Fábrica de mentiras. En un reino de bulos y fake news (La 2ª Bestia)

Homenaje M. T. Aubach, Facultad Comunicación, U. Pontificia Salamanca

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Hablé con ella muchas veces, hace más de 20 años, cuando era Decana de la Facultad de Comunicación de la Univ. Pontificia de Salamanca. Me decía: "Tenemos que crear un nuevo tipo de periodistas y profesionales de la información, para no pasar de los partes oficiales del fascismo al nuevo reino de mentiras de la nueva sociedad político-económica y cultural que se avecina". Parece que lo estaba viendo. Por eso, su homenaje le dediqué un trabajo a la 2ª Bestia del Apocalipsis, que es la mentira oficial de los sistemas de poder", que ahora, treinta años después, se está viendo con más claridad que nunca.

El Apocalipsis será (está siendo) el reino de la mentira creada y organizada como poder por encima de todos los poderes.

Conforme a la visión clásica de Ap 13 (y Ap 17), había  tres poderes: (1) El militar (1ª Bestia), centrado en aquel tiempo en la máquina perfecta de las legiones de Roma, dirigidas por el Emperador, entendido como General en jefe. (2) El ideológico (2ª Bestia), representado por la maquinaria de propaganda de la filosofía y religión romana, al servicio del imperio. (3) El comercial o monetario, representado por la Diosa‒Prostituta Roma, como dueña y gestora de todos los bienes económicos.

     Éste es, que yo sepa, el análisis antiguo más perfecto que existe sobre el tema.  Nunca se habría descrito mejor la perversión del aparato informativo y propagandístico de Roma poniendo toda la información (religión, filosofía, literatura…) al servicio del poder militar y económico del imperio. Actualmente, como en el Imperio Romano corremos el riesgo de que suceda lo mismo: Que tome el poder una falsa propaganda de mentiras.

    Ciertamente, la los buenos informadores  actuales (periodistas, comunicadores etc.) realizan hoy una función necesaria y muy buena,  especialmente en una sociedad  donde la información, que era en Roma el 2º poder tiende a convertirse en el primero (y tiende a ponerse a a su servicio).

Quiero aquí ofrecer mi homenaje a los cientos y miles de informadores y periodistas “verdaderos”, al servicio de la verdad, de la democracia, de los valores humanos.   Pero estos días se están cruzando en todas partes (desde USA, Rusia y China… hasta España) unas acusaciones cruzadas en contra la mala información, de forma que unos acusan a otros de haberse convertido en máquinas de manipular la verdad, construyendo mentiras.

  Aprendí sobre el tema cuando, de 1989 a 2003 fui profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad P. de Salamanca. Conservo un recuerdo gratísimo de aquellos años, cuando enseñaba algunas cosas de comunicación cultural y religiosa, y aprendía muchas más cosas con los colegas y también con los estudiantes, muchos de los cuales son hoy grandes profesionales.

Me interesó sobre todo la “verdad” de la comunicación, en clave social, cultural y religiosa, y sobre este tema publiqué un trabajo en el Volumen‒Homenaje dedicado a la Primera Decana de la Facultad:  G. Pastor Ramos (ed.), Retos de la sociedad de la información. Estudios de Comunicación en honor de la Dra. María Teresa Aubach Guiu,  Univ. Pontificia de  Salamanca  1997, 321‒340. Ella, mi amiga (1930-2002) disfrutó especialmente con aquel trabajo. Años más tarde,  el 2011,  la revista Noticias Obreras (de la HOAC) me pidió un trabajo semejante sobre el mismo tema, pero no lo conservo.

   Aprovecho la ocasión para publicar aquel  trabajo de la Facultad de Comunicación, que, si no calculo mal,  es de los pocos dedicados al tema en clave bíblica y periodística. 

IMÁGENES: Libro homenaje dedicado a M. Teresa Aubach; foto de Maria T. Aubach; logotipo y facultad de Comunicación de la Univ. Pontificia de Salamanca; la segunda bestia del Apocalipsis: la Información mentirosa

 Introducción

El libro del Apocalipsis (=Ap) ha vinculado de forma clásica la perversión político-militar (Primera Bestia, Ap 13, 1-10) y la perversión comunicativa o ideológica (Segunda Bestia o Seudo-profeta, Ap 13, 11-18). De esa forma ha ofrecido, desde el espejo de la iglesia cristiana enfrentada con el poder romano, en formas simbólicas, la visión de un mundo invertido, donde la mentira informativa se pone al servicio del poder perverso. Éste es, que yo sepa, en la historia de occidente, el primero y quizá el más agudo de todos los análisis sobre un tipo de perversión que hoy (a comienzos del siglo XXI) seguimos sufriendo, como indicaré en las reflexiones que sigue.

Ciertamente, seguimos dominados por un tipo de “bestia” militar, política y económica, pero quizá el primero de los males, la primera de las perversiones, sea de tipo “ideológico”: Corremos el riesgo de vivir dominados, controlados y dirigidos por una información mentirosa, por unos “medios” de comunicación al servicio de la Bestia. Trataré aquí de la relación entre la mentira informática (2ª Bestia) y el poder opresor (1ª Bestia).

