13. X. 19. Dom 28. Tiempo ordinario. Ciclo C (Lc 17, 11‒19) El milagro de dar gracias

La mataron por curar a samaritanos

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He venido comentando el evangelio de Lucas desde su temática económico‒social, insistiendo en la “pobreza” cristiana
. En el domingo anterior he tratado de la fe, que mueve montañas, según  Hab 2, 4: "El justo vive por la fe". Hoy quiero insistir en la palabra que Jesús dice al samaritano"tu fe te ha salvado (es decir, te ha curado), una fe que mueve montañas, una fe que da gracias.

 La mayor enfermedad del mundo es la falta de fe, que consiste en confiar unos en otros, en dar gracias.  Siguiendo en esa línea, se puede afirmar que el mayor milagro es la fe, creer en los demás, dar gracias...

Ese ha sido el "milagro de Jesús": ha creído, ha dado gracias, vinculándose así (por encima del buen templo de Jerusalén) con el samaritano leproso que sabe dar gracias. Vivimos en un mundo que se ha olvidado de dar gracias, que no creen en el perdón, ni en la curación, ni en la gratuidad, en un mundo que, en general, no acepta los "valores" de Jesús, a quien sigue negando o persiguiendo,  no porque dice bellas palabras de amor abstracto, sino porque cura‒acoge a los extraños y emigrantes (a los samaritanos) abriendo en (con) ellos un camino de gratuidad.   

Texto Lucas 17, 11-19

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Jesús, al verlos, les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes. Y, mientras iban de camino, quedaron limpios.

Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?" Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado." 

Diez leprosos

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Estos diez leprosos son todo el mundo, la humanidad excluida que Jesús quiere curar, con fe, es decir, con honda humanidad. Allí donde otros piensan que creer es engañarse (los hombres racionales piensan y deciden razonando sus problemas, los otros creen… como niños), Jesús sabe que creer es recibir la vida como don y comprometerse a vivirla de un modo gratuito, por amor a la vida, que es amor a los demás. 

            En ese sentido, el evangelio presenta aJesús como un hombre de fe. Por eso no resuelve los problemas de los hombres ofreciéndoles un tipo de ayuda desde fuera. No les lleva a la evasión o al olvido de la tierra (de su condición humana),  sino todo lo contrario: en el centro de la misma enfermedad Jesús suscita un gesto de fe en aquellos que le acogen y le escuchan. Así actúa como promotor de vida en medio de la muerte, como signo de esperanza en medio de una sociedad que parece condenada a la desesperanza.

Los milagros de Jesús, un acto de fe

a) Jesús actúa como mediador de fe: dialoga con el enfermo (o poseso); penetra en el lugar de su dolor, en la raíz de su misma enfermedad o su locura, como un amigo que ama, como psicólogo que discierne, como un creyente que irradia fe. Precisamente allí donde parece que la vida se encuentra condenada y fracasada ha penetrado Jesús con su fuerza de fe y amor gratuito y transformante.

b) Jesús pone a los enfermos ante el poder de Dios que definimos con todo el evangelio como "reino", es decir, como principio de nuevo humanidad. Creer en el Reino de Dios es creer en una vida distinta, en ánimo interior, en fraternidad. Como mensajero y testigo de ese Reino de Dios (que es el Reino de la vida de los hombres) actúa Jesús, encendiendo en los enfermos (y en su entorno) la llama de una fe que cura y transforma.

c) Por eso el milagro se realiza como fe. Así lo indica la tradición evangélica recordando una y otra vez las palabras de Jesús que dice a los enfermos "si crees puedes curarte" o "tú fe te ha curado". Fe es ponerse en manos de la gracia de Dios, en manos de su fuerza creadora. La fe es el gesto por el cual, superando lo que somos, nos ponemos en brazos de aquel que nos hace vivir, de aquel que nos capacita para esperar. Al llegar a este nivel puede realizarse y se realiza muchas veces el milagro.

Milagro, una vida abierta , más allá de las fronteras del un sistema de ley

El milagro es la fe misma que actúa, una expresión muy honda de aquella confianza radical que, en medio de este mundo malo, pone a los hombres ante el resplandor de Dios. La máxima actuación del hombre consiste en dejar que Dios actúe y actuar con él, dejándose en los brazos de su reino. Por eso el milagro no se puede programar ni demostrar; no se puede convertir después en acción de compraventa, en mercado de favores religiosos. Allí donde comienza el mercado termina el milagro. Donde se programa la feria de prodigios se apagan los auténticos prodigios, en la línea de la gracia de Jesús.

