X. Pikaza, Silencio de Dios en el mundo (pastoral universitaria, Salamanca)

Conferencia del ciclo El Silencio de Dios
Pastoral Universitaria. 18.2. 19 (a las 8.30 de la tarde).
Iglesia de San Juan de Barbalos,

Introducción personal

Mi primer deseo fue querer escuchar a Dios ante la gran roca del Gorbea,
en Orozko mi pueblo, o en los pastos entre peñas del destierro, en el Alto Rio‒Miera. Algo debí escuchar, pues sigo intentando…De aquel tiempo la queda la gran voz de Juan de la Cruz: “mi Amado, las montañas / los valles solitarios nemorosos/ las ínsulas extrañas / los ríos sonorosos…”.

Para escuchar mejor, cuando se apagó en el mundo la voz de mi padre, me hice fraile mercedario, para redimir cautivos, y empecé leyendo mucha filosofía y mucha teología y mucha Biblia, y así supe casi todo lo que dan los libros, de los que se dice en medio de la misa que son “palabra de Dios”. Algo debí escuchar, pues seguí y sigo intentando, quizá de otra manera, especialmente “en la noche sosegada, en par de los levantes de la autora…”, cuando el sol va romper desde el este, al otro lado de las colinas de Babilafuente. Sigoe queriendo escuchar y transmitir la Voz de Dios entre‒oída, a través de la Biblia, en una vida entera entendida gran Eucaristía, en la que apenas pasamos de la Liturgia de la Palabra…

Creyendo haber escuchado un poco y queriendo decir algo de la Palabra de la Biblia me dejé hacer profesor, y enseñé por más de treinta años Teodicea y Trinidad, con Fenomenología de la Religión en la Facultad de Teología de Salamanca. No parece que terminó bien el intento, pues tuve que dejarlo por segunda vez, la definitiva, pues no me gusta llegar a la tercera… De todas formas, algo debí haber escuchado y algo pude quizá decir en aquel inmenso caserón para misioneros de América, porque me hicieron salir por la puerta de atrás, y al mismo tiempo salí yo, con Mabel, que se atrevió compartir nuestro camino, con deseos mayores de escuchar que nunca, más treinta años atrás, con cierta serenidad, con más melancolía.

Quise seguir escuchando, en un momento que sigue hasta hoy día, como el sordo‒mudo del camino de Decápolis, esperando que Jesús le dijera Effata‒Éffeta, en arameo o en vasco (¡zabaldu, entxun!) y Dios respondió a mi deseo, y le dio a Mabel, y nos dimos uno al otro, para que se abriera mis oídos, y empezara de nuevo a caminar, cuando debía haber ya clausurado el ciclo de su vida, y aquí estoy, escuchando a Dios por y con Mabel, que me dice Effeta… y así sigo, seguimos, recorriendo los caminos de la vera del Mar de Galilea (como dice Mc 7, 31‒37), en la llanura mojada de San Morales, con la certeza de que puedo ya escuchar algo mejor, aprender al fin algo que ya presentía, sin saberlo, mientras las cigüeñas vuelven cada año al campanario del pueblo.

He podido descubrir que Dios es Palabra sembrada en el Silencio y tengo, en la Calle de los Poetas, donde vivimos, una gran ventana abierta a Dios, en San Morales, y por ella miro, mañana tras mañana, tarde a tarde, en compañía de Mabel, esperando que aparezca Jesús, con la mañana o con la tarde, y me diga (nos diga) ¡camina, caminad! como el Amado del Cantar, caminando desde el lejano Gredos, una gran sombra de rocas en el horizonte, por los cercanos maizales recién recogidos, con la tierra recién ya abierta para la siembra del nuevo año, húmeda, pero no lo suficiente…

Sigo viviendo al borde de la gran parábola de Jesús, la única o más honda del evangelio (Mc 4 y paralelos…). “Salió el sembrador a sembrar…”. Están empezando ya los tractores a maquinar la tierra, para sembrar miles o millones de granos de maíz transgénico en la tierra preparada, para la gran rueda del mercado de los ricos que utilizan a los pobres en la fábrica de bio‒diesel de Babilafuente. Mientras tanto espero que venga (siga viniendo) el verdadero Sembrador, a sembrar en toda tierra la Palabra, como sigue diciendo el evangelio: en el camino duro de los sordos, en el pedregal de los que sólo quieren dinero, en el zarzal de los ahogados por sus deseos de…

Esta es mi certeza, ésta mi esperanza: ¡Vino Jesús y viene a sembrar la Palabra en toda tierra!, a pesar de los pájaros que devoran la siembra‒palabra, a pesar de las preocupaciones del dinero, del tumulto ensordecedor de los deseos informes… Ésta es su última certeza, con Mabel, junto a la ventana abierta a la tierra de las Villas del Tormes, con la roca de Gredos al Fondo. ¡Que venga el sembrador a Sembrar la Semilla, que es la Palabra! No la palabra transgénica de para la Fábrica del Capital de Babilafuente, sino una palabra auténtica que es Dios en nuestros corazones. Los corazones están, está la tierra dura, pedregosa, llena de zarzales… Están los pájaros‒demonios que roban y comen la Palabra, pero sigue Jesús sembrando…