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Dejo para un posible trabajo posterior el desarrollo de la Tercera Bestia, la más dura de todas, que es la economía asesina (la Prostituta de Ap 17), con la que se completa el “triángulo satánico” del Apocalipsis, que es libro de “revelación de Dios”, siendo, sobre todo, un texto claro donde se revelan las opresiones y manipulaciones de nuestro mundo, el año 95 d.C. (cuando Juan lo escribió) y en nuestro tiempo, que sigue sometido al poder de las bestias.

El Apocalipsis es un libro de “signos”; no argumenta con razones, sino con imágenes fuertes, como sabe quien haya empezado a leerlo. Pues bien, entre esas imágenes fuertes hay dos que trazan el sentido final de la vida: Una buena, que es la Mujer que da luz, signo de vida; otra mala, que es el Dragón, que devora la vida y que se expresa como violencia original, y estructura de muerte (Ap 12). Pues bien, esos poderes se expresan después, en concreto, en este mundo en Dos Bestias, que provienen del Dragón y quieren imponer su poder sobre la vida, y en Una Mujer Buena, pero perseguida, que aparece como signo de la humanidad que corre el riesgo de ser aniquilada sobre el mundo por las Bestias (Ap 13).

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Éstos serán los “protagonistas” de nuestra historia, que es una parábola de aquello que pasaba en tiempo del imperio de Roma (cuando escribe Juan, autor del Apocalipsis), y de aquello que está pasando ahora, en un tiempo en que seguimos dominados por las dos Bestias citadas, y por la Prostituta, mujer mala es la mala economía, que estará al fondo de todo, aunque no tratemos directamente de ella.

Queremos realizar así, desde Ap 13, una lectura distint de la política y la historia, desde los excluidos y oprimidos. Roma tuvo entonces sus filósofos y juristas, sus historiadores y propagandistas, como Plutarco o Arístides, hombres sabios que cantaron su grandeza. Pero aquella inmensa pirámide imperial se elevaba sobre la sangre de los sacrificados; pues bien, en nombre de ellos ha escrito el autor del Apocalipsis el más duro y profundo de todos los panfletos anti-imperiales (anti-romanos) que podamos imaginar; es un panfleto, un manifiesto de protesta, pero es verdadero, y así quiero presentarlo desde nuestro tiempo.

Gran parte de las apologías imperiales de Roma han caído en el olvido, pero la obra de Juan, desterrado en la roca marina de Patmos, junto a la costa de la actual Turquía (cf. Ap 1, 9), permanece y eleva su crítica contra un poder perverso, que invierte la verdad para justificarse. Juan escribe en lenguaje cifrado porque las cifras o símbolos le apasionan, pero también por seguridad: No quiere que sus "notas críticas" caigan en manos del poder, pues ello implicaría una condena, para él o sus lectores, si entendieran bien lo que quiere decir.

Parecía que el Imperio tenía controlaba todas las voces, pues tenía de su parte los medios de comunicación e imponía su poder omnipresente. Pero Juan la palabra ha sido más fuerte que las mentiras del Imperio, y así se ha mantenido hasta el día de hoy. Sólo ha escrito un libro de “signos” (=visiones), limitándose a pasarlo en secreto a unos amigos, pero ese libro se ha extendido isla tras isla, continente a continente, hasta el día de hoy.

 Dentro de ese libro me he fijado, como he dicho, en el capítulo 13, donde aparecen los signos de las Bestias primeras de la historia, una del Mar, otra de la Tierra, como dúo del abismo y signo de la gran perversión imperial. Juan no es el primero en describir esos signos, pues aparecen ya en el libro de Daniel (Dan 7). Pero nadie, que yo sepa, ha conseguido criticar como él los males del Imperio en este manifiesto cifrado, que es una parábola muy honda de la historia y también una palabra gozosa de afirmación cristiana y libertad humana:

Bestia del mar: poder perverso (Ap 13, 1-10).

Beato de Liébana - Wikipedia, la enciclopedia libre

Y vi subir del mar una Bestia con diez cuernos y siete cabezas, con una diadema en cada cuerno y un título blasfemo en cada cabeza. La Bestia que vi se parecía a una pantera; tenía patas como de oso y fauces como de león. El Dragón le dio su fuerza, su trono y su inmenso poder. Una de sus cabezas parecía haber sido herida de muerte, pero su herida mortal estaba ya curada. La tierra entera corría fascinada tras la Bestia. Entonces adoraron al Dragón, porque había dado su poder a la Bestia y adoraron también a la Bestia, diciendo:

            – ¿Quién será como la Bestia y podrá luchar contra ella?

 Y se le dio una boca que profiere arrogancias y blasfemas, y poder para actuar durante cuarenta y dos meses. Y abrió su boca para proferir blasfemias contra Dios, contra su Nombre, contra su tienda y contra los que habitan en el cielo. También se el concedió hacer la guerra contra los santos y vencerlos; y se le otorgó poder sobre las gentes de toda raza, pueblo, lengua y nación. Y le adoraron todos los habitantes de la tierra, a excepción de aquellos que desde la creación del mundo están inscritos en el libro de la vida del Cordero degollado desde el comienzo del cosmos. Quien tenga oídos, que escuche:

 – Quien esté destinado al cautiverio, vaya al cautiverio; quien deba morir al filo de espada, muera al filo de la espada. ¡Esta es la resistencia y fidelidad de los creyentes! [1].