Milagro es la misma vida de la gracia,  es el  gesto y el impulso de amor de Dios que irrumpe, por medio de Jesús en la existencia de los hombres, el gesto de amor de los samaritanos que responden dando gracias. Por eso, toda la vida del creyente empieza a ser milagro: signo de gratuidad, canto de vida, principio de libertad.

Por los prodigios de la magia el hombre puede quedar fijado en lo exterior, en manos de poderes que le manipulan. Esto es lo que intentan siempre los grandes "buscadores" de prodigios, los que van al adivino y hechicero, al echador de cartas o al pronosticador de futuro: tienen miedo de su propia libertad; quieren que otro les resuelva los problemas desde fuera.

En contra de eso, el milagro de Jesús es principio de libertad. Me libera Dios para que pueda hacerme responsable de mí mismo, para que asuma las riendas de mi propia vida. Son muchos los, que de un modo o de otro, quieren vivir esclavizados, en manos de poderes exteriores. Quizá se refugian en la misma enfermedad, porque tienen miedo de sí mismos; les cuesta asumir una responsabilidad, enfrentarse con los grandes problemas de la vida. Pues bien, el milagro de Jesús (sobre todo en lo que toca a los exorcismos) nos lleva siempre al lugar de la libertad, al lugar donde cada uno puede y debe hacerse responsable de su propia vida.

Milagro, una fe que se hace amor

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 No cura Jesús para resolver los problemas de los hombres; cura para ayudarles a ser humanos, para hacerles capaces de asumir su responsabilidad en un camino de existencia abierto hacia la entrega de amor y hacia la muerte. Dos son, en esta línea, los componentes fundamentales de todo milagro de Jesús:

a) El milagro es gesto de amor: Jesús mira a los hombres y tiene compasión, pues los encuentra encorvados, aplastados en la tierra. Por eso, como mensajero de la gratuidad de Dios quiere ayudarles, ofreciéndoles la mano, dándoles su cariño, haciéndoles capaces de asumir su propia vida.

b) Los milagros son invitación a la libertad: Jesús quiere que los curados, liberados de la enfermedad, los que superan el abismo de su locura o de la lepra, puedan hacerse responsables de su vida. En fórmula paradógica, podríamos decir que Jesús cura a los hombres para hacerles capaces de asumir en libertad su propia muerte como gesto de entrega por los otros.

c) El milagro es la gratuidad... Saber dar gracias, ése es el milagro supremo de la vida, dar gracias a Dios, gracias a los hombres y mujeres que comparten nuestra vida. Pues bien, este samaritano acogido y  curado es un hombre  que sabe dar gracias y que de esa forma inicia una nueva travesía de libertad, por encima de los ritos anteriores, de las leyes de los sacerdotes, de las armas y el dinero de un tipo de sistema que no cree en la curación ni en la gracia

Jesús, sanador

Jesús ha curado a muchos enfermos, viniendo a presentarse como profeta poderoso en obras y palabras", pero luego es "impotente" en el Calvario, siendo allí el más “poderoso de todos”, aquel que puede amar y ama hasta la muerte. Por eso le acusan los contrarios diciendo que es un mago fracasado. Al obrar de esta manera desconocen su mensaje más profundo, el sentido de su fidelidad en el amor.

El auténtico milagro consiste en aprender a amar, pudiendo así entregarse hasta la muerte. Un hombre inmortal no podría amar nunca del todo, ni podría dar su vida por el otro, como han destacado algunas de las versiones modernas del "superman": un héroe inmortal, que realiza series de prodigios exteriores, viene a estar al fin como cautivo de su propia "grandeza". No puede enamorarse de verdad: no puede dar su vida por los otros. 

El milagro de Jesús consiste en ser humano hasta el final, de un modo fuerte, irradiando la fuerza de la fe, que cura y limpia a los leprosos.   El milagro de Jesús su misma fe en la vida. Jesús ama dando su propia vida, confiando en los demás, y haciendo que ellos puedan confiar en sí mismo, a pesar de su lepra, desde las cunetas y las alcantarillas donde yacen hacinados los leprosos de la tierra.

