Mujeres 7. Marta, la confesión de fe

Marta y María ofrecen dos claves de interpretación cristiana, dos figuras fundamentales de la Iglesia, unidas entre sí (son hermanas) y complementarias, una es signo de la fe activa, otra del amor transformante.

Ellas son para el evangelio de Juan (de una forma convergente para Lc 10, 38-42) el signo y compendio de toda la iglesia, con sus funciones y ministerios, varones y mujeres, mujeres y varones. No son parte de la iglesia, son toda la Iglesia.


Aquí tratamos de Marta. La tradición posterior le ha hecho Obispo de obispos, fundadora de Iglesias, luchadora contra el Diablo (al que aplasta o al que expulsa con agua bendita), creadora de una gran comunidad de creyentes, en el Sur de Francia y en otros lugares del Mediterráneo.

Marta ha sido y sigue siendo (con Tecla y con María Magdalena, con Marina y otras muchas cristiana antigua) una de las grandes Madres de la iglesia

La tradición de Lucas

La tradición lucana conoce a dos hermanas que, en gesto de amistad y servicio, reciben a Jesús. Una, llamada Marta, realiza funciones que la tradición suele llamar femeninas: se ocupa afanosamente en el servicio de comida y casa. La otra es María y se sienta a los pies de Jesús escuchando su palabra, como discípula que puede acoger, entender (y extender) el evangelio. Enseñando de esa forma a una mujer y haciéndola discípula y maestra de su reino, Jesús rompe y supera la tradición judía porque los rabinos no ofrecían su enseñanza a las mujeres: sólo los varones pueden entender y expandir la enseñanza de la ley de forma estricta.

De un modo lógico, Marta protesta desde su doble condición de mujer que está obligada a los trabajos de la casa y de judía que acepta resignada el puesto social que la tradición le ha confiado: no es propio de mujeres el "ocio" de la palabra para escuchar y aprender la ley o el evangelio. Pues bien, en su respuesta, Jesús ha defendido a María: Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; una sola es necesaria, María ha escogido la mejor parte, que no le será quitada (Lc 10, 41-42)

Ciertamente, el servicio por el pan y por la casa es necesario, pero hay algo que es aún más importante "pues no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (cf Lc 4, 4). También la mujer nace, vive, se despliega, lo mismo que el varón, en el nivel de la palabra: por eso ella se vuelve discípula del Cristo, para comprender su evangelio y transmitirlo. María ha escogido la mejor parte: Jesús mismo la ha elevado al nivel de comprensión radical del evangelio. De ahora en adelante ella no debe estar subordinada a su marido, escuchando pasivamente la palabra y ocupada en las labores más humildes de la casa mientras salen los varones a entender y predicar en libertad el evangelio. Varones y mujeres son ahora iguales desde el Cristo.

Pero en esta escena, Marta no es una “criada”, sino que está en la línea de los dirigentes eclesiales:

Esta visión de la mujer que escucha, comparte y enseña la Palabra ha sido rechazada por una tradición deuteropaulina reflejada en la glosa de 1Cor 14, 34 (¡las mujeres callen en la iglesia, no se les permite hablar!) y en Tito 2, 5 (¡estén sometidas a sus maridos!). Con su prudencia y habilidad característica, Lucas supera esa postura al presentar a María como plena discípula del Cristo, en el nivel de la Palabra (abierra al ministerio de la predicación). En ese camino avanza Jn al hacer de Marta y María discípulas ejemplares dentro de la iglesia.

La tradición de Juan

Jn ha recogido y reelaborado la tradición del encuentro de Jesús con estas dos mujeres, que ahora tienen un hermano llamado Lázaro (Jn 11, 1). En un primer nivel, Marta sigue siendo la trabajadora: sirve en el banquete que ofrecen a Jesús en Betania, mientras Lázaro, invitado, se sienta a comer y María queda libre para realizar su gesto profético de amor y servicio, ungiendo a Jesús para la muerte (Jn 12, 1-8). Pero Juan ha introducido aquí una novedad: Marta no es sin más trabajadora servil de la casa; siendo trabajadora, ella conoce mejor que nadie los misterios del reino de Jesús y viene a presentarse como la primera que acepta y confiesa su evangelio de resurrección y vida. Ha muerto Lázaro y Jesús llega cuando ya le han enterrado.