  Junto a la arena del mar se ha colocado el Dragón (12, 18), y desde allí convoca, por evocación mágica y llamada perversa, a la primera Bestia. El mar, imagen del abismo, significa para judíos y cristianos y cristianos de Asia Menos el Occidente: desde la roca de Patmos, donde escribe Juan, se descubre hacia oriente la tierra de Asia (de donde vendrá la Segunda bestia: 13, 11) y hacia occidente el mar grande, insondable de Roma, de donde proviene la Primera Bestia. Ésta es una visión "literaria", elaborada con imágenes de profecía y poesía bíblica. Pero, al mismo tiempo, es la expresión de la experiencia histórica de Juan, desterrado en Patmos, desde donde descubre y describe el poder de la Bestia.    

Juan ha descubierto la perversión más grande de la humanidad. Hasta ahora (dentro de la literatura judía) nadie había representado el mal completo, la opresión definitiva. Había “maquinarias” sacrales de tipo destructor, pero más pequeñas (cf. Dan 2 y 7; 1 Henoc; 2 Baruc y 4 Esdras). Pero sólo Juan (autor de Ap) ha representado a la Gran Bestia de la perversión imperial, un poder que se diviniza y oprime bajo su garra a todos los vivientes.

Esta Bestia perdura y se repite en todos los imperios perversos (y de un modo especial en el imperio político/financiero de la actualidad). Por eso es normal que los lectores posteriores del Ap la apliquen la hayan aplicado a los grandes “males” de su tiempo (bárbaros o turcos, soviéticos o capitalistas actuales). Dejo al lector la interpretación, pero me atrevo a decirle que las imágenes de “bestia romana” del Apocalipsis resuenan de un modo especial en nuestro sistema financiero/capitalista:

Diez cuernos y siete cabezas... (13, 1). La Bestia, que es el Imperio político-militar de Roma, signo histórico/político del Dragón, Poder de violencia. Los cuernos son reyes vasallos, que Juan describirá más tarde (cf. Ap 17, 11-14); las cabezas las siete colinas de Roma. Esa bestia condensa en sí todos los males, como encarnación de los poderes perversos de Dan 3-7, imperio total, el mal “perfecto”, pecado original, expresión más honda de una humanidad hecha muerte, pura dictadura.

Es una Bestia herida. En tiempo de Nerón y sus sucesores, envueltos en dura guerra civil (54-69 dC), pudo parecer que el imperio se hundía, de forma que muchos en occidente y oriente (no sólo en Judea y Jerusalén) estaban esperando su caída. Pues bien, el Imperio revivió, volvió a crecer más fuerte, con los emperadores flavios (a partir del 69 dC) y sus adoradores pensaron que esa curación era un signo divino. Pero Juan sabe que ella está herida de muerte, condenada al fracaso. También nosotros podemos pensar y pensamos que el capitalismo financiero está herido de muerte.

Adoraron al Dragón ¿Quién será como la Bestia? ¿Quién podrá luchar con ella? (13, 4). Así cantan los vasallos, humillados ante el poder supremo del Dragón y la Bestia unidos, vinculados en dúo sacral, convertidos en objeto de religión suprema. En Roma y provincias había diversas religiones, pero todas estaban sometidas a la religión del Santo Imperio, con sus sacerdotes y su culto. También hoy estamos sometidos a la Religión de la Bestia, el poder supremo del dinero, del que dependemos, y en apariencia vivimos.

Y se le dio una boca que profiere arrogancias... (13, 5-6). Ese gesto evoca la historia da Daniel (Dan 7, 8. 20) donde se evoca la “pretensión” divina del rey Antíoco, a quien muchos judíos vieron como alguien que quiere hacerse Dios. Pues bien, a los ojos de Juan, el enemigo blasfemo es ahora Roma a quien el Dragón/Diablo (no Dios) le ha dado el poder, como supone en un contexto semejante el mismo Jesús (cf. Lc, 4, 6). En ese mismo contexto se podría hoy decir que el sistema político/económico actualidad tiene un poder que viene del Diablo y que sus palabras son de arrogancia blasfema.

También se le concedió luchar contra los santos y vencerlos... y le adorarán... (13, 7-8). Juan sigue leyendo a Dan 7, 21, descubriendo que Dios ha dejado que el Dragón actúe, dando a la Bestia el poder sobre los santos (es decir, sobre los auténticos humanos, sobre los pobres del mundo), instaurando su reino sobre tribus, pueblos, lenguas y naciones. La humanidad en su conjunto adora a la Bestia. Pero hay algunos que resisten, y Juan les escribe que se mantengan firmes.

 Así aparecen enfrentados los que adoran a la Bestia (que colaboran con ella) y los que están inscritos en el Libro de la vida del Cordero degollado, que se oponen a la Bestia (Ap 13, 8). El Libro de la Bestia es el manual donde se inscriben los violentos opresores, aquellos que buscan el poder y por poder destruyen a los otros (y los que se cobijan a su sombra). Por el contrario, el Libro del Cordero (cf. 5, 6) recoge los nombres de aquellos que se mantienen fieles a la vida (a la justicia, al derecho de los pobres) no adoran a la Bestia, desde el comienzo del mundo. El verdadero libro de la historia está escrito con la sangre de los asesinados. En este contexto ha proclamado Juan la voz de aviso: ¡Quien tenga oídos que oiga! (13, 9; Ap 2, 7.11.17 etc.), pues no son posibles las componendas.

