30.11.21. San Andrés: Historia alternativa de Jesús, la cruz aspada

La figura de San Andrés (30, 11) es una de las más significativas del cristianismo. Aparece en tres pasajes centrales del evangelio Juan, y en uno o dos de Marcos. Su historia posterior parece más velada (a la sombra de Pedro y de Pablo, de Magdalena y el Discípulo Amado) y, sin embargo, es fundamental para conocer el cristianismo primitivo. Su enseña (cruz en aspa) aparece en los escudos más antiguos de España, en la bandera del Reino Unido, en la ikurriña de Euskadi, en escudos y banderas de mil pueblos de la cristiandad. Entre sus santuarios destacan el de Patras (Grecia), Teixido (Galicia) y Saint Andrews (Escocia) (ver imágenes).

No puedo estudiar aquí su figura en el principio del cristianismo y a lo largo de la historia (especialmente en la iglesia ortodoxa ). Me limitaré a presentar los pasajes de Juan y uno de Marcos (esenciales para entender la historia de Jesús y del primitivo cristianismo). Evocaré finalmente su escudo o bandera, un signo importante de la cristiandad.

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1.EVANGELIO DE JUAN 1. DISCÍPULO DEL BAUTISTA, PRIMER SEGUIDOR DE JESUCRISTO.

En aquel tiempo, estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: "Éste es el Cordero de Dios." Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: "¿Qué buscáis?" Ellos le contestaron: "Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?" Él les dijo: "Venid y lo veréis." Entonces fueron, y vivieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: "Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)." Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro). Al día siguiente, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro.  Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Es Jesús, hijo de José, de Nazaret».  Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?». Felipe le contestó: «Ven y verás».  Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». 48Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?». Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».  Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».  Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».  Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre». (Jn 1, 35-41).

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 Jesús fue un tiempo discípulo de Juan,

de tal forma que no sólo ha recibido su bautismo (ha entrado en su comunidad), sino que se ha sentido llamado a cooperar con él, aunque con variantes, buscando sus discípulos entre los de Juan, y bautizando con ellos. Eso significa que, en ese momento, a los ojos de Jesús, el movimiento de Juan no estaba vinculado de una forma exclusivista a su persona, sino que podía ser asumido, compartido y expandido por otros, que proclamaran también la llegada del juicio, oreciendo un bautismo de “liberación” en el trance del juicio.

Uno de esos discípulos de Juan (de los que hacen de puente entre Juan y Jesús) es Andrés de Betsaida (cerca de Cafarnaúm), pero no en Galilea, sino en la zona de Iturea-Golán.  Es hermano de Simón Pedro (parece mayor y en principio más importante que Pedro), aunque en la historia posterior quede velado (a la sombra de Pedro)

En otro discípulo de Juan (amigo de Andrés), iniciador con él de la primera “misión cristiana” es Felipe.  Entre ambos, Andrés y Felipe,  comienza la “revolución cristiana”. Ellos son anteriores a Pedro y a Natanael, anteriores a los zebedeos y a los Doce. Están en la raíz bautista y mesiánica de Jesús.

La historia de Andrés parece más velada en el cristianismo posterior, a diferencia de la de Felipe que aparece en Hechos como primer “evangelista” (Hech 8, 26-40) y después en la historia del cristianismo gnóstico, ya de forma independiente. De todas formas, ellos dos (Andrés y Felipe) aparece como la pareja más significativa del movimiento de Jesús, como veremos en las dos escenas que siguen.

            Sea como fuere, Andrés y Felipe forman parte de la primera “transformación del cristianismo”, a partir de Juan Bautista. Jesús puso en marcha un movimiento propio, que ya no se centra en el bautismo para perdón de los pecados, sino en el anuncio y presencia del Reino de Dios. Desde ese fondo se entiende la palabra de Mc 1, 14, donde dice que Jesús dejó el Jordán (tierra del bautismo), después que Juan fue “entregado” (quizá traicionado: paradothênai), cayendo en manos de Antipas. Marcos supone así que el mensaje propio de Jesús comenzó sólo después que Juan hubiera culminado el suyo, siendo aprisionado, un mensaje en cuya gestación (según el evangelio de Juan) intervienen con Jesús, como iniciadores mesiánicos, Andrés y Felipe

Esta novedad de Jesús es comprensible: Cuando se llega al final de un proyecto suele descubrirse un nuevo comienzo, no por fracaso de lo anterior, sino por cumplimiento distinto. Jesús no “abandonó” a Juan porque lo que Juan hacía o decía fuera falso, sino todo lo contrario: porque se había cumplido. En la línea de Juan se llegaba hasta el límite del juicio de Dios. Pues bien, precisamente en ese límite (donde tenía que llegar el juicio y la muerte) se descubre un nuevo nacimiento.