Texto. Breve análisis

- Poder histórico de Jesús. Marta dice: Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano; pero aún ahora sé que Dios te concederá todo lo que le pidieres (Jn 11, 21-22). Conforme a una tradición que conocemos ya por los sinópticos, Jesús aparece como alguien que hace milagros: cura a los enfermos y resucita a los muertos.

- Fe escatológica judía. Jesús responde a Marta: tu hermano resucitará y ella precisa: resucitará en la resurrección del último día (Jn 11, 23-24). Esta es la fe fundamental de los judíos (por lo menos de los fariseos), tal como recuerda Pablo en Rom 4, 17 donde presenta a Abrahán como padre y modelo de fe porque creyó en el Dios que vivifica a los muertos y que llama al ser a las cosas que no existen. Este es el Dios de Marta la judía: ella cree en aquel que crea y resucita. Por eso dice a Jesús: mi hermano resucitará en el último día". Así es hija de Abrahán, auténtica judía.

- Fe cristiana. Pero esa fe de Abrahán queda transcendida por el Cristo. Ante la tumba de Lázaro, el amigo muerto, Jesús presenta a Marta su misterio: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre (Jn 11, 26). Esta es la fe cristiana, que Pablo ha presentado en forma teológica ("creemos en el Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos", Rom 4, 24) y Jn 11, 26 traduce ya en forma cristológica. Se ha cambiado el centro de la fe y la historia de los hombres. Lo que define la existencia no es una esperanza ((habrá resurrección final para los justos!) sino la unión de los creyentes con el Cristo que ha resucitado y de esa forma viene a presentarse como vida de los hombres.

Confesión fe, primera creyente

La escena nos sitúa precisamente en un lugar fronterizo, en la ruptura de nivel donde superando la fe común de la escatología judía (apoyada en la resurrección futura de los muertos) venimos a fundarnos en la fe especificamente cristiana: Jesús mismo es la resurrección ya realizada, el culmen de la historia, la revelación definitiva de Dios. Paradójicamente su misterio viene a proclamarse ante la tumba del hermano muerto, en el lugar donde parece que se agota y se consume (hasta se pudre) la esperanza de los hombres. Allí pregunta Jesús en interrogación solemne )crees esto? y Marta responde, en confesión de fe cristiana:

Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios,
que ha venido a este mundo (Jn 11, 27)


Al contestar así, Marta aparece Jn como la primera cristiana verdadera. Ella reconoce a Jesús como vida de Dios que está presente sobre el mundo. Significativamente, Juan ha silenciado o transformado la confesión de fe que la tradición sinóptica ponía en boca de Pedro, representante y portavoz de todos los creyentes (cf Mc 8, 29). Es cierto que él, en nombre de los doce, sigue a Jesús, aceptando su mensaje, aunque no llegue a entenderlo: "Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y confesamos que tú eres el santo de Dios" (Jn 6, 68-69). Esta confesión sitúa a Jesús en el nivel de la esperanza judía, presentándole como revelador de Dios, pero todavía no le reconoce como mesías verdadero: el Hijo de Dios que da la vida y es resurrección dentro del mundo.

Pues bien, sobre el Pedro vacilante de la tradición prepascual, sobre el Pedro incompleto de Jn 6, 68-69, se eleva ahora Marta y aparece como la primera creyente, la discípula perfecta, que acepta y reconoce el sentido de Jesús como resurrección y vida de los hombres (varones y mujeres). Es cierto que ella sigue siendo servidora de los otros, como indica el texto posterior (Jn 12, 2). Pero, desde el fondo de ese servicio, ella es la primera en expresar y expandir la fe completa. Así podemos afirmar que Marta, una mujer trabajadora, ocupa en Jn 11, 27 el puesto que en la tradición sinóptica ocupaba Pedro. Sobre la fe de ella ha fundado Cristo el camino de su iglesia.

Marta es la primera en confesar la fe pascual sobre la tumba de su hermano muerto anticipando la resurrección de Cristo. Por eso, ella no tiene que volver ya en los relatos de la pascua: no corre hacia la tumba vacía (como hará la Magdalena), ni busca al cadáver del Señor en el jardín pascual del mundo. Ha confesado su fe en Jesús que es vida de los hombres y su confesión permanece como tipo y modelo de fe para todos los creyentes. La resurrección histórica de Lázaro su hermano será simplemente un signo para confirma la fe más honda y duradera de Marta en el principio de la iglesia.