Este pasaje nos sitúa en el centro de la guerra de la Bestia con los santos, a lo largo de la historia (que se extiende simbólicamente por 42 meses: cf. Ap 13, 5). La Bestia tiene sin duda “argumentos”: Razón de Estado, orden económico, libertad de los mercados... Pero los seguidores de Jesús y aquellos que quieran entender mejor la historia saben que esas “razones” son falsas, y por eso deben resistir (13, 3), en un gesto que implica mucho más que abandono interior o pasividad. El creyente debe ser un “resistente”; ésa fue la tarea en tiempo de Juan, ésa ha de ser la nuestra. 

Bestia de la tierra: información destructora, el Mal Profeta (Ap 13, 11-18)

 Vi otra Bestia que surgía de la tierra: tenía dos cuernos como de Cordero pero hablaba como Dragón. Ejercía todo el poder de la primera Bestia en favor de ella, haciendo que la tierra y todos sus habitantes adorasen a la primera Bestia, cuya herida mortal había sido curada. Hacía grandes prodigios, hasta bajar fuego del cielo a la tierra a la vista de los hombres y seducía a los habitantes de la tierra con los prodigios que se le había concedido, en favor de la primera Bestia, y los incitaba a levantar una estatua en honor de la Bestia que fue herida de espada y revivió.

                  Se le concedió dar vida a la estatua de la Bestia, de modo que incluso pudiese hablar, y se le dio poder para hacer morir a cuantos no adorasen la estatua de la bestia. Hizo también que todos, grande y pequeños s, ricos y pobres, libres y esclavos llevasen grabada una marca en la mano derecha o en la frente. Y sólo quien llevaba grabado el nombre de la bestia o la cifra de su nombre podía comprar o vender.

                  Aquí se debe aplicar la sabiduría: El que presuma de inteligente pruebe a descifrar el número de la bestia, que es número humano: seis, seis, seis.

 La Bestia anterior (que surgía del mar occidental y era expresión del poder político de Roma) se apoya y actúa por medio de esta Bestia de la tierra, que es el Falso Profeta, la falsa religión, que hoy se pudiera llamar su Ministerio de Propaganda (16, 16, 13; 19, 20; 20, 10). El Dios de la Verdad, Señor de la vida,se manifiesta por Jesús a los profetas (cf. 1, 1-3), entre los cuales se encuentra Juan, autor de este libro de protesta (cf. 10, 7; 22, 6-19). En contra de Dios, el Dragón Mentiroso sostiene a su Primera Bestia a través del engaño y de la falsedad de esta Segunda Bestia.

Esta Bestia es la mentira personificada en los sacerdotes y/o filósofos del Poder, que actúan como propagandistas o servidores del Imperio. De esa forma se potencian y ayudan mutuamente el poder político/militar (1ª Bestia) y el ideológico (2ª Bestia), formando una especie de totalidad perversa, que se completará más adelante (Ap 17) cuando aparezca la tercera figura del triángulo satánico, que es la prostitución económica:

 – La 1ª Bestia es el Poder puro, en su expresión coactiva y política. Es el mando militar (encabezado por un Comandante supremo, el Emperador), que tiene a su servicio la administración imperial.

– La 2ª Bestia es el poder ideológico, la “cultura” al servicio de la bestia, la religión que sacraliza (diviniza) al Imperio, la "inteligencia” (vendida) al servicio de la 1ª Bestia[2]

– La 3ª Bestia aparecerá más tarde en forma de prostituta (Ap 17). Ella será la economía pervertida, lo que hoy llamaríamos el poder económico, el mercado y capital como principio rector de la vida.

 Dejo a un lado esa tercera bestia, que es la economía opresora (la prostituta de Ap 17), para centrarme segunda, que es la ideología falsa, que representa, a mi juicio, una de las aportaciones fundamentales del Apocalipsis. Quiero recordar que su autor es un profeta, un comunicador enraizado en la tradición de la profecía.No tiene poder militar, político, ni económico, ni es sacerdote al servicio de un sistema sacral, pero tiene la autoridad de la Palabra y de la Imagen, que parece escondida (y está perseguida), pero con ella puede vencer a los mayores poderes de la tierra (a las tres bestias).

La imagen de esta 2ª Bestia (el mal Profeta) nos sitúa en el centro de la gran batalla de la comunicación (falta de comunicación, mentira), que se entabla entre ella y el profeta Juan, que actúa y habla al servicio del Cordero (es decir, de la verdad, que es la auténtica comunicación). Nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, seguimos ante el mismo problema, inmersos en la misma gran batalla, amenazados no sólo por la Bestia del Poder Político/Militar, sino también (y sobre todo) por un tipo de información y propaganda, es decir por unos Medios (mass media) que pretenden dominarnos. Ésta es la 2ª Bestia:

 – Tiene dos cuernos que parecen de Cordero... pero habla como Dragón (13, 11-12). Puede engañarnos, apareciendo como portador de la verdad, expresión de una obediencia religiosa al servicio del poder establecido; más aún, nos promete los mayores bienes, si nos sometemos. Pero el Apocalipsis nos muestra que su palabra y religión es un engaño al servicio del poder. Parece “imparcial”, pero sirve al Dragón, pregonando su poder, para que todos admiren su fuerza y le rindan reverencia (es decir, para que todos se sometan). A juicio del Apocalipsis, el mayor peligro no son los poderes armados, ni siquiera las penurias económicas (falso mercado), sino la mentira ideológica, que es la corrupción de la mente al servicio de la mentida (el Dragón y la 1ª Bestia).

