1.12.24 Dom 1º Adviento: Verán al Hijo del Hombre.

Lucas 21, 25-28. 34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre."

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Éste es un texto de larguísima historia. Básicamente es un texto del Evangelio de San Lucas, que nos ofrece su propia visión de la historia de los hombres, marcada para siempre por el nacimiento de Jesús. Pero en ese texto y en esa historia del texto  hay menos cuatro o cinco estratos:

(a) En el fondo del texto pueden verse rasgos de miedo universal (¡todos los pueblos han sufrido terrores ante el cosmos!), vinculados a la exigencia y esperanza de los profetas de Israel y de los apocalípticos judíos. Se trata de un texto universal de miedo y de esperanza, muy propio de nuestro momento (año 2024/2025), marcado por grandes crisis políticas y económicas, y en especial por la “pandemia” y la gran amenaza ecológica (calentamiento global, polución del agua y del aire). Llevamos meses de guerra en Ucrania y Palestina/Israel,  con miedo de bombas

(b) Este pasaje recoge también la experiencia de Jesús y de las primeras comunidades cristianas, especialmente aquella que se ha expresado en el  libro del Apocalipsis, en algunos pasajes de la tradición de Pablo (1 y 2 Corintios) y en el evangelio de Marcos (Mc 13, capítulo del que Lucas toma los temas principales de su texto). Es un texto que nos sitúa en el principio del cristianismo. Hubo entonces inmensas esperanzas, pero también miedos de guerra con Roma, de Guerra en todo el Oriente

(c) El texto recoge igualmente, los rasgos de la comunidad de Lucas, con la propia inspiración del evangelista. Para entenderlo bien hay que leerlo y comprenderlo desde el conjunto de au Evangelio de Lucas y de su comunidad creyente, a caballo entre el judaísmo y la cultura griega, en un momento de cambios muy fuertes, de tipo social y cultural. Ayudan en esta línea los comentarios de J. L. Sicre, y también los de J. A. Fytzmyer (Fitzmyer, J. A., El evangelio según san Lucas, I-4. Cristiandad, Madrid 1986/7 y 2004) y F. Bovon (F. El evangelio según san Lucas. I-IV, Sígueme,

(d) El texto ha sido recortado y pegado por la liturgia católica, que toma pasajes de aquí y de allí (de Lc 21, 25-36) para recomponerlos de un modo más o menos convencional, creando así un pasaje nuevo, apropiado para el comienzo del adviento católico. En ese sentido, es un texto de la Iglesia, que nos sirve para pasar del fin de la historia a su comienzo, de Cristo Rey al Adviento. Por eso, comento el texto litúrgico, paso a paso, no el texto de fondo Lucas, que ofrece otros rasgos y motivos que aquí se han omitido. Una vez más, la liturgia nos pone ante el gran amino de Jesús, unido al camino del mundo

(e) Éste es un texto que debo hacer  mío, un texto nuestro… Cada uno de nosotros tenemos que elaborarlo, situándolo dentro de nuestras esperanzas, miedos y alegrías. No puedo recoger toda la historia y teología de Adviento de Jesús, de la iglesia primitiva y de Lucas. Por eso, me limito a comentar del modo más sencillo las palabras del texto actual, conforme a mi visión particular, de creyente y lector de la Biblia, que quiero compartir con vosotros. Para ello divido el texto, de un modo un poco convencional en cuatro escenas (que puede dividirse cada una en tres partes):

Primera escena: Un contexto de miedo

  •  a. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas;
  • b. y en la tierra la angustia se apoderará de los pueblos,
  • c. asustados por el estruendo del mar y de sus olas

Dividido el texto en tres partes que leemos desde los extremos, pasando del a y del c al b, como ahora diremos.

(a) Nos hallamos ante un desquiciamiento cósmico, que se expresa en la tríada celeste : cielo, tierra, mar (falta el infierno, las partes inferiores, vinculadas con la condena). En el cielo están los grandes (sol, luna, estrellas) que empiezan a dar señales falsas, ya no alumbra; lo que era principio de estabilidad suprema aparece como expresión de locura.

(c) Por su parte, el mar destruye sus “amarras”, se elevan las olas y tienden a inundar toda la tierra. Según Gen 1, Dios había construido el mundo “domando” los mares, colocando las aguas en sus límites y cauces, permitiendo que surgiera la tierra. Ahora se rompen los límites: sube el agua de los mares en una especie de diluvio invertido, un inmenso tsunami que llega a cubrir los montes más altos.,, Es como si viniera la Dana de Valencia, multiplicadas por miles y miles de torrentes bajando de las nubes, sin pausa, en diluvio universal.

(b) En medio queda la angustia: los hombres están hechos de miedo. El miedo es como un cáncer que se va extendiendo y les va dominando desde fuera, como un sida que les inunda desde el cielo loco, desde el mar desmadrado.

Segunda escena. Superar el miedo: llega el Hombre

  • (a) Los hombres se morirán de miedo, al ver esa conmoción del universo;
  • (b) pues las potencias del cielo quedarán violentamente sacudidas.
  • (c) Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria.

