Sínodo: red abierta más que catedral impuesta
La iglesia moderna ha tendido a convertirse en Catedral gótica elevada al cielo y presidida en la tierra por un hombre sagrado (obispo) que se sienta en su sede y proclama desde allí su doctrina sobre el conjunto de los fieles que escuchan acogen y afirman lo que él dice
Este símbolo de catedral con cátedra de obispo nos parece hoy connatural al cristianismo, pero no siempre ha sido así, como puse de relieve en RD y FB el pasado 5, al oponer el modelo papal/monárqico) y el conciliar tipo zoco/bazar de obispos del concilio de Constanza, año 1414.
He vuelto a presentar esta imagen el pasado 12 al insistir en el motivo visual y teólogo de la “red” de “mesas” redondas (tipo zoco/bazar) de este sínodo. Hoy quiero insistir en el modelo de red/zoco/ bazar apoyándome en la ciencia moderna y en el estico de vida y mensaje de Jesùs.
He vuelto a presentar esta imagen el pasado 12 al insistir en el motivo visual y teólogo de la “red” de “mesas” redondas (tipo zoco/bazar) de este sínodo. Hoy quiero insistir en el modelo de red/zoco/ bazar apoyándome en la ciencia moderna y en el estico de vida y mensaje de Jesùs.
| X.Pikaza
La iglesia es una comunidad de comunidades (grupos) que se reúnen y dialogan porque comparten una fe y camino, en forma de diálogo vital (horizontal) como Pablo ha destacado en 1 Cor 12-14; un cuerpo en el que todos son miembros, sin que pueda hablarse de una “cabeza” (pues Cristo es todos, no una cabeza sobre los demás, como aparece sólo en las deuteropaulinas: Col y Ef).
Un tema y signo de la ciencia moderna
Para el tem de fondo, cf. E.S. Raymond: La Catedral y el Bazar (https://es.wikipedia.org/wiki/La_catedral_y_el_bazar).
Algo de historia. Catedral y bazar
Son muchos los que en una situación de caos como la actual quieren reforzar las estructuras jerárquicas. Se trata de un fenómeno explicable. Cuando han caído las antiguas referencias (sistemas sagrados) y no se han cumplido las promesas de paz y concordia que la Ilustración de los siglos XVIII-XIX y el mismo cristianismo oficial habían ofrecido, muchos sienten la necesidad de refugiarse en modelos fuertes de seguridad, simbolizados en la imagen de un Templo-Catedral, donde todo está en orden, con ordenamientos jerarquizados y acciones reguladas desde arriba. Pues bien, pensamos que ha llegado el tiempo de abandonar esa catedral, para iniciar el camino del Cristo desde el bazar de la vida.
Muchos hemos visto la Iglesia como una catedral donde los siglos han ido organizando jerárquicamente la vida de los fieles, de manera que todos y cada uno tenían su lugar y función bien determinada y fija en el conjunto.
Algunos pensaban que se había alcanzado ya la perfección, de manera que sólo faltaban algunos pequeños retoques para completar la trama del sistema eclesiástico.
Pero el Nuevo Testamento (que habla de una Iglesia construida sobre la confesión de Pedro, Mt 16, 18), presenta a Jesús como piedra desechada (Mc 12, 10-11), que no sirve para construir un edificio al estilo del templo judío.
Por otra parte, Jesús había anunciado y preparado el fin del templo, de manera que su Iglesia no puede entenderse ya de esa manera, como organización legal-clasista. Más cerca del mensaje y vida de Jesús (hombre de plazas y caminos, siempre al aire libre de la vida) está la imagen del bazar-mercado donde Jesús realizó su tarea y donde puede surgir la nueva comunión no impositiva de los hombres, desde un caos (pobreza) de evangelio. Esta es la tarea de la Iglesia actual: vitalizar mesiánicamente el caos, como hicieron los primeros cristianos.
Leída en ese fondo, la caída de un tipo de catedral bien organizada puede convertirse en un acontecimiento no sólo afortunado, sino providencial para el evangelio.