Y hace grandes signos... (13, 13-15). Este Falso Cordero actúa como los malos profetas de la tradición, capaces de realizar señales y prodigios, para engañar a los mismos elegidos (cf. Mc 13, 22 par), para dominarles con su ideología (al servicio de la 1ª Bestia). Entre sus signos esta el hacer que baje fuego del cielo... ¿Cómo? Posiblemente a través de trucos técnicos, encendiendo a distancia una llama, en un acto de culto oficial. También hará que eleven una estatua a la 1ª Bestia, logrando que hable, como hacían algunasestatuas parlantes, capaces de emitir sonido al ser atravesadas por el aire… Pero éstos son sólo unos ejemplos. En el fondo de ellos late la certeza que el Imperio ha puesto en marcha una “verdad oficial” (y una religión) que es mentira e ideología, haciendo así que los hombres y mujeres se vuelvan “esclavos mentales”, dominados por un Poder que les mantiene sometidos, haciéndoles incapaces de pensar y de vivir en libertad.

Y hace que todos, grandes y pequeños, lleven el signo (de la Bestia) en su mano o en su frente, de manera que no pueden comprar ni vender si no la llevan... (13, 16-17). Este pasaje nos conduce del plano ideológico al económico, donde se expresa el último sentido del engaño del engaño, convertido en opresión: Quien no lleve el signo de la Bestia, quien no adore su poder, no puede comprar ni vender, queda expulsado del mundo comercial, condenado a la muerte. Ésta es la última verdad del falso profeta (es decir, la última mentira): Quien no acepte el poder de la 1ª Bestia, quien no comparta su “religión”, es decir, la ideología y la práctica de la 2ª Bestia, no podrá comer (ni comprar ni vender, ni alcanzar puestos oficiales de trabajo en la administración). Toda la economía queda así dominada la mentira sacral del sistema: Sólo pueden disfrutar de ella quienes asuman los principios militares, políticos e ideológicos del imperio, que defienden de un modo oficial los filósofos, sacerdotes y propagandistas de la 2ª Bestia[3].

 De esa forma, el poder político e ideológico culminan y se expresan en un tipo de imposición económica, que el Apocalipsis desarrolla más extensamente en el cap. 17; es aquí donde se plantea el mayor problema para los cristianos, que corren el riesgo de quedar excluidos de la vida social y laboral, sin posibilidades de mantenerse. El Imperio se cierra en sí mismo en todos los planos, de manera que, si quieren mantenerse y tener acceso a los bienes fundamentales de la vida, los cristianos deben aceptar la política de Roma, no sólo en sentido externo (orden cívico, intercambios económicos neutrales) sino en un plano ideológico, es decir, de pensamiento.

Pues bien, en ese contexto, el Apocalipsis eleva su programa de resistencia activa, diciendo que ser cristiano significa elevar una enmienda a la totalidad. Otros grupos religiosos procurar evitar el tema, incluso algunos cristianos “intimistas”, a los que el Apocalipsis llama nicolaítas y jezabelianos (Ap 2-3), que se lavan las manos, diciendo que existe una “doble verdad”: podemos ser interiormente honestos (cristianos), pero en el plano externo (economía y política) debemos portarnos como fieles ciudadanos del imperio, con su economía de poder; el ser cristiano se expresaría en un gesto interior, como una verdad privada, dejando que en el plano externo dominaran los principios sociales y económicos del Imperio. Pues bien, en contra de eso, Juan afirma que la ideología, la política y la economía de la 2ª Bestia son idólatras, es decir, una perversión religiosa, de manera que los cristianos tienen la obligación de oponerse y resistir. Eso significa que los cristianos han de estar dispuestos a sufrir las consecuencias de su fidelidad: quien deba ir al exilio que vaya al exilio, quien deba morir muera (13, 10)[1].

Un enigma abierto, el número y signo de la Bestia

 En este contexto se el signo clave del número y nombre de la Bestia (6.6.6: cf. Ap 13, 18). En torno a ese número de define y decide la opción cristiana. Éste ha de ser, sin duda, un número sencillo y fácil de comprender para los cristianos; pero, al mismo tiempo, debe ser enigmático, de manera que las autoridades no puedan condenarles en caso de caiga en manos de los funcionarios oficiales

Ese número no puede ser una cualidad intimista, ni referirse a un pecado simplemente espiritual, pues va asociado a comprar y vender, y se expresa en el ámbito social y económico.

No es tampoco un acontecimiento o suceso mágico, que pudiera separarse de la vida política y social, un signo ligado a especulaciones apariciones astrales, como a veces se ha supuesto.

Pertenece a la vida social y está relacionado con el dinero (comprar y vender), de manera que puede relacionarse con la Mamona de Jesús (cf. Mt 6, 23), pero tiene un alcance mayor, apareciendo como marca completa del Imperio, que se opone a los fieles de Jesús.

El Signo de la Bestia se opone al Sello del Dios vivo, que llevan los fieles de Jesús (7, 1-8), y debe entenderse de una forma externa, relacionada con la economía y política. Ese número es la marca que la 2ª Bestia, transformada en principio de imposición social y económica, va poniendo a los privilegiados de la sociedad, para que pueden comprar y vender, al servicio del imperio (no de sus pobres y/o cristianos): Seis, seis, seis. Sólo quienes llevan esa marca, sólo quienes aceptan el poder de la Bestia, pueden vivir y medrar en el imperio. Esa marca aparece así como principio de control y esclavitud. Lógicamente, el autor del Apocalipsis se opone a esa marca de discriminación y muerte.