 Jesús no es un mago que actúa mirando las cosas desde fuera, como un visitador que permanece siempre alejado de los verdaderos problemas de los hombres. Es todo lo contrario: en cada gesto de amor, en cada uno de los milagros, Jesús entrega su propia vida y de esa forma va "muriendo" por los demás, es decir, va viviendo con ellos y para ellos. 

Milagro de Jesús: los samaritanos creen

Significativamente, a Jesús le han condenado a muerte porque ha hecho milagros en favor de la libertad de los más pobres del pueblo. Le han condenado porque sus milagros desestabilizan el orden social que había forjado Israel. Jesús cura ofreciendo a los curados y a todos los pobres de la tierra un ideal nuevo de vida liberada, de amor hasta la muerte. 

a) Por eso, en un primer momento, dice a los leprosos que vayan donde los sacerdotes, para volver al orden social de siempre… pues no quiere empezar apareciendo como un simple trasgresor del orden social.

b) Pero después alaba al samaritano que no va donde los sacerdotes, que “desobedece” a Jesús en un sentido externo, para iniciar una vida distinta, una vida que no está ya dominada por los patrones de pureza de este viejo mundo, una vida que va más allá de las estructuras oficiales

c) Desde el margen de la vida social y eclesial, este samaritano, este emigrante, este exiliado, es el primer creyente, la primera piedra de la Iglesia. La nueva sociedad liberada no se construye desde los defensores de la Iglesia establecida, sino desde el margen, desde los samaritanos, acogidos, curados, que dan gracias y viven de manera liberada…

 De esta forma, los milagros de Jesús se convierten en principio de ruptura dentro de aquella sociedad establecida en la que había sitio para cojos, mancos, ciegos y posesos…. pero dentro un sistema sacral que justificaba el orden existente, dominado por los  sacerdotes de turno. Pues bien, Jesús ha roto ese sistema. Ha curado a los enfermos y a los locos para abrir su corazón y su existencia hacia una forma de existencia liberada, sin someterse ya al orden social anterior. Por eso le persiguen como peligroso, por eso le acusan de "poseso" y le acaban condenando como a un hombre que destruye el orden de la ley israelita.

El único que le recibió en su casa  cuando le iban a matar fue un leproso

             Según la historia de Jesús de Marcos (Mc 14, 3-9), cuando todos están condenando a Jesús, sólo le recibe en su casa y le da de comer y le anima (con una mujer que allí entra con un frasco de perfume) un leproso llamado Simón. No Simón Pedro, que abandona la empresa, sino Simón Leproso, que reconoce a Jesús como amigo y sanador.

He dicho que las curaciones de Jesús, siendo gesto de amor a los pequeños. Pues bien, al mismo tiempo, ellas son una expresión de libertad. Jesús quiere liberar a los pobres y enfermos, haciéndoles capaces de vivir en gratuidad, en apertura al reino, haciéndoles capaces de gozar y de morir por ese reino.

Éste es el Jesús que ha querido a los leprosos y que ha muerto (le han matado)  porque acogía en su grupos a los que hoy serían “inmigrantes ilegales y peligrosos sociales”. Les acogía y les “curaba”, es decir, creaba espacio de comunión con ellos.

Es peligroso “alimentar leprosos”, ofrecerles dignidad, creer en ellos… Ese es el milagro, esa es la acción más alta de Jesús. Por ella le mataron. Pues bien,  cuando le entregan a la muerte y le clavan en cruz (por haber querido, acogido y potenciado a los leprosos) Jesús se sigue manteniendo fiel y llama a Dios, preguntándole si le ha abandonado (Mc 15).

Éste es el milagro de Jesús, su fe en los leprosos.  Le matan para mantener el “buen” orden social, sacerdotes y soldados, que no creen en Dios (en el Dios de la Vida), sino sólo en su Dios (es decir, en su templo, en su moneda, en su ejército). Éste es el milagro, que Jesús, el amigo de los leprosos, haya mantenido hasta el final su proyecto y haya muerto en manos de Dios. 

Los “creyentes” creemos que Dios le ha resucitado, que no ha podido abandonar en la muerte al amigo de los leprosos.

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