Sobre el coronavirus Antes y después del Covid-19 (Alfonso Ropero)

Antes y después de la tormenta. La gran mutación

Alfonso Ropero Berzosa

Alfonso Ropero Berzosa (TomellosoCiudad Real1956), ensayista, filósofo y teólogo protestante español. Pastor evangélico durante casi veinte años,  Máster en Teología por el CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas) y graduado de Welwyn School of EvangelismHerts (Inglaterra). Autor de más de 20 libros, director de publicaciones de la editorial CLIE. Es actualmente uno de los pensadores más significativos del cristianismo en lengua castellana. Cf. https://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_Ropero_Berzosa , http://www.lupaprotestante.com/blog/desiglesiados-alfonso-ropero/

Tengo el honor de publicar en mi blog este trabajo, de lo más serio y profundo que he leído sobre el tema (todo lo que sigue es tuyo, Alfonso. Gracias)

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Aviso de la tormenta

Hace tiempo que las autoridades mundiales venían siendo advertido de pandemias semejantes a la que sufrimos, y esto no de parte de lunáticos o profetas del apocalipsis, sino de médicos y expertos en enfermedades. “No podemos decir que esto nos haya cogido por sorpresa —dice el sociólogo Jeremy Rifkin—. Todo lo que nos está ocurriendo se deriva del cambio climático, del que han venido advirtiendo los investigadores y yo mismo desde hace tiempo. Hemos tenido otras pandemias en los últimos años y se han lanzado advertencias de que algo muy grave podría ocurrir”[1]. 

Hasta que no les explotó en su propia cara los dirigentes políticos minimizaron el peligro y, en el caso destacado de algunos, alegremente decían “no creer” en los informes técnicos sobre el calentamiento global, como si fuera cuestión de creer o no creer.  

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Las señales, las pruebas, estaban ahí, premonitorias, recogidas en informes oficiales: las diversas emergencias causadas por el cólera y la peste en 2017. Pero, claro, esto ocurría allende de nuestras fronteras, en la periferia del mundo rico; así que nada de qué preocuparse ni tomar nota. Cosas de pobres, enfermedades de pobres. La Organización Mundial de la Salud (OMS), que lo veía venir, señaló el 2018 como un año de brotes de enfermedades y otras emergencias de salud pública en todo el mundo. Por “en todo el mundo” muchos entendieron los pobres de siempre. Se olvidaba que en un mundo globalizado einterconectado como el nuestro ya no hay lugares aislados en sus privilegios e inmunes a que un estornudo en Pakistán, por poner un ejemplo, no provoque una epidemia en el corazón de los centros urbanos más distinguidos.

A perro flaco todo son pulgas. En los países pobres no es solo que tengan un sistema de salud lleno de agujeros con tantas carencias que no llega a todos, es que, además y desgraciadamente, se encuentra mermado por los conflictos que los desangran, desde Yemen hasta Ucrania, desde Sudán del Sur hasta la República Democrática del Congo. Los centros de salud, el personal sanitario y las infraestructuras esenciales son cada vez más el blanco de las partes combatientes, denuncia OMS. A menudo, el personal humanitario que trata de suministrar alimentos, agua y medicamentos que salvan vidas no puede acceder a las personas que los necesitan desesperadamente. Este es el mundo en que vivimos.

La OMS estima que, cada año, se registran más de 200 millones de casos de paludismo en el mundo, y que esta enfermedad, transmitida por mosquitos, causa más de 400.000 defunciones. Pero, claro, en un 90% la mortalidad se registra en países en los que nadie piensa, pertenecientes al África subsahariana[2].  

En septiembre de 2019 la Junta de Vigilancia de la OMS publicó un extenso informe sobre la emergencia sanitaria que se avecinaba. Mencionó expresamente a la OMS porque este organismo ha sido denunciado por Mr. Trump de «ocultar y manejar inadecuadamente la importancia de la expansión del coronavirus», por lo que ha decidido congelar la aportación de EEUU a la OMS. El director de la prestigiosa revista científica The Lancet, Richard Horton, escribió en su cuenta de Twitter que la decisión de Trump es «un crimen contra la humanidad… Cada científico, cada sanitario, cada ciudadano debe resistir y rebelarse contra esta traición a la solidaridad global»[3].