Roma quiso presentarse como sociedad global, imponiéndose sobre tribus, pueblos, lenguas y naciones (cf. Ap 13, 7), apareciendo como primera sociedad unitaria del mundo (al menos en occidente), como ámbito de encuentro para todos, de manera que ella misma podía y debía presentarse como Diosa. Recordemos también que Roma no era una Estado-Nación, sino un Estado-Imperio donde caben todas las naciones, cada una con su identidad y diferencias, de tal forma que podía presentarse como revelación de Dios en la historia. La propaganda imperial del Ministerio de Información de la 2ª Bestia tenía razones para defender afirmar que la Bestia Romana era divina.

Pues bien, frente a las razones de la Bestia, contra la divinización del imperio resisten y protestan los cristianos, pues conocen un número especial, tienen un secreto que sólo ellos conocen de verdad: 6.6.6. Los romanos se creían enviados por Dios (los dioses) para fundar y expandir el orden divino sobre el mundo; por eso su misma tarea resultaba religiosa, de manera que resultaba secundario el hecho de que unos emperadores se dejaran divinizar más que otros; en principio, a los ojos de la 2ª Bestia, todos los emperadores eran divinos y divino era el imperio entero, con su cabeza (Roma). Por eso deben venerarla y aceptarla todos los pueblos de la tierra.

Pues bien, a los ojos del autor del Apocalipsis, esa divinidad de Roma es signo de opresión e injusticia satánica. Ciertamente, Roma abría un espacio social para muchos, aunque no para todos (los pobres-pobres y los esclavos nunca tenían espacio), pero sólo a condición de que aceptaran su orden, sometiéndose a su ideología y a su sistema económico. Roma abría un espacio para todos, pero a unos elevaba y a otros esclavizaba, sin crear comunión, esclavizando en el fondo a todos. Eso significa que Roma no era Dios, sino un mero ídolo (una farsa de Dios)[4].

El Ap podría haber optado por la doctrina de doble verdad. (a) Por un lado sería verdad la política y economía de Roma, en un nivel externo, de seguridad social jerarquizada. (b) Por otro lado, en plano interno, sería verdad el evangelio, que sólo se podría vivir y aplicar en un plano de intimidad personal. Pues bien, Juan ha rechazado esa respuesta, ha creído en la verdad única, que se expresa en forma de la libertad y solidaridad universales, desde los más pobres.

Los sabios del imperio (Ministerio de propaganda de la 2ª Bestia) habían divinizado a Roma. En contra de ellos, Juan, profeta cristiano, creyente en Jesús y heredero de la tradición israelita, ha elevado su protesta, diciendo que sólo es sagrado el ser humano, en su misma debilidad, en su verdad personal, en justicia y solidaridad. Desde ese fondo ha vinculado las dos conclusiones de este capítulo, tratando de las bestias: (a) Quien tenga oídos que oiga, quien deba ir al cautiverio vaya (13, 9-10; advertencia final ante la 1ª Bestia). (b) Quien tenga mente calcule... el número de la Bestia, asumiendo las consecuencias que implica (13, 18; advertencia final ante la 2ª Bestia).

 Como he dicho, los cristianos podían entender con facilidad el sentido de ese número (666, seis-seis-seis), que en un nivel se relaciona, sin duda, con la lista de emperadores a los que se alude más tarde en Ap 17, 11-14 (siguiendo el modelo de Dan 7, 25-27). Es un número que puede calcularse por los métodos normales de gematría, utilizada por judíos y griegos: cada número es una letra (y viceversa), de manera que puede conocerse su sentido, como en código cifrado. En esa línea se siguen haciendo muchos cálculos, para sabe los que significa 6.6.6 (666 ó 606, según los manuscritos), utilizando el alfabeto griego o hebreo (arameo). Las combinaciones propuestas desde antiguo son variadas y no concuerdan entre sí. Las más significativas son: Titán Latino, Nerón Cesar, Cayo (=Calígula) César... Pero ninguna ha logrado convencer a la comunidad de los exegetas, lo cual significa que, en ese plano, el secreto se ha perdido… a no ser que el número tenga un sentido más sencillo:

– Tres y medio (= mitad de siete) es número del tiempo que pasa, momento breve de persecución de los fieles. Partiendo de cálculos tomados de Dan 7, 25; 12, 7, Juan lo identifica con un año, dos años y medio año, es decir, con los 42 meses o 1260 días simbólicos de la crisis final (11, 9-13; 12, 14).

Cuatro. Es el mundo perfecto de los vivientes del cielo (4, 6.8; 5, 6 etc.), pero puede referirse también a los jinetes destructores (6, 1-8), a los elementos cósmicos (8, 7-12; 16, 1-9), los ángulos del mundo con sus ángeles y vientos (7, 1-3; cf. 9, 14-15; 20, 8). Evidentemente, no es nuestro número.

Seis. Es la imperfección de un mundo (de una humanidad) que, oponiéndose al siete de Dios y su mesías, acaba encerrándose a sí mismo. Es el número de la Bestia: 6.6.6 (13, 18) y del sexto emperador, que ahora reina, tras los cinco ya pasados, incapaz de mantenerse… (cf. 17, 10-11).