 «Uno de los mayores enigmas del evangelio de Jesús es cómo pudo darse esta inversión desde el mensaje del Bautista al de Jesús. Quizá puede explicarse de esta forma: aquel que espera que en cualquier momento llegue el juicio de aniquilación como consecuencia inexorable de la conducta humana equivocada, puede interpretar cada instante de la existencia del hombre y del mundo como una gracia inesperada. Más aún, en ese contexto, el simple hecho de que el sol salga y se ponga y que la tierra esté firme todavía pueden mostrarse como signos de la bondad de Dios, que hace brillar el sol de igual manera sobre malos y buenos y que ofrece a todos la posibilidad de convertirse. El hecho de que el fin del mundo, que se esperaba como algo inminente, no haya sucedido podría confirmar, a mi juicio, la certeza de que Dios es Totalmente-distinto: no es una amenaza para la vida, como el hacha que se eleva contra el árbol. Dios deja que la vida sea y la posibilita de nuevo, a pesar de que todos los vivientes hubieran merecido la muerte. Esta es la experiencia fundamental de Jesús: la vida tiene una posibilidad. Dios es bueno. Por eso, este es un tiempo de alegría (Mc 2, 19). Por eso, esta generación experimenta aquello que habían deseado ver profetas y reyes (Lc 10, 23 ss). Por eso, empieza ya el Reino de Dios 'en medio de nosotros' (Lc 17, 20). Por eso está ya escondido en el momento actual, como semilla en la tierra (Mc 4, 26 ss)» (G. Theissen, La fe bíblica, Verbo Divino, Estella 2002, 152-153).

La multiplicación de los panes, dos relatos un acontecimiento (Jn 6,1-15) –  gloria.tv

2.EVANGELIO DE JUAN 6. EL NIÑO DE LA MULTIPLICACIÒN DE LOS PANES (CON FELIPE Y ANDRÉS)

            De manera sorprendente, Andrés y Feliple vuelven a aparecer en el evangelio de Juan, en el contexto de la “multiplicación” de los panes. Han seguido a Jesús, han abandonado el programa del “ayuno” junto al río, asumen el proyecto de la misión de Galilea, con el signo del pan compartido.

61Después de esto, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea (o de Tiberíades). 2 Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. 3Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. 4 Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. 5 Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». 6 Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. 7Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». 

            8 Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: 9 «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 10 Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. 

            11 Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. 12 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». 13 Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido (Ja 6, 1-13).

San Andrés de Teixido, las islas del más allá

Este pasaje está escrito también a “tiralíneas”, sin ningún detalle al azar. A Jesús y a sus “flamantes” compañeros (Felipe y Andrés), les importa el pan para los hambrientos, más que el agua de penitencia del Bautista. Así cuenta el evangelio de Juan esta escena de revelación mesiánica.

 Jesús está en la montaña, como Moisés en el Sinaí, en el comienzo del camino, del gran éxodo israelita del evangelio.  Sigue a Jesús mucha gente porque ven sus milagros y él sube a la montaña… con sus discípulos y viene la multitud… Se supone que enseña. Estamos en un contexto cercano al sermón de la montaña de Mt 5-7. De nuevo están allí sus dos “compinches” (perdonad la palabra: Felipe y Andrés). Son sus testigos, sus compañeros y, en algún sentido, sus iniciadores.

            Jesús empieza tentando a Felipe.Como en el camino de Moisés por el desierto, en el mismo principio de la marcha, surge la pregunta: “Qué comeremos, cómo podremos alimentarnos, hay mucha gente, el pan es poco…”. La respuesta de Jesús será la misma que la de Dios con Moisés en el éxodo:  Primero comerán una bandada de codornices, luego maná y maná, con agua de la roca en el desierto agua.

