Muchos son los llamados y pocos los escogidos (Mt 22, 14)

Esta advertencia final de la parábola de ayer (Mt 22, 1-14) ha sido extensamente elaborada por 4 Esd 7, 43-61, en un contexto de gran pesimismo antropológico, tras la guerra del 67-70 dC, retomando el motivo clásico del “resto”, que aparecía con cierta frecuencia en los profetas (cf. Am 3, 12; 4, 11; Is 7, 3.9, Jer 31, 7-10 etc.).

Conforme a ese motivo, la gran muchedumbre de Israel tiende a la ruina, sólo queda un pequeño “residuo”, formado por aquellos que cumplen la voluntad de Dios. Sólo ese resto, unos pocos, logrará salvarse.

Este visión pesimista, que ha hecho temblar de miedo a miles de creyentes, inclusos santos, encendiendo la ira de cientos y cientos de predicadores moralistas, ha de mirarse en su contexto. No es una palabra de Jesús, sino una reflexión de algunos círculos pesimistas de la Iglesia, que Mateo ha colocado aquí, para contrarrestarla... pues sabe que Jesús ha proclamado su banquete de reino "para muchos" (es decir, para todos), en una línea de universalidad..., que queda ratificada por el final del evangelio (Mt 28, 16-20).

De todas formas, es una advertencia seria... que no ha de aplicarse tanto al más allá como a este mundo. Dios ha llamado a muchos, es decir, a todos, pero nosotros podemos invertir su llamada..., haciendo que este mundo sólo sea espacio de vida para unos pocos..., condenando a la mayoría a los suburbios de las ciudades inmensas.

El problema no es el cielo después.... (vida de Dios), el problema es el inmenso infierno que vamos creando precisamente aquí, en este mundo de envidia, de rechazo, de opresión y muerte de los más pobres.



Esdras y Mateo. Salvación de unos pocos, salvación de muchos


Conforme a la visión de 4 Esdras, la destrucción de la gran masa del pueblo se debe al hecho de que el “mal corazón” ha prevalecido en la historia de los hombres, por lo que Dios ha debido crear dos mundos, uno para la condena (abundante como tierra) y otro para la salvación (escaso como oro y plata). Desde ese fondo se añade que el Dios justo se alegra en los pocos que se salvan, sin apenarse por los muchos que se pierden, tal como lo ratifica el texto clave de 4 Esd 8, 1-3: “Dios ha creado este mundo por (para) muchos, pero el futuro a causa de pocos…Muchos ciertamente han sido creados, pero pocos se salvarán” (8, 3).

En esa línea se podría afirmar que 4 Esd 8, 41 reinterpreta de forma pesimista la parábola del sembrador de Mt 13, afirmando que Dios planta en el mundo muchas semillas y legumbres, pero pocas prenden y dan fruto, pues él ha creado a los hombres en abundancia, pero de tal forma que pocos consiguen dar fruto En ese ambiente pesimista ha crecido, en el siglo II-III dC, un tipo de cristianismo miedoso, alimentado por 4 Esdras, cuya última versión latina, “cristianizada” en sentido muy sesgado ha sido acogida por la Iglesia, donde ha tenido gran influencia, de manera que ha podido considerarse libro canónico, incluido en la misma Vulgata .

En un primer momento se podría decir que este añadido (muchos son los llamados y pocos los escogidos) se sitúa cerca del pensamiento de 4 Esdras. Pero estudiando mejor el contexto total de Mateo hay que insistir en el carácter universal que tiene no sólo la llamada de Dios por Cristo (¡muchos son los llamados, hombres y mujeres de los caminos, buenos y malos! 22, 10), sino el mismo despliegue del evangelio en su conjunto, pues el Dios de Mateo no ha creado dos mundos (uno para salvación otro para condena), sino uno solo, una inmensa sala de bodas, pues todos son invitados al banquete del hijo del Rey.

Sólo en un segundo momento, a partir de esa llamada universal a la salvación, se atreve a presentar Mateo su advertencia sobre el vestido de bodas, del que en principio sólo carece uno de los llamados .


En esa línea y partiendo de la afirmación básica según la cual el Hijo del Hombre ha venido a dar su vida como “lytron” (redención) por muchos (=todos, 20, 28; 26, 28), debemos afirmar que esta sentencia pesimista (muchos son los llamados, pocos los escogidos: 22, 14), tomada en sentido absoluto, no encaja en todo el conjunto de Mateo, pues, conforme al sentido original de la parábola (22, 1-14), el Señor de la Casa (Dios), tras el rechazo de un tipo de judaísmo, ha querido llamar y ha llamado a todos por los caminos, para la Gran Fiesta, y, conforme a este pasaje, en la sala inmensa, sólo uno (que está allí sin ponerse el traje de boda) ha dejado de ser escogido.