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La OMS llamó la atención sobre los contagios en Wuhan el 5 de enero. Cuatro días después distribuía una guía a los Estados miembros sobre este desconocido virus. El último día de enero declaraba la emergencia global. El 24 de enero Trump elogiaba a China por su colaboración para contener el virus. El 24 de febrero, Donald Trump decía en su cuenta de Twitter que la situación estaba bajo control en Estados Unidos. Tres días más tarde decía que el coronavirus desaparecería milagrosamente. Literal. Justo en febrero, Trump presentaba unos presupuestos con recortes en el Centro de Prevención y Control de Enfermedades y en otras partes relacionadas con la salud, por el contrario, aumentó la financiación de las industrias de energía fósil, el gasto militar, el famoso muro… El 29 de febrero se confirmaba la primera muerte por coronavirus en EEUU. Hasta el 21 de marzo el Departamento de Sanidad de EEUU no hizo un encargo masivo de mascarillas y hasta entonces la Administración Trump no se tomó la amenaza en serio. Es decir, dos meses después de la declaración de emergencia global realizada por la OMS[4].

El mencionado informe de la Junta de Vigilancia comenzaba diciendo: “Nos enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas y liquidar casi el 5% de la economía mundial. Una pandemia mundial de esa escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizadas. El mundo no está preparado”. Yo creo que esto resultaba fácil de entender por los gobiernos, pero lo que menos gustaba y sobre lo que debieron pasar de puntillas, es cuando se hace referencia a la necesidad de invertir en investigación: “El mundo necesita establecer de forma proactiva los sistemas y compromiso necesarios para detectar y controlar posibles brotes epidemiológicos. Tales actos de preparación constituyen un bien público mundial que debe promover de forma constructiva la colaboración de las comunidades —ya sean locales o internacionales— en la preparación, detección, respuesta y recuperación. Invertir en la preparación ante las emergencias sanitarias mejorará los resultados sanitarios, generará confianza en la comunidad y reducirá la pobreza, y contribuirá también a los esfuerzos por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas”[5].

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Y concluía: “Lo que necesitamos es liderazgo y la voluntad de actuar con firmeza y eficacia”. Precisamente lo que más estamos echando en falta, un liderazgo unido y comprometido en el bien general.

La información estaba ahí, pero no se le hizo caso. Demasiados ocupados con congresos internaciones de empresas y empresarios; con la celebración de juegos olímpicos; con las grandes competiciones deportivas… ¿Por qué hacer caso a rumores de desastres cuando todo iba tan bien? Se Podría haber trabajado en investigación y vacunas, como recomendaba la OMS a los dirigentes mundiales, porque el riesgo de pandemias de coronavirus estaba en el aire.

Por lo general, como dice Peter Daszak, uno de los redactores del informe, “tenemos una amnesia colectiva: olvidamos las pandemias después que suceden. Y entre pandemias pensamos: ¿Por qué estas personas están tan preocupadas por estos virus? Es muy poco probable…”[6]. A esto se suma el coste de la investigación de los virus, que requiere financiación, para lo cual sería necesario que los países de todo el mundo trabajen juntos, lo cual todas luces parece una quimera.

Entre 2011 y 2018, la OMS realizó un seguimiento de 1483 brotes epidémicos en 172 países. Enfermedades potencialmente epidémicas como la gripe, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), el ebola, el zika, la peste o la fiebre amarilla, entre otras, presagian una nueva era marcada por una mayor frecuencia en la aparición de brotes de consecuencias nefastas y propagación potencialmente rápida, cada vez más difíciles de gestionar.

