Mercaderes de libertad: Capítulo de la Merced de Poio

Había en mi pueblo (Orozko) un convento de beatas (luego monjas) de Merced y allí me dijeron (un 24 de septiembre, quizá del año 1949) que Merced significa comprar a los cautivos y esclavos para darles libertad.

(a) Comprarles con dinero, con todo el dinero necesario, que solía ser mucho, poniendo las fábricas y barcos, los bancos y labranzas al servicio de la libertad de los cautivos, esclavos y encarcelados.

(b) Pero había que comprarles también o, al mismo tiempo, con la propia vida: venderse a sí mismos, quedar en rehenes (en manos de los otros, sin armas ni violencia externa) para crear sobre la tierra libertad; por eso, los frailes y monjas de Merced hacían un “voto” de dar la vida por la libertad de los demás.

Así me dijeron: Mira a la Virgen ¿La ves? Lleva una cadena rota, lleva una especie de “escudo” con cadenas rotas y una cruz, y las barras reales también rotas; todas las barras, todas las cadenas tienen que romperse.

La Virgen del Escudo, añadieron, es madre y amiga de libertad, esto es, de Merced. Ella quiere quiere que todos los hombres y mujeres del mundo puedan vivir como en libertad, respetándose y amándose entre sí, sin unos por encima de los otros.

Supe entonces que el dinero es bueno si se pone al servicio de la vida y de la libertad, para bien de esclavos, cautivos y hambrientos, pes nosotros somos administradores de un capital que no es nuestro, porque tampoco es nuestra la Peña de Lekanda, sobre el viejo convento, o el águila vigilantes de la altura, o las nubes que flotaban en el cielo…


De esa forma quiero repetirlo hoy, mientras se celebra el capítulo de la Merced de Castilla, para tratar del Dinero de la Libertad. Con mi mejor recuerdo a todos los capitulares, como mi agradecimiento a la Merced.

Dinero de gracia


Nos han dado una tierra que es un tesoro, nos han dado un amor, hecho también de dinero, como aquel que me había regalado mi tío la tarde de fiesta. Todo el dinero del mundo, todos los bienes de la tierra y del mar, los podemos convertir en fuente de amor, para libertad de los demás. Y la inspiradora o patrona de esa gran operación de “alquimia fundamental” (esa palabra no la sabía entones) era la Dama, Mecedesko Ama, en el altar de Ibarra.

Esa era la alquimia,

la gran transmutación y tarea: convertir todas las cosas en amor, transformar el dinero en libertad, para bien de todos y, en especial, de los esclavos, como aquellos a los que protegía la Virgen del Altar, que así aparecía ante mis ojos como garantía celeste y humana de liberación.

Han pasado muchos años, he estudiado un poco la historia y tareas de la Merced, mirada ya como institución (Orden de la Merced, congregaciones mercedarias, amigos y devotos…), he formado parte de ella, a lo largo de muchos gozosos, largos, años; he participado en nueve o diez capítulos de la Merced de Castilla y en cuatro o cinco Capítulos generales. Pero la lección básica sigue siendo aquella, la que aprendí de niño, en unas fiestas, en Ibarra, ante la piedra de Lekanda, una tarde de otoño.

Por eso hoy quiero y debo recordar a los amigos de la Merced de la Provincia de Castilla, reunidos en Capítulo en Poio y decirles. ¡Felicidades! Es el tiempo de Merced y la libertad que se consigue allí donde se pone la bolsa y la vida al servicio de la libertad de los demás.

Un ideal posible

La palabra “merced” es, como muchas otras, una palabra paradójica y bivalente. Como se dice muchas veces, los extremos se tocan, de manera que merced-mercado (comprar) puede ser de Mamón o de Dios.

(a) En un sentido, merced va en la línea del “mercado de intereses”, en el que todo se compra y se vende al servicio del Capital. En esa línea, los hombres y mujeres de merced son “mercenarios”, gente que es capaz de matar por dinero y que así lo hace, alistándose bajo la bandera de Mamón, que es el dinero de muerto (como ha venido señalando en los días pasados este blog). En algún sentido, todos corremos el riesgo de volvernos mercenarios, soldados inflexibles al servicio de la muerte (por dinero).

(b) En otro sentido, va en la línea de “mercado de gracia”, una gran plaza en la que todo se regala, en un mundo donde el dinero deja de ser fuente de esclavitud y se convierte en principio de libertad. Allí donde otros compran y venden por interés (esclavizando a los más débiles de la cadena social), los hombres y mujeres de Merced emplean el dinero (que puede tener un sentido injusto) al servicio de la libertad. Emplean todo lo que tienen… entregándose a sí mismo, porque el dinero sólo no basta, si no se pone en la balanza de Dios y de los pobres/esclavos la propia vida.

En ese segundo sentido, los hombres y mujeres de Merced se entregan a sí mismo, para que los esclavos y cautivos puedan ser dueños de su libertad. Ellos siguen empleando todavía el “dinero de injusticia” del que habla Jesús (en LC 16), son mercaderes, como María de la Merced (madre y patrona de mercaderes, como fue Pedro Nolasco).

Pero son mercaderes convertidos, al servicio del “mercado común” de la libertad, del “mercado católico” del amor que se regala y comparte. Éstos son los que emplean los dineros del amo (sigo con la parábola de Lc 16: el administrador….), al servicio de los deudores pobres, de los encarcelados. Éstos son los que se alistan bajo la bandera del Dios de Jesús, simbolizado en la Dama de Merced, Santa María.

Gran astucia, amor de madre: mercado para la libertad

He querido enviar mis felicidades a todos los amigos de la Merced, recordando que tienen (que tenemos) un ideal que está en el centro de la trama del evangelio, tal como aparece en la parábola del Administrador del “dinero de injusticia” (Lc 16, 1-13). Esa parábola y toda la historia de la Merced es una historia de “inversión”: se trata de cambiar la dirección del agua egoísta de una historia y de un dinero (un capital de Mamón) que se eleva y triunfa a base de imponer su cautiverio y esclavitud a gran parte de los hombres.

Al servicio de ese Amo/Mamón parece haber trabajado el administrador de la parábola… Pero un día se da cuenta de que el agua de Mamón le arrastra y destruye, destruyendo a todos. Le queda poco tiempo, van a expulsarle (¡va a morir!), pero puede y debe cambiar la dirección, “convertir el dinero injusto” en medio para ganar amigos, es decir, para ganar la libertad de muchos.

Ésta es una “parábola de fe”, que sólo por fe puede asumirse, como han sabido siempre los hombres de Merced: en el fondo de esta “conversión del dinero”, que se pone al servicio de la amistad y la libertad, de la fraternidad universal sólo puede estar la fe (creer en Dios que es Gracia, no en Mamón que es comercio de interés)…

Los cálculos económicos de la sociedad del capital-mamón pueden ser inteligentes, pero van en otra línea, pues no hay en ellos fe en el hombre (¡amor al hombre, hijo de Dios!), sino deseo de triunfo propio, del sistema… Por eso, los “administradores de merced” tienen que ser más astutos, como dice la parábola, pero astutos al servicio de la amistad y de la vida de los pobres.

Esa es la astucia del “mercado espiritual”, hecho de gratuidad, que puede y debe trasformar el mercado de intereses y de esclavitudes de ese mundo viejo. Estos son los TM1 (temas de merced) que son, al mismo tiempo, TM2 temas del dinero de la redención.

Son temas “mercedarios” y cristianos pero, por eso mismo, son universales: temas al servicio de la amistad y libertad de todos los hombres.

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