Santa María de la Memoria: un Corazón que recuerda (Lc 2)

Varios colaboradores del blog me han pedido que precise mejor la función de María, Madre de Jesús, en los relatos de la concepción, nacimiento e infancia de su Hijo, especialmente en el evangelio de Lucas, donde ella aparece como protagonista y testigo de los hechos. Se ha venido diciendo que María habría sido una de las fuentes del evangelio de Lucas, que habría tenido ocasión de hablar con ella. En la actualidad, la mayor parte de los historiadores y exegetas se muestran muy cautos ante esa posibilidad. La mayoría suponen que María había muerte mucho antes de que Lucas se pusiera a componer su obra. De todas formas, el autor del evangelio de su nombre ha sido cuidadoso con sus fuentes y ha querido conservar la memoria de María... presentándola pecisamente como Memoria del Corazón o, mejor dicho, como Corazón hecho Memoria, en el principio de la Iglesia. PD. Terminado el post, he leído la noticia de que el Levante pregona la controversia sobre la Virginidad de María, en relación al caso de Bustamante contra Masiá, con cita incluida de "Pikaza". No añado nada. Quien quiera entrar en el tema... puede leer este post mío de hoy.(http://www.levante- emv.com/secciones/noticia.jsp?pRef=3747_19_380951_ _Comunitat_Valenciana- Gasco-dirimira-denuncia-contra-jesuita -cuestiona-virginidad-Maria)

Introducción

Lucas escribe después que las aguas de las primeras disputas eclesiales ya se han serenado (en contra de lo que sucede en tiempos de Marcos e incluso de Mateo). Por eso puede recuperar de un modo pacífico y bondadoso las tradiciones judeo-cristianas de Jerusalén, tanto en el comienzo de su evangelio (Lc 1-2) como hace en los primeros capítulos de Hechos (Hech 1-15). Ciertamente, recoge algunos recuerdos “históricos”, tanto en un caso como en otro, pero no le interesa los hechos separados, sino el sentido de los hechos.
Ciertamente, Lucas sólo puede hablar de María, madre de Jesús, porque ella ha existido y ha cumplido una función importante en el comienzo de la iglesia, como supone Lc 1, 43 (la Madre de mi Señor) y Hech 1, 13-14 (la Madre de Jesús entre los primeros cristianos). Pero, a partir de eso, recordando a María como mujer creyente y miembro singular de la primera Iglesia, Lucas se ha sentido con libertad para elaborar su historia y así ha presentado a María como testimonio ejemplar de vida cristiana, sobre todo desde la perspectiva de la memoria creyente. Dos son pasajes más significativos que así lo han destacado:

María de la historia y María de la fe

Los seguidores de Jesús no sólo han seguido recordando a su Madre, sino que han agrandado el recuerdo de esa Madre, con gran intensidad. De esa forma pasamos del plano de la pura historia al nivel de la simbología religiosa, que nos permite situar a María en el contexto de otras figuras femeninas de las religiones, recordando sin embargo que ella es única, por el valor único que ha tenido su historia. Pero no tenemos una sola imagen de María, sino varias: desde los primeros grupos y momentos que han ido formando la iglesia de Jesús, su Madre ha sido recordada e interpretada de formas distintas, de manera que su figura ha quedado fijada y abierta en algunos de los textos más significativos del Nuevo Testamento. En ese aspecto podemos hablar y hablaremos de una mariología de la historia y de la mariologías.

− Mariología de la historia: una mujer concreta. No son muchas las cosas que de ella sabemos en un nivel de pura historicidad factual, pero son muy importantes. Estas parecen las más significativas. 1) Era una mujer judía, de una familia creyente, pero no muy significativa, de Nazaret de Galilea; se llamaba María y estaba desposada con José. 2) Fue madre de Jesús, con quien se relacionó de forma dramática; pero tuvo también una familia más extensa, compuesta por varones y mujeres que el Nuevo Testamento llama normalmente hermanos de Jesús y que parecen ser hijos de María. 3) Tras la muerte de Jesús, ella perteneció a la comunidad de seguidores de su hijo y ejerció un papel importante dentro de la iglesia, que la ha recordado.
Mariología de la fe: figura de la iglesia. Los textos del Nuevo Testamento y de la primera iglesia no recuerdan a María por afán puramente historicista, sino porque ella forma parte del misterio de una fe, que se centra en Jesús, su hijo, y que se expresa y configura de formas distintas dentro de las diversas comunidades.

Estos dos elementos (historia y fe) se encuentran muy unidos. Una historia de hechos puros, sin comprensión (sin fe), no sería humana, sino puramente cósmica o factual; no nos diría nada de lo que ha sido María. Pero tampoco sería humana una comprensión o fe cristiana sin historia, es decir, sin una implicación 'carnal' y social, siempre vinculadas en la figura de María. Ciertamente, ella, la Madre de Jesús, no es el criterio supremo de la experiencia cristiana; pero es un criterio y elemento muy importante.