Hemos llegado a esa nueva era de enfermedades infecciosas y ahora es la hora de actuar unidos y solidariamente. Todos estamos en el mismo barco y nadie se salvará solo, aunque una vez más, los pobres se están llevando la peor parte, y lo que aún falta, porque los efectos sobre las economías de todos los países van a ser tan devastadores que es el todo imprevisible saber cómo saldremos de esto. De momento, la previsiones de la OMS en este informe se han cumplido con creces: el trastorno del comercio y del turismo, pilares básicos de la economía mundial.

Divino Mercado

El dios de este siglo tiene un nombre claro y distintivo: Mercado. Cuenta con infinidad de adoradores, cuyo credo básico se reduce a conseguir beneficios cada vez mayores, no importa que sea mediante la producción de bienes de consumo, o de productos financieros que solo benefician a los especuladores. A los ladrones, a los codiciosos, para entendernos. Personas, pueblos, países, el mundo entero está supeditado a este culto. No hay otro programa que su programa. Maneja una sustancia, un sacramento con el que todos quieren comulgar: dinero.

La ínfima piedrecita del Covid-19 ha puesto de manifiesto los pies de barro del sistema. El mercado se ha venido abajo. Una colosal caída del coloso. Los científicos ya sabían que vendrían pandemias, probablemente de la variedad del coronavirus, reflexiona Noam Chomski. “Hubiese sido posible prepararse en aquel punto y abordarlo como se hace con la gripe. Pero no se ha hecho. Las farmacéuticas tenían recursos y son superricas, pero no lo hacen porque los mercados dicen que no hay beneficios en prepararse para una catástrofe a la vuelta de la esquina”[7]. Lo mismo decía en España, Vicenç Navarro, economista y catedrático de Ciencias Políticas. “Los productores de vacunas y fármacos son las empresas farmacéuticas, en su mayoría radicadas en los países ricos, que tienen como objetivo principal optimizar sus beneficios, lo cual quiere decir que solo producen vacunas o fármacos para enfermedades que les son rentables, según el criterio de lo que llaman mercados”[8].

Toda la Biblia, desde Génesis en adelante, es una denuncia y una lucha contra la idolatría, contra lo ídolos que se imponen sobre la gente y la subyuga, le chupa la sangre y le niega la libertad. El primero con quien ajusta cuentas es con Marduk, el creador del hombre en la cultura del antiguo Oriente Próximo. Un dios ingenioso, que junto a otros dioses, los únicos seres existentes en sus antiguos mitos, tenía que realizar la laboriosa y agotadora faena de cavar zanjas y elevar dique para conducir el agua a los cultivos necesarios para su sustento, puesto hasta los dioses tienen que comen, si no, mueren. Un día se le encendió la luz. Acudió ante la Junta de Dioses y les propuso su brillante idea: crean un ser que hiciera el trabajo por ellos y así poder descansar y dedicarse al ocio. Los dioses son clase ociosa, pero les gusta apremiar al trabajo a los demás. Todos aplaudieron con regocijo la propuesta. Hombre llamarían a aquel engendro, que soportaría toda la carga de su sustento. En el moderno Mercado (Market, en inglés; Markt en alemán) resuena el nombre del antiguo Marduk. Un mismo espíritu les anima. Los de abajo, el pueblo, al servicio de los de arriba —la aristocracia monetaria—, realizando los trabajos más pesados por la menor remuneración. La Justa de Accionistas (que así se llaman ahora los antiguos dioses) a recibir beneficios, y con la advertencia —imperativa— de aumentarlos cada día más, no importa el esfuerzo o el sufrimiento ajeno.