            Como he dicho, Jesús empieza preguntando, tentando, a Felipe, como Dios tentaba en el éxodo a Moisés: ¿De dónde sacaremos comida para toda esta gente? La iniciativa parte de Jesús, pero él implica en el tema a Felipe. Jesús mismo comienza preguntando por el pan material, pan que tienen que ofrecer a la gente que le sigue. Si llevan gente al desierto para iniciar una marcha nueva necesitan no sólo nueva doctrina, sino pan…

            Empieza Jesús su “marcha de desierto” con dos colaboradores, dos protagonistas: Felipe y Andrés  (como en Jn 1, en el entorno de Juan Bautista). Es como si volviera a comenzar su mensaje… No en forma de “ayuno”, como en Jn 1 (ministerio del Bautista), sino en forma de comida, en Galilea.  

            Jesús comienza preguntando a Felipe, pero Felipe no puede responderle por sí mismo. Tiene que consultar con Andrés, que parece más “centrado” en la “intendencia”, más ocupado de panes y peces (es pescador del lago). Personalmente,  Andrés no sabe por sí mismo (no tiene), como tampoco tiene Felipe, pero sabe mirar (ha observado) y descubre que hay un niño (muchacho adolescente) que tiene cinco panes de cebada y dos peces…. Cinco y dos son siete, son todo el universo.  Panes y peces, toda la comida del mundo…  (el agua es abundando, debajo está el lago de agua potable).

            El texto no dice cómo consigue Andrés que el muchacho le dé los panes y los peces (¿se los compra, se los pide, le da algo como cambio…). El caso es que Andrés  va donde Jesús con Felipe y el niño y le dice “aquí tenemos cinco panes y dos peces, quizá podemos empezar así.  Esta es toda la Iglesia, la humanidad entera: Dos “compinches” de Jesús (Felipe y Andrés), con un niño. Jesús puede comenzar su obra… con un niño que anda por ahí como si tuviera “zapatos nuevos” (cinco panes, dos peces…), todo el universo. Toda la Iglesia empieza con este niño, que “confía” en Andrés y Felipe, que pone su tesoro al servicio de Jesús.     

            El tema de fondo de esta multiplicación no es como en Mc 8: ¿Cuántos panes tenéis vosotros (los discípulos), sino cuantos panes hay?... Y encuentran con un niño que tiene cinco panes y dos peces, un niño que da y comparte, el principio de la nueva humanidad, la iglesia.   Y con esto pueden sentarse todos en la tierra y la tierra común y compartir los peces del niño, que son los de Jesús, a través de la mediación de Felipe (que no sabe) y de Andrés que sabe.  Ellos son la pareja inicial de la Iglesia.

 3.ENTRADA EN JERUSALÉN, Juan 12: LA MISIÓN DE LOS GRIEGOS/GENTILES (DE NUEVON DON FELIPE Y ANDRÉS)

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            De nuevo una escena sorprendente, con Felipe y Andrés como protagonistas. Jesús ha dejado Galilea (con la multiplicación de los panes) y entra en Jerusalén, para culminar su mensaje. A la entrada sigue la disputa: ¿Cómo anunciar el Reino en Jerusalén? ¿Cómo anunciarlo a los gentiles?

     Conforme al evangelio de Lucas y al libro de los Hechos, ese paso empezó a darlo Pedro y lo culminó Pablo. En contra de eso, el evangelio de Juan supone que el gran paso de la misión gentil (de la apertura del evangelio a los paganos) lo dieron Felipe y Andrés.  De Felipe sabemos más cosas, lo que dice el libreo de los Hechos 6 (conversión del eunuco etíope, todo el “cristianismo gnóstico…). De Andrés sabemos menos, pero lo que dice este pasaje es suficiente:

12El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén,13tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna!¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!  14Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito:15No temas, hija de Sion; He aquí tu Rey viene, Montado sobre un pollino de asna. 16Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho. 17Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos. 18Por lo cual también había venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta señal. 19Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él.

20Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. 21Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús. 22Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. 23Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.24De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. 25El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.26Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará (Jn 12,12-26)

       Parece un texto marginal, y sin embargo es esencial es esencial en el evangelio de Juan y en la historia del cristianismo primitivo… Jesús entra en Jerusalén, pero la historia de fondo no es ya la de Jerusalén, sino la del mundo entero, representado por los griegos… Ellos “quieren ver” a Jesús, dialogar con él, recibir su enseñanza. Ellos son el mundo entero, la humanidad que espera a Cristo, la nueva humanidad.

          No pueden llegar directamente a Jesús (que ha muerto, que está resucitado), y tienen a acudir a sus discípulos… Normalmente, podríamos pensar que tienen que ir a preguntarle e Pedro, o a Pablo…, quizá al discípulo amado, quizá a María Magdalena. Pero van donde Felipe y Andrés, los “mediadores” de la misión universal de Jesús… Los que están al principio con Juan Bautista, lo que han estado después en la multiplicación de Galilea… los que están ahora en Jerusalén.

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          Sigue el esquema anterior: Primero Felipe, de Felipe a Andrés, de Andrés a Jesús… Leído el texto de un modo superficial, parece que Jesús se evade, que no responde. Pero conforme al estilo del evangelio de Juan, Jesús responde con toda la claridad posible: Habla del grano de trigo que muere y que da fruto universal, para toda la tierra, para todos los pueblos. Eso significa que los gentiles (=los griegos y chinos, todos los pueblos) pueden venir a recibir la vida de Jesús, la vida de su pascua.

    Postdata. Tengo el convencimiento de que estos dos mediadores de Jesús (Felipe y Andrés, son los “tapados” de Jn 21…). Para la “pesca final” de Jn 21, Jesús escoge a siete entre los que sobresalen al fin el Discípulo amado y Pedro… Pues bien, entre esos siete hay dos cuyo nombre no se indica. Estoy convencido de que ellos son Andrés y Felipe, los dos del principio, del medio y del final del evangelio. Pero no voy a desarrollar el tema, pues me llevaría más tiempo. Lo dejo así apuntado, como en postdata.

4.ANDRÉS. UNO DE LOS CUATRO, LA VISIÓN DE SAN MARCOS

TRIPTICO DE APARECIDA III: El nombre de Jesús como Icono sonoro |  Ejercicios Espirituales -Taller de Perseverancia

            Marcos conoce la tradición de la “pareja” primera formada por Andrés y Felipe (con Bartolomé/Natanael al lado) y así los cita y sitúa unidos en la lista de los Doce discípulos/apóstoles (Mc 3, 18). Pero, por razones que son obvias para cualquier conocedor de su evangelio, él no puede poner de relieve la función esencial de esa pareja (en una línea que parece desembocar en una gnosis que él rechaza). De todas formas, tiene que reconocer la función de Andrés y así lo separa de su compañero Felipe y le pone al lado de Pedro en la lista fundacional de los discípulos del evangelio.

            Históricamente la escena de la llamada de los primeros discípulos ha sido mejor recogida y narrada por Jn 1 (como he puesto de relieve en la primera parte de este trabajo). En este caso, el evangelio de Marcos es mucho más “teológico” y simbólico que el de Juan. Por eso “crea” la famosa escena de la “elección, llamada y envío universal” de los cuatro primeros discípulos, entre los que no cabe ya Felipe. Por uno están los de Betsaida (Pedro y Andrés) y los dos de Cafarnaum (los zebedeos:  Santiago y Juan Zebedeo). Así dice el texto.

(a. Simón y Andrés)16 Y pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el mar, pues eran pescadores. 17 Jesús les dijo: Venid en pos de mí y os haré pescadores hombre. 18 Ellos dejaron inmediatamente las redes y lo siguieron.

(b. Santiago y Juan)19 Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan. Estaban en la barca reparando las redes. 20 Jesús los llamó también; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él21 (Mc 1, 16-20).

