos y el Q)

         Tanto Marcos como el documento Q. hablan del mensaje de Juan (vinculada a la llegada del Mas fuerte) y lo vinculan a su gesto de bautizar. El bautismo de Juan está vinculado a la promesa de la llegada de uno que es Más Fuerte (que en su origen parece ser Dios, aunque los cristianos lo identifican después con Jesucristo). De todas formas, la cuestión no es del todo clara, pues la mención de las “sandalias” no parece que se pueda aplicar a Dios. Éstos son los textos básicos: Mc 1, 7-8;  Mt 3, 11-12; Lc 3, 16. 

  1. Juan bautista anuncia la llegada de uno más poderoso (ischyroteros). Este dicho de Juan no se refiere originalmente a Jesús, pero puede referirse a un tipo de figura mesiánica. Ciertamente, el mismo documento Q (Mt 11, 2-6//Lc 7, 8-23) presenta a Juan pensando en la posibilidad de que Jesús sea el Mesías, pero no le presenta como convencido de ella. Además, Josefo no traza ninguna línea de Juan a Jesús, aunque menciona a los dos[6]. Hay textos de la era cristiana antigua que hablan de gente que ha recibido el bautismo de Jesús, pero que no son cristianos (Hech 19, 3; cf. 18, 2) y de una secta de bautistas no cristianos que han continuado existiendo durante varios siglos, después de la muerte de su fundador[7]   
  2. ¿Quién es el Más Poderoso de Juan? ¿Un tipo de Mesías, Dios? Gran parte de los exegetas piensan que el “más fuerte” cuya venida espera Juan era Dios. En Is 40, 10 LXX, el Señor viene con poder (ischys), y en Ap 18, 8 se le describe como Fuerte (ischyros; cf. Ecl 6, 10)[8]. Pero este interpretación supondría que Juan se colocaba a sí mismo casi en paralelo con Dios (“uno que es más fuerte que yo”) y habla de sí mismo como alguien que no podría “desatar la correa de las sandalias de Dios”. Ambas cosas parecen improbables. Muchos otros piensan que el más fuerte que viene tiene que ser el mesías, a quien conciben como enviado de Dios, dotado de su Espíritu.   
  3. Desatar la correa de sus sandalios. Gr lysai ton imanta tōn hypodēmatōn autou. La correa (himanta) era la cinta de cuero que sujetaba las sandalias a los pies[9]. En las fuentes rabínicas, la tarea de desatar el calzado del maestro es propia de los esclavos, y resulta indigna de un discípulos; en b. Ketub 96a, R. Joshua b. Levi dice que “un discípulo hace por su maestro todas las tareas que un esclavo hace por su dueño, excepto la de desatarle el calzado”. Pues bien, Juan afirma que él es indigno de realizar incluso el más humilde de estos servicios, que es propio de los esclavos. La versión de Marcos, al añadir la referencia a “inclinarse delante de él” ha destacado aún con más fuerza esta inferioridad.
  4. Yo os he bautizado, él os bautizará con Espíritu Santo… El Bautismo de Juan está vinculado a otro bautismo…: él os bautizará con Espíritu Santo.  hablan del Espíritu Santo que descansa, se posa sobre las personas. La misma raíz puede significar “disolver, empapar o impregnar”[10] y esta variante puede ayudarnos a entender el sentido del concepto del bautismo en el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento. En en griego de nuestro pasaje (“con”) podría ser instrumental[11], haciendo que el sentido de en pneumati fuera paralelo al de en hydati (“con agua”), pero ese “en” puede tomarse también literalmente, para sugerir la inmersión en el Espíritu, concebido como una sustancia sobrenatural de tipo líquido.  
  5. Y con fuego. La forma Q del dicho habla no sólo de un bautismo en el Espíritu Santo sino también de fuego. Algunos estudiosos[12] conocieron esta versión del Q, pero dejaron fuera la referencia al bautismo por fuego, porque no le gustaba la idea de que Jesús juzgara a través del juego. Sin embargo, Marcos retiene bastantes referencias al juicio realizado por Jesús y por Dios (cf. 8, 35-38; 9, 42-50; 12, 9) y el carácter primitivo de la forma marcana de este dicho está apoyada en el testimonio independiente de Jn 1, 33. Evidentemente, el bautismo con fuego está aludiendo al juicio de Dios. El Mesías (y el Dios) de Juan es un Dios de juicio destructor.

Conforme a la visión de Marcos, el mensaje de Juan aparece vinculado expresa y casi exclusivamente a Jesús. Juan no es más que un precursor, alguien que está ahí al servicio de Jesús. Sin embargo, el documento Q conserva un mensaje autónomo de Juan, que resulta muy significativo.

Mt 3

  •  7 Pero cuando Juan vio que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía:
  • "¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
  •  8 Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento;
  •  9 y no penséis decir dentro de vosotros:
  • 'A Abraham tenemos por padre.'
  • Porque yo os digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham.
  • 10 El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.

