Los enemigos del hombre son  los de su casa (Mt 10, 34-38)… Trump y Jesucristo

Trump convoca en Quantico Virginia, a 800 generales para estar preparados y rechazar una invasión interna (30.9.25)

El Presidente USA ha reunido a sus generales para luchar contra una invasión o insurrección interna, como han destacado los noticiarios de medio mundo este día. Tiene miedo de que parte de  la nación se eleve, se  divida y luche contra el orden establecido por guerra, contra , su presidencia.

Altos líderes militares observan en la Base del Cuerpo de Marines de Quantico

Trump puede tener muchos problemas, pero es un hombre  inteligente. Tiene un ejército extendido por el mundo, bases militares en cinco continentes, bombas atómicas, aviones, submarinos, portaaviones, puede ganar todas las guerras, Pero tiene miedo una invasión o insurrección interna. Su problema no es ganar la guerra matando, sino crear paz viviendo

 Es un hombre muy inteligente

 Se le puede acusar de muchas cosas, pero es astuto y arenga a sus generales  porque algo sabe, algo teme, algo pretende. El problema no está fuera, sino  en su propia casa, entre los que debían ser sus amigos. Dicen que repite la  frase de un general conocido: Me libre Dios de mis amigos, que de mi enemigos bien me libro yo.

Éste es  no sólo el problema de USA, sino de otras grandes potencias  desde Israel a Rusia, desde China al Rhein Unido:  No los enemigos externos, sino los internos.

Jesús lo supo, citando un conocido proverbio judío, que forma el centro de uno de sus famosos discursos, recogido por Mt 10, 34-38, que ahora quiero comentar: Los enemigos de un hombre son los de su propia casa.

Inteligente Trump, más lo fue Jesús,  

 que pronunció sobre ese tema uno discurso fundamental no a 800 altos generales en una Base de Virginia, sino en una aldea de ISRAEL. No llamó a los generales de su ejército (no los tenía), sino a  DOCE amigos Y AMIGAS de pueblo; no quiso defender un Estado con armas, sino crear una nueva humanidad de DESARMADOS en libertad.

Trump ha llamado a los grandes generales de sus bombas atómicas, marines, aviadores, infantes y técnicos de drones y escudos anti-mísiles para puedan vencer la insurrección civil que se avecina. Es inteligente, alguna razón tendrá para decir lo que ha dicho y arengar a sus generales como les ha alentado.

Luchar con esos generales, bombas atómicas y escudos celestes contra un tipo de insurrecciones civiles  es como luchar contra mosquitos  con cañones de dos metros de calibre. 

La lucha de Jesús (Mein Kampf) será distinta, de corazón a corazón, mirada a mirada, libertad a libertad, justicia social, educación en la paz, amor mutuo, creando así tejidos de concordia que eviten una guerra como la de la secesión del siglo XIX, que se ganó con cañones, o como una guerra, también de secesión como la que imaginó, Callenbach, Ecotopia(1977)con la secesión de los tres estados del oeste (California, Oregon, Washington).

Ecotopia - Ernest Callenbach | Archetypal.cz

Trump sabe bien que a USA, en este momento, no lse e puede vencer en guerra abierta ningún Estado del mundo…Pero muchos pensamos que USA está corriendo riesgo de sufrir una escisión interna y posiblemente Trump no puede evitarla, pues él mismo parece ser causa de la posible escisión futura de USA, un país. de un inmenso potencial de vida, de una gran riqueza de pensamiento, utopía, usticia y libertad….

Trump ha hecho bien convocar a sus generales para plantear el problema. Pero mucho me temo que no sepa resolverlo. En esa línea, desde ese contexto, me parece positivo presentar y comentar el discurso de Jesús sobre un tema semejante.  Es muy posible que lo que digo no le sirva mucho a Trump y a su gente, que no van a leerlo, pero puede valer para alguno de mis lectores.

