Tras la guerra de Putin: La dictadura de Dios-Mammón, Mt 6, 24 (con R. Petrella)

Ayer (22.3.2022), día del agua de vida, publicó RD un lúcido trabajo de Riccardo Petrella (*1941) sobre la Guerra de Ucrania, desde la perspectiva del “gran sistema” de la   falsa trinidad “monoteísta” (mercado, empresa, capital) y dirigida, como dijo Jesús (Mt 6, 46), por Dios/Mammón.

               Aquí respondo a su trabajo. No me ocupo de la “guerra del agua” (en la línea del Papa Francisco, Laudato si, 2015), ni de la guerra de Ucrania, de la que traté ayer en RD a la luz del evangelio, sino que expongo con él el (sin-)sentido  de la “guerra total” del sistema (Capital/Mammón) del que Putin y su gente son un simple “peón” (quizá un caballo o torre del pasado).

Es malísima la guerra de Putin, pero hay en el fondo otra peor, y de ella trató el Apocalipsis, con sus tres poderes (imperio militar, dominio “mental”, economía asesina), y ha vuelto a tratar Petrella en sus trabajos ya antiguos, como yo mismo destaqúe en Dios es Palabra. 

O Manifesto Da Agua. Argumentos Para Um Contrato Mundial (Em Portugues do  Brasil): Riccardo Petrella: 9788532627483: Amazon.com: Books

El triunfo del monoteísmo económico 

El cristianismo no es un monoteísmo cualquiera: Muchos imperios han sido virtualmente monoteístas, pero han impuesto su dictadura de Dios sobre personas y pueblos[1]. En le línea de un monoteísmo destructor avanza el sistema neo-liberal que, tras la caída del marxismo, suele aparecer como único «dios absoluto», que exige adoración monolátrica: permite que existan otros dioses, pero los convierte de hecho en folklore o verdad parcial, al interior de un mercado donde se compran y venden religiones y cultura, pueblos y territorios y, sobre todo, personas, como supo y dijo, de un modo “supremo” Ap 18, 13.

El sistema comunista, oficialmente ateo, ha fracasado porque ha suscitado ideales de libertad y creación compartida: No ha cumplido lo que prometía, y ha utilizado la opresión con el intento de crear libertad, pero allí donde se siempre y utiliza opresión sólo se cosecha más opresión.

El capitalismo ha resistido a las críticas del marxismo y se auto-eleva a sí mismo hoy como único sistema. Tiene elementos positivos, en un plano de libertad formal, creatividad y pluralismo ideológico. Pero en su forma dominante neo-liberal suscita grandes problemas, pues se define por la prioridad del capital, que parece extenderse como único Dios verdadero. De esa manera, al sembrar capital no puede cosechar “vida humana”, sino “más capital divinizado” (apoyado por la armas), al servicio de un tipo de élite anti-humana que acaba destruyendo la verdadera humanidad sobre el planeta.

 En muchos sentidos, el marxismo (no el comunismo por-leninista) era más idealista, moderno e ilustrado (incluso religioso) que el capitalismo, pero sus defectos (violencia, planificación anti-humana e imposición burocrática...) le hicieron fracasar, de manera que ahora se eleva el capitalismo neo-liberal, como única religión e ideología post-moderna, que todo lo convierte en producto y objeto de mercado donde se negocian por dinero las personas, como dice el Apocalipsis(cf. Ap 18, 11-13). 

Apocalipsis

La trinidad antidivina

 Externamente, ese monoteísmo del capital, es tolerante, pues deja en libertad a otros dioses, e incluso se gloría de que existan, distinguiéndose así del comunismo duro, que quería destruirlos, pero los convierte en puro folclore al servicio de la gloria del capital. Así, de hecho, ha impuesto sobre el mundo su falso «monoteísmo trinitario» de Capital-Empresa-Mercado: 

  • - Dios Padre, el Capital. Parece providente, ofrece beneficios tangibles a sus siervos y devotos, pero, conforme a la acepción que judíos y cristianos daban a ese término, es un «ídolo»: No es fuente de gracia (creador), ni comunicación real, sino Mamona sobre todos los grupos y personas (cf. Mt 6, 24). Vale en sí: es el principio al que todo lo demás se subordina. En ese plano, contra los posibles ensueños politeístas post-modernos, parece que sólo hay un Dios imperante, que no es Yahvé, Allah, ni Padre, sino el Capital todopoderoso.
  • - Dios Hijo, la Empresa, al servicio del capital. Hombres y mujeres vivían antaño en contacto inmediato con la realidad, campo y mar, lluvia y cosecha, que eran signo de Dios (hierofanía); las nuevas religiones han destacado la importancia de los enviados de Dios (Cristo o Mahoma, Buda o Krisna). Pues bien, el sistema neo-liberal ha divinizado la empresa productora. Más que los bienes naturales o el trabajo personal, importa la «fábrica», que no crea vida, sino medios de consumo. Ella parece el Cristo actual y se eleva sobre grupos y pueblos, sin fronteras. Procede del Capital y le sirven, ofreciendo trabajo y consumo a sus beneficiados, como Mesías productor.
  • - Dios Espíritu Santo, el Mercado. Antes había naciones (unidades de generación), iglesias (castas, Shanga, pueblo, comunidad, Umma...) o estados, lugares de manifestación de Dios y encuentro humano. Ahora los hombres tienden a comunicarse de un modo indirecto, a través del mercado, donde van los devotos a ver, admirar y comprar. Su influjo se extiende por doquier, de forma que todo se logra pagando, si uno «dios» está en el otro: capital en empresa y mercado; mercado en empresa y capital... El mundo entero es una feria sin ni trabas, donde se compran incluso personas[2].