Lc 3

  •  12 Tiene el bieldo en su mano,
  • y limpiará su era. Recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en el fuego que nunca se apagará.
  • Lc 3
  • 7 Juan, pues, decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: 
  • --¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
  •  8 Producid, pues, frutos digno de arrepentimiento
  • y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: "A Abraham tenemos por padre." Porque os digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham. 
  • 9 También el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. ´Fl bautizará con Espíritu Santo y fuego.Tiene el bieldo está en su mano para limpiar su era y juntar el trigo en su granero, pero quemará la paja en el fuego que nunca se apagará.

Hijos de ira

  1. Hijos de ira, portadores de veneno. Juan aparece aquí como testigo y portador de la Ira Venidera, vinculada al juicio de Dios (Mt 3, 7; Lc 3, 7). Conforme a una extensa experiencia israelita, la humanidad se hallaba envuelta en pecado; por eso, muchos sacrificios expiatorios del templo tenían como fin el aplacar a Dios. Para Juan, eso es inútil: va a estallar la Ira de Dios, pues la humanidad (el pueblo de Israel) está envenenado, es portador de muerte, como hijos de víbora, portadores de veneno[13].
  2. Frutos dignos de arrepentimiento. (Mt 3, 8; Lc 3, 8). De la imagen de la víbora, que no puede cambiar, pasamos a la imagen del árbol, que debe fruto. La tradición del Antiguo Testamento y del judaísmo ha comparado a Israel con un árbol o planta (higuera, viña, olivo…). El árbol de Israel debe dar frutos, a través del arrepentimiento.
  3. Los hijos de Abraham las piedras… (Mt 3, 9; Lc 3, 8) Hay una confianza genealógica d Israel que se funda en la pura descendencia (hijos de Abraham). Juan, profeta escatológico tiene que ir en contra de esa confianza… La filiación de Abraham no es un seguro inmediato, sino que ella está vinculada a las buenas obras…
  4. Trae en su mano el Hacha, para cortar los árboles que no produzcan fruto (Mt 3, 10; Lc 3, 9). No es Sembrador, sino recolector y Leñador, vigilante que mira y distingue, árbol tras árbol, para separar a los buenos de los malos. No es mensajero del amor de Dios, ni de su Paternidad, sino de su justicia destructora.
  5. Bautizará a los suyos en Espíritu Santo… y fuego (Mt 3, 11: αὐτὸς ὑμᾶς βαπτίσει ἐν Πνεύματι Ἁγίῳ καὶ πυρί), realizando así el juicio divino. Espíritu significa aquí viento: es huracán que sopla con fuerza aterradora, desgajando y destruyendo aquello que se encuentra poco cimentado sobre el mundo; es santo.en línea de separación, para destruir aquello que se opone a la pureza de Dios. Les bautizará con Fuego (3, 11)Al Viento de Dios sigue su Incendio. Ambos unidos, huracán y fuego, expresan la fuerza judicial y destructora (escatológica) de Dios y se vinculan mutuamente, como indica la tradición del AT (falta el terremoto de 1 Rey 19, 11-13).
  6. Tiene en su mano el Bieldo y limpiará su era... (Mt 3, 12; Lc 3, 17). Así culminan las imágenes anteriores: el Espíritu/Viento sirve para separar la paja del trigo, el Fuego para quemarla.  El Venidero, antes Leñador (tenía en su mano el hacha para cortar y quemar los árboles sin fruto), se vuelve así Trillador o Aventador (con la horquilla o bieldo separador en su mano).¿Quién es ese Leñador, Aventador? ¿Directamente Dios? ¿Un Delegado suyo? El texto no responde, aunque probablemente aluda a Dios.  Según eso, el Bautista habría preparado una teología judicial, más que una cristología salvadora. Pero los cristianos han recreado ese mensaje y palabra de Juan, aplicándolo a Jesús, el Venidero, verdadera presencia de Dios: Emmanuel (Dios con nosotros).

Según lo anterior, Jesús debería haber realizado  su misión como Leña­dor/Aventador del huerto y trigal de Dios, mensajero de su destrucción purificadora, abierta de manera implícita a la esperanza escatológica. El texto supone que quedan (se salvan de la quema) los árboles que dan fruto bueno (3, 10), añadiendo  que el Venidero reunirá su trigo en el granero (Mt 3, 12: εἰς τὴν ἀποθήκην). Pues bien, asumiendo  y cumpliendo (de algún modo) el mensaje del Bautista, Jesús ha invertido su proyecto escatológico, en gesto que define su visión teológica. 

-Juan. Guerra de juicio. Con su gesto (bautismo) y su mensaje, Juan eleva su amenaza final, anunciando la guerra y victoria militar de Dios, como Hacha que corta (derriba los árboles sin fruto), Huracán que barre (limpia) la era y Fuego que destruye (corta la madera, quema la paja).  Este Dios de Juan es el mismo de las guerras de Josué (cf. Jos 1-3), el de la  batalla de los esenios de Qumran (Manual de Congregación, Milhama)   Juan proclama la guerra, como los apocalípticos de Qumrán, instalados en el “campamento” militar de Qumrán, a poca distancia, en la desembocadura del río Jordán.