Evangelio de Mateo

Sermón de Jesús sobre la paz

  • Los enemigos del hombre son los de su casa
  • No he venido a sembrar paz, sino espada (Mt 10, 34-38)

 Superando una estructura endogámica de amor a los amigos y rencor a los supuestos enemigos (Mt 5, 43-45), Jesús ha elevado su propuesta de paz gratuita y exigente, para  varones y mujeres, judíos y gentiles, libres y siervos, y de un modo especial a los carentes de familia (cf. Gal 3, 28).

Jesús reconoce el valor de las “casas/familias” y las incluye en su proyecto de Reino (Mt 10, 12-13; cf. Mc 6, 10); pero, al mismo tiempo, se opone a un tipo de "buenas" familias, que expulsan o marginan a huérfanos, viudas y extranjeros. Así dice

  • No penséis que he venido a plantar (βαλεῖν) paz:
  • no he venido a plantar paz, sino espada (μάχαιραν). 
  •  He venido a enfrentar al hombre con su padre,
  • a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; 
  • pues los enemigos del hombre serán los de su casa (Mt 10, 34-36) 
  •  Quien ame a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí;
  • quien ame a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; 
  • 8 quien no cargue con su cruz y me siga, no es digno de mí (Mt 10, 36-38)…

Trump, el presidente que no ha declarado una guerra en su primer mandato

Para ser fuente de comunión, amor y paz entre todos, la espada de Jesús ha de empezar siendo una amenaza para hombres y mujeres que imponen su violencia opresora y asesina sobre pobres, desnudos, extranjeros (en la línea de Mt 25, 31-46).

    La paz de Jesús no consiste en ganar  sino en cambiar corazones  y crear familias universales,  en la línea de Isaías 2, 2-4, convirtiendo las espadas de guerra en arados, para así poner la tierra al servicio de la paz (trabajo, amor y alimento compartido). En ese sentido ha de entenderse su programa: No he venido traer paz, sino a plantar espada, para dejarla así elevada, como aviso para aquellos que sienten el deseo de empuñar la espada de guerra sobre el mundo, contra el proyecto de amor universal de Cristo (Mt 5, 21-48),

Jesús reconoce el valor de muchas propuestas de Antiguo Testamento, superando una estructura de “buenas” familias y poderes excluyentes que expulsan de su casa a pobres y oprimidos, para imponer una violencia económico/social de tipo egoísta. En esa línea, su mensaje de concordia exige el rechazo de unas relaciones instituidas como estructuras de defensa interior egoísta y de lucha exterior de agresión o conquista.

Esas palabras (no vengo a plantar paz sino espada) provienen del Q(cf. Lc 12, 51-53), y están formuladas de manera paradójica por seguidores de Jesús que, hablando en su nombre, ofrecen un programa mesiánico de paz para todos los hombres, empezando por los más desfavorecidos, una paz que sólo puede lograrse con una espada (majaira) que deshace y supera los nudos anteriores (los siete sellos de Ap 5), de egoísmo grupal de padres/hijos, madres/hijas y suegras/nueras etc

No es una espada de oposición militar, ni de lucha a favor o en contra de Roma (cf. Rom 13, 1-7), sino de amor al prójimo como a uno mismo, empezando por los excluidos de la sociedad judía o romana. Mateo ha situado este proyecto de paz personal y familiar (amar al prójimo como a ti mismo) hacia el final del discurso misionero, tras resaltar la necesidad de “confesar al Hijo del Hombre”, representados por de los pobres y expulsados (Mt, 10, 32-33), conforme a la crisis escatológica anunciada por Miq 7, 6:

  ‒ La espada de Jesús separa (divide) a un hijo y a su padre, a fin de que no se  cierren en sí mismos, sino que puedan crear una familia abierta a la humanidad entera. La vinculación de hijo con padre era la más cerrada que entonces existía según ley, la primera que debía replantearse, para superar una estructura patriarcal dominadora, recreando una familia de amor, en gratuidad universal.