 Esta es la trinidad dominante (Banco-Capital, Fábrica-Empresa, Comercio-Mercado), que define la infra-estructura del sistema y crea una super-estructura ideológica, a su propio servicio. Así se expresa el Dios neo-liberal y monolátrico, que exige adoración suprema, aunque a su lado permita que existan otros dioses privados (menores), mientras no le estorben, ni impidan cumplir su cometido. Cada hombre puede cultivar sus sueños particulares de tipo estético o afectivo, familiar o religioso, de manera que el sistema parezca espacio de libertad formal, contra toda dictadura externa. Pero esa libertad acaba estando al servicio del capital (que las empresas produzcan, que el mercado se extienda), no de las personas y grupos marginados, como he puesto de relieve en Dios y el dinero. 

Así lo veía R. Petrella al fin del siglo anterior (año 1999).

Dios o el dinero

El análisis anterior está fundado en un trabajo fundamental de R. Petrella, «Le Dieu du capital mondial»:Où va Dieu?, Revue de l’Univ. de Bruxelles 1999, 1, pp. 189-204. Así lo mostré al comienzo de este siglo en Dios es Palabra.

 Esta religión del capital-mercado convierte en compra-venta los valores personales o afectivos, estéticos o lúdicos, para gloria de sí misma. Para ello necesita promover un tipo libertad de comunicación resulta nueva en la historia. Este es quizá el primer sistema ideológico que defiende una aparente «tolerancia» básica de tipo religioso… pero no lo hace porque es en sí tolerante, sino porque tiene una “anti-religión” que a su juicio es más fuerte (la religión del capital/capital) que pone a su servicio todo lo que existe, folklores y culturas, religiones y naciones.

Este monoteísmo del Dios capital introduce expresamente en su estructura el poder de una falsa libertad de comunicación, convertida en un tipo de propaganda mentirosa (2º Bestia de Ap 13). Deja que existan otras “propagandas”, siempre que la suya (la del capital divinizado) domine sobre todas, y las ponga a su servicio. En otros tiempo, la moneda quería ser signo de un Dios distinto. Ahora, el Capital ya no es signo de nada, sino que es divino por sí mismo.

Hemos superado otros patrones de riqueza (ganadería, oro, petroleo...) y hemos puesto en el centro el capital que es la única “palabra” verdadera, según el sistema. El Capital es la Palabra, que se expresa a través de la Empresa (empresa productora de bienes de armas para defenderse, de bienes de consumo para mantener a todos sometidos… y especialmente de “espectáculos”, esto es, de “circo”, panem et circenses de la antigua Roma

El Capital está creando así un mundo de puras empresas que sirven para producir y ganar todos…, un mundo del mercado donde se compra, vende y prostituye todo. En este mundo del puro mercado no hay sitio para Putin y sus viejos imperios ligados a pueblos y estados dominadores. El Estado ha desaparecido (aunque se crea importante). De hecho sólo importa el Capital universal (la Mamona de Mt 6, 24), con una empresa única (constructora, fabricadora de hombres sometidos) y un mercado también único.

Putin ha perdido de antemano. Pero seguimos ante el riesgo de las 4 bombas.

             Ha perdido porque sigue anclado en el siglo XIX (no ha llegado al XX). Porque es heredero de una violencia pasada y mala (de imperios…). Ha perdido porque ha promovido una guerra más y muy dura entre las guerras del mundo. Ha perdido porque no sabe captar los “signos de la historia”, los vientos de la nueva humanidad, que son los del Capital triunfante, sea el Capital de USA, sea el de China, sea el de los mismos oligarcas de su querida Rusia.