-Jesús de Nazaret, discípulo de Juan, empieza asumiendo su guerra con Dan 7 y 1 Henoc,  pero cumpliéndola de un modo distinto superándola por dentro. Jesús empieza aceptando el programa   de Juan Bautista y los esenios de Qumrán), pero descubre en su mensaje y bautismo “un resquicio”, que puede interpretarse como tiempo de respiro, un espacio rescatado a la muerte que se acerca…. En ese resquicio se sitúa la llegada del Más Fuerte que bautiza en Espíritu Santo, realizando la purificación definitiva, que implica destrucción de todo lo perverso y nuevo principio tras haber escuchado la palabra de Dios que le dice: “Tú eres mi Hijo, en ti mi he complacido (Mc 1, 9-11, como he destacado en Comentario de Marcos.

Juan queda al otro lado del río, en el desierto, espacio de los saltamontes y de miel silvestre; un margen estrecho,  entre agua y arena río de conversi´n, hasta ser asesinado por Herodes Antipas. Pues bien, Jesús descubre que ese espacio se está abriendo, debe abrirse con la llegada del Más Fuerte, que “recoge el trigo en la era”, iniciando  así un tiempo de pan, curación y esperanza. Eso significa que el grueso del mundo puede caminar a la ruina y destruirse   con su templo y sacerdotes, sus reyes y sus gobiernos; pero en ese mismo mundo, que se hunde en su destrucción, Jesús recibe el Espíritu de Dios, para anunciar e iniciar el camino de perdón y vida del más fuerte”.

 Ésta es la última oportunidad para cruzar el río, pues la justicia de Dios exige la destrucción de esta humanidad (con el rey Herodes y los sacerdotes del templo), suscitando, al mismo tiempo, una humanidad de Reino. Con esa certeza ha  proclamado su mensaje Juan Bautista, profeta del fin de los tiempos, pregonero de la ira de Dios, en las riberas del Jordán, pero anunciando y preparando, al mismo tiempo, la llegada del “más fuerte”, que es el mismo Dios, que puede estar vinculado con Jesús.

           Juan, predicador de moral, según Lucas y Flavio Josefo. La tradición posterior ha convertido a Juan en un predicador de moral, conforme al modelo greco-romano, dejando al margen sus rasgos apocalípticos judíos. En esa línea se sitúan dos historiadores, uno Lucas evangelista y otro Flavio Josefo,  uno dentro del Nuevo Testamento, otro fuera, pero los dos bastante cercanos en su planteamiento de la realidad social y de los conflictos básicos del imperio romano. 

-Lucas 3, 10-14. En el desarrollo propio del evangelio, Lucas presenta a Juan Bautista como un prudente moralista, que no anuncia el juicio final, sino que quiere mantener el mundo actual con su justicic. De esa manera le presenta como pregonero (moralista) de una justicia universal, que se aplica primero a las multitudes y que después se concreta en dos grupos especiales, los publicanos y los soldados. (a) Las multitudes le preguntaban: ¿qué haremos? Él respondía: --El que tiene dos túnicas qu3 dé al que no tiene ninguna, y el que tiene comida haga lo mismo. (b) También fueron unos publicanos para ser bautizados y le preguntaron:  -Maestro, ¿qué haremos? Y les decía: No cobréis más de lo estipulado. (c) También unos soldados le preguntaban diciendo Y nosotros, ¿qué haremos? Él les dijo: --No hagáis extorsión ni denunciéis falsamente a nadie, y contentaos con vuestros salarios (Lc 3, 10-14).

Sería interesante que le hubiera preguntado otros grupos (prostitutas, pobres etc.), que, según el evangelio de Lucas, no lo hacen, aunque es muy significativo el hecho de, según Mt 21, 32 los publicanos y prostitutas creyeron en Juan. Eso significa que, según el evangelio de Mateo, Juan Bautista anunciaba un “evangelio de perdón” (de transformación) para publianos y prostitutas, en una línea que será asumida por Jesús. 

-Flavio Josefo. En la misma línea de Lucas se sitúa Flavio Josefo, que convierte a Juan Bautista en predicador de virtudes, conforme a una tradición moralista greco-romana más que puramente judí: “Juan, de sobrenombre Bautista... era un hombre bueno que recomendaba incluso a los judíos que practicaran las virtudes y se comportaran justamente en las relaciones entre ellos y piadosamente con Dios y que, cumplidas esas condicione, acudieran a bautizarse..., dando por sentado que su alma estaba ya purificada de antemano con la práctica de la justicia. Y como el resto de las gentes se unieran a él (pues sentían un placer exultante al escuchar sus palabras), Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular (puesto que las gentes daban la impresión de que harían cualquier cosa si él se lo pedía), optó por matarlo, anticipándose así a la posibilidad de que se produjera una rebelión... Entonces, Juan, tras ser trasladado a la fortaleza de Maqueronte, fue matado en ella» (Antigüedades, XVIII, 116-119; Trad. J. Vara, Madrid 2002).