Así hablamos de la confesión de fe de Marta (Jn 11, 27): Ella aparece como intérprete y testigo de la fe de una iglesia que ha superado el riesgo nacionalista (que está en el fondo de la confesión de Pedro en Mc 8) y el riesgo de una Iglesia que podría cerrarse en sí misma (en la línea de muchas interpretaciones de la fe de Pedro en Mt 16), para abrirse al conjunto de la humanidad. El mismo Jesús dirige su camino y ella lo acepta, respondiendo “sí, creo”, viniendo a presentarse así como “regla de fe” para todos los cristianos que se abren al Hijo de Dios que es “resurrección y la vida” que se abre y expande al mundo entero. Ella, una mujer a la que hoy algunos llamarían “seglar”, sin autoridad jerárquica, es la primera doctora de la Iglesia.


Concreción. Pedro y Marta: dos doctores, dos confesiones de fe

En el Nuevo Testamento hay varios doctores de la Iglesia naciente, entre ellos Pablo y Santiago. Pero las dos confesiones de fe más significativas son la de Pedro y la de Marta.

La confesión de fe de Pedro (tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Mc 8 y Mt 11) va en la línea de un mesianismo nacional judío, que Jesús ha rechazado (en Marcos), pero que el evangelio Mateo ha reelaborado en línea eclesial, reconociendo la inmensa labor de Pedro en el despliegue de la Iglesia primitiva. Éste es el texto que la Iglesia de Roma ostento en la cúpula de su basílica dogmática, en el Vaticano.

La confesión de fe de Marta (Jn 11, 27) puede y debe tomarse como un correctivo y profundización que ella (Marta) ha introducido en la confesión de Pedro, para abrirla al conjunto de la humanidad, superando así el riesgo de clausura nacionalista (en la línea de Marcos) y de la posible fijación y eclesial del texto de Mateo.

En ese sentido, se puede afirmar que la Confesión de Fe de Marta asume e interpreta en clave universal, desde la perspectiva de la superación de la muerte, la Confesión de Fe de Pedro, que es buena y necesaria, pero insuficiente.

Fe de Marta, fe de la iglesia

El evangelio de Juan ha recogido y reelaborado la tradición del encuentro de Jesús con Marta y María (que aparece en Lc 10, 38-42), pero, a fin de simbolizar en ella el conjunto de la fe cristiana, ellas tienen ahora un hermano llamado Lázaro (Jn 11, 1). En un primer nivel, Marta sigue siendo la trabajadora: sirve en el banquete que ofrecen a Jesús en Betania, mientras Lázaro, invitado, se sienta a comer y María queda libre para realizar su gesto profético de amor y servicio, ungiendo a Jesús para la muerte (Jn 12, 1-8).

Pero Juan ha introducido aquí una novedad: Marta no es sin más la “diaconisa” de la casa, como en Lucas; siendo trabajadora, ella conoce mejor que nadie los misterios del reino de Jesús y viene a presentarse como la primera que acepta y confiesa su evangelio de resurrección y vida. Ha muerto Lázaro y Jesús llega cuando ya le han enterrado. Marta sale a su encuentro e inicia así un diálogo en que pueden distinguirse tres niveles, que presentaremos siguiendo el mismo texto:


1. Fe histórica en Cristo Sanador. Marta cree en el poder de Jesús y así dice:

Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano; pero aún ahora sé que Dios te concederá todo lo que le pidieres (Jn 11, 21-22).

(Conforme a una tradición que conocemos ya por los sinópticos, Jesús aparece como alguien que hace milagros: cura a los enfermos y resucita a los muertos. En un primer momento, Marta acepta a Jesús como Sanador, hombre que cura en este mundo).

2. Fe escatológica judía.

Jesús responde a Marta: «Tu hermano resucitará» y ella precisa: «Resucitará en la resurrección del último día (Jn 11, 23-24).

(Ésta es la fe fundamental de los judíos de aquel tiempo, por lo menos de los fariseos, tal como recuerda Pablo en Rom 4, 17 donde presenta a Abrahán como padre y modelo de fe porque creyó en el Dios que vivifica a los muertos y que llama al ser a las cosas que no existen. Este es el Dios de Marta la judía: ella cree en Aquel que crea y resucita. Por eso dice a Jesús: mi hermano resucitará en el último día". Así es hija de Abrahán, auténtica judía… En esta línea se sigue situando gran parte de la fe cristiana de aquellos que básicamente sólo creen en la resurrección final).

