Fiesta de los tres arcángeles, rostro protector de Dios 29.9: Miguel, Gabriel y Rafael. Tres Arcángeles/Rostros del único Dios

La liturgia celebra hoy su fiesta. Había más: El Apócrifo de Henoc cita siete y luego cuatro (Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel) y les llama “salvadores” de la humanidad cuando la invasión de los demonios y el diluvio (Gen 6‒8).

  Pero la Biblia sólo reconoce tres: Miguel (guerrero de Dios), Gabriel (su mensajero) y Rafael (médico de Dios). Su “historia” es una fiesta de gozo, providencia y presencia del “Dios Trinidad”, que se “aparece” a Abraham (Gen 18) en la figura de los tres (conforme al icono famoso de la Trinidad).

   No emiten un pequeño “rumor de ángeles”, sino un clamor estruendoso. No son dogma, no se trata de saber cómo son, ni siquiera si existen físicamente, sino de venerar su belleza y de cantar su gozo. Ésta no es postal para racionalistas, sino para aquellos que admiren y gocen la luz superior, inefable, del Dios triangélico.

El icono de la Santísima Trinidad de Andrew Rublev

MIGUEL, DIOS VICTORIOSO

Nombre teóforo hebreo: Mi-ka-El (¿Quién-como-El, como Dios?).  Como figura angélica, Miguel ha tenido un papel muy importante en la tradición apocalíptica, en el judaísmo místico y en el cristianismo; aquí sólo evoco sus rasgos bíblico.   

Luchador y juez (Libro de Daniel).

            El libro de los Arcángeles es Daniel. Pero no conoce siete o cuatro (como el apócrifo de Henoc), sino dos: Gabriel, el ángel de la revelación, que va guiando la historia de los hombres (como en Lc 1, 26-38), y Miguel, el ángel guerrero de la victoria final.

Durante un tiempo, Dios ha permitido que distintos ángeles y diablos dominan sobre el mundo, aunque él (Dios) ha dirigido la historia por medio de Gabriel, y triunfará al final por medio de Miguel.

«En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está para servir a los hijos de tu pueblo. Será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados: unos para vida eterna, otros para vergüenza y confusión perpetua. Los sabios brillarán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas, para siempre» (Dan 12, 1-2).

 Al final habrá una lucha entre diablos y ángeles (arcángeles) y se levantará y vencerá Miguel, el Gran Príncipe, que está al servicio de Israel.  Este Miguel es el ángel guerrero, de la lucha final, entendida como juicio y destrucción de los perversos.  En esa línea, él puede aparecer no sólo con la espada, luchando en contra de Satán y de sus diablos, sino también con la balanza, pesando las almas o vidas de todos los muertos.

Icono de San Miguel Arcángel – San Miguel Arcángel

Protector de la humanidad, de la Madre celeste (Ap 12, 1-10).

Los evangelios y las cartas de Pablo no dicen nada sobre Miguel, pero él aparece de nuevo en el Apocalipsis, luchando contra el Dragón y protegiendo a la Mujer, que es la madre del Mesías, el signo de la humanidadsalvada:

«Se trabó entonces en el cielo una batalla. Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. Y el Dragón y sus ángeles lucharon encarnizadamente, pero fueron derrotados y los arrojaron del cielo para siempre. Y el gran Dragón, que es la antigua serpiente, que tiene por nombre Diablo y Satanás y anda seduciendo a todo el mundo, fue precipitado a la tierra junto con sus ángeles. Y en el cielo se oyó una voz potente que decía: «Ahora se ha realizado la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo!...» (Ap 12, 7-10).

En el principio de la escena (Ap 12, 1-3) se oponían el Dragón y la Mujer, como poderes originarios. El Dragón quiere violar/derrotar a la Mujer, pero no puede, pues Dios mismo se pone de parte de la mujer, y viene en su socorre el gran ángel de Dios, que es Miguel, a quien descubrimos así como protector de la mujer (es decir, de la humanidad). El Dragón puede pensar que ha expulsado a la mujer y que ha quedado solo, triunfante sobre el cielo. Parece seguro de su victoria, pero, de pronto, aparece Miguel, Príncipe de Dios y protector del pueblo de la alianza, es decir, de la mujer (cf. Dan 10, 13.21) para vencerle, como estaba anunciado: «entonces se levantará Miguel» (Dan 12, 1).

En un sentido podemos afirmar que este Miguel es el mismo Dios. Éste es el secreto de fondo de la narración, donde se cuenta de forma velada la lucha de Miguel contra los ángeles perversos (Ap 12, 7-9). Miguel es aquí el signo de Dios, su presencia victoriosa, como ha seguido poniendo de relieve el judaísmo. Pero en otro sentido, desde la perspectiva cristiana, Miguel es Cristo… y los cristianos son Miguel, pues se dice que «ellos le han vencido (al Dragón) por la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio de ellos, porque no amaron sus vidas hasta la muerte» (Ap 12, 11). Pasamos así del lenguaje angélico al lenguaje cristológico. El ángel vencedor, el auténtico Miguel, es Cristo, que no ha ganado la batalla de Dios con una espada, sino con su propio amor (con su sangre). El ángel auténtico de Dios es Cristo, su mismo Hijo encarnado, vencedor definitivo sobre el mal y la muerte.