Josefo ha querido presentar a Juan como un moralista, parecido a los estoicos y cínicos de su entorno, un predicador de la virtud (cumplir la ley, contentarse con lo suyo), como supone de manera convergente Lc 3, 13-14. Pero así no explica su muerte: Herodes no habría asesinado a un simple moralista. Además, el mismo Josefo sabe que Juan murió ajusticiado y que su muerte está vinculada, de algún modo, a los «problemas matrimoniales» de Herodes, que había tomado la mujer de su hermano Filipo, haciendo que Aretas, rey nabateo y padre de su mujer anterior, le combatiera  (Antigüedades, XVIII, 106-124).

A Juan Bautista le mataron

           El texto citado de Flavio Josefo parece internamente incoherente, pues no logra explicar la muerte de Juan. Recordemos que Herodes Antipas no solía matar a predicadores moralista… pero podía matar a los profetas apocalípticos. Fijémonos en las últimas palabras del texto citado

Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular [puesto que las gentes daban la impresión de que harían cualquier cosa si él se lo pedía], optó por matarlo, anticipándose así a la posibilidad de que se produjera una rebelión... Entonces, Juan, tras ser trasladado a la fortaleza de Maqueronte, fue matado en ella

 Estas palabras suponen que Herodes vio a Juan como un hombre peligroso, y por eso le condenó a muerte. Juan Bautista no pudo anticipar lo que vendrá después (el nuevo día, tras el juicio), pues lo decidirá el Más Fuerte, pero ha estado convencido de la llegada de ese día. Herodes Antipas le ha entendido bien al condenarle a muerte, pus este Juan era un hombre peligroso, un crítico de su política de pactos y opresiones. En este contexto se ha de entender la hermosísima novela de Mc 6, 17-29, que introduce la muerte de Juan en el motivo de las relaciones familiares de Herodes, a quien Juan condena por haber “tomado la mujer de su hermano”:

  Herodes había enviado a prender a Juan… porque le decía: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Por eso, Herodías lo acechaba y deseaba matarlo; pero no podía, porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía… Llegó el día oportuno cuando Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los altos dignatarios de Galilea. Entró la hija de Herodías y danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa.

El rey entonces dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y yo te lo daré». Y le juró: «Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino». Saliendo ella, dijo a su madre: «¿Qué pediré?» Y esta le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista»… Enseguida, el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que trajeran la cabeza de Juan. El guarda fue y lo decapitó en la cárcel, trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre. Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro (Mc 6, 17-29).

 Los detalles del relato han sido creados por la tradición, utilizando elementos de la historia bíblica de Ester, donde, en medio del banquete, el Rey persa promete a la bella Ester (su favorita) todo lo que pida, “incluso la mitad de mi reino”, como he mostrado en cap. 2 libro (cf. Est 5, 3.6; 7, 2).

No sabemos si Ester puede servirnos para interpretar históricamente el asesinato de Juan Bautista, pero resulta claro que Herodes mandó matarle Dios, porque tuvo miedo de su mensaje (como Pilatos mandará matar a Jesús). Juan había anunciado  el juicio de Dios, vinculado a la llegada del Más Fuerte, con el paso de Jordán y la entrada en la tierra prometida; Herodes tuvo miedo de las repercusiones sociales de ese juicio y le “asesomó”. Avanzando en esa línea, Jesús anunciará y preparará la llegada del Reino de Dios, suponiendo de algún modo que el juicio y promesa del Bautista ya se había cumplido. Por eso empezará a curar enfermos, acogiendo a excluidos y proclamando la bienaventuranza de los pobres (cf. Mt 11, 2-7). Juan era profeta de justicia y muerte, al otro lado del Jordán. Jesús asumió esa muerte y, pasando el río (entrando en tierra prometida)  se presentó como promotor de una mutación humana (meta-noia),  de un nuevo nacimiento.

Ayuno y comidas: Juan nazireo, Jesús  nazoreo

 En el contexto anterior debemos evocar el tema de las comidas, que es básico para entender la historia de Jesús y, de un modo especial, su invitación a la copa del reino (Mc 14, 25 par). Juan “no comía ni bebía”, pero Jesús fue profeta de comidas y su mensaje se encuentra esencialmente unido a la   Copa de Vino en el reino de los cielos. Desde tiempo antiguo, las comidas han tenido y tienen un carácter sagrado. En esa línea, muchos israelitas han desarrollado una ley de comidas, para indicar que sólo es verdadero judío aquel que come alimentos puros con otros judíos puros.

 (a) Alimentos puros (kosher), nunca impuros (como el cerdo), ni mezclados (como leche y carne; cf. Dt 14, 1-21; Lev 11), pues ellos constituyen una amenaza contra la santidad y separación del pueblo.

(b) Con otros comensales puros, pues los impuros podrían mancharles. En ese contexto se sitúa lo que hemos indicado sobre el Bautista, a quien Jesús siguió al principio, de manera que, en aquel tiempo (con Juan), “no comía ni bebía” (cf. Mt 11, 18). Pero, en un momento posterior, Jesús se ha separado del Bautista, reinterpretando el “no comer” en clave de reino, como un “comer con los publicanos y los pecadores[14].