Jesús comienza llamando unos colaboradores o discípulos. El evangelio de Juan presentaba la escena de un modo más “verosímil” históricamente, situando a los primeros discípulos de Jesús en el contexto de Juan Bautista. Por el contrario, Marcos ofrece una visión mucho más simbólica (y teológica) de las cuatro primeras vocaciones de Jesús. No le interesan los elementos históricos, ni psicológicos, sino los estrictamente teológicos.   Jesús ha sentido la urgencia del reino y para suscitarlo necesita colaboradores, personas dispuestas, que sepan trabajar y le acompañen en su obra:

Pasa a la vera del mar de Galilea. Ha dejado el desierto y el río de Juan, no ha buscado en escuelas o templo. Junto al mar que es origen y meta del mundo, junto al mar donde nacen y acaban los pueblos se sitúa Jesús. Viene a observar, como dejando que la vida le sorprenda; luego llama, en vocación que es signo de todas las restantes vocaciones de la historia.

Llama a Simón y Andrés, diciendo que le sigan, para hacerles pescadores del reino. Tiene un proyecto: necesita juntar a los humanos, sacarlos del mar (lucha mutua) en que se encuentran y juntarlos en la playa de la fraternidad del reino. Necesita especialistas que dejen las redes del trabajo material del mundo (diktua) y asuman su tarea mesiánica (1, 16-17).

Llama después a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. Parecen ricos: tienen barca propia, un padre que les guía y unos jornaleros. Por eso han de dejar más que la redes: abandonan al padre, que es autoridad, ley fundante de la vieja tierra y a los asalariados (misthôtoi), subordinados del trabajo. Padre y obreros pertenecen a este mundo viejo; quien se ponga al servicio de Jesús ha de dejarlos.

 Ha buscado dos parejas de hermanos. Para seguirle han de romper los lazos más sagrados de la tierra: la autoridad paterna, la unión laboral. Así aparecen como signo de misión escatológica, parábola del reino. Les ha convocado Jesús, ofreciéndoles tarea y ellos le han seguido, poniéndose al servicio de su reino:

 −En el principio está Jesús, diciendo: venid en pos de mí (deute opisô mou). En lugar del padre o de las redes, del dinero y de la barca se sitúa él, como nuevo patrono que ofrece garantía de vida y trabajo a quienes llama. Tiene autoridad y así le siguen, dejándolo todo. No les reúne desde cosa alguna (enseñanza, templo, negocios...) sino en torno a su persona que es principio de nueva familia sobre el mundo22.

Son dos parejas de hermanos pescadores. Quizá representan el riesgo de la fraternidad violenta (cf. Gen 4) que debe superarse, en línea de reino. Son cuatro y parecen un signo de los puntos cardinales, columnas o pilares de la nueva humanidad reconciliada. Ellos ofrecen (antes que los doce apóstoles del nuevo Israel de 3, 14) el principio y garantía de la pesca universal, pesca de Dios, culminación escatológica. Son cuatro, los primeros pescadores misioneros, iglesia interpretada en forma de comunidad de pesca. En un sentido ellos dejan la barca (ya no trabajan con ella), pero en otro la recuperan, poniéndola al servicio de los viajes misioneros (eclesiales) de Jesús. Cuando hablemos más tarde de la iglesia como barca en plena mar (4, 35-41; 6, 46-52; 8, 14-21) recordaremos a estos cuatro.

Os haré pescadores de hombres. Así les dice (1, 17). Ellos lo dejan todo por cumplir su misión, poniendo hasta su barca al servicio de Jesús (cf. 3, 9; 4, 3-5 etc.). Habiendo aparecido aquí, al principio de Marcos, emergerán de nuevo en el último discurso de Jesús, allí donde se anuncia el fin del tiempo (13, 3) y la venida de los ángeles de Dios para reunir a los escogidos de los cuatro "vientos" o extremos de la tierra (13, 27).

 Jesús no ha venido con un libro (como los escribas), enseñando las leyes de la iglesia, interpretando la Escritura de Israel o la sabiduría de los pueblos. Tampoco ha traído unos planes exclusivos, definidos de antemano, sin necesidad de personas que le siguen y acompañan en la obra de su reino. Tiene un proyecto de nueva humanidad, pero le hacen falta colaboradores; por eso ha empezado llamando a estos cuatro primeros pescadores que son signo de todos los que luego cumplen con él (por él) la tarea de convocar y reunir a los humanos para el reino23.