Frente al templo-catedral de su tiempo, donde un tipo de Papa judío, el Sumo Sacerdote, regía de un modo unitario la trama de rituales sagrados y el orden de las personas, Jesús puso en marcha un movimiento de vida, comunicación y convivencia amorosa y liberadora en el mismo bazar multiforme de la vida donde hombres y mujeres de diverso origen pudieron encontrar y encontraron un lugar para compartir experiencias y enriquecerse unos a otros, cambiando y regalando sus dones, de un modo inmediato, sin intermediarios de poder externo.
Jesús, hombres de red (zoco/bazar)
El evangelio nos sitúa así en el mundo concreto de los pobres, enfermos, expulsados del sistema, en el «bazar o plaza abierta» donde hombres, mujeres y niños conviven de un modo espontáneo. El comportamiento de Jesús trastornaba el orden legal y sacral de la sociedad, porque ponía en comunión directa a todos, y de un modo especial a los más pobres, sin hacerles pasar bajo el control de los sacerdotes o maestros de la ley. Sus seguidores rompieron los muros antiguos de la estructura imperial y empezaron a comunicarse de un modo inmediato, en actitud de gracia, creando relaciones de convivencia directa, de manera que cada uno era Dios para el otro, por encima del imperio o del templo.
Los cristianos formaban una red de gentes que se iban reuniendo para hablar y convivir, como en una plaza (cf. Ap 22, 2), donde se relacionaban directamente, sin intermediarios o representantes superiores. Esta vinculación era posible porque, según el mensaje y camino de Jesús, cada uno reconocía la vida de los otros y aportaba la propia, escuchándose todos y descubriendo de esa forma a Dios desde los más pobres. Para ello no hacía falta crear una nueva estructura de poder (ni imperial, ni sacral), sino vivir conforma al Espíritu nuevo, es decir, a la autoridad del amor. Los cristianos podían creer en el Dios de Jesús cuando dialogaban entre sí, descubriendo y desarrollando un nuevo horizonte de vida, expresada como gracia y comunicación: no tenían que esforzarse por conquistar nada, por aplacar a Dios, por conseguir méritos, por lograr virtudes. Sólo tenían que vivir, amándose mutuamente, en una comunión donde cabían y tenían palabra los más pobres, descubriendo y expresando así la vida de Dios.
De esa forma ellos supieron que la vida era fuerte y hermosa y que merecía la pena acogerla, cultivarla y regalarla, como había hecho Jesús, sabiendo que el tiempo de opresión y enfermedad, de muerte y condena había terminado. Por eso, Jesús y los primeros cristianos no emplearon modelos de poder centralizado para cultivar la presencia de Dios. No tuvieron que construir un nuevo templo, ni necesitaron otro imperio religioso, sino que descubrieron que el templo de Dios es la misma creación (Gen 1), el diálogo concreto de los hombres, que se comunican (dando, acogiendo, compartiendo), como en un bazar donde parece que reina el mayor desorden y, sin embargo, hay un precioso orden humano.
El orden de la catedral viene de fuera, de arriba como un dictado que se impone sobre los oyentes de abajo (cf. Mc 1, 58, Jn 2, 21). Ese modelo catedral va en contra de laz basílicas antigua (que era más mercado/salón de juicios que nuestras catedrales medievales y modernas. A las iglesias antiguas se parecen más las mezquitas como la de Córdoba, que son un espacio abierto para corros de orantes, amigos etd.
La Iglesia de Jesús es un «edificio vivo», que se identifica con la vida y amor de los hombres, que van creando (no fabricando) su propia humanidad. Esta visión de un «santuario humano» o cuerpo mesiánico, que brota del amor mutuo de los hombres y mujeres, se sitúa en la línea de un modelo distinto de comunicación que han empezado a descubrir y aplicar las mismas ciencias humanas.
Tanto la informática como la economía y la sociología están desarrollando formas de organización que desbordan el nivel de la causalidad racional (que puede predecirse y manipularse de un modo técnico: es decir, fabricarse), expresándose a través de procesos de interacción múltiple, que no siguen un orden lineal y sucesivo, sino de influjo combinado y sincrónico de mucho elementos. En este nivel de interacción múltiple (no-jerárquica) se sitúan y elaboran sus programas los biólogos y economistas, los políticos y sociólogos, descubriendo y promoviendo unas formas de organización que resultan imprevisibles (e imposibles) para una ciencia racionalista donde todo se estructura como en una cadena de causas y efectos.