            Esa continuidad ha sido destacada por el mismo Jesús: «Ha venido Juan Bautista, que no comía pan, ni bebía vino [Mt: no comía ni bebía] y decís: tiene un demonio. Ha venido el Hijo del Hombre, que come y que bebe, y decís es un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores (Lc 7, 33-35; Mt 11, 18-19). Le acusan y pretenden condenarle. Pero, al mismo tiempo y sin quererlo, le presentan, de un modo indirecto, como experto en conexiones con excluidos (publicanos y pecadores), en torno a la comida, al pan y al vino, alimentos culturales, cultivados con arte sobre el suelo madre, y bien elaborados, de manera que producen placer a quien los come.

Entre el “no comer” (Juan)y el “comer con” (Jesús) hay un camino que marca y define la identidad del evangelio. Desde una perspectiva más tardía, el evangelio de Marcos ha distinguido a Jesús de Juan (y de los fariseos): «Los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban. Y se acercaros (a Jesús) y le dijeron: ¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, mientras los tuyos no ayunan?» (Mc 2, 18 par). Tenemos tres grupos:

- Fariseos (¿y algunos esenios?): (a) Ayunan: Guardan ciertos días de expiación (Lev 16, 29-31) o duelo nacional y/o familiar. (b) Comen: Toman alimentos cultivados y sus comidas comunitarias, con pan y vino, son signo sagrado de Dios y esperanza de salvación. (c) Rechazan las comidas impuras (cerdo, sangre, animales ofrecidos a los ídolos...). De esa forma se separan de los “no observantes” (judíos impuros y todos los gentiles).

-Juan (y otros bautistas. (a) Ayunan siempre,  , oponiéndose al pecado del pueblo y de la humanidad, concebida como impura. Así pueden vincularse con los hambrientos por razón de injusticia social. (b) Comen sóloalimentos silvestres, en actitud de protesta contra-cultural. ¿Los toman juntos por solidaridad  y retorno a la naturaleza?   (c) Rechazan los alimentos culturalmente contaminados, como el pan y vino. Por eso, anuncian, no Reino. No podrán celebrar la eucaristía, ni compartir la promesa de Reino de Jesús en Mc 14, 25 (logion del vino del Reino).-Jesús (y los cristianos mesiánicos).

Icono de San Juan Bautista (Rusia - XVIIIe s) - Venta de iconos ...

(a) No ayunan: Rechazan la visión penitencial de la vida. Entienden y celebran las comidas como signo de Dios, pero han de ser comidas abiertas a los pobres, sin distinciones de pureza-impureza, como en las multiplicaciones (cf. Mc 6, 34-46; 8, 1-2 par). (b) Comen y beben, en medio de un mundo injusto, no para avalar la injusticia, sino para iniciar un camino de revelación de Dios (Reino), compartiendo pan y peces (multiplicaciones) y pan y vino con amigos, por alegría y solidaridad. En ese contexto ellos pueden afirmar que está presente el “novio”: El amor es más fuerte que la injusticia; la creación de Dios supera el pecado de los hombres (cf. Mc 2, 19). (3) No rechazan nada.En principio, comen de todo, superando así, como había hecho ya Juan, un tipo de leyes de pureza que ratificará Jesús (cf. Mc 7, 19). En esa línea, la Iglesia abandona pronto el régimen de comidas puras e impuras (cf. Hech 15), aunque quedará en el fondo el tema del ayuno “por la ausencia del novio” (cf. Mc 2, 20), que puede vincularse al ayuno por solidaridad con aquellos que sufren (o no pueden comer).

           Este esquema (con fariseos y bautistas) nos recuerda que la historia de Jesús  no desemboca en un sistema de creencias, sino en un proyecto y programa de comidas. Por eso podemos situar a Jesús en la línea de los nazireos (cf. Num 6, 1-21) que, según la tradición, eran personas consagradas: se abstenían de vino, dejaban el cabello largo y asumían la causa de Dios, como soldados de la guerra santa (cf. Sansón Jc 13, 5.17; 16, 17).

El hecho de que fueran abstemios tenía quizá un sentido mesiánico: no ha llegado la hora del Mesías, que ofrecerá a los suyos el «vino nuevo» del Reino (cf. Mt 14, 25). En esa línea, ellos pueden entenderse como “precursores” de Jesús (como Juan Bautista), como ha visto Lucas que, utilizando quizá una fuente judeocristiana, interpreta a Juan como nazireo, en la línea de Samuel, de quien dice su madre: «lo dedicaré ante ti (el Señor) hasta el día de su muerte; no beberá vino ni bebida fermentada y la navaja no pasará por su cabeza” (LXX 1 Sam 1, 11).

Juan, bautista nazireo (y Jacobo, hermano de Jesús?). El ángel dice a Zacarías, padre de Juan: «Tu esposa Isabel concebirá un hijo... Y será grande ante el Señor y no beberá vino ni bebida fermentada» (Lc 1, 13-15). Juan aparece así como nuevo Samuel, prometido (dedicado) a Dios, recorriendo un camino de austeridad y ayuno (nazireato), para preparar la llegado del más grande (Samuel precede a de David; Juan precede a Jesús). El Bautista fue según Lucas un nazir o nazireo de Dios, hombre austero, que rechaza y niega los valores de esta sociedad, condensados en el vino festivo de la comunión. para hacerse testigo de un Dios del juicio (guerra santa). Es posible que haya sido más que nazir y que su rechazo del vino se vincule con eljuicio de Dios que condena a muerte a los pecadores Hs sido nazireo, como Santiago, el hermano de Jesús, según una tradición posterior, que puede ser fiable[15].