Así espero que venga Jesús sembrador y nos llame, diciendo Xabier y Mabel, Nacho, Miñanbres, Mercedes… Venid a la siembra…No sé si es tiempo de siega, llegará un día, sin duda…Pero unos siembran y otros siegan, dijo Jesús en Samaría, tras haber hablado en el pozo de Jacob con la mujer de cuatro maridos… Así estamos también nosotros, con cuatro o cinco maridos dudosos (todos, hombres y mujeres)… pero Jesús nos espera ante el brocal, sin cuerda ni cubo, y, en vez de ofrecernos vanas promesas como hacen otros, nos mira y nos pide: ¡Dame agua! Y así he descubierto que nosotros, que parecemos secos, en un mundo que queda sin agua, pues se dice acaban los creyentes, aquí en los arrabales o en el centro de la gran Salamanca (¡junto al pozo de Melibea, la nueva samaritana!), estamos llamados para dar agua a Jesús, esto es, para ser su palabra, no sólo para decirla, sino para serla, como el evangelio dice que lo fue aquella mujer del pozo dudoso de Sicar.

Dios ha proclamado su palabra por Jesús, aceptando y superando el sermón de Penitencia de San Juan Bautista, que tronaba junto al Río del agua en el Desierto, diciendo sólo “convertíos”… Juan decía: “Yo bautizo en agua de penitencia, pero vendrá otro a daros la Palabra del agua de la Vida. Por eso estamos aquí, en la casa de Juan el Bautista, que decía: “Yo bautizo en agua para conversión, para abrir quizá la tierra seca, con la dura reja del arado de Moisés, pero vendrá otro que os bautizará, que regará la tierra con el agua y la semilla del Espíritu…”. Y así estamos aquí, en la sede de San Juan, como los antiguos vecinos que vinieron de Barbalos, que vivían por ahí, en el campo charro, a resguardarnos junto a la Pila Bautismal… esperando la palabra que el mismo Dios dijo a Jesús: ¡Tú eres mi Hijo, yo te doy mi Espíritu, para que vayas, para que siembres para que riegues…

Esto es lo que puedo y quiero decirnos en esta Iglesia de San Juan: Ha venido ya Jesús, a Sembrar la Palabra, a decirnos, a decirnos a todos y cada uno: ¡Tú eres mi Hijo amado! Eso significa que no hay Silencio de Dios, sino todo lo contrario. Como sabían ya los profetas de Israel, el mundo entero está lleno Palabra de Dios, una Palabra que nos dice con Jesús, como a Jesús: ¡Vive, tú eres mi Hijo! Vive y han que vivan los demás, pues son también mis hijos y quiero hablarles. ¡Ésta es la palabra esencial! … en todo el mundo, en toda tierra.


‒ Dios sigue sembrando la Palabra por Jesús y por sus enviados…, pero el mundo opone sus grandes resistencias, que son como aquellas recoge ya el evangelio de Marcos (Mc 4, 13‒20). Los problemas de hoy son los mismos del tiempo de Jesús, no hemos cambiado casi nada:

‒ Muchos somos tierra dura, camino pisado donde ninguna palabra puede penetrar… Jesús ha sembrado, Jesús, pero la Palabra no entra… pues tenemos el oído ocupado y el corazón lleno lleno con otros palabras, que son la tentación del mundo, de la vida… Y viene el Diablo y come la semilla. No pensemos en diablos extraños; según Jesús y el evangelio de Marcos (con Mt y Lc) Diablo es simplemente el que devora la semilla, el que “come” la palabra… dejándonos en manos de mil palabras y ruidos…
‒ Algunos somos pedregal… planta sin raíces. Escuchamos la palabra quizá con alegría, pero llegan las crisis de la vida, las tribulaciones, las dificultades y persecuciones y nos dejamos llevar… de manera que esas mismas dificultades ahogan la palabra. Tenemos mil cosas que hacer, diversiones de diverso tipo, trabajo, funciones… Hacemos todo lo posible para huir de la palabra
‒Otros somos zarzal… Recibimos la palabra pero crecen, al mismo tiempo, las preocupaciones del mundo y, sobre todo, el afán de riquezas…

‒ A pesar de todo aquí estamos… Queremos escuchar la palabra, la siembra de Dios en Jesús…, cada uno con sus preocupaciones… Yo sigo escribiendo libros sobre la Palabra de Dios, pensando que quizá alguien podrá escuchar mejor con ellos al Dios que habla en el silencio. Vosotros habéis venido quizá por curiosidad, quizá porque os preocupa el “silencio de Dios” que es sordera nuestra, porque sin Dios habla en Jesús (como Jesús) puede darnos la impresión de que su Palabra no nos interesa… Una palabra tenía Jesús y la dijo en la vida y en la cruz de Jesús, afirmaba Juan de la Cruz, colegial que fue de Salamanca… en un tiempo en que muchos decían tener, poseer, la Palabra… Esa palabra de Dios es la Cruz de Jesús, es regalar la vida, en esperanza de resurrección.

Yo, por mi parte, acabo de venir de Argentina, donde ha dicho cosas de estas a los catequistas de la zona de la zona de los Grandes Ríos, en la línea de Juan de la Cruz, cuando dice “mi amado las montañas… los ríos sonorosos…”. Parece que no he despertado aún, pero aquí estamos y quiero a deciros algo sobre la palabra callada y atronadora del silencio de Dios, para curar mi (nuestra) larga y pertinaz sordera.

Como decía san Pablo, con los evangelio, al final no tenemos más Palabra que la palabra de la Cruz La palabra es Jesús crucificado y resucitado… Y ahora seguiré diciendo algo más, en plano de teoría…
(sigue el texto de la conferencia...)
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