3. Fe cristiana 1. Presentación de Jesús. La fe de Abrahán queda transcendida por el Cristo. Ante la tumba de Lázaro, el amigo/hermano muerto, Jesús presenta a Marta su propio misterio, la novedad del Hombre en Dios:

Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre (Jn 11, 26).

(Esta es la fe cristiana, que Pablo ha presentado en forma teológica ("creemos en el Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos", Rom 4, 24) y que Jn 11, 26 traduce ya en forma cristológica. Se ha cambiado el centro de la fe y la historia de los hombres. Lo que define la existencia no es una esperanza para el final ((habrá resurrección final para los justos!) sino la unión de los creyentes con el Cristo que ha resucitado, es decir, la fe en la presencia de Dios en la Vida de los Hombres, la fe en la Vida Resucitada. y de esa forma viene a presentarse como vida de los hombres.

La escena nos sitúa precisamente en un lugar fronterizo, en la ruptura de nivel donde superando la fe común de la escatología judía (apoyada en la resurrección futura de los muertos) venimos a fundarnos en la fe específicamente cristiana: Jesús mismo es la resurrección ya realizada, el culmen de la historia, la revelación definitiva de Dios. Paradójicamente su misterio viene a proclamarse ante la tumba del hermano muerto, en el lugar donde parece que se agota y se consume (hasta se pudre) la esperanza de los hombres, pues Lázaro, el hermano/amigo, está oliendo ya en la tumba. Ante esa tumba, ante la humanidad que sufre y muerte, pregunta Jesús en interrogación solemne )crees esto? y Marta responde, en confesión de fe cristiana:

Fe cristiana 2. Respuesta de Marta, portavoz de la Iglesia

Sí, Señor;
yo he creído que tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios,
que ha venido al mundo (Jn 11, 27)


Al contestar así a Jesús, Marta aparece como la primera cristiana verdadera. Ella reconoce a Jesús como vida de Dios que está presente sobre el mundo. Es la primera que confiesa su fe (Sí, Señor) en Jesús como “resurrección y vida”.

Comparación con la confesión de Pedro en Marcos, Mateo. La confesiónd e Marta


Significativamente, Juan ha silenciado o transformado la confesión de fe que la tradición sinóptica ponía en boca de Pedro, representante y portavoz de todos los creyentes (cf Mc 8, 29). Es cierto que Pedro, en nombre de los doce, sigue a Jesús, aceptando su mensaje, aunque no llegue a entenderlo: "Señor )a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y confesamos que tú eres el santo de Dios" (Jn 6, 68-69). Esta confesión de Pedro se sitúa en el nivel de la esperanza judía, presentándole como revelador de Dios, pero todavía no le reconoce como mesías verdadero: el Hijo de Dios que da la vida y es resurrección dentro del mundo.

a) Esto significa que el evangelio de Juan conoce la tradición de Marcos 8, donde Pedro confiesa a Jesús como Cristo, pero en línea nacionalista, de iglesia cerrada, de forma que Jesús tiene que reprenderle “apártate de mí, Satanás”. Es evidente que puede haber un Pedro “Satanás”, que tienta a los hombres y al mismo Jesús y aparta los hombres de la salvación. El último testigo de la fe para Juan no es Pedro, sino Marta.

b) El evangelio de Juan parece conocer la confesión de Pedro en Mateo 16, donde Pedro dice casi lo mismo (tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo…), pero después su fe se interpreta sólo en clave eclesial, que es buena, pero insuficiente. Ésta es la fe de las “llaves” que sirven para abrir todas las puertas (¡te daré las llaves del Reino de los cielos…!), pero que puede utilizarse y se utiliza también para cerrar, como parecen hacer algunos jerarcas de este tiempos. El evangelio de Juan puede conocer esa confesión de Pedro en Mateo 16, pero él quiere ampliarla y lo hace acudiendo a Marta.

Pues bien, sobre el Pedro vacilante de la tradición prepascual y de cierta iglesia primitiva (Mc 8), sobre el Pedro intra-eclesial e incompleto de Mt 16 y Jn 6, 68-69, se eleva ahora Marta y aparece como la primera creyente, la discípula perfecta, que acepta y reconoce el sentido de Jesús como resurrección y vida de los hombres (varones y mujeres).