Jesús, Cristo nazoreo. No es nazir/nazireo, como Juan, sino nazoreo de Nazaret. Así le presenta Mateo, diciendo que, al volver de Egipto, tras la muerte de Herodes, «José tuvo miedo [de Arquelao] y, habiendo recibido en sueños una revelación, fue a vivir a la región de Galilea, a una ciudad llamada Nazaret, a fin de que se cumpliera lo que dicen los profetas: «será llamado nazoreo (nadsôraios: ὅτι Ναζωραῖος κληθήσεται.) (Mt 2, 23). Ésta es una cita enigmática, pero muy importante.

(1) Jesús no es nazireo/asceta (de nazir, como Juan), sino nazoreo (de nezer, descendiente de David), Ciertamente, se pueden buscar conexiones entre Jesús y el Sansón con Jc 13, 5; 16, 17; Jesús aparecería así como un guerrero asceta, al servicio de la liberación de Israel (cf. Num 6); pero el evangelio ha rechazado expresamente esa visión, al decir que Jesús come y bebe (cf. Mt 11, 19) y al presentarle como portador de un mesianismo no-violento (cf. Mt 26, 2-54).

(2). Mateo define a Jesús indirectamente como nazoreo, presentándole así como el nezer de Dios, es decir, como el “retoño davídico” (Is 11, 1), vinculado a las tradiciones del Emmanuel (¡una virgen concebirá!: Is 7, 14); pero no lo dice de un modo directo, sino que vincula ese nombre (nazoreo) con Nazaret, convirtiendo el título mesiánico (nazoreo de Isaías) en referencia geográfica (nazoreo sería lo mismo que nazareno).

 Desde esta perspectiva hay que entender la vinculación y diferencia entre nazareno (de Nazaret) y nazoreo (de un grupo mesiánico). Como vengo suponiendo, es posible que Nazaret haya sido un asentamiento de nazoreos, de manera que los términos de nazareno y nazoreo se encuentren vinculados y, en algún momento, puedan ser intercambiables. De todas maneras, Jesús se presentó como “nazoreo” (perteneciente a un grupo mesiánico), más que como nazareno (de un pueblo llamado Nazaret), desligándose expresamente de los nazireos, guerreros carismáticos y ascetas como los de Num 6 y Sansón, porque “come y bebe” (no ayuna) y porque, al final de su vida puede anunciar como signo de su obra y de su reino la copa de vino del Reino de Dios (Mc 14, 25)

 El evangelio de Marcos (muy crítico con los judeo-cristianos, que podrían apelar a la visión de Jesús como nazir ascético y guerreroreo) no le ha presentado nunca de esa forma, sino que le llama siempre “nazareno”. Por el contrario, Mateo y Juan (y de alguna forma Lucas) recogen el título de “nazoreo” en los lugares fundamentales de sus evangelios, retomando, a nuestro juicio, una tradición primitiva del movimiento de Jesús, que fue movimiento de nazoreos (no nazireos) mesiánicos[16]. 

  Jesús superó el nivel de consagrado-asceta o nazir, que no come ni bebe (como Juan Bautista y quizá como Santiago), hermano de Jesús, presentándose más bien como pretendiente mesiánico (nazoreo), un nazoreo especial que anuncia la llegada del Reino de Dios entre los marginados y enfermos de su pueblo. De esa forma, él ha podido situarse en el lugar de cruce de las diversas tendencias profético-mesiánicas de su pueblo. En esa línea, cuando Mt 2, 23 presenta a Jesús como “nazoreo” (desde Nazaret, aldea de los nazoreos de Galilea) está abriendo un camino que puede interpretarse y recorrerse de diversas maneras. Para Mateo, con la tradición que él recoge de Marcos, que evita esa palabra (en una línea que se abre a la Gran Iglesia), Jesús será nezer mesiánico, heredero de las promesas de David, y de esa manera anunciará y anticipará la llegada del Reino (pero no en la línea de los nazoreos judeocristianos, sino en apertura universal). Según los evangelios  judeo-cristianos (de los Ebionitas y/o Hebreos), Jesús será nazoreo mesiánico, quizá con elementos de nazireo  carismático.4

NOTAS

[1] Para una visión general del tema, cf. Historia de Jesús, VD, Estella 2013. Aquí supongo conocido lo allí dicho. Sobre Juan Bautista, cf. W. Wink, John der Baptist in the Gospel Tradition, NTS 7, Cambridge 1968; E. Lupieri, Giovanni Battista nelle tradizioni sinottiche, SB 82, Paideia, Brescia 1988; Giovanni Battista fra storia e leggenda, Paideia, Brescia 1988; A Commentary to the Apocalypse of John, Eerdmans Publ. Co., Grand Rapids (MI)    2006; Identità e conquista. Esiti e conflitti di un'evangelizzazione, Edizioni Dehoniane, Bologna, 2005.. Sobre el bautismo de Juan, cf. J. D. G. Dunn, Baptism in the Holy Spirit, SBT 15, SCM, London 1970, 8-2; Jesús y el Espíritu, Sec. Trinitario, Salamanca 1981, 81-122; G. Barth, El Bautismo en el tiempo del cristianismo primitivo, Sígueme, Salamanca 1986, 11-82.

