Mujer final, vida feliz: Apocalipsis 21-22

He venido tratando de las mujeres del Apocalipsis (Madre, Perseguida, Ramera…). Pues bien, según el Apocalipsis existe un happy end, porque hay Dios…y porque la historia de la vida tiene un sentido. De ese fin feliz, en forma de mujer quiero hoy tratar, con Ap 21-22. Éste es un texto básico de la esperanza de la humanidad. En la imagen un famoso cuadro de Zurbarán: un hermano redentor, vestido de blanco, Pedro Nolasco, sueña en la ciudad de la libertad y de la vida que le muestra el ánge.

Textos


Mientras la Bestia y los Reyes mataban y comían a la Ciudad-Prostituta (Roma), en banquete totémico de dura antropofagia, la Madre-Mujer fugitiva y perseguida seguía en el desierto de la tierra, como hemos evocado (cf. Ap 12, 5.13-17). Pues bien, la muerte de la Ciudad violenta del sistema hace posible la gran inversión, que había sido ha evocada en los cantos de Ana (cf. 1Sam 2, 1-0) y María, la madre de Jesús (Lc 1, 46-55). De esa forma, la misma elegía por la Prostituta (Ap 18, 1-19-8), culmina en un canto de victoria de la Perseguida:

Aleluya! El Señor nuestro Dios todopoderoso empieza a reinar.
Alegrémonos, regocijémonos y démosle gloria,
porque han llegado las bodas del Cordero
y su Esposa se ha engalanado,
y le han concedido vestirse de lino puro, brillante (Ap 19, 6-8)



Frente a la Prostituta, que era Ciudad-Sistema y reinaba a través del entramado de Bestia, Reyes y Comerciantes (cf. Ap 18, 11-19), corruptores de la tierra (cf. 11, 18), se eleva ella, la Mujer-Esposa del Cordero. La Prostituta era Mujer de Bestia, y vivía de matar y beber la sangre de los pobres, edificando así su Ciudad de opresión. La Novia, en cambio, es Mujer del Cordero que ha dado y sigue dando su sangre y vida a favor de los demás, en gesto de gratuidad creadora. Por eso, frente a la antigua Ciudad-Prostituta, morada de violentos, surgirá la Ciudad de la Bodas del cordero, entendida y realizada como pacto de amor.

La Mujer fugitiva y perseguida de la historia no tenía ciudad, sino que vivía en el desierto, mientras la ciudad del mundo estaba en manos de la Prostituta. Sólo al final, cuando el Cordero degollado supere con su amor los poderes de violencia de la historia, podrá elevarse ella, como Ciudad-Paraíso, Mujer plenamente realizada, humanidad de amor definitivo. Así pasamos de la Madre primera (Ap 12) a la nueva Humanidad que bajará del cielo, como Ciudad Novia (Ap 21-22), superando con la Mujer fugitiva y perseguida el riesgo de la Prostituta (Ap 17-18).

La misma Ciudad será entonces la Esposa del Cordero. No seguirá en el cielo antiguo (Ap 12, 1-5), amenazada por el Dragón, ni tendrá que huir, siendo Perseguida hasta el desierto, sino que bajará del alto (llevando en sí la plenitud del cielo nuevo y de la tierra nueva), como Novia de amor del Cordero degollado, que fue capaz de abrir los sellos de la historia (Ap 5).

Ese Cordero es la antítesis del Dragón: no devora a los demás, sino que se deja matar, regalando la vida por ellos. Pues bien, el mismo Cordero viene a desvelarse al fin del drama como amigo, amante esposo, de manera que en su amor culmina la metamorfosis de la Mujer, es decir, la transformación de la humanidad, que ya no es Madre, sino simplemente Amiga o mujer del Cordero. De esa forma, ella invierte la marcha normal de la historia, donde la mujer suele pasar de la juventud y maternidad a la vejez; aquí, en cambio, superada el tiempo de alumbramiento, la mujer-humanidad viene a mostrarse para siempre joven, esposa de amor definitivo, sin más oficio que el amor eterno, sin necesidad de nuevos hijos, pues los hijos, hombres y mujeres, han nacido ya por siempre (19, 7) .