 Dividido también el texto en tres partes, pero ahora las leemos seguidas, destacando aquellos rasgos que pueden resultar más significativos en nuestro tiempo.

(a) Vuelve el miedo, un miedo de muerte, terror apocalíptico ante la conmoción del cosmos, la gran sacudida de las “potencias” del cielo. Morir es aquí “salir de sí”, perder la “psyche”, el alma, el aliento. De pronto, al descubrir la fragilidad de los elementos, los hombres pierden el alma, el valor, las ganas de la vida.

(b) Esta muerte por terror (¡puro terror cósmico, más que guerra y peste, más que sida…!) tiene un fundamento cósmico: la sacudida de las “potencias”, que en griego se llaman “dynameis”. Potencias son en lenguaje bíblico los principios rectores del cosmos, los ángeles astrales, los principios matemáticos que rigen el movimiento de los astros…. Este mundo tiene una fecha de caducidad; cielos y tierra pasarán, dice el AT y el evangelio. En un sentido, todo ese mundo superior de equilibrio en el que estamos sustentados se sacuda y quiebra. Crecen las grietas del gran cosmos, morimos de miedo. Ésta es la más horrorosa de todas las muertes de la humanidad: morir de miedo al descubrir nuestra nada, la nada del cosmos. Muchos temen literalmente la llegada de un fin del cosmos… Normalmente pasarán miles y miles de milenios antes de que el mundo termine, pero estamos en riesgo, siempre en riesgo, pues al ritmo de vida en que vivimos  podemos destruir la vida de este planeta tierra en unas pocas generaciones.

(c) Entonces “verán al Hijo del Hombre…”. No se dice que verán a Dios, ni siquiera al Cristo, ni a los ángeles del cielo: Verán al Hijo del Hombre, es decir, la humanidad verdadera. Éste es el arco iris tras la tormenta del diluvio (Gen 9, 13-16), el arco iris de la paz de Dios, del amor de Dios, Puede morir todo, pero el hombre no acabará… Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán… (Lc 21, 33). Pues bien, las palabras de Dios se concretan en el Hombre que viene, la nueva humanidad, que nace de arriba, del trono de Dios, con poder y gloria… Éste es el misterio del nacimiento.

Tercera escena. Levantad la cabeza

  • (a) Cuando empiecen a suceder estas cosas,
  • (b) cobrad ánimo y levantad la cabeza,
  • (c) porque se acerca vuestra liberación.

 He dividido también esta estrofa en tres versos sencillos, que comentaré de un modo más breve. Ellos marcan el centro del pasaje, en forma de “llamada.

(a) Estas cosas han empezado a suceder… Los hombres y mujeres vivimos en medio del gran miedo. En la antigüedad era miedo de tipo cósmico, miedo al destino. En el comienzo de la Edad Moderna ha sido miedo a la destrucción social, a la peste, a la locura colectiva de las grandes violencias armadas, a las inquisiciones y autoridades perversas. Ahora, en estos últimos años, es miedo a la bomba y al sida, a la guerra mundial y al terrorismo, a la pandemia y a la ruptura ecológica.

(b) Pues bien, en medio del gran miedo se nos dice que recobremos el ánimo, que no demos que se nos valla el “alma”, que no nos abajemos y arrastremos. El hombre (hombre-mujer) es un ser que eleva la cabeza y vive de esperanza. Esto es lo que nos dice el texto, que elevemos los ojos y queramos vivir… Se trata de vivir de esperanza, sabiendo lo que somos, reconociendo nuestra limitación, pero sin dejarnos dominar por ella. Vivir “a cuerpo”, es decir, en humanidad, sin llenarnos de puras pastillas, sin andar de mano en mano, de psiquiatra en psiquiatra… Creer en Dios significa elevar la cabeza.

c) Porque se acerca la liberación… Antes se decía que se acerca el “Hijo del Hombre” (el hombre nuevo, el hombre-mujer de Dios)… Ahora se dice que se acerca la liberación, la “apolytrôsis”: una liberación que se nos ofrece como regalo de Dios (¡don de la vida!), pero que, al mismo tiempo, es regalo de nuestros amigos, es trasformación social (¡justicia!), es plenitud interna… No tener miedo, vivir en el gozo de sabernos Hijos de Dios, llamados a la vida, al nacimiento. Se acerca… ésta es la palabra. Se acerca y nos acercamos.

Cuarta escena: Parénesis o advertencia

(a) Procurad que vuestros corazones no se emboten por el exceso de comida, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, (b) porque entonces ese día caerá de improviso sobre vosotros. (c) Ese día será como una trampa en la que caerán atrapados todos los habitantes de la tierra.

 He dividido también esta escena en tras partes, aunque la primera (a) podría dividirse a su vez en otras dos. Después de la gran esperanza de las estrofas anteriores (segunda y tercera) viene esta estrofa sobria, de advertencia.