[2] Cf. J. Ernst, Johannes der Täufer. Interpretation – Geschichte – Wirkungsgeschichte, BZNW 53, Berlin 1989; L. Guyénot, Jésus et Jean Baptiste. Enquête historique sur une rencontre légendaire, Imago, Chambéry 1999;   W. B. Tatum,John the Baptist and Jesus. A report of the Jesus Seminar, Polebridge, Sonoma 1994; S. Vidal, Los tres proyectos de Jesús, Sígueme, Salamanca 2003; W. Wink, John the Baptist in the Gospel Tradition, Cambridge UP 1968.

[3] Unos años más tarde, hacia el 44-45 d. C., se situó junto al río “un impostor”, es decir, un profeta apocalíptico: “Siendo Fado procurador de Judea, un impostor de nombre Teudas persuadió a un gran número de personas que, llevando consigo sus bienes, lo siguieran hasta el río Jordán. Afirmaba que era profeta y que a su mando se abrirían las aguas del río y el tránsito les resultaría fácil. Con estas palabras engañó a muchos. Pero Fado no permitió que se llevara a cabo esta insensatez; envió una tropa de a caballo que los atacó de improvisto, mató a muchos y a otros muchos hizo prisioneros. Teudas fue también capturado y, habiéndole cortado la cabeza, la llevaron a Jerusalén” (F. Josefo, Ant XX, 97-98; cf. Hech 5, 35-36).

[4] Ni Bano ni Juan se visten para los banquetes de la corte (cf. Mt 11, 8) o para tomar los alimentos puros de los esenios, con una túnica blanca de lino, bien purificados (cf. 1QS 6, 18; 7, 21-22; BJ II, 8,3, 123; 8, 5, 129). ¿Es posible que Juan no exigiera que sus seguidores vistieran como él. Pero es evidente que Jesús pudo aprender y aprendió a su lado la necesidad de superar un tipo de leyes de lo puro y de lo impuro, expresadas por ejemplo en el camello.

[5] En sí, tales comidas no se encuentran prohibidas por la ley, pues saltamontes y miel parecen alimentos puros (cf. Lev 11, 22). De todas formas, y a pesar de su carácter simbólico, vinculado a la dulzura y bendición de la tierra prometida (¡que mana leche y miel!: cf. Ex 3, 8; Dt 6, 3), los judíos más observantes mantenían una actitud de reserva ante la miel, pues podía estar contaminada por larvas o trocitos de animales muertos (abejas). También las langostas, si no se purifican, manchan a quienes las comen, como saben los esenios (Documento de Damasco 12, 12-15). Parece que Juan criticaba la halaká (norma) de purezas de otros grupos de su tiempo.  

[6] Sobre la autenticidad sustancial del testimonio de Josefo sobre Jesús, cf. J. P. Meier, A Marginal Jew: Rethinking the Historical Jesus, ABRL, New York 1991/1994, 1, 56-68.

[7] Pseudo  Clemente,  Recogniciones  1, 54, 60; W. Wink, John the Baptist in the Gospel Tradition, SNTSMS 7 Cambridge 1968, 98-105.

[8] Cf. R. Schneck, Isaiahin the Gospel of Mark, I-VIII, Bibal Dis. Series 1, Vallejo Calif. 1994, 38.

[9] Cf. W. Bauer, W. F.  Arndt, Greek-English Lexicon of the NT Testament and Other Early Christian Literature,  376.

[10] Cf. M. Jastrow,  A Dictionary of the Targumim, the Talmud Babli and Yerushalmi, and the Midrashic Literature, New York 1982, 1629-1630.. 

[11] Cf. E. Blass y otros, A Greek Grammar o f the New Testament and Other Early Christian Litera­ture, Chicago- London 1961, & 195.

[12] Cf.  R. Guelich, Mark 1-8, 26 WBC 34, Dallas 1989, 26.

[13]El Bautista apela la ira venidera (Lc 3, 7: ἀπὸ τῆς μελλούσης ὀργῆς). Al principio de Rom (cf. 1,18; 2, 5.; 3, 5; 4, 15 etc), Pablo asume el mismo tema, pero lo recrea desde la experiencia del perdón de Dios en Cristo.

[14] «Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él (de Leví), muchos publicanos y pecadores…» (Mc 2, 15-17; cf. Mt 9, 11; 11, 19). También Juan acogía a publicanos y prostitutas (cf. Mt 21, 32), pero no para comer con ellos, sino para ofrecerles un camino de conversión. Jesús, en cambio, come con ellos y con ellas, en señal de Reino (cf. también Lc 19, 2-8).