Esa espada enfrenta a la hija con su madre. Este enfrentamiento es como el anterior, en línea femenina, pues la hija (θυγατέρα) debe separarse de su madre (κατὰ τῆς μητρὸς αὐτῆς ), para no repetir su esquema de poder, rompiendo (superando y recreando,) las relaciones de madres e hijas, en libertad personal; cada mujer es autónoma, no simple hija de su madre; cada varón lo es también, no simple repetición de su padre) pudiendo así abrirse al amor universal.

‒ Y a la nuera con su suegra (καὶ νύμφην κατὰ τῆς πενθερᾶς αὐτῆς). Ésta es la tercera ruptura, dentro de una familia en la que, tras un casamiento regulado por ley, la madre (especialmente la viuda), seguía viviendo con el hijo, como dueña de casa (gebyra), en línea de poder, con mando sobre la nuera. En contra de eso, según Jesús, cada hija/mujer (νύμφην), ha de ser autónoma, libre, contra (por encima) de un modelo de padres-madres-suegras (de imperios, sociedades mercantiles y/o iglesias) que quieren marcar, definir y trazar desde fuera (pero no desde Dios, ni en Cristo) su sentido y tarea en el mundo[1].

 Los primeros enemigos de un ser humano (ἀνθρώπου) son los de su casa (οἰκιακοὶ αὐτοῦ), es decir, los que construyen una casa de poder para mantener oprimidos a los otros en vez de impulsarles a vivir en libertad de amor. La espada de Jesús es, según eso, espada de ruptura y apertura, trauma de nacimiento  y dolores de parto, para que así podamos vincularnos con la humanidad entera (Rom 8).

En un sentido, seguirá habiendo familias de padres e hijos, de madres, hijas, suegras y nueras, que nos permitan vivir pacificados en un entorno de comunión interhumana. Pero, al mismo tiempo, en otro plano, un tipo de familia antigua (imperio, estado, iglesia establecida…) tiende a convertirse en grupo de poder que mantiene sometidos a los que no son del propio. Pues bien en un entorno de luchas inter-familiares, Jesús ha venido a presentarse como signo de libertad personal y comunión universal con familias (hijos, hijas, hermanos) que puedan abrirse, libremente, en amor hacia todos, en especial hacia los más necesitados.

Este proceso evangélico de superación de una familia anterior de grupos enfrentados, para el establecimiento de una comunión universal de hermanos/amigos universales puede ser fuerte, implicar dificultades y persecuciones, pues se trata de pasar de un “estado de lucha general de poderes”, todos contra todos, a un estado de comunión de amor sin poderes, de comunicación gratuita, de evangelio de paz.

El antiguo estado de lucha de unos contra ha de ser superado, permitiendo que surja una comunión universal de vida en amor, donde se integren todos los seres humanos, pueblos, naciones, estados, como única familia mesiánica de Jesús, compañeros y amigos entre sí: Hambrientos, desnudos, exilados, enfermos y encarcelados del mundo, como pide Mt 25, 31-46 y como formula de manera permanente san Pablo en Gal 3, 28, diciendo que no hay judío ni griego, ni varón contra mujer, ni libre contra siervo, sino que somos todos uno en Cristo.

Este cambio no es una ruptura de muerte, sino de resurrección para un nacimiento superior de vida. Esta es la meta-noia que proclamaba Jesús (Mc 1, 15), el cambio de mente y vida según el evangelio. Por experiencia de evangelio, los creyentes han de superar un tipo de unidades de oposición e imposición, de padres-hijos, madres-hijas, suegras-nueras, para que surja una familia universal mesiánica, de varones y mujeres, mayores y niños, abierta a todos los seres humanos, judíos, griegos y bárbaros (Gal 3, 28). La meta-noia mesiánica de Jesús viene a concretarse así como un supra-nacimiento para el amor y comunión universal.

Cf. Familia en la Biblia, Verbo Divino, Estella 2014 , y Gebyra, en Gran diccionario de Biblia.

Volver arriba