(a) Que vuestros corazones no se “emboten” (no se hagan pesados, no se cierren). El tema es el corazón, mantener el corazón abierto, tenso hacia la vida, fresco al amor, dispuesto a la ternura. Éste es el lugar del adviento, el principio de la vida, el signo de Dios: ¡Mantener los corazones limpios, capaces de sentir, de mirar de esperar¡  Vivir en dimensión de corazón. Los corazones se embotan por tres cosas, que han de tomarse de un modo simbólico.

(1) La comida: querer tenerlo todo, devorarlo todo, a costa de los demás, mientras sigue extendiéndose el hambre sobre el mundo. Es el riesgo de divinizar un tipo de capital, un tipo de progreso propio (aparente) a costa de la vida de los otros.

(2) La embriaguez: perder la conciencia en el vino o la droga y, sobre todo, en el frenesí de una vida hecha de olvidos, de falsa propaganda, de ansiedades siempre insatisfechas; vivimos de medicinas y drogas, de excitaciones rápidas, de un tipo de sexo sin amor, viajando de parte a parte del mundo (los que pueden), sin salir de su egoísmo, , como si quisiéramos huir de nosotros mismos.

(3) Las preocupaciones de la vida…: el deseo de tener, la búsqueda de seguridad absoluta… El mundo se nos ha hecho un gran mercado y querernos atesorarlo todo, para que nada pueda sorprendernos…

(b) Pero llegará “ese día”…  el día de la plena transparencia, el día del hombres verdadero. Vendrá ese día y corremos el riesgo de no saber acogerlo: estamos perdidos y cuando llegue el momento no sabemos acogerlo. Corremos el peligro de quedar en los elementos externos del miedo, sin “ver al hombre” que viene. Así sucedió en Belén: vino Jesús y sólo unos pastores, fuera del orden social dominante, lograron verle y recibirle. Nosotros, hombres y mujeres del gran mundo occidental: ¿podremos acoger al Hombre que viene? Quizá no. Pero habrá otros, en el margen de nuestro mundo, que sabrán acogerlo, para dejar así que Dios construya (que ellos construyan con Dios) la nueva humanidad.

(c) Porque ese día será como una trampa… Ésta no es la trampa que no pone Dios, ni siquiera un diablo con cuernos y cola, sino la que nos ponemos nosotros mismos. Nuestros abuelos ponían trampas a los animales del bosque. Los grandes jefes actuales ponen trampas por doquier, bombas y sensores para dominar al mundo de la humanidad con vallas electrificadas, con cárceles, con controladores humanos. . No se dan cuenta (¡no nos damos cuenta!) de que se ponen trampas a sí mismos… Vivimos inmersos en una gran trampa. Por eso nos dice el evangelio: ¡tened cuidado, no se emboten vuestros corazones!

Quinta escena: Conclusión. Estad en vela

  • (a) Velad, pues, y orad en todo tiempo,
  • (b) para que os libréis de todo lo que ha de venir
  • (c) y podáis presentaros sin temor ante el Hijo del hombre.

El tema concluye de forma solemne y sencilla, invitando a vivir en “vela”, es decir, a mantener la humanidad, a cultivar el amor, a crear esperanza… a confiar en el Dios que es Vida por encima de la muerte, el Dios de Cristo, principio de resurrección . Antes he dicho que se trata de “vivir a cuerpo”, de un modo directo, sin armaduras de miedo y engaño. Ahora podría decir: ¡Vivid a corazón abierto” (¡que vuestros corazones no se emboten…!

(a) Vivir a corazón abierto es “velad”, mantener el corazón en vela de amor con todos y la mente en diálogo de verdad con el Dios de la vida… Velad significa simplemente ser personas, en esperanza, en confianza, por encima de los miedos cósmicos y las violencias sociales. (b) Sólo así podremos “liberarnos” de los terrores que vienen. Ciertamente, hay terrores y violencias; no hace falta recordarlos, los terrores de fuera (las bombas, las luchas sociales, la pandemia, la dictadura de un tipo de política, economía y cultura de o0presiòn…), los terrores de dentro (la angustia y locura, la falta de amor…). Hay terrores, pero podemos liberarnos de ellos viviendo en vela de amor, en acogida gozosa y confiada de la vida.

(c) Sabiendo que lo que viene (¡el que viene!) es el verdadero ser humano, porque Dios lo quiere así, porque somos de Dios y él ha creado el mundo para compartirlo con nosotros. Por ahora no sabemos cómo vendrá, pero sabemos que el hombre nuevo será hombre de amor (pues sin amor no habrá ser humana, sin amor nos destruiremos todos). Para nosotros, los cristianos, el “hijo de hombre que viene” será el Jesús de la Navidad (el niño para ser amado, para que aprendamos a amar); será la Novia del Apocalipsis, será el Novio Cordero del mismo Apocalipsis (Ap 21-22), para que aprendamos a querernos cara a cara, cuerpo a cuerpo, luz a luz, sobre un mundo transformado en Paraíso. … Pero dejemos el tema así. Ya es suficiente, en este primer domingo del Adviento.

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