[15] He estudiado el tema en Historia de Jesús. Una f cita de Hegesipo, recogida por Eusebio, presenta a Santiago, hermano de Jesús, como nazireo ascético: 4. «Jacobo, hermano del Señor, es el sucesor, con los apóstoles, del gobierno de la iglesia. A éste le llaman todos “Jacobo el Justo" para distinguirlo de otros  muchos que se llamaban Jacob. Sólo él fue santo desde el vientre de su madre; no bebió vino ni bebida fermentada; ni tocó carne; no pasó navaja alguna sobre su cabeza ni fue ungido con aceite; y tampoco se bañaba. Sólo él tenía permitido introducirse en el santuario, porque su atuendo no era de lana, sino de lino. Asimismo, únicamente él entraba en el templo, donde se arrodillaba, y rogando por el perdón de su pueblo, de manera que se encallecían sus rodillas como las de un camello, porque siempre estaba prosternado sobre sus rodillas humillándose ante Dios y rogando por el perdón de su pueblo. Por la exageración de su justicia le llamaban Justo y Oblías, que en griego significa protección del pueblo y justicia, como los profetas anunciaban» (Historia Eclesiástica II, 23, 4-7). Esta información sobre Santiago debe ser matizada y comparada con el Ev.Tomás 12, donde él aparece también como justo, pero en línea más gnóstica que ascética. Según eso, Jesús era nazoreo, esto es, mesiánico, del nezer/semilla de David, mientras Juan y Santiago/Jacobo, hermano de Jesus, es decir, consagrados, nazireos “carismáricos”, guerreros santos, como indica Num 6 (cf. historia de Sansón, guerrero carismático, nazir de Dios).

[16] Desde este fondo habría que estudiar las variantes del nombre de la aldea: Nazaret/Nazaret, que es la más corriente (diez veces) y Nazara, que está atestiguadas en dos lugares fundamentales, Mt 4, 13 y Lc 4, 16, en los que parece hallarse al fondo la vinculación de Nazara (ciudad) con los nazoreos (grupo), con los que Jesús parece romper, en algún sentido (sale de Nazara, se enfrenta con la tradición de su padre José).

Jesús aparece como nazareno sólo seis veces, especialmente en Marcos, en cuatro lugares  (Mc 1, 24; 10, 47; 14, 67; 16, 6), en los que uno tiene la sospecha de que la tradición anterior decía “nazoreo” (no nazireno). Es como si Marcos quisiera ocultar  la visión de un Jesús nazoreo/nazireo, por el uso que los judeocristianos hacían de ese término. Las otras dos veces en que Jesús aparece como nazareno están en Lucas. La primera (Lc 4, 34) depende de Mc 1, 24. La segunda (Lc 24, 19) es críticamente insegura (muchos manuscritos ponen nazoreo) y puede haber sido creada por el mismo Lucas. 

               Más que como nazareno, Jesús aparece como nazoreo (trece veces en el NT), en textos que son básicos dentro de la tradición, en los que se recoge, a nuestro juicio, una experiencia antigua de las comunidades cristianas, que le han recordado como “perteneciente a un grupo mesiánico, Marcos evita este título. Lo conserva, en cambio, Mateo (Mt 2, 23 y 26, 71), en el contexto del comienzo y fin del mensaje de Jesús, recogiendo una tradición judeo-cristiana que él no ha desarrollado. En esa misma línea se entiende   Jn 18, 5. 7 y 19, 19, que presentan a Jesús como nazoreo precisamente en el contexto del juicio. El evangelio de Lucas pone nazoreo en un caso donde el paralelo de Marcos dice nazareno (cf. Lc 18, 37; Mc 10, 47), quizá para vincular mejor a Jesús con David, de quien derivan los “nazoreos” (cosa que Marcos habría querido ocultar). Pero donde Lucas utiliza con más frecuencia el término nazoreo es en Hechos (cf. Hech 2, 22; 3, 6; 4; 4, 10; 22, 8; 26, 9), donde habla incluso de una “aíresis” o secta de los nazoreos, a la que pertenecería Pablo (Hech 24, 5), de la que implícitamente se distancia el mismo Pablo en el discurso que sigue (cf. Hech 24, 11-21).  A su juicio, es evidente que, en principio, los cristianos estuvieron vinculados a un Jesús “nazoreo” (no simplemente nazareno)

               Estos datos (que aparecen complicados por variantes de los manuscritos) nos permiten suponer que Jesús fue nazoreo (no solamente nazareno) y que sus seguidores (al menos un grupo) se llamaban “nazoreos”. En esa línea, podemos añadir que el grupo de los cristianos “nazoreos” siguió vinculado a un tipo de judeo-cristianismo rechazado por Pablo (y después por la Gran Iglesia). Por eso, Marcos no presenta nunca a Jesús como nazoreo y los demás evangelistas (especialmente Mateo y Juan) lo hacen con ciertas reticencias, vinculando ese título, especialmente, a la condena de Jesús. Lucas puede evocar ese título desde una perspectiva histórica, situándolo en los orígenes (ya superados) de la Iglesia judeo-cristiana, como ha destacado Benedicto XVI, Jesús de Nazaret I, Esfera del libro, Madrid 2007

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