Frente a esta concepción de la divinidad, se levanta majestuosa y tajante la visión del Dios bíblico. Crea al hombre por un acto libre y desinteresado. No lo pone a su servicio, ni siquiera como monaguillo que haga sonar la campana cada vez que Dios se levante o se siente, o tenga ganas de oír alabanzas en su nombre. Sencillamente, crea al hombre por el hombre mismo, o como diría el filósofo E. Kant: el hombre es un fin en sí mismo, no un medio para usos de otros individuos, lo que lo convertiría en una cosa[9]. Exactamente, no es un medio, una cosa, a utilizar por otros. Al contrario, es todo un señor. Dios los bendijo —varón y hembra—, y les dijo: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28). De trabajar para otros —junta de dioses o accionistas—, nada de nada. “He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer” (v. 29). En el relato del segundo capítulo genesiaco se dice que Dios tomó al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase (2:15), pero para su propio sustento. Un trabajo no enajenado de su persona, como mercancía, sino como realización personal para su propio mantenimiento. El entorno insuperable: un huerto provisto de todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer (2:9). En resumen, el hombre, según la versión bíblica en confrontación con la caldea, no está hecho al servicio de los dioses, del mercado o de la economía, sino al contrario, como dirá Jesucristo respecto al Sábado (Marcos 2:27). El hombre no está creado para la Economía, sino la Economía para hombre. Si alguien no entiende esto, difícilmente entiende la Biblia.

Esto no significa la negación del mercado y de la economía, lo que condena es su absolutización, el pecado de convertir un medio en un fin, lo cual es trastocar el orden divino de la creación, que es vida y simbiosis; homeosis y ayuda mutua, que es precisamente lo que trastoca el pecado, negación de lo que se afirma, afirmación de la negatividad.

El relato del acadio Marduk, más allá del mito, refleja la situación socioecómica de la sociedad en que fue compuesto. Una sociedad dolorosamente dividida entre los de arriba y los de abajo, cuyos reyes-sacerdotes, o sacerdotes-reyes legitiman sus privilegios recurriendo a una historia que remite al principio del tiempo la situación de igualdad existente entre los hombres. Es lo que los autores bíblicos nunca hacen. Eso explica su desconfianza y su rechazo de tener un rey como los demás pueblos (1 Samuel 8:4-5), pueblos politeístas dominados por una casta monarco-sacerdotal-terrateniente indiferente a la desgracia del pueblo, al que se priva de todo para ellos acapararlo todo y entregar como una merced lo imprescindible para la subsistencia. El viejo profeta Samuel argumenta contra la conveniencia de un rey, y con el corazón partido expone sus objeciones, tal como eran percibidas en las monarquías existentes:

“Esto es lo que os espera con el rey que os va a gobernar: Llamará a filas a vuestros hijos, y a unos los destinará a los carros de combate, a otros a la caballería y a otros a su guardia personal […] Tomará también a su servicio a vuestras hijas, para que sean sus perfumistas, sus cocineras y sus panaderas. Se apoderará de vuestras mejores tierras y de vuestros mejores viñedos y olivares, y se los entregará a sus funcionarios. Os quitará la décima parte de vuestros cereales y viñedos, y se la entregará a los funcionarios y oficiales de su corte. También os quitará vuestros criados y criadas, y vuestros mejores bueyes y asnos, y los hará trabajar para él. Se apropiará, además, de la décima parte de vuestros rebaños, y hasta vosotros mismos tendréis que servirle” (1 Samuel 8:11-17, DHH). 

Pero el pueblo no escuchó, ¿cuándo escucha el pueblo?, y tuvieron reyes semejantes al resto de los pueblos, y por lo mismo se dividieron entre sí; la exigencias caprichosas e intolerables de un rey obligó a las tribus a partirse en dos reinos, con sus respectivos reyes. Unos alcanzaron más gloria que otras, pero en ambos reinados los profetas no dejan de denunciar el quebrantamiento de la ley divina, el abandono de las viudas y de los huérfanos. Desde entonces, el Dios de Israel es más que nada el Dios y padre de los huérfanos y de las viudas; de los extranjeros y de los pobres de la tierra. Estas son las prioridades de Dios, por encima de las batallas y triunfos de los ejércitos israelitas; de la prosperidad y riqueza de sus gobernantes; incluso por encima del sistema sacerdotal y sus sacrificios de animales engordados.

Algo anda muy mal en el mundo cuando en el país más rico y poderoso del mundo, a la gente de abajo le preocupa más la factura del hospital que su propia curación.