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva,
pues el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.
Y la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén,
bajando del cielo, de junto a Dios,
ataviada como Novia que se adorna para su esposo.
Y oí una voz potente, salida del trono, que decía:
Esta es la Tienda de Dios con los humanos: habitará con ellos;
ellos serán sus pueblos y el mismo "Dios-con- ellos" será su Dios (Ap 21, 1-3).

Entonces se me acercó uno de los siete ángeles... y me dijo:
-(Ven! (Te mostraré a la Novia,
la Mujer del Cordero!
Y me llevó en espíritu sobre una Montaña grande y excelsa
y me mostró la Ciudad Santa, Jerusalén,
que bajaba del cielo, desde Dios, con la gloria de Dios.
Su esplendor era como el de una piedra preciosa
Tenía una muralla grande y elevada y doce puertas…. (Ap 21, 9-14) .


Esta imagen de la Novia-Ciudad preside la culminación de la historia, que constituye el tema central de Ap 21-22. La metamorfosis, es decir, el camino creador de la Mujer ha culminado. La Novia es la verdad final del ser humano, figura perfecta de Mujer, humanidad cumplida, como indicaremos resaltando algunos rasgos del texto:

1. Cielo nuevo, tierra nueva (21, 1).

Ha culminado la creación y Juan evoca el tema de Gen 1, 1: "en el principio creo Dios los cielos y la tierra..." . Pues bien, los viejos, han pasado y han llegado ya los nuevos Ahora no existe "mar" (como lugar del que proviene el Dragón: cf. Ap 13, 1), ni hay Dragón, ni tampoco Bestias, pues han sido vencidas por el Cristo (cf. Ap 19, 11-20, 15), Cordero Triunfador. Dios ha permitido que la Ciudad de perversión desaparezca, destruida por los mismos poderes perversos de la historia; su obra de amor ha culminado, primero de forma provisional en el Milenio de triunfo mundano de los justos (20, 1-6), luego de manera definitiva, con los "cielos nuevos y la tierra nueva" (21, 1). La creación de Dios allegado a su plenitud: su acción y gloria se expresa en el cielo nuevo y en la tierra nueva donde se recoge el camino positivo de la historia.

2. Ciudad Santa, Jerusalén Nueva (21, 2).

La primera imagen de plenitud de ese nuevo Cielo-Tierra es la Ciudad, como lugar de encuentro transparente y comunión de Dios para los humanos. No queda la Ciudad-Babel, la Prostituta que ha sido destruida ya (como hemos visto), no hay Bestias ni poderes adversarios: sólo emerge y triunfa la Ciudad de lo humano, que es lugar de plenitud y vida, en gozo de amor, como explicará después Ap 22, 1-5. Ella desciende del cielo, como signo de la gloria de Dios. Bajó en dolor la Madre antigua, perseguida por el Dragón, del cielo a la tierra, para refugiarse en el desierto (Ap 12, 6). Ahora baja la Ciudad-Novia de las bodas finales, que son fuente y encuentro en amor para todos los humanos. El profeta Juan es hombre urbano: ha condenado a la Ciudad-Prostituta porque esperaba otra distinta: la Ciudad-Jerusalén, que es plenitud de la historia y salvación israelita. Esta es una bajada que es subida: la Ciudad viene de Dios, pero al mismo tiempo surge de la historia humana, como hemos ido destacando en todo lo anterior: la Novia de las Bodas es la misma Madre antigua, la Mujer perseguida.

3. Novia (21, 2).

Lo que antes era Ciudad aparece ahora como Mujer, según hemos venido diciendo en todo lo anterior. Pues bien, el texto añade que ella viene "ataviada como Novia que se adorna para su Esposo" (Ap 21, 2). El mismo ángel-guía la llamará después directamente Novia (21, 9): es la humanidad en plenitud, la Madre hecha joven mujer para el gozo de unas bodas que no tienen más finalidad que la comunicación personal y el enriquecimiento mutuo. Por generaciones y generaciones, las mujeres se han tomado y sentido ante todo como madres; luego se han dividido, de manera que algunas han tenido que vivir como Perseguidas, mientras otras se han hecho Perseguidoras, vinculándose a las bestias. Pues bien, ahora al final, todos los salvados, varones y mujeres, aparecen simplemente como Mujer para el amor, personas. La meta de la vida humana no es la vejez ni la muerte; la plenitud de una mujer no está en su maternidad, sino en el amor de bodas, el encuentro personal .