Terminará quizá esta guerra, dejando un reguero de sangre y de muerte, de odio y deseo de venganza. Pero “si no cambiamos” todos igualmente pereceremos, como dice Jesús en el texto del evangelio del 20.3.2022 (Lc 13, 1-9: si no os convertís, todos moriréis…). Esta guerra nos deja abandonaos ante cuatro riesgos:

  1. Muerte, riesgo de bomba. En otro tiempo, la violencia parecía limitada en su espacio y posibilidades, de manera que resultaba difícil (casi imposible) que los hombres acabaran destruyéndose todos. Ahora se ha globalizado de modo que formamos un único mundo, con un potencial de destrucción casi inmediato (bomba atómica). Han sido necesarios muchos milenios para nuestro surgimiento; pero somos capaces matarnos en unas breves horas, si algunos (dueños de la bomba), lo deciden.Sólo podemos sobrevivir si queremos (nos queremos) y pactamos (dialogamos, nos respetamos), superando la pura violencia del sistema, buscando formas de administración económica y política al servicio de la humanidad, sobre el terrorismo de los poderes globales y de la respuesta violenta de los marginales o marginados. Putin tiene la gran bomba, pero no olvidemos que el único poder que la ha utilizado hasta ahora es el poder del capital militarizado, dirigido por una “potencia” que se llama liberadora y dice oponerse a todas las guerras
  2. Manipulación genética, riesgo “cultural”. Hasta ahora parecíamos nacer de un modo como inmediato, pues los padres nos han transmitido la vida de forma generosa, gratuita, por amor, en un lenguaje personal, en el cuerpo a cuerpo, cara a cara, palabra a palabra de la comunicación. Pero la ciencia ha puesto en nuestras manos unas posibilidades insospechadas de manipulación e influjo genético y sobre todo educativo, que parecen capaces de cambiar nuestra forma de concepción y nacimiento. Ciertamente, es buena la ciencia y buena la “información”. Pero ella podría llevarnos a «fabricar» hominoides (hombres pre-informados, en serie), un tipo de híbridos humanos, no sólo condicionados, sino también manejados, dirigidos, controlados por un tipo de propaganda del sistema del capital desde fuera, como instrumentos al servicio de sus amos. Ese poder de manipulación sigue estando en manos del gran sistema del capital, empeñado en crear hombres (seres humanos) a su imagen y semejanza.
  3. Angustia, cansancio vital. Hasta ahora, hemos vivido porque nos gustaba, porque en el fondo de la aventura humana (engendrar y convivir) habíamos hallado un estímulo, un placer, vinculado al mismo Dios. Habíamos vivido por gozo y deseo, porque la vida era un don y una aventura, un regalo sorprendente que podíamos agradecer a Dios. Pero muchos sienten ahora que no merece la pena, negándose a engendrar o incluso a vivir. De esa forma emerge un tercer tipo de «suicidio humano»: Tras la bomba y la manipulación genética, puede alcanzarnos la falta de deseo, el cansancio de una vida que parece sin Dios y sin futuro, sin sentido sobre el mundo. El problema ya no es la Voluntad de Poder de Nietzsche, sino la ausencia de una Voluntad de Ser: Que nos falte el Dios del gran deseo de vivir y transmitir la vida, ahogándonos todos, unos en medio de riquezas materiales (asfixia interna), otros por falta de medios (asfixia externa). Es aquí donde viene a planearse con más fuerza el tema de Dios, el deseo de vida y la resurrección.

El camino abierto de Dios

 Los cuatro riesgos del tiempo post-putin, herederos del Dios capitalista, conforman nuestra vida y la comprimen en “hormas” de muerte. Ante esos cuatro riesgos no basta la respuesta de un Dios en general, ni basta una razón entendida en forma de sistema. Sólo puede salvarnos un Dios que sea Creador de Vida: Un Dios al que vemos en cada niño que nace, haciéndonos capaces de saltar de gozo y deseo de amor y de encuentro personal, pues por pura ley de sistema (por pura economía de capital) los hombres no pueden vivir, sino que mueren. En este contexto podemos formular tres rasgos de Dios, de los que seguiré tratando en este Blog:

(1) Dios es amplitud de Vida, contra el cansancio y angustia de aquellos que piensan y sienten que su vida carece de sentido.

(2) Dios es origen de Vida y así le hallamos en cada nacimiento, pues todos los niños que nacen son Presencia humana de su Vida.

(3) Finalmente, en contra de la bomba, que puede destruirlo todo, Dios viene a mostrarse como puerta de futuro, camino de resurrección. De esa forma definimos a Dios como Don enamorado de la vida (en gratuidad y perdón, en nacimiento y muerte esperanzada). Por eso queremos situarle en contexto de diálogo humano.

 Nota

[1] Así lo quiso Roma, donde algunos emperadores se pensaron representantes de Dios sobre la tierra. Sigue siendo clásico Th. Hobbes, Leviatán, Nacional, Madrid 1983; ed. original 1651. Cf. E. Peterson, El Monoteísmo como problema político, Trotta, Madrid 2000; R. Mate, El ateísmo, un problema político, Sígueme, Salamanca 1973.

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