Queremos recordar que el Credo cristiano incluye, además de Jesús, dos figuras históricas con sus gestos propios, pues Jesús nació de la Virgen María y padeció bajo Poncio Pilato. Ellos definen el principio y fin de su vida, de manera muy distintas. María, la madre, está vitalmente implicada en lo que hace; ella pertenece a la historia de la fe de Israel y se relaciona con Jesús de un modo personal, asumiendo la fe la iglesia. Por el contrario, Poncio Pilato, el Gobernador que firma la sentencia de muerte de Jesús, no parece vitalmente implicado; actúa simplemente como parte del sistema político y social que declara la muerte de Jesús.

María, la Memoria Creyente de la Iglesia.

María sabe lo que hace, de forma que se implica de un modo personal en el proyecto de Dios, como afirma expresamente el texto de la anunciación (Lc 1, 26-38) y como supone todo el evangelio de la infancia (Lc 1-2), que culmina en el primer despliegue de la iglesia (cf. Hech 1, 12-14). Por el contrario, Pilato y aquellos que condenan a Jesús no saben lo que hacen (cf. Lc 23, 34); por eso, Jesús pide a Dios que les perdone, para que pueda iniciarse sobre el mundo una historia de transparencia, de conocimiento salvador, como la de María.
El ejemplo más significativo del conocimiento de María está en el “evangelio de los pastores.” Los ángeles acaban de proclamar el gran evangelio del nacimiento de Jesús:

No temáis, pues yo os evangelizo un gozo grande para todo el pueblo:
hoy os ha nacido en la Ciudad de David un Salvador que es el Cristo Señor. Y esta será para vosotros la señal:
encontrareis un niño envuelto en pañales y recostado en el pesebre (Lc 2, 12).

Los pastores corren a Belén y encuentran a María y a José y al Niño recostado en el pesebre. Es claro que se admiran: ¡reconocen la verdad de la palabra, el cumplimiento de la espera de los siglos, creen y veneran! Sobre la cuna de Jesús se ha iniciado el camino de la nueva fe. Los primeros creyentes mesiánicos, los más hondos discípulos del Cristo son estos pastores. No saben cómo acabará la historia, no conocen todavía el recorrido y fin del Cristo, pero el signo del pesebre en una noche de guardia sobre el campo, les ha ofrecido una señal permanente de fe (2, 17-20). Pues bien, junto a ellos, la creyente por excelencia de María.

Guardaba estas cosas, meditándolas en su corazón (Lc 2, 19)

Estos pastores del campo, que vuelven de noche a sus rebaños, glorificando a Dios y cantando sus himnos (doxadsontes kai ainountes ton Theon: 2,20) aparecen así como expresión humana de los ángeles que cantan sobre el cielo (2,13-14); son la iglesia celebrante, los nuevos sacerdotes de la historia que culmina. Pero ellos no bastan. Para que se expanda y se acepte el evangelio (cf. euangelidsomai de 2, 10) es necesaria la actitud y gesto de esperanza de la madre:

María, por su parte, guardaba todas estas cosas (rêmata= palabras),
meditándolas (symballousa = comparándolas) en su corazón (2, 19).

Ciertamente, María es quien más sabe, pues ha escuchado la Palabra de Dios y la ha acogido en su propio corazón, dándole forma humana con su fiat (como vimos en 1,26-38). Pero el despliegue de esa Palabra le desborda. Por eso sigue a la escucha en gesto de esperanza razonada: guardaba (synetêrei) estas cosas. Guardar significa en este caso acoger y conservar, dejando así que aquello que hemos recibido produzca su fruto, conforme a lo que luego expondrá el mismo Jesucristo (¡Salió el Sembrador... La Semilla es la palabra!: cf. Lc 8, 5.11). En el sentido más profundo del término, María es la primera oyente de la palabra plena de Dios, encarnada como fuente de esperanza activa en el nacimiento de su mismo hijo (Hijo de Dios).

- Esta memoria/esperanza de María se cumple en diálogo con Dios. Ciertamente, ella aguardaba como israelita, pero sólo al escuchar a Dios y responderle empieza a esperar en forma mesiánica cristiana, descubriendo el misterio de Dios en los signos de un nacimiento acaecido en pleno campo. Los habitantes de Belén empiezan rechazando al Salvador. Por eso, la esperanza de la redención de Dios, formulada por María en el Magnificat (Lc 1, 46-55), ha de traducirse en su gesto (acción) de ocultamiento y reflexión profunda.
- Ésta es una memoria/esperanza corporalizada, que se integra en el proceso de su vida, en su gesto de Madre. María espera desde su propia totalidad de mujer, como signo de la humanidad que aguarda a Dios. Por eso, su esperanza implica una ruptura: sólo los últimos del mundo (los pastores) saben acoger el mensaje salvador de Dios, mientras los grandes de su propia ciudad le han rechazado.
- Es Memoria/esperanza dialogada. Está a su lado José, silencioso, como varón que sabe aprender, recibiendo un misterio que le desborda; y están a su lado los pastores que son, como hemos dicho, los primeros creyentes mesiánicos. En torno a la madre de Jesús se va formando, según eso, una comunidad de esperanza abierta al misterio total del evangelio.
- Es memoria/esperanza meditativa. María quiere razonar y razona a partir de aquello que ha escuchado y vivido. La esperanza no es ella una virtud pasiva; no es quedar sin pensamiento, ciega, en manos de un Dios imprevisible. Ella medita, compara, discierne y de esa forma traduce en forma de acción mesiánica aquello que ha escuchado. Estrictamente hablando, ella es la iglesia entera que expresa el misterio de Dios a modo de palabra y compromiso interno de transformación esperanzada. Dentro de la Biblia, conservar la palabra (el recuerdo) es la más alta forma de teología. Frente al pensamiento másculino, abierto hacia la acción externa, emerge aquí el hondo pensamiento femenino de la mujer y madre que empieza acogiendo y admirando, para recrear lo acogido en su experiencia.