La gran mutación

 Esta epidemia ha sacado lo mejor de muchos, dando pruebas de verdadero heroísmo; pero también la bajeza de otros, revelando la ambigüedad del ser humano que siempre se mueve, nos movemos, entre dios y el diablo. Los que no tienen no son mejores que los tienen, solo que en los que tienen se revela, se descorre el velo que cubre el recinto interior del egoísmo e insolidaridad que a todos nos parasita. Leo como resignada confirmación lo que la teóloga Emilce Cuda dice de lo que está ocurriendo en Italia: “En el país del Papa Francisco desató las furias entre los empresarios quienes, en respuesta y por pura provocación, también tomaron una decisión: despedir trabajadores en medio de la pandemia, al margen de la mesa de diálogo social, sin amenaza de quiebra. ¿Lo hicieron por fines económicos o políticos? Lo hicieron por decisión, y punto”[10].

La pandemia del coronavirus ha puesto en evidencia las injusticias del sistema neoliberal. Estaban ahí, pero mientras afectaba a otros, los demás creían que eso no era probable que les ocurriera a ellos. Somos demasiados optimistas respecto a nuestra propia suerte, decía Eduardo Punset, moriremos de viejos y con pocas enfermedades. ¿A quién le preocupa el incremento de las enfermedades conocidas como diseases of despair,“enfermedades de la desesperación”, tales como suicidios, alcoholismo, drogadicción y violencia interpersonal. Eso le pasa a los otros, que no saben afrontar las contrariedades.

Así se explica que, incluso entre las clases más afectadas, se acepte sin rechistar el avance de la ideología de muerte, las políticas neoliberales, llevadas a la práctica desde los años 80 del siglo pasado. Hemos sido testigos del desmantelamiento del Estado de Bienestar, ya precario de por sí en España e inexistente en otros países. “El punto central de esta ideología neoliberal ha sido disminuir las intervenciones del Estado que favorezcan el bien común, hecho responsable del enorme descenso de la calidad de vida y bienestar de las poblaciones, contribuyendo con ello a crear la enorme crisis climática, por un lado, y a la pandemia, por el otro”[11].

Todos los analistas de la situación presente, ya sean economistas, filósofos, políticos, sociólogos o poetas, coinciden en afirmar que ya nada va a ser como antes. “Las cosas a las que estábamos acostumbrados como parte de nuestra vida diaria ya no se darán por sentadas, tendremos que aprender a vivir una vida mucho más frágil con amenazas constantes. Tendremos que cambiar toda nuestra postura ante la vida, ante nuestra existencia como seres vivos entre otras formas de vida”[12].

El Covid-19 nos he metido en un terreno pantanoso, en un campo de arenas movedizas del que no sabemos cómo vamos a salir. Los hay más o menos optimistas, como Noam Chomsky, que sin negar las dificultades que tendremos que afrontar, afirma que se puede hacer. “Los humanos nos hemos enfrentado ya a graves problemas en el pasado»[13].  

Para Vicenç Navarro, estamos siendo testigos del fin del neoliberalismo. “La pandemia está mostrando la necesidad de cambiar profundamente las correlaciones de fuerzas dentro los Estados, a fin de eliminar la excesiva influencia de unos intereses particulares que obstaculizan alcanzar el bien común”[14].

Lo bueno de esta epidemia, como ha puesto de manifiesto Žižek, es que el Covid-19 en su intromisión involuntaria en nuestras vidas ha puesto de manifestó las líneas que nos separan de la barbarie. “Uno de los signos de la civilización actual es la creciente percepción de que continuar las diversas guerras que rodean el mundo es una locura total y sin sentido. Así también la comprensión de que la intolerancia hacia otras razas y culturas, o hacia las minorías sexuales, palidece ante la magnitud de la crisis a la que nos enfrentamos”[15].

Conociendo como conocemos la naturaleza humana, nos extraña mucho que el reconocimiento intelectual de la locura y barbarie que representan las guerras (locura que ya denunció con vigor Erasmo de Rotterdam en su día, cuando los príncipes jugaban a ser mecenas del arte), y la intolerancia racial o sexual, de repente todo esto vaya pasar a un segundo plano, antes me creo la visión más negra estilo Walking dead[16], o el más civilizado “usted es un peligro potencial de contagio, por favor abandone nuestro vecindario”. 