Es cierto que Marta sigue siendo servidora de los otros, como indica el texto posterior (Jn 12, 2). Pero, desde el fondo de ese servicio, ella es la primera en expresar y expandir la fe completa. Así podemos afirmar que Marta, una mujer trabajadora, ocupa en Jn 11, 27 el puesto que en la tradición sinóptica ocupaba Pedro. Sobre la fe de ella ha fundado Cristo el camino de su iglesia.

La Confesión de Marta:

a) Es la misma confesión de Pedro en Mc 8: Tú eres el Cristo
b) Es la misma confesión de Pedro Mt 16: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios
c) Pero es ya una confesión cristiana completa:

1) Sí, creo. Es una confesión personal, que responde al mismo Jesús que le pregunta ¿crees? Ella responde a Jesús (en la Iglesia, pero no a la Iglesia sin más). Sí, creo.

2) Creo esto: «Que tú eres la Resurrección y la vida y que quien cree en ti no muere…”. Jesús le ha preguntado “crees esto” y ella ha respondió “creo”, es decir, “creo esto”… Ella creen en Jesús como resurrección y vida, es decir, como Dios que es la Vida/Resurrección, el Dios judío, el Dios universal, el Dios de la vida de los hombres… el Dios que no muere.

3) Sí, Señor… Marta llama a Jesús Kyrios, Señor… Éste es uno de los textos más hermosos del Nuevo Testamento, si es que lo imaginamos en su fondo “arameo”. En arameo, Señor se dicen Marán, término que podríamos castellanizar diciendo “Marto” (perdonen el mal neologismo). Pues bien, ella, unida a Jesús, se llama Marta, que significa la Señora (es el femenino de Marán). Jesús es Señor (Marán, Kyrios) siendo resurrección y vida. Ella es Marta (Señora) creyendo en Jesús, uniéndose a él.

4) Yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios… De esta manera, Marta se vincula a la fe de Pedro Marcos (reinterpretada) y en Mateo (pero universalizada)… Ella es cristiana de los de Pedro, pero ha dado un paso más, situándose en el lugar de la fe más honda, más universal, la fe en el Señor que es Resurrección y Vida… Ésta es una fe que parece “más mística” y que, sin embargo, es la que puede unir a todos los hombres y mujeres del mundo… pues todos buscan la Vida, de un modo o de otro.

Éste no es un camino de evasión, sino de compromiso de transformación del mundo. No se trata de resignarse a la muerte, sino de afirmar y mostrar con Jesús el camino de la vida, precisamente allí donde externamente domina la muerte…

5) Que ha venido al mundo. Ésta es la novedad final. Marta cree en el Jesús que le ha dicho “yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí ya no muere… Por eso responde: “Sí creo, Señor, tú eres el Cristo, Hijo de Dios que ha venido al mundo”, es decir, que está en este mundo, en la vida de los hombres que aman y buscan, que creen en la vida, no después que haya resucitado Lázaro, sino antes de su “resurrección externa”, que no es necesaria para creer. Los cristianos ya no creemos simplemente en una resurrección final de los muertos, sino en Jesús que es Resurrección y Vida.

No ha venido sólo al Israel nacionalista (como podría pensar el Pedro de Marcos). No ha venido sólo a un tipo de Iglesia de las llaves (como podría pensar un tipo de Pedro secuestrado por una iglesia cerrada en sí misma).

Es la Vida y Resurrección que ha venido “al mundo”, es decir, al conjunto de la humanidad. Ésta es la fe universal de Marta, que según el evangelio de Juan, es el verdadero “Pedro” (roca de la fe de la iglesia).

Marta es la primera en confesar la fe pascual sobre la tumba de su hermano muerto anticipando la resurrección de Cristo… Es la primera cristiana completa del evangelio de Juan. Por eso, ella no tiene que aparecer ya en los relatos de la pascua: no corre hacia la tumba vacía (como hará la Magdalena), ni busca al cadáver del Señor en el jardín pascual del mundo. Ha confesado su fe en Jesús que es vida de los hombres y su confesión permanece como tipo y modelo de fe para todos los creyentes. La resurrección histórica de Lázaro su hermano será simplemente un signo para confirma la fe más honda y duradera de Marta en el principio de la iglesia.
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