Según eso, de un modo consecuente, este refrán (muchos los llamados, pocos los escogidos) no se puede tomar en sentido cuantitativo, como si sólo se “salvaran” (heredaran el Reino) unos pocos, sino como advertencia universal, para que todos procuren mantener el vestido de bodas.

Por otra parte, debemos recordar que, fiel al mensaje central de Jesús, Mateo no ha defendido la doctrina del resto (¡sólo un pequeño número de Israel se salva!), sino que defiende una visión inversa de “expansión”, es decir, de apertura del Reino hacia los que parecían estar fuera, no sólo en el mensaje de Jesús, dirigido a las masas (cf. la insistencia en okhloi, muchedumbres, en 4, 35; 7, 28; 8, 1; 9, 8. 33; 12, 15, 23 etc.), sino también en el envío final a todos los pueblos (28, 16-20). Sólo en ese contexto, para contrarrestar el riesgo de una apertura indiscriminada, sin ningún tipo de control o exigencia, él ha introducido aquí este refrán que recuerda y recoge la exigencia de fidelidad .

Éste es un problema que ha sido apasionadamente debatido por Pablo, que en Rom 9 parece aproximarse a la visión de 4 Esdras, hablando del Dios que muestra su ira en los condenados y la riqueza de su gloria en los salvados (9,22-23), para destacar, en ese contexto, la importancia del resto de los salvados de Israel (Rom 9, 27-29; con citas de Is 10, 22-23; 1, 9). Pero, sin olvidarse del misterio de la elección y del resto de Israel, Pablo ha terminado su reflexión apelando a la profundidad y grandeza de la voluntad salvadora de Dios, que ofrecerá su salvación a todo Israel (Rom 11, 26), abriendo así un camino universal de vida.

En un contexto semejante se mueve Mateo, que no ha planteado expresamente la pregunta de Lc 13, 23 (¿serán pocos los que se salvan?), pero que asume su misma respuesta tomada básicamente del Q (cf. Lc 13, 24-25): “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta… y muchos los que entran por ella; pero estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mt 7, 13-14).

Aquí se repite la palabra clave de nuestro pasaje: oligoi, pocos; muchos los llamados, pocos los escogidos; muchos van por la puerta ancha, pocos por la estrecha…En esa línea, este pasaje quiere insistir en la distinción entre los llamados (klhtoi), que son muchos (=todos) y los elegidos (evklektoi,) que son pocos.Teniendo eso en cuenta, debemos añadir que la importancia del texto se encuentra precisamente en su primera parte, es decir, en la llamada universal de Dios que se dirige a muchos (polloi.), es decir, a todos.
Ésta es la novedad del Jesús de Mateo, que se sitúa y nos sitúa en la misma línea de la tradición paulina: La salvación (llamada) de Dios no se dirige a unos pocos, ni se reduce al pueblo de Israel, sino que se abre a todos los hombres y mujeres. El camino del Dios de Jesús se abre por tanto en línea de universalidad: Dios llama e invita a todos, de manera que todos, judíos y gentiles, están invitados al gran banquete del Hijo de Dios, llamados de la iglesia.

Sólo a partir de esta llamada universal se puede entender la segunda parte de la frase: y pocos son los elegidos (ekkektoi,), es decir, los que responden a la llamada. Dentro de la perspectiva de su evangelio, Mateo ha puesto de relieve la llamada universal, eso que pudiéramos llamar la voluntad antecedente de Dios, que no expulsa ni deja fuera a nadie. Éste ha sido su gran atrevimiento cristiano (igual que el de Pablo): Dios llama a todos, y al llamarles en Cristo introduce en su vida humana la misma Gracia de su Vida. Sólo sobre esta base de llamada universal puede y debe elevarse la advertencia “y pocos los escogidos”, no para insistir en los que se pierden, sino para llamarnos a todos a la fidelidad, al cambio .

Dios no ha creado pues el mundo para unos pocos justos que se salvan (de 4 Esdras), sino para los excluidos y necesitados, a los que ofrece salvación por Cristo… Sólo en ese contexto primario de apertura universal (28, 16-20) se puede entender esta palabra (muchos son los llamados y pocos los escogidos) como advertencia o parénesis, para insistir en la responsabilidad humana de los llamados por el Cristo. Frente a todo rigorismo o pesimismo puro, Mateo ha trazado en su evangelio un camino universal de llamada (don de Dios) y de respuesta humana (compromiso de los creyentes
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