Siete. Es la plenitud divina que se expresa en los espíritus (1, 4; 3, 1; 4, 5; 5, 6), ángeles (1, 20; 8, 2. 6), candelabros (1, 12.20; 2, 1), astros (1, 16.20; 2, 1), iglesias (1, 4.11.20), cuernos y ojos del Cordero (5, 6). Siete son los sellos (5, 1.5; 6, 1), trompetas (8, 2.6), truenos (10, 3.4) y copas de Dios (15, 1.6.7)…Satán quiere “apoderarse” de ese número (hacerse divino) y no puede, como indican las cabezas del Dragón y de la Bestia (12, 2; 13, 1; 17, 3.7), con los reyes perversos (17, 9) y el séptimo emperador, que no podrá mantenerse ante Cristo (17, 10-11).

Desde ese fondo, ese número (6.6.6) indica la impotencia del Dragón y de las Bestias, que nunca podrán divinizarse. Los cristianos saben que el signo de la Bestia es un signo de finitud (¡no es Dios!) y de condena. Por más que quiera imponerse y dominar a los fieles, la Bestia del 6.6.6 nunca podrá convertirse en divina, nunca logrará triunfar, por más que quiere imponer su poder y su economía sobre el mundo (impidiendo que los fieles al Dios verdadero puedan comprar y vender y enriquecerse en la tierra).

Ese número es una propuesta de resistencia, en tiempos de dura imposición, como los de Domiciano (el 96 dC), o como los nuestros (a principios del Tercer Milenio). El Apocalipsis supone que, en un primer momento, los cristianos (es decir, los partidarios de la justicia) no pueden comprar ni vender, no pueden triunfar en el mundo. Pero ellos deben mantener su protesta y resistir, aunque esa actitud les margine y les condene, incluso, al martirio.

Leído así, el Apocalipsis aparece como un libro de “revelación” político-económica; evidentemente, habla del Dios de Jesús, pero, al mismo tiempo (precisamente por hablar de Jesús) nos permite entender la injusticia de un tipo de política, ideología y economía que condena a la muerte a los pobres, y a los que defienden a los pobres (es decir, en este caso, a los verdaderos cristianos, pues el mismo Apocalipsis sabe que hay cristianos vendidos a la Bestia). Sin duda, el Apocalipsis es un libro cristiano, aceptado en el Canon de la Iglesia (aunque muchas veces ha sido espiritualizado, perdiendo su mordiente). Pero, al mismo tiempo, precisamente por ser cristiano, es un libro “universal”, que nos permite entender el riesgo de una historia de poder (de prepotencia militar y económica), para oponernos a los poderes destructores que dominan y amenazan a los hombres, no sólo el año 95 dC, sino, de un modo especial, en nuestro tiempo.

Conclusión. De la mala a la buena información.

Este viejo mundo, dominado por la Bestia del Poder, engañado por la falsa propaganda de la Bestia de la ideología y propaganda falsa del profeta de mentira, tiene un número de finitud, lleva una marca de destrucción interior. El número y signo de la Bestia constituye la expresión más honda del riesgo de todos los sistemas políticos que fundan su poder en la mentira y que conducen a la opresión de los “otros” (de los que no adoran a la Bestia o de los que están sometidos a ella).

Las dos bestias (violencia destructora, mentira al servicio del poder) se encuentran vinculadas. Al plantear el tema humano de esta forma, al mirar en unidad los dos poderes de la perversión social del mundo, el Ap ha ofrecido una visión nítida y precisa del riesgo en que se hallaba el Imperio romano (y del riesgo en que nos hallamos nosotros, en un momento de gran mentira mercantil, que condena al hambre y a la muerte a millones de personas). La solución de nuestros problemas es compleja, pero sólo es posible si conocemos la verdad (es decir, la mentira de un sistema fundado en las dos bestias de Ap 13).

Es evidente que al contraluz de esa comunicación perversa de del Falso Profeta, Juan ha podido evocar y ha evocado un tipo de verdad y de comunicación transparente, propia de los buenos profetas y de todos aquellos que ayudan a los demás a realizar la vida en transparencia, en respeto mutuo. De ellos, de su obra liberadora y de su meta de plenitud final tratan los capítulos conclusivos del Ap, especialmente Ap 19-22.

Juan no ha desarrollado una antropología o teología de la buena comunicación cristiana, de la verdad política, de la información auténtica. Pero ha descrito los riesgos de la información destructora, propia de la 2ª Bestia, al servicio de la 1ª Bestia. No ha mostrado la fuerza y riesgo de la mala comunicación, pero nos ha dado la capacidad de superarla, mostrándonos su número de finitud, el 666.

Al llegar aquí el texto se vuelve tarea. Ap 13 no es un simple capítulo de un librito de propaganda anti-romana; es un manifiesto de libertad cristiana, en el plano de político y en el de la información, abierto a la necesidad de una economía distinta, pero ése es un tema que puede desarrollarse por separado, comentado algunos elementos centrales de Ap 17[5].

