La vida humana: experiencia y camino de transfiguración

Quiero terminar la pequeña sección de “transfiguraciones”, comenzada el otro día con M. Weber y seguida con Mc  9, 2-11, ofreciendo 3 más 10 reflexiones (=confesiones) básicas de vida: 

(1) La partícula “trans-“ de transfiguración (en griego “meta-“: metamorfosis; en latín “re-“:religare o religión) significa separación y unión de dos niveles o momentos de la vida. Hay hombres unidimensionales, que sólo pueden tener una idea; y así pueden conquistar un mundo inmenso, pero sin religión (sin transfiguración, meta-morfosis), y así quedan encerrados en su cárcel de hierro. Esos no tienen religión. De esos decía M. Weber que están (=estamos) encerrados en la cárcel de hierro del sistema, incapaces de escuchar la música más honda de la vida.

(2) M. Weber añadía que el hombre moderno es un “gigante” poderoso, que está conquistando el mundo por la ciencia y la administración burocrática. Éste es el hombre de una sola idea, solo pensamiento, en el que crece y se encierra en sí mismo, hasta que estalle su jaula, el hombre sin re-ligión, sin trans-figuración (sim-bolismo). A ese hombre le quedan (nos quedan) sólo unas cuantas generaciones, hasta que se muera de éxito “canceroso”, en línea capitalista o comunista (de socialización impersonal, de destrucción del sistema eco-lógico, convertido en tanato-lógico). Por eso, él creía que para seguir viviendo como humanos (trans-humano) necesitamos una nueva forma de trans-figuración.

(3) Hemos aprendido a dividir para oponer (o para imponer…). Así sucede, por ejemplo, en la visión de Jesús en relación con “Dios”, cosa de la que sé un poco, por oficio. En esa línea, hemos opuesto dos “jesuses”. (a) Por un lado al Jesús de la pura historia (hechos puros), pero sin transfiguración (vinculación con lo divino), un Jesús que nos deja en la pura muerte, por todos acabaremos en su pura cruz, como él. (b) Y por otro al Jesús mistificado (no místico), de una resurrección ideal, sin realidad, de una divinidad falsa, sin presencia humano. Así decimos ponemos, por un lado, al Jesús histórico (un hombre objeto de ciencia de laboratorio al que estudiamos con métodos de crítica, sin llegar a resultados fiables) y por otro lado un Cristo Divino del cielo, totalmente “inventado”, una fantasía sin base crítica, en el fondo un engaño.

Pero… (y sigue el trabajo en el cuerpo de esta postal).

Puede ser una imagen de cielo

El tema es la trans-figurción, esto es, la meta-morfosis, esto es el simbolismo, unión de planos, que expresaré en varias “tesis” o, mejor dicho, en varias vías o caminos: 

  1. Un tema de fondo, en el principio de todo conocimiento: la visión advaita de la vida. Esto lo han sabido todas las grandes culturas (menos un tipo de racionalismo positivista llamado “moderno”), y especialmente las religiones de oriente, el Tao de China, la experiencia advaita de la India. Toda realidad es “dos”, tiene el manos dos caras, siendo al mismo tiempo “una”. Esa unidad en la diferencia y diferencia en la unidad es la base de todo conocimiento y tarea. Cerrarse en una “parte” y negar la otra es negarse a sí mismo, es perderse (como sabía M. Weber).
  2. Un tema esencial de Cristianismo: Según la “confesión” del NT y de la Iglesia primitiva, Jesucristo es la unión de niveles, la identidad de fondo entre el Jesús de la historia y el “hijo de Dios” (esto es, Dios). Lo fácil es decir que es “puro hombre” o que es “puro Dios”. La novedad es descubrir que lo que llamamos Dios ex-iste (sale de sí y se expresa) en el hombre Jesús; la novedad es descubrir que el hombre con-siste (tiene su fundamento y sentido) en Dios, siendo de esa forma en sí mismo.
  3. Este es el sim-bolismo primario y esencial del cristianismo: (a) Sólo hay Dios en el hombre (siendo Dios infinito). (b) Sólo hay hombre en plenitud en Dios (siendo el hombre finito). Esto es lo que descubrieron sorprendidos los primeros cristianos. Lo descubrieron ellos (fue su secreto abierto, su tesoro). Lo descubrieron como “revelación”, esto es, como apertura de mente y de vida, como tarea gozosa de esperanzas. Esto es lo que los cristianos han seguido “descubriendo” en Jesús de Nazaret, esto es, en su propia vida y destino, no en contra de otros (de todos los restantes), sino en nombre de todos. De esa forma, al descubrir la identidad de Jesús descubrimos y podemos confesar la identidad y verdad del hombre, tal como lo expresa Marcos 9.
  4. Esta re-velación (metamorfosis) o sim-bolismo (re-ligión) de los cristianos es, por un lado, algo nuevo, que nunca se había formulado así, de esta manera concreta. Pero, al mismo tiempo, esa experiencia responde a la visión y camino de Elías y Moisés (¡en ese orden en el texto!). Esa es por tanto la novedad y plenitud del judaísmo, de lo que llamamos Antiguo Testamento, representado por Moisés y Elías. Esa es la verdad de fondo de todas las religiones como experiencias de trans-figuración (con el tao, con la experiencia advaita de la India etc.).
  5. Esta experiencia de la revelación de la montaña (Tabor) es el principio y sentido de la misión cristiana, representada por los tres nuevos testigos (Pedro, Santiago y Juan…). Esos “apóstoles” (enviado de la transfiguración) no aparecen en el texto como impositores de una nueva religión, sino como testigos de la re-velación de Dios en Jesús, de la iluminación Jesús en Dios…, no para negar las religiones, sino para expresar lo está en el fondo de todas.
  6. Esta es la esencia del “dogma cristiano”, expresado en los concilios de Nicea (325) y Calcedonia (451): Que “Dios” tiene en Cristo dos naturalezas, es decir, que es divino, siendo humano; y que el hombre tiene, igualmente, dos naturalezas, que es humano siendo divino. Que la “persona” (esto es, la identidad profunda) es en ambos la misma. En ese sentido, el cristiano es un hombre o mujer que vive, al mismo tiempo, en dos niveles: Que es divino siendo humano; que es humano siendo divino… pero no de un modo abstracto, genérico, teórico… sino “al modo de Jesús”, pues él lo expresó con su vida y su muerte, tal como aparece expresada en la experiencia del Tabor, como transfiguración. 