Antes, María esperaba y expresaba su esperanza con palabras tomadas de la historia israelita y lo hacía a través del Magnificat: llevaba en el seno a su hijo; anunciaba la más honda experiencia de su maternidad mesiánica, diciéndola en palabras de transformación externa de la historia (1, 46-55). Ahora (2, 19) ya no dice nada, pero en el silencio realiza algo mucho más grande: escucha, medita, asiente, se deja transformar y piensa, descubriendo de esa forma el nuevo contenido de la esperanza de Dios. Ella es el principio de toda la acción de la iglesia: es imagen y compendio de una comunidad cristiana que, retornando a la noche de guardia y misterio de la navidad, vuelve a comenzar su camino de redención sobre la tierra.

- No entendía, meditaba en su corazón...(Lc 2, 41-52).

Como buenos judíos, María y José siguen peregrinando cada año por la fiesta de la pascua. Llevan al niño a Jerusalén, allí celebran el recuerdo de la libertad de Dios como principio de toda esperanza para el pueblo. Una vez, al cumplir los doce años, Jesús se queda sin decir nada a sus padres. Vuelven angustiados a buscarle y le encuentran en el templo. Evidentemente, la madre le pregunta: ¡Niño! ¿Por qué te has portado de esta forma con nosotros? ¿No sabías que tu padre y yo te buscábamos angustiados? (Lc 2, 48).Es la pregunta normal, la angustia de los padres por el ser querido. Pues bien, Jesús supera por dentro ese nivel de sufrimiento y sitúa a sus padres ante un plano más doliente de certezas, ante un nivel distinto de amor y compromiso por el reino. Ha tenido que romper y rompe con sus mismos padres (con su madre) para poder encontrarles en un plano distinto:

¿Por qué me buscabais?
¿No sabéis que debo ocuparme de las cosas de mi Padre? (2, 49)

Esta es la palabra clave: ¡el Padre Dios, mi padre! (cf 3, 22; 4. 3.9). María le ha engendrado en fe, José y María le han educado en cariño y libertad. Pues bien, al llegar el momento de maduración de su vida (¡a los doce años!), Jesús se independiza. Ciertamente, obedece a sus padres, vuelve a Nazaret y se muestra sometido a ellos (hypotassomenos, en palabra que emplea Ef 5,21 hablando de la mutua sumisión de los creyentes). Pero en el fondo ha mostrado independiente respecto de su madre. Ella no puede controlar a Jesús, ni educarle a su manera (para sí misma). Tiene que dejar que Jesús escoja su camino mesiánico. Confiar en ese hijo distinto, estar dispuesta a escucharle y seguirle de una forma activa esa es la tarea de María:

Ellos (sus padres) no entendieron la palabra que les decía (2, 50).
Y ella (su madre) conservaba todas estas cosas en su corazón (2, 51b).

Vuelve y se explicita así el tema esbozado en el nacimiento, cuando se decía que ella guardaba en su corazón el secreto de todas las cosas que pasaban (Lc 2, 19). Ahora se dice que ellos (padre y madre) no entendían. Les sigue desbordando el misterio de Jesús, a pesar de la palabra anterior sobre la espada. Pero sólo de María se añade que guardaba cordialmente estas palabras, convirtiéndolas en principio de comprensión y acción creyente dentro de la iglesia. Mantenerse en actitud confiada y activa precisamente allí donde no se comprende lo que pasa: ¡esa es la verdad de la esperanza! María renuncia a manejar a Jesús, a imponerle su criterio. Hace algo mucho más grande: ¡Cree y colabora!. Así participa en el camino mesiánico de su hijo [[Sobre este pasaje ha dicho lo fundamental R. Laurentin, Jésus au temple. Mystère de Pâques et foi de Marie en Luc 2, 48-50, ÉB, Paris 1966. Sobre conservar el misterio de Jesús en el corazón, cf. A. Serra, Sapienza e contemplazione di Maria secondo Luca 2, 19.51a, SPFThM, Marianum, Roma 1982, 256-284.]]

Creer es entender desde el corazón

Dejo el tema así evocado. Me gustaría que alguien hablara, desde ese contexto, del corazón que cree. María no es entendimiento puro, ni pasividad sin más… Ella es corazón que conserva, medita y cree. Ella es el signo de la fe suprema del adviento.
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