Ángel del juicio (Carta de Judas).

Una de las funciones más importantes de Miguel en la tradición cristiana ha sido la de pesar y dirigir las almas, en el camino que lleva a la salvación.  Miguel aparece en esa línea como “ángel psicopompo”, director y guía de las almas en el camino final de la salvación. Los falsos cristianos a los que Judas critica pertenecen a un tipo de gnosis, que confunde a Dios con el Diablo.  En contra de ellos, la carta de Judas presenta el ejemplo de Miguel, diciendo:

 «Pero ni aun el arcángel Miguel, cuando contendía disputando con el diablo sobre el cuerpo de Moisés, se atrevió a pronunciar un juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda» (Judas 1, 9)

Ese texto recoge una escena conocida de un apócrifo (Asunción de Moisés), en el que Miguel y Satán disputan sobre el cuerpo de Moisés. Es evidente que Satán quiere la condena de Moisés, es decir, la destrucción de la vida de los fieles y del pueblo de Israel en su conjunto (de la humanidad). Miguel, en cambio, protege a Moisés y los amigos de Dios, impidiendo que Satán los destruya en el momento del juicio. Con la escenografía cristiana medieval podemos suponer que Miguel está con la balanza, pesando el alma de los justos o con la espada, luchando contra Satán, para que no pueda apoderarse de Moisés difunto.  

 GABRIEL, MENSAJERO DE DIOS 

El Icono de la Fiesta de la Anunciación.

  El Libro de Daniel le presenta como ángel de la revelación, que ilumina la mente de los profetas y videntes, para que conozcan lo que Dios ha decidido. Su nombre significa gibor-el,  fuerza/poder de Dios, en forma de conocimiento. Los “potentados” del mundo son fuerza bruta: dominan, se imponen y matan. Pero Gabriel, Poder de Dios, es portador de su conocimiento, y así lo revela desde el AT: «Vino cerca de donde yo estaba… y me dijo: Yo te mostraré lo que ha de venir al final de la indignación, porque el final será en el tiempo señalado» (Dan 8, 16-19).

Gabriel es el ángel que guía de la historia a través de las semanas que marcan el curso y final de la humanidad, como sigue diciendo a Daniel: «He venido para iluminar tu entendimiento… Setenta semanas…» (Dan 9, 21-24). Aquí se supone que Gabriel está vinculado al templo de Dios, pues viene en el tiempo del sacrificio de la tarde (el momento culminante de la liturgia israelita), “volando” hasta la tierra lejana donde habita el profeta (en Babilonia). Ya no anuncia ni provoca las luchas siempre repetidas de los grandes imperios, sino el “final del final”, el cumplimiento de las “setenta semanas”, para salvación de los elegidos.

El Nuevo Testamento le presenta como ángel de la anunciación, del conocimiento de la encarnación de Dios. Él actúa dos veces: una se aparece en el templo de Jerusalén, otra en Nazaret de Galilea; una se revela a un sacerdote, otra a una mujer...  

Anunciación profético-sacerdotal. Zacarías, sacerdote del turno de Abías (Lc 1, 5), está realizando el sacrificio de la tarde, al que asiste Gabriel (como se suponía en Dan 9, 21-24), que se le aparece y le dice: «Tu esposa Isabel te dará a luz un hijo, y le llamarás Juan…Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas noticias» (cf. Lc 1, 11-19).  

Anunciación mesiánica, el ángel de María: «En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David…» (Lc 1, 26-38). Viene Gabriel, a quien se le llama el Ángel de Dios (¡el mismo Dios!), como signo del Poder divino, no para anunciar un final de guerras (como en Dan 8), sino para testificar el cumplimiento de las setenta semanas (Dan 9). El anuncio a Zacarías era una introducción. El anuncio a María es el cumplimiento. El Ángel explica (¡El Espíritu Santo vendrá sobre ti…!), la mujer asiente (¡He aquí la Sierva del Señor!).

Todo ha comenzado ya, todo se ha hecho, y el texto puede afirmar que el Ángel se va (Lc 1, 28), dejando que su palabra germine en la historia humana, a través de María. Estamos ante un texto simbólico, que los teólogos posteriores han debido interpretar con mucha erudición, complicando a veces su sentido. Pero sus símbolos fundamentales resultan transparentes: Él Ángel de Dios (Gabriel: Dios poderoso) y su Espíritu Santo pueden identificarse y probablemente se identifican (el mismo Gabriel es el Espíritu Santo, como han visto algunos Padres de la Iglesia). Éste Gabriel/Espíritu Santo aparece así como signo de la presencia y acción de Dios en María.

RAFAEL, SALUD DE DIOS, EL ÁNGEL DE LAS BODAS

Icono Arcángel Rafael pintado a mano fondo oro 18x14 cm Rumanía 1

 Es el ángel del libro de Tobías, y su nombre significa Curación de Dios (=Dios de curación). Su historia bíblica se vincula con Tobías y Sara, a quienes cura, venciendo al feroz demonio demonio Asmodeo, enemigo de doncellas, destructor de matrimonio.