NOTAS

[1] La Bestia de Ap 13, 1-10 condensa los imperios de Daniel 7, 4: leopardo, oso, león... Ella es el poder en desmesura, convertido en principio de muerte, es el Estado Absoluto (se le otorgó poder sobre las tribus y los pueblos, las lenguas y las gentes: 13, 7), a diferencia del “hombre” de Dan 7, 14, que es el signo de la humanidad pacífica, que Dios ha creado, según Gen 1. La Bestia brota del Dragón: Desconoce a Dios y oprime a los hombres, volviéndose “divina” (quiere que todos le adore, estén a su servicio; cf. Ap 13, 4.8). Es normal que ella persiga a los "santos", es decir, a los hombres y mujeres que quieren vivir en libertad del evangelio, porque en el fondo les tiene miedo. Vive de la muerte: hace guerra y mata. Pero en el fondo es muy frágil.

Ella sólo permanece durante el tiempo de crisis final de este mundo (cuarenta y dos meses: 13, 5); pero ese tiempo es poco (12, 12); por eso ha de luchar, mostrándose arrogante (13, 4). Frente a la Mujer que engendra vida y padece por sus hijos perseguidos se alza aquí la Bestia político/militar de muerte a la que sólo vencerá el Cordero Degollado (cf. 13, 8). Esta Bestia, que Dan 7 veía como cuatro bestias (Babilonia, Persia, Macedonia, Siria), es ahora Roma: un estado militar que, al hacerse absoluto y exigir que los hombres le “adoren” (estén a su servicio) se ha vuelto demoníaco, símbolo de todos los poderes opresores. He desarrollado con cierta extensión este tema en Guerra final (Ap), en El Señor de los Ejércitos, PPC, Madrid 1997, y, sobre todo, en Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 2000.

[2] Esta religión imperial se había extendido de un modo especial en la Provincia de Asia (en la zona costera de la actual Turquía) donde ha surgido el libro del Apocalipsis. A la cabeza del culto al emperador había en Éfeso (o Pérgamo) un tipo de Sumo Sacerdote, que era presidente del Consejo y que se llamaba Asiarca. Era el dignatario de mayor categoría de la zona, uno de los hombres más ricos e importantes del Imperio, encargado de promover el culto al Emperador, mediante representaciones, construcciones y fundaciones... En el momento en que Juan escribe su libro (hacia el 95 dC), el culto al emperador Domiciano se expresaba en todos los campos (sociales, políticos y económicos y psicológicos). El Asiarca era la suprema autoridad eclesiástica, siendo el portador de las normas imperiales en la provincia, y en su templo (dedicado a Domiciano) se celebraban las sesiones del Congreso Asiático, bajo la presidencia de la gran efigie imperial, que aparecía era imagen milagrosa, presencia legítima del Dios (cf. E. Stauffer, Cristo y los Césares, Escerlicer, Madrid 1956, 246-249; D. Cuss, Imperial Culto and Honorary Terms in the NT, Paradosis 23, Fribourg Sch 1974, 50-112)

[3] El dogma imperial de Domiciano se imponía por la fuerza, de manera que quienes no lo apoyaban quedaban apartados de los puestos oficiales y de la administración económica. Las monedas imperiales se acuñaban en el Templo de Artemisa de Éfeso, y llevaban en anverso una efigie de Domiciano, casi siempre con los rasgos de Zeus y la leyenda al Augusto Emperador Domiciano... Quienes no aceptaran el culto del emperador quedaban excluidos la vida económica, con riesgo de hambre (E. Stauffer, O. c., 254-255).

 [4] El número (6.6.6) se compone de tres 6, indicando así que se trata de un número finito y limitado, de manera que por más que se repita nunca puede llegar al 7, según la simbología de la Biblia. Al decir que Roma es 6.6.6, el Apocalipsis está indicando que es número finito y, en el fondo, idolátrico. Quedarse en el 6.6.6 significa cerrarse en un mundo que se absolutiza a sí mismo, expulsando y oprimiendo a los pobres. Cf.P. Prigent, El Apocalipsis, en Varios, Escritos de Juan y Carta a los Hebreos, Cristiandad, Madrid 1985, 239. Éste parece el sentido del número de la Bestia, que sigue fascinando a los investigadores; cf. W. G. Baines, The Number of the Beast in Rev 13, 18, HeythJ 16 (1975) 195 ss; B. Newmann, Die Zahl 666, Telos-Bücher 177, Bad Liebenzell 1977; L. Van Hartingsveld, “Die Zahl des Tieres, die Zahl eines Menschen. Ap 13, 18“, Misc. Neotest. II, Leiden 1978, 191-201.

[5] He ofrecido una visión de conjunto del tema en El Apocalipsis, Lecturas del NT 17, EVD, Estella 2006. Cf. también, en lengua castellana:

BIBLIOGRAFÍA

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BONSIRVEN, J., El Apocalipsis de San Juan, VS, Paulinas, Madrid 1966 (1ª ed. 1951).

CHARLIER, J.-P., Comprender el Apocalipsis, I-II, DDB, Bilbao 1993.

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GUTZWILLER, R., Los misterios del Apocalipsis, Paulinas, Madrid 1964.

PRÉVOST, J.-P., Para leer el Apocalipsis, EVD, Estella 1994.

RAMOS, F. F., Los enigmas del Apocalipsis, TD 8, Pontificia, Salamanca 1993.

RICHARD, P., Apocalipsis. Reestructuración de la esperanza, CB 65, VD, Quito 1995.

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WIKENHAUSER, A., El Apocalipsis de San Juan, Herder, Barcelona 1969

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