¿Puede el etíope cambiar de piel, o el leopardo quitarse sus manchas?

(Jeremías 13:23).

 Más realista me parece la propuesta de Jesucristo, que comienza con una llamada a la conversión. “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:5). O nacemos de nuevo (Juan 3:3) o aquí no hay quien viva. No nacer a lo nuevo, sino dejar que lo nuevo nazca en nosotros. Es decir, permitir que lo que está por encima de nuestras fuerzas nos agracie con la fuerza  que ya no es vivir en el yo, dichoso o desgraciado, sino en aquello que afianza el yo, para que su no-yo sea el yo que se planta en medio de la vida, perdonado y rehecho. Un yo que sale del yo para recuperar su yo. No es un juego de palabras, es el camino que va de la muerte a la vida. La vida que es muerte del viejo hombre y alumbramiento del nuevo hombre creado en Cristo Jesús (Efesios 2:10). Nueva creación (2 Corintios 5:7) que es la gran mutación , de la que habla nuestro querido amigo Xabier Pikaza, que es la necesidad más urgente de nuestra sociedad. “En sentido general, la vida de los hombres cambiapor evolución, a través de pequeñas variaciones a partir de aquello que existía previamente. Pero Jesús no ha sido una simple evolución, un breve cambio dentro de un modelo de vida ya existente, sino unamutación, una nueva creación”[17].

Esta mutación que necesitamos no es de orden vírica, a pesar de que estamos colonizados por microorganismos instalados en cada partícula de nuestro cuerpo; ni acto de la voluntad, ya religiosa, ya política, impotente en cuanto parte de la vieja creación; es la irrupción del Espíritu en el valle de los huesos secos de nuestra vieja naturaleza, cuyo aliento hace resucitar; en una palabra, es voluntad divina que hace nuevas todas las cosas (Juan 1:13; Apocalipsis 21:5). Se impone no imponiendo, solo amando (Juan 3:16), de modo que nuestra impotencia se convierte en dynamis, potencia renovadora con la llama del amor, pues solo el amor puede salvarnos:

Amor pobre, pero rico; manso, pero audaz; hambriento, pero saciando a muchos; justo, pero justificando a los injustos; limpio, pero ensuciándose por el bien común; pacífico, pero aguerrido para no discriminar a nadie; perseguido, pero victorioso (Mt 5:3-12).

No es el nuestro un mundo proclive al cambio, pero nada sino una conversión sincera y profunda al Evangelio puede ayudarnos. Levadura que hace fermentar la masa. Sal que da sabor a la existencia.

No saldremos mejores de esta pandemia, pero quizá sí más conscientes de nuestra fragilidad, de lo efímero de nuestro existencia, del mal a nuestro alrededor. Puede que esta conciencia nos dure poco, si es que llega a darse. Será un desperdicio vital no haber aprendido nada. Pero que regocijo que en la presente postración escuchemos una nota, si musical o existencial no se sabe, pero que no llegue como lo más nuestro que no es nuestro, pero que necesitamos desesperadamente. Mutación y simbiosis por la que eternamente nos asociamos en el tiempo con la realidad que nos devuelve nuestra verdadera imagen, a nuestro verdadero ser contagiado por los males del mundo, viciado conformea los deseos engañosos (Ef 4:22). En Cristo recupera ese hombre roto y viciado la imagen perdida de Dios, que es verdadera imagen nuestra por gracia y por gracia recuperada como regreso al hogar  (Romanos 8:29). A partir de ahí la nueva creación comienza como una nueva manera de ver y entender el mundo, atento a sus carencias y dispuesto a su cuidado.  