4. Morada de Dios (21, 3).

La Ciudad-Novia viene a presentarse como templo de Dios, pero no en el sentido particular o aislado de Naos o casa para un culto determinado, exclusivo de los limpios, como en la vieja Jerusalén, sino como espacio abierto de encuentro y comunión para todas las personas. No habrá en la ciudad templo especial (cf. 21, 22), porque toda ella es morada y presencia de Dios. Esta palabra (morada: miskan, skênê) significa ante todo Tienda o Tabernáculo, es decir, lugar de diálogo con Dios. Así lo ha explicitado el texto de manera emocionada, en terminología de Pacto (cf. Ap 21, 3-4; cf. 22, 1-6). Ya no habrá Dragón ni Bestia alguna, ni tampoco interferencias que impidan el encuentro, de manera que "Dios habitará con ellos", en transparencia de amor y comunión cumplida. Ella, la Mujer-Novia viene a desvelarse así cómo verdadera Morada de Dios: es Mujer-Persona para el diálogo, pues una persona sólo habita verdaderamente en otra; es Mujer-Casa, signo de encuentro para todos los humanos. De esta forma se evoca y despliega el carácter social de la Mujer-María: ella aparece en la plenitud del Apocalipsis como signo y Sagrario de amor o comunión para los humanos .

5. Mujer del Cordero (21, 5).

Antes, la narración profética (Ap 21, 2) hablaba de la Ciudad-Jerusalén y la presentaba luego como Novia. Ahora se invierte el orden: el Ángel-guía anuncia la llegada de la Novia; pero luego el vidente la descubre como Ciudad. Ya no Novia en general (simple Nynphê), sino Mujer del Cordero (Gynê tou arniou), conforme a una expresión que habíamos hallado en en Ap 19, 7, cuando anunciaba las Bodas del Cordero. La Gynê o Mujer, que Ap12 presentaba como perseguida del Dragón viene a desvelarse ahora como Esposa final del Cordero. Este es el centro y culmen de la gran metamorfosis: de la Mujer con Dragón, que era signo y principio de todos los riesgos del camino humano, hemos pasado a la Mujer del Cordero, que es meta y plenitud de la historia. En medio ha quedado el riesgo de la mujer perseguida, amenazada por la Prostituta, pero ella ha vencido todos esos riesgos y ahora, culminado su camino, puede presentarse como Esposa del Cordero, es decir, como la Mujer definitiva, hecha persona.

6. Jerusalén, Iglesia.

Esta Novia, Mujer del Cordero, humanidad realizada, viene a presentarse luego (en Ap 21, 9-22, 5) como Ciudad de encuentro, donde caben todos los humanos. Es Ciudad y morada de Vida, con las puertas siempre abiertas, para acoger a todos los que vienen. Ella mantiene los signos de Israel (las puertas llevan los nombres de las doce Tribus) y de un modo especial los signos del principio de la iglesia (los pilares son los doce apóstoles del Cordero). Pero se halla abierta para todos los pueblos de Dios (cf. 21, 3), de manera que los reyes de la tierra vendrán trayendo sus dones. De esta forma, la culminación de la historia humana, que se expresa en forma de Ciudad y Mujer, se identifica con el auténtico Israel, realizado y culminado en Cristo .

Culmina así esta historia de metamorfosis de la Mujer, que es signo de la humanidad. Normalmente, los relatos de este mundo suelen hablar de la metamorfosis y camino de un héroe varón, que va superando las diversas pruebas del camino, hasta encontrar su identidad, vinculada de manera general a una mujer. Pues bien, entendido en la línea anterior, el Apocalipsis habla más bien del camino de una mujer, que es signo de humanidad, expresión de iglesia. Desde este fondo podemos presentar unas breves conclusiones, en torno a la mariología del Apocalipsis
Volver arriba