CUATRO,  TRES.

 En la historia de Jesús y/o en la teología eclesial de Marcos hallamos cuatro (o tres) hombres y tres mujeres que de formas distintas le acompañan, definiendo el sentido de su iglesia.

-- Cuatro hombres. Son al principio pescadores del reino (1, 16-20) y al final destinatarios y testigos de su plenitud (13, 3-27). Parece evidente que en el fondo de ese grupo hay un recuerdo de historia: Jesús ha llamado a cuatro pescadores, vinculados a la casa de Simón y Andrés (cf. 1, 29), que son signo de todos los hombres y mujeres que sigue llamando para realizar una tarea misionera, entendida como pesca y no como pastoreo (cf. también Lc 5, 1-11 y Jn 21). Para cumplir su tarea (pescar para el reino), ellos deben conocer los secretos del final: así aparecen en Marcos 13 como garantes de culminación mesiánica, en línea de cruz y entrega de la vida. Frente a los falsos cristos y profetas que pueden engañar a los cristianos (13, 6.21), como testimonio de la verdad apostólica de la iglesia aparecen ellos. No son gobernantes en el sentido ordinario del término, no son jerarcas. Son testigos que han superado las pruebas (cf. 8, 32-33; 10, 35-45; 14, 27-31...) y pueden ofrecer su palabra al resto de la iglesia.

-- Tres hombres (los anteriores, menos Andrés). Son signo de la intimidad de Jesús: penetran en la casa del Archisinagogo, superando la ley judía de purezas (5, 37); son testigos de la transfiguración pascual de Jesús y escuchan la voz del Padre que le declara Hijo, iniciando un diálogo sobre la resurrección (9, 2-13); acompañan y abandonan a Jesús en el huerto de la angustia (14, 32-42). Aparecen así como garantes de tres aspectos fundamentales del evangelio (pasión, pascua y superación de la ley).

-- Tres mujeres. Emergen por sorpresa al final del relato (15, 40-41.47; 16, 1-8). Donde fallan los varones se afirman ellas como testigos de la muerte de Jesús. Sin ellas no existe evangelio, no hay certeza de la muerte y tumba de Jesús, ni testimonio humano de la pascua. Pero ellas solas tampoco bastan: deben superar la fijación de muerte (y el riesgo de una iglesia cerrada en Jerusalén), viniendo a Galilea para unirse con Pedro y los discípulos, formando la única iglesia. De estas mujeres no se dice que hayan ido de hecho a Galilea, pero ha ido y está presente en toda la misión evangélica la mujer de la unción (cf. 14, 39) que las representa y compendia.

 En el fondo del relato anterior (de Mc 1, 16-20) debe haber un recuerdo histórico: Dos parejas de hermanos escucharon un día la llamada de Jesús y le siguieron, poniéndose al servicio de la gran pesca del Reino. Pero es muy posible que esa llamada no se produjera junto al lago de Galilea, sino en la ribera del Jordán, como sabe el Cuarto Evangelio (al menos para Andrés y Simón Pedro, con otros dos), al decir que ellos habían sido discípulos de Bautista (Jn 1, 38-45).

Históricamente resulta más verosímil la visión del Cuarto Evangelio, cuando supone que Simón y Andrés (con Felipe y Natanael) eran hombres comprometidos ya en la transformación de Israel. Ciertamente, ellos podían haber sido pescadores del mar de Galilea, pero tenían ya una historia personal de aprendizaje profético, lo mismo que Jesús, quien (según el Cuarto Evangelio) les conoció y les separó (les llamó) para su obra, en el entorno del Bautista.

Eso supondría que tanto Jesús como ellos estaban ya comprometidos en la transformación penitencial y la esperanza mesiánica (lo mismo que Jesús).Tanto el evangelio de Marcos como el de Juan pueden tener “parte” de verdad, pero la cuentan de formas distintas.