El estilo red/zoco/bazar nos sitúa ente un tipo ante un tipo de vida que desborda el planode los sistemas lineales (de tipo jerárquico).
Este es el orden de la vida que nos lleva de una Iglesia muerta, organizada desde fuera, a una Iglesia que vive desde sí misma, porque está llena del «Espíritu mesiánico», que actúa y se expresa a través de los creyentes que se aman como el Cristo (desde el Cristo). Este es el lugar donde se puede hablar de las llaves de Pedro.
La mano del Espíritu.
La vida no se puede razonar científicamente y, sin embargo, ha surgido y se ha extendido por doquier. Tampoco se puede razonar el surgimiento humano y, sin embargo, la humanidad ha surgido de manera que los hombres y mujeres han expandido su pensamiento sobre la superficie de la tierra. Algo semejante sucedió en el principio del cristianismo, entendido como un fenómeno social que estaba preparado desde antiguo y que, sin embargo, no puede explicarse sin más desde los datos anteriores. En el gran bazar de las relaciones sociales del siglo I d. C. surgió por Jesús una forma nueva de comunicación, una experiencia de humanidad cuyo ideal se expresa en el Sermón de la Montaña.
En este contexto, apelando a una imagen empleada por algunos economistas, podríamos hablar de una «mano invisible», divina, que actuaba en la nueva vida de Jesús y sus discípulos. No podemos demostrarla ni planificarla, pues no se ve, pero estaba ahí y se fue expresando, desde abajo, en el gran bazar de la vida, suscitando un tipo de intercambio personal y comunicación social que antes no existía: hombres y mujeres pudieron compartir la vida, existiendo unos en otros, siendo sin embargo libres (no por fusión vital, sino por comunicación personal).
De todas maneras, esa imagen de la mano invisible resulta peligrosa, porque apelando a ella, los poderes del capitalismo han planificado y dirigido las ganancias globales al servicio del sistema y de sus privilegiados, oprimiendo a los pobres. Por eso preferimos hablar del Espíritu Invisible, que los primeros cristianos entendieron como presencia activa del amor de Dios, que se despliega por Jesús como fuente de vinculación gratuita, esencia de la Iglesia .
Ese Espíritu eclesial (que la tradición había presentado como «dedo» o «mano» de Dios: cf. Ex 8, 19; 13, 3) se encuentra vinculado a la experiencia de Jesús y no es un poder impositivo y exterior, que dirige desde un lugar externo el despliegue del conjunto de la Iglesia (como hace el arquitecto al construir la catedral), sino que es una presencia interna, hecha de contactos múltiples, espontáneos, creadores, que han sido despertados y promovidos por el mensaje y la experiencia del Señor resucitado.
En ese contexto no podemos hablar de un arquitecto separado (que dirige y organizado desde fuera el conjunto de intercambios), sino de la multitud de intercambios del bazar o de la plaza donde vienen a expresarse los múltiples contactos de la vida de los hombres. Es ahí donde se sitúan las llaves de Dios, vinculadas a la tradición de Pedro.
La Iglesia pertenece al plano de la vida real y concreta, que se va expresando y creciendo desde sí misma, como espacio de encuentro supra-racional donde los hombres y mujeres comparten la vida libremente, en amor personal siempre inmediato y libre (y no en el interior de sistema que puede manipularse desde fuera).
La vida no es una catedral ya construida (que no tiene alma en sí, sino que es un proyecto acabado desde fuera), sino una red de conexiones múltiples que se van rehaciendo, recreando, desde si mismas, de un modo incesante, sin un centro superior, sin una imposición externa, pero con una unidad muy concreta que se va expresando en la red total de relaciones del conjunto.De un modo semejante, al hablar de la unidad de la Iglesia, no podemos apelar a una mente o conciencia que rige sus movimientos desde fuera (como haría un Papa omnipresente), sino a la misma red de relaciones personales de los creyentes que, en sentido teológico, podemos identificar con el Espíritu de Cristo.