Sara y demonio Asmodeo. Un diablo que se opone al matrimonio

          Desde ese fondo ha tejido este libro dos historias paralelas: la del anciano Tobit, que pide a Dios que le libere de la ceguera que padece (aunque es un hombre justo, que se ocupa de enterrar a los muertos) y la de la joven Sara, una israelita perseguida y poseída por un demonio perverso, de origen persa, llamado Asmodeo (Aesma-Daeva), vinculado al principio del mal, que tiene celos de ella (y del despliegue de la vida) y que ha matado, en la noche de bodas, a sus siete maridos, antes que llegaran a acostarse. El anciano Tobías y la joven Sara ruegan a Dios, pidiéndole que les ayude en sus problemas…

 Fue oída en aquel instante, en la Gloria de Dios, la plegaria de ambos (de Tobit y de Sara) y fue enviado Rafael a curar a los dos, y así vino Rafael, tomando figura humana de caminante, sanador, amigo, con el nombre de Azarías(Tob 3, 3-17).

El adversario del ángel Rafael es el demonio Asmodeo, que aparece como un tipo de íncubo que tiende a enamorarse (=apoderarse) de las mujeres. Su figura está presente en numerosas tradiciones del entorno bíblico, que describen el poder de espíritus fuertes que se adueñan de un modo especial de mujeres, con las que de alguna manera se “acoplan” en plano sexual y personal, destruyendo a quienes se acercan a ellas. En esa línea sitúa nuestro libro a Sara.

El libro no razona sobre la situación de Sara, ni explica el origen de la figura de Asmodeo, demonio destructor, aunque deja claro que no puede vender al Dios israelita, ni a su ángel Rafael. Dios mismo es quien vence a Asmodeo, pero no tiene que hacerlo directamente, sino a través del Ángel Bueno y Sanador (Rafael), que actúa de un modo escondido (en forma humana), al servicio de Tobías, para curar a Sara y Tobit, protegiendo de esa forma el poder de la Vida y el valor de la mujer. Es como si el libro quisiera decir que otros pueblos pueden estar sometidos al demonio, mientras que Israel puede confiar y confía en el ángel bueno.

Rafael, espíritu de Dios en forma humana, actúa como guía sabio (ángel sanador), dirigiendo los pasos de Tobías (hijo de Tobit, novio de Sara) y, con la ayuda del hígado de un pez milagroso que han sacado del Tigris, consigue liberar a Sara del fiero demonio Asmodeo, que había matado en la noche de bodas a sus siete esposos anteriores.

Liberación y boda de Sara

Acompañado y protegido por Rafael (el ángel en forma humana), Tobías llega a casa de Ragüel su pariente, y, por consejo del ángel Rafael (que se hace llamar Azarías), pide a Ragüel la mano de su hija Sara y así se celebran las bodas. Lógicamente, conforme a los siete casos anteriores, al demonio Asmodeo, debía matar al novio pretendiente, pero Rafael, el sanador de Dios, cura a la novia y persigue (destruye) al demonio Asmodeo.   

Así quedó curada Sara, por intercesión del ángel  que curó a la novia (curó a los novios) para que pudieran casarse y vivir en salud y bendición.Ésta es una historia moralista, escrita para entretener a los piadosos judíos y para recordarles el valor de las buenas obras, especialmente la de enterrar a los muertos (cosa que hacía el viejo Tobías: cf. Tob 1, 15-20; 2, 3-8) y la de honrar a los padres ancianos (como hace el joven Tobías a lo largo del texto).

En ella se habla de los ángeles custodios, como Rafael, que asisten a los fieles y les libran de los diversos peligros de la vida (cf. Tob 12). Ésta es finalmente, y sobre todo, la historia de la “curación” de la mujer, que había corrido el riesgo de caer bajo las garras de un demonio/dios celoso y destructor (un íncubo malo), que había matado a sus siete maridos. Es como si quisiera decir que una mujer, aún siendo buena, se encuentra siempre bajo la amenaza de demonios destructores. Sólo un ángel bueno y la oración del buen esposo pueden liberar a una mujer de la tiranía de los demonios que les amenazan.

Por su forma de entender las buenas obras, la providencia de Dios, la asistencia de los ángeles y, sobre todo, la suerte de Sara (a quien el ángel libera del poder del poder del dios adverso), este libro de Tobías ha influido mucho en la piedad y devoción de los judíos y, de un modo aún mayor, de aquellos cristianos católicos y ortodoxos, que lo han tomado como canónico. De un modo normal, la historia inquietante de la primera Sara, mujer poseída (¿amada?) por un dios/demonio que mata a sus maridos, ha impresionado más que la historia de la segunda Sara, curada por Rafael, casada ya canónicamente con su marido Tobías, según la ley del Dios de Israel.

Textos tomados de Gran Diccionario de la Biblia. Voces: Ángales, Arcángeles, Miguel, Grabriel y Tobias

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