Seré amor, seré Espíritu Santo (Teresa de Lisieux). Tú también lo eres

 En un primer plano, ella no parece una mística trinitaria; pero, en sentido más hondo ella lo esa: La Trinidad es el sentido y la trama de todo su camino, de maneera que  ella se identifica al fin con el mismo Espíritu de Cristo elevandi su oración al Padre, inmersa en el "amor", que es el Espíritu Santo. Al decir "seré amor" está diciendo soy Espíritu de Cristo.

Una ilustración del espíritu santo del domingo de pentecostés. serie bíblica Vector Premium

El Dios de Jesús, el Reino, está dentro de nosotros.

 Así dice Teresa: Comprendo y sé muy bien por experiencia que "el reino de los cielos está dentro de nosotros" (Lc 17, 21). Jesús no tiene necesidad de libros ni de doctores para instruir a las almas. Él, el Doctor de los doctores, enseña sin ruido de palabras... Yo nunca le  he oído hablar, pero siento que está dentro de mí, y que me guía momento a momento y me inspira lo que debo decir o hacer. Justo en el momento en que las necesito, descubro luces en las que hasta entonces no me había fijado. Y las más de las veces no es precisamente en la oración donde esas luces más abundan, sino más bien en medio de las ocupaciones de cada día... (Ms A 83v, pág. 245)

En la fiesta de la Trinidad, Teresa de Lisieux se identifica con  Jesús-Amor ofrecido al Padre.

SANTA TERESITA DEL NIÑO JESUS, ORACION PARA 3 PETICIONES DIFICILES Y  URGENTES | ORACIONES A LOS SANTOS

Este año, el 9 de junio (de 1895), fiesta de la Santísima Trinidad, recibí la gracia de entender mejor que nunca cuánto desea Jesús ser amado. Pensaba en las almas que se ofrecen como víctimas a la justicia de Dios para desviar y atraer sobre sí mismas los castigos reservados a los culpables. Esta ofrenda me parecía grande y generosa, pero yo estaba lejos de sentirme inclinada a hacerla. «Dios mío, exclamé desde el fondo de mi corazón, ¿sólo tu justicia aceptará almas que se inmolen como víctimas...? ¿No tendrá también necesidad de ellas tu amor misericordioso...?  En todas partes es desconocido y rechazado... ¡Oh, Dios mío!, tu amor despreciado ¿tendrá que quedarse encerrado en tu corazón?

Creo que si encontraras almas que se ofreciesen como víctimas de holocausto a tu amor, las consumirías rápidamente. Creo que te sentirías feliz si no tuvieras que reprimir las oleadas de infinita ternura que hay en ti... Si a tu justicia, que sólo se extiende a la tierra, le gusta descargarse, ¡cuánto más deseará abrasar a las almas tu amor misericordioso, que se eleva hasta el cielo... Jesús mío, que sea yo esa víctima dichosa. ¡Consume tu holocausto con el fuego de tu  divino amor...!» (Ms A,  84r, pág. 246). 

La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, no podía fallarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre... Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡que el amor es eterno...! Entonces, al borde mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado... En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor... Así lo seré todo... ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad...!!! (Ms B, 3v, pág. 261). 

Teresa de Lisieux - Wikipedia, la enciclopedia libre

Teresa dice las palabras de Jesús al Padre,  según Jn 17.

No habla de la Trinidad como algo externo. Ella está dentro de la Trinidad). Amado mío, yo no sé cuándo acabará mi destierro... Más de una noche me verá todavía cantar en el destierro tus misericordias. Pero, finalmente, también para mi llegará la última noche [Última cena de Jesús y de Teresa], y entonces quisiera poder decirte, Dios mío: «Yo te he glorificado en la tierra, he coronado la obra que me encomendaste.  He dado a conocer tu nombre a los que me diste. Tuyos eran y tú me los diste. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido y han creído que tú me has enviado. Te ruego por éstos que tú me diste y que son tuyos...

Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo y que el mundo sepa que tú los has amado como me has amado a mí.Sí, Señor, esto es lo que yo quisiera repetir contigo [con Jesús] antes de volar a tus brazos. ¿Es tal vez una temeridad? No, no. Hace ya mucho tiempo que tú me has permitido ser audaz contigo. Como el Padre del Hijo Pródigo cando hablaba con su Hijo mayor, tú me dijiste: "Todo lo mío es tuyo" (Lc 15, 31). Por tanto, tus palabras son mías y yo puedo servirme de ellas para atraer sobre las almas que están unidas a mí las gracias del Padre celestial...»  (Mc C, 34v y 35r, pág. 323-324).

El camino de la infancia-abandono, un camino trinitario: con Jesús, por el Espíritu, en Manos del Dios Padre-Madre).

Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a ese hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en manos de su padre... "El que sea pequeñito,  que venga  a mí", dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón ( Prov 9, 4). Y ese mismo Espíritu de amor dijo también que "a los pequeños se les compadece y perdona" (Sab 6, 6). Y en su nombre el profeta Isaías nos revela que en el último día "el Señor apacentará como un pastor a su rebaño, reunirá a los corderitos y los estrechará contra su pecho" (Is 40, 11). Y como si todas estas promesas no bastaran, el mismo profeta, cuya mirada inspirada se hundía ya en las profundidades de la eternidad, exclama en nombre del Señor: "Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre las rodillas os acariciaré" (Is 66, 12-13): (Ms B, 1r, pág. 254).

Yo quisiera también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección. Entonces busqué en los Libros Sagrados algún indicio del ascensor, objeto de mi deseo, y leí estas palabras salidas de la boca de la Sabiduría Eterna: "El que sea pequeñito, que venga a mí" (Prov 9, 4). Y entonces fui, adivinando que había encontrado lo que buscaba. Y queriendo saber, Dios mío, lo que harías con el pequeñito que responda a tu llamada, continué mi búsqueda, y he aquí que encontré: "como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo; os llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas os meceré" ( Is 66, 12-13).  Nunca palabras más tiernas ni más melodiosas alegraron mi alma. ¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús. Y para eso, no necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña, tengo que empequeñecerme más y más [el texto que sigue contiene citas o alusiones a Sal 88, 2; 70, 17-18] (Ms C, 2v, pág. 274).

Teresa de Lisieux, esposa trinitaria. Tarjeta de invitación a sus Bodas-Profesión religiosa, escrita por ella misma, en nombre de Dios y de su padre enfermo.

(a) «El Dios Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, Dueño soberano del mundo, y la gloriosísima Virgen María, Reina de la Corte Celestial, tienen a bien  participaros el Enlace matrimonial de su Augusto Hijo Jesús, Rey de reyes y Señor de Señores, con la señorita Teresa Martín, ahora Señora y Princesa de los reinos aportados en dote por su divino Esposo, a saber, la Infancia de Jesús y su pasión, siendo sus títulos de nobleza: del Niño Jesús y de la Santa Faz». (b) «El Señor Luis Martín, Propietario y Señor de los Señoríos del Sufrimiento y de la Humillación, y la Señora de Martín, Princesa y Dama de Honor de la Corte celestial, tienen a bien participaros el Enlace matrimonial de su hija Teresa, con Jesús, el Verbo de Dios, segunda persona de la Adorable Trinidad, que, por obra de su Espíritu Santo, se hizo Hombre e Hijo de la Virgen María, la reina de los cielo»s (Ms A, 77v, pág. 232).

NOTA

cF. Teresa de Lisieux, Obras completas,  traducción de M. Ordóñez, Monte Carmelo, Burgos 1997. Los primeros números corresponden al manuscrito original. El segundo a la página de la traducción española). 

He desarrollado el tema con cierta extensión, en «Civilización del amor», en E. J. Martínez (ed.),  Teresa de Lisieux. Profeta de Dios, doctora de la Iglesia, Actas del Congreso Internacional de 1998, Univ. Pontificia, Salamanca 1999, 511-564.

Cf. F. Ibarmia, «Dios como plenitud del existir en Teresa de Lisieux», RevEsp 216 (216 (1995 327-356;  C. de Mesters,  Las manos vacías. el mensaje de Teresa de Lisieux, Monte Carmelo, Burgos 1981;  J. F. Six, La verdadera infancia de Teresa de Lisieux,  Madrid 1976; H. U. von Balthasar, Teresa de Lisieux. Historia de una misión,  Herder, Barcelona 1989.

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