Esta imagen del «bazar abierto y múltiple», presencia inmediata del Espíritu en que los hombres y mujeres se comunican entre sí, de un modo directo, en proceso de vida que triunfa de la muerte (en resurrección pascual), puede ayudarnos a superar el modelo de la Iglesia -catedral (con un Papa u obispo controlando las cosas desde fuera). Utilizando el lenguaje de la tradición, podemos afirmar que la Iglesia es «templo de Dios» (cf. Ef 2, 21), pero en el sentido que estamos evocando:
Es templo de Dios siendo experiencia múltiple y viva de hombres y mujeres que se aman, descubriéndose amados por el mismo Dios, que es el Espíritu de Cristo, que ama en ellos y por ellos, en forma de comunión unitaria y múltiple de vida. Mirada desde fuera, la Iglesia es un bazar de relaciones muy diversas, un prodigio de contactos personales, que se concretizan en el pan y la palabra compartida.
Mirada desde dentro, ella es un templo vivo donde cada una de sus «piedras» (cada creyente es templo de Dios: cf. 1 Cor 3, 16-17; 6, 19) crece y comparte el crecimiento con las otras, formando un «organismo» nunca previamente imaginado de comunicación y vida personal.
Jesus no fue hombre de catedral, sinode zoco/bazar/plaza abierta de comuniones vitales.
Jesús pudo construir ese organismo de la Iglesia porque se dejó matar, no asumiendo ninguna posición de privilegio sobre los demás (Mc 12, 1-12; cf. Jn 2, 19-21; Mc 14, 58; Mt 26, 61). Por eso añadimos que no construyó una catedral, ni quiso imponer a cada hombre y mujer un lugar fijo en su edificio, fijándolos allí, bajo obediencia, sino todo lo contrario: su Iglesia está hecha de «piedras vivas», es decir, autónomas (cf. 1 Ped 2, 5; en esa misma línea ha de entenderse la imagen de la Iglesia cuerpo mesiánico en 1 Cor 12, 12 y Rom 12, 5).
Ciertamente, esta imagen del bazar-Iglesia (red-de-relaciones, comunidad de comunidades) no resuelve todos los problemas, pero puede ayudarnos a situar mejor la dinámica del evangelio, cuya vida no avanza desde fuera, dirigida por mentes superiores, ni siquiera por la de un Cristo «hombre divino», sino que se va desarrollando desde abajo, a partir de las mil interacciones de este inmenso bazar donde todos pueden comunicarse y donde Cristo ha expresado y realizado para siempre el gesto supremo de su entrega creadora a favor de los demás
. De la Iglesia -catedral no puede nacer nada, pues todo está construido y dirigido desde fuera. De la Iglesia -bazar pueden surgir y surgen ideas, afectos y vida, por la comunicación inmediata de sus componentes vivos, de manera que ella puede entenderse como organismo multiforme dirigido por el Espíritu de Cristo, que no sustituye a los hombres y mujeres, para hacer algo en vez de ellos, sino que se expresa libremente a través de cada uno y de la interacción de todos, en un diálogo donde nadie puede tomar la palabra de nadie, pues cada uno tiene la suya y todas son igualmente importantes
Conclusión Las catedrales son hermosas para desarrollar una religiosidad jerárquica , una liturgia sagrada, donde cada uno obedece al todo o conjunto, pero ellas corren el riesgo de impedir la creatividad mesiánica.
Pero decimos que la comunidad de Jesús se parece más al bazar de los mil intercambios de la vida, como en los antiguos atrios de las iglesias donde hombres y mujeres hablaban y se comunicaban experiencias y amores. La universalidad cristiana solo es posible donde todos se miran y encuentran de modo directo, pues los temas de la vida no están hechos y resueltos de antemano (ni pueden resolverlos otros), sino que se van resolviendo a medida que los creyentes (hombres y mujeres
que creen en Dios creyendo unos en otros) se dan y reciben la vida (cf. Mt 25, 31-46). Este zoco o mercado de la iglesia es un lugar donde nadie triunfa ni se impone, ni siquiera el todo, pues no existe un «todo» dominante por encima de los individuos, porque Dios no es el todo, sino Vida infinita que actúa en cada uno de los hombres, haciéndoles capaces de comunicarse de un modo personal. Jesús no ha venido a imponer sobre los hombres el imperio de una ley sagrada mejor que las anteriores, ni a proclamar un talión universal (como principio de juicio), sino que ha ofrecido su Vida creadora, para que en ella vivamos y creamos. Por eso, su iglesia o templo verdadero en la misma comunión de los creyentes.