Evangelio de Marcos

-- Marcossupone que Jesús llamó a sus primeros discípulos de un modo directo, junto al lago de Genesaret, como si no les hubiera conocido previamente, para ofrecerles una tarea completamente nueva, al servicio de la “pesca final”, es decir, del Reino de Dios. Él actúa así como Elías con Eliseo, ofreciendo a sus discípulos una tarea profética al servicio del Reino. Es improbable que las cosas hayan sucedido históricamente de esa forma; pero en el fondo del relato hay una gran verdad: Jesús ha llamado a sus discípulos para encargarles una misión tarea que es nueva, vinculada a la pesca escatológica (y resulta muy probable que les pusiera el nombre de pescadores de hombres).

-- El evangelio de Juan supone, por el contrario, que Jesús “encontró” a sus discípulos (al menos en parte) en un momento previo, junto al Jordán, donde tanto él (Jesús) como fueron por un tiempo discípulos del Bautista. Eso significa que tenían ya un aprendizaje, formando parte de eso que pudiéramos llamar la “élite profética” (escatológica) de Israel. En esa línea, continuando en la línea de lo dicho en cap. 6, podemos afirmar que el movimiento de Jesús empezó siendo una variante del de Juan Bautista. Sin duda, el impulsor del movimiento fue, con su experiencia nueva, iniciando la tarea del Reino, de tal forma que el despliegue posterior de su mensaje (vinculado después a su muerte y a la “pascua”) resulta inseparable de su persona. Pero en la raíz de ese movimiento hay también otras personas, en especial su discípulos, con quienes él compartió su tarea de Reino. – El Cuarto Evangelio presenta la escena de un modo históricamente más plausible, situando a los primeros discípulos de Jesús en el contexto de Juan Bautista. Por el contrario, Marcos ofrece una visión más simbólica (y teológica). El Cuarto Evangelio es más realista y reconoce el carácter “histórico” de la vocación de los primeros discípulos, desde la perspectiva de Juan Bautista. Marcos es más simbólico y su relato se encuentra más idealizado. Probablemente, Marcos conoce también la tradición que está al fondo del relato del Cuarto Evangelio, y sabe que estos pescadores habían sido discípulos de Juan, pero eso no le importa, pues, a su juicio, como hemos destacado ya, en Jesús empieza algo totalmente nuevo.

El Jesús de Marcos no pregunta a las dos parejas de hermanos de dónde vienen, sino que les llama y ellos responden: eso es todo. Jesús les mira, viendo lo que hacen (echan las redes en el mar) y les interrumpe, pues quiere convertirles en pescadores “de otra pesca”. Según Jn 1, 44, Simón y Andrés provienen de Betsaida, que es probablemente la Betsaida Julias, ciudad más helenizada, al otro lado del alto Jordán, antes de entrar en el lago, en la tetrarquía de Felipe (en la Gaulanitide y no en la Galilea estrictamente dicha).

APENDICE. HISTORIA POSTERIOR DE ANDRÉS, BANDERA

PARCHE BORDADO CRUZ DE SAN ANDRÉS. AMARILLO Y ROJO

Se puede encontrar en cualquier buscador, por ejemplo en Google.  La tradición posterior de la iglesia ha silenciado casi totalmente la figura y función de Andrés.  Ciertamente, él aparece en la lista de los Doce en Hch 1, 13, pero separado de Pedro (lo mismo que en Mc 3), e iniciando la lista que parece más gnóstica (Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé…). Es muy significativa su vinculación no sólo con Felipe, sino con Tomás… Pero después desaparece. No le vemos ni entre los  más eclesiásticos, ni entre los más gnósticos…

            De todas formas su memoria posterior ha sido esencial. Se dice que fue martirizado, en una cruz en forma de aspa, en Patras (Grecia) donde se ha “conservado” su cuerpo (robado después por cruzados y devuelto por el Papa a la Iglesia Griega).  Andrés ha sido y es patrono esencial  de la iglesia “ortodoxa” (que le sitúa, en principio, por encima de Pedro…

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     Desde antiguo, la cruz en aspa de San Andrés es uno de los signos fundamentales de la heráldica cristiana… Aparece en cientos y miles de banderas y escudos de ciudades e instituciones cristiana. Entre otros, se pueden citar estos ejemplos: La bandera del Reino Unido y la de Navarra, la primera bandera de la Marina de España y la Ikurriña de Euskadi. Un buen signo de esperanza crisitiana. 

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