[1] Jeremy Rifkin, “Estamos ante la amenaza de una extinción y la gente ni siquiera lo sabe”, https://theconversation.com/jeremy-rifkin-estamos-ante-la-amenaza-de-una-extincion-y-la-gente-ni-siquiera-lo-sabe-136986?utm_source=facebook&utm_medium=bylinefacebookbutton&fbclid=IwAR3hMlETEhZb7bGVrmCnTBq4zAU8PjrmeZE4uR667IaOOP7yKbeHfeoPi-g

[2] Datos extraídos del informe de la Organización Mundial de la Salud, Diez amenazas a la salud mundial en 2018, https://www.who.int/features/2018/10-threats-global-heath/es/

[3] COVID: Trump acusado de "crimen contra la humanidad" por cortar fondos a la OMS en plena pandemia, https://es.euronews.com/2020/04/15/covid-trump-acusado-de-crimen-contra-la-humanidad-por-cortar-fondos-a-la-oms-en-plena-pand

 [4] https://www.elindependiente.com/politica/2020/04/15/trump-culpa-al-oms-de-la-pandemia-del-coronavirus-y-congela-la-aportacion-de-eeuu/

[5] OMS, Un mundo en peligro, https://apps.who.int/gpmb/assets/annual_report/GPMB_Annual_Report_Spanish.pdf

[6] Gerardo Lissardy, "Estamos encarando epidemias como el covid-19 de forma equivocada": entrevista con el ecólogo de enfermedades Peter Daszak, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51796442

[7] “Hemos entregado nuestro destino a tiranías privadas”, https://www.efe.com/efe/espana/cultura/chomsky-estamos-ante-otro-fallo-masivo-y-colosal-del-capitalismo-neoliberal/10005-4226729[8] Vicenç Navarro, Lo que no se ha dicho de la epidemia de coronavirus, https://www.nuevatribuna.es/opinion/vicenc-navarro/ha-dicho-epidemia-coronavirus/20200316192235172144.html

[9] Ernmanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Alianza Editorial,Madrid 1999.

[10] Emilce Cuda, "Estamos sitiados entre dos frentes: el viral y el liberal", https://www.religiondigital.org/opinion/Emilce-Cuda-sitiados-frente-liberal-viral-capitalismo-pobreza-america-mundo-crisis-coronavirus-estado-derechos_0_2219778006.html

[11] Vicenç Navarro, Lo que se está ocultando en el debate sobre la pandemia,https://www.nuevatribuna.es/opinion/vicenc-navarro/ocultando-debate-pandemia/20200324140346172554.html

[12] Slavoj Žižek, ¡Pandemia! El Covid-19 sacude al mundo, p. 49. Abril, 2020[13] Noam Chomsky: «Superaremos la crisis del coronavirus, pero tenemos crisis más serias por delante», https://kaosenlared.net/noam-chomsky-superaremos-la-crisis-del-coronavirus-pero-tenemos-crisis-mas-serias-por-delante/

[14]Vicenç Navarro, Lo que se está ocultando en el debate sobre la pandemia, https://www.nuevatribuna.es/opinion/vicenc-navarro/ocultando-debate-pandemia/20200324140346172554.html

[15] Slavoj Žižek, ¡Pandemia! El Covid-19 sacude al mundo, p. 63. Abril, 2020[16] “En el inicio de la cuarentena, las armas y las bebidas alcohólicas fueron los productos más vendidos. Ante un posible escenario Walking dead, parte de la sociedad americana corrió a las tiendas de armas y municiones, Las noticias de la CBS daban cuenta de disparos entre vecinos. El alcalde de Baltimore, Jack Youngdebió pedir a los ciudadanos que dejasen de tirotearse entre ellos para no tener que usar camas de hospitales destinadas a enfermos de Covid-19”. Walter C. Medina, Sacrificar a los débiles.American way of… https://www.nuevatribuna.es/articulo/global/sacrificar-debiles-american-way-of/20200423175750173935.html?fbclid=IwAR3gCFx-JT6_k5unp7adeljkAG8PnnPVhW5CsJQqW1Kuka2rGO1PcUFFCMU

[17] Xabier Pikaza, Coronavirus, un tiempo para “resucitar”. La mutación cristiana, https://www.religiondigital.org/el_blog_de_x-_pikaza/Coronavirus-ocasion-resucitar-pascua-mutacioncristiano_7_2224347544.html

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