    Encarnar La Transfiguración | Vivir Agradecidos

  7. La trans-figuración implica una meta-praxis. No es una pura teoría intelectual, sino una “nueva vida”, una mutación “trans-biológica”. Esta experiencia de transfiguración lleva, por tanto, en sí misma, un compromiso y tarea de agradecimiento y generosidas gozosa hasta la muerte; esta experiencia se expresa en forma de vida “gozosa, elevada”, de “monta de Dios”, de vida acogida y regalada a los demás, y compartida con ellos como sigue diciendo expresamente el texto del evangelio del evangelio que sigue. Esta experiencia sólo es posible cuando uno está dispuesto a “morir” al hombre “viejo” (cerrado en su propio egoísmo), cuando descubre que su vida es vida en todos, para todos, para vivir con y para todos, resucitando de esa forma en ellos.
  8. La transfiguración implica un tipo de meta-conocimiento, meta-noia (de meta-noein, en griego), es decir, un trans-conocimiento, que parece complicado y que, sin embargo, es lo más simple, algo que supieron desde antiguo los hombres de las más antiguas experiencias religiosas, un conocimiento que vincula (en sim-bolismo), a Dios con (en) el hombre, y al hombre con (en) Dios, en la línea de eso que pudiéramos llamar tras-cendencia en la in-manencia (esto es, de Dios en la misma vida humana): Dios “verdad” del hombre, el hombre “verdad” de Dios, la vida que desemboca en la Vida, pues en ella “existe”. Normalmente, la “meta-noia” suele traducirse como “conversión”, en sentido moral (o, mejor dicho, moralista).  Pero no se trata de eso (de un moralismo penitencial, casi siempre negativo y opresor), sino de una apertura de mente, de un conocimiento más amplia, de una experiencia de vida, saliendo de la cárcel del sistema que evocaba M. Weber. 

    Comentario al Evangelio: Transfiguración de Jesús - Opus Dei

  9. La trans-figuración es re-surrección, pero no una resurrección puramente después, sino en esta mismo vida, asumida, gozada y compartida como Jesús, pues, como he dicho, su misma “vida histórica” viene a presentarse y descubrirse en el evangelio como vida resucitada en los demás (en Dios). El texto de Marcos 9 termina diciendo “no habléis de esto a nadie, pues no os van a entender…”, nohabléis de esto a nadie, no os empeñéis en convencerles a la fuerza, pues ni vosotros lo entenderéis, ni lograréis que lo entiendan los otros, a  no ser que seáis también vosotros “testigos de la resurrección” que es la vida que se expresa por la muerte, que florece y se despliega cuando uno es capaz de ir dándose a sí mismo como gracia (es decir, en amor y gratuidad) a los demás.

    La transfiguración de Jesús (Mt 17,1-9)

  10. Entendida así, la trans-figuración (re-surrección, con el re- de elevarse y surgir) es una experiencia de vida en la historia, pero en una historia que no se cierra en un momento, en unos protagonistas, sino que se recibe, transmite y acoge en una vida que no acaba. Por eso son esenciales en la transfiguración Elías y Moisés (su vida y testimonio está presente en la vida y testimonio de Jesús),y somos también esenciales nosotros, cristianos del siglo XXI, con Pedro, Santiago y Juan, que siguen vivos en nuestro testimonio, en nuestra propia vida, pues los que viven en Dios no “mueren” en el sentido de terminar y acabarse para siempre, sino que resucitan transfigurados en la vida de Dios, en la esperanza del Shalom definitivo.

           Éstos diez principios (unidos a los tres anteriores del subtítulo) forman los las trece "categorías" básicas de la transfiguración cristiana, que he querido resumir, partiendo de mi reflexión anterior sobre el análisis de la modernidad, realizad  hace algo más de un siglo por M. Weber. 

Son principios o elementos que vengo exponiendo desde hace algún tiempo. Están en el fondo de mi Fenomenología de la religión (Trotta, Madrid 1998) y de “nuestro”  Diccionario de las tres religiones (con. V. Aya) y de mi tratado sobre las religiones monoteístas… Seguiré hablando de ello en este blog. Alguien me ha pedido que cite de nuevo el texto base de Ortega y Gasset. Aquí va, otra vez. Gracias por llegar hasta aquí, y ved cómo os suena el texto de Ortega: 

«Hay épocas de odium Dei, de gran fuga lejos de lo divino, en que esta enorme montaña de Dios llega casi a desaparecer del horizonte. Pero al cabo vienen sazones en que súbitamente, con la gracia intacta de una costa virgen, emerge a sotavento el acantilado de la divinidad. La hora es de este linaje, y procede gritar desde la cofa: ¡Dios a la vista!».

Editorial Verbo Divino :: Monoteísmo y globalización

Diccionario De Las Tres Religiones (ebook) - Pikaza Xabier (Ebook > Historia de las religiones)

Volver arriba