25. 11. 18. Soy rey y por eso he venido: Para dar testimonio de la Verdad

Domingo de Cristo rey. Jn 18, 33-37. Poncio Pilato, Representantes del Rey/Emperador de Roma, le pregunta: ¿Tú eres Rey? Y Jesús contesta: Lo soy. Por eso he nacido y para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. (Jb 18, 37).

Jesús identifica así el Reino de Dios con la Verdad, en sentido pleno: Personal y social, material y espiritual, económico, político y religioso. Que de pronto cesen y acaben las mentiras y ocultamientos, de personas y pueblos, de iglesias y personas... de forma que cada uno se abra de un modo transparente ante los otros.

En ese sentido, Jesús es Rey, porque viene a dar testimonio de la verdad..., pero no de una verdad metafísica o teológica, separada de la Vida, sino de la misma vida como transparencia de amor, en comunión de todos y con todos.

Jesús es Rey (y todos podemos ser en él y con él reyes), siendo en verdad lo que somos, en gesto de transparencia, que es amor mutuo, conocimiento compartida, sin armas, sin secretos militares,sin dineros escondidos...

Ésta es la fiesta de la Iglesia, la fiesta de la Verdad . No se trata de decir que Jesús es la verdad y vivir después en un tipo de mentira jerárquica organizada... Se trata, simplemente, de vivir en verdad:

-- Verdad que es transparencia afectiva y personal, sin secretismos de ningún tipo... Se trata de ser lo que somos, de no tener miedo de vivir en trasparencia, en salud expansiva, pues la verdad cura (en el tema de la pederastia, en el tema del dinero, en el tema del poder...).

La primera palabra de Jesús

Ésta es, significativamente, la primera palabra de Jesús (y del Nuevo Testamento) que se ha conservado hasta hoy, escrita en un pequeño papiro que se encontró en Egipto en los años 20 del siglo pasado y que y que se conserva en una biblioteca de Manchester, con el nombre de P. J. Rylands 52. Está escrito en la letra llamada "adriánica" (del tiempo de Adriano) y se debió escribir hacia el año 140 d.C. Ofrezco aquí el texto central, con imagen del papiro, quizá el mayor tesoro de la literatura cristiana primitiva:


«Soy Rey. Para eso he nacido y para eso he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad»
אני מלך
ΒΑΣΙΛΕΥΣ ΕΙΜΙ ΕΓΩ ΕΙΣ ΤΟΥΤΟ ΓΕΓΕΝΝΗΜΑΙ ΚΑΙ ΕΙΣ ΤΟΥΤΟ ΕΛΗΛΥΘΑ ΕΙΣ ΤΟΝ ΚΟΣΜΟΝ ΙΝΑ ΜΑΡΤΥΡΗΣΩ ΤΗ ΑΛΗΘΕΙΑ (cf, también papiro Rylands 52 (del 140-15o d. C.)

Pero más que el papiro, con este texto central del "testimonio regio" de Jesús, nos interesa hoy el sentido de este pasaje central del evagelio, que es el sentido de esta fiesta de Cristo Rey:


Seguimos estando más cerca de Juan Bautista y de un imperio religioso centrado en el "secreto" de los que saben y pueden que de la Verdad de Jesús. Hemos creado un imperio religioso admirable, pero fundado en la imposición de algunos, y en un tipo de "mentira", de ocultamiento general...
Siga leyendo quien así lo sienta, siga quien descubra que sigue estando abierto el camino que lleva a la verdad, que es el Reino de Jesús. Buen día de Cristo Rey de la verdad.

Texto entero: Juan 18, 33b-37(que corresponde casi al Papiro Rylands 52):

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Jesús le contestó: "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?" Pilato replicó: "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?"
Jesús le contestó:"Mi reino no es (=no proviene de los poderes) de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí." - Pilato le dijo: "Conque, ¿tú eres rey?" Jesús le contestó: "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz."

Juan Bautista

fue ante todo un profeta del juicio de Dios, y así pensaba que este mundo debía pasar por el fuego (siendo destruido por el hacha y huracán), a fin de que surgiera después otro distinto, para un grupo pequeño de liberados (Mt 3, 1-10 par). Jesús no quiso anunciar el juicio, ni ofrecer la salvación sólo a unos pocos (un resto de salvados), sino que inició un programa de liberación por la verdad, anunciando y preparando así la llegada del Reino de Dios para todos los que buscan y aceptan la verdad (cf. Mc 1, 14-15).

La respuesta de Juan Bautista era más fácil: Dios había fracasado con el mundo y debía destruirlo, para crear después uno distinto (con hombres limpios, ya purificados). Jesús, en cambio, se atrevió a pregonar la presencia y acción creadora de Dios en ese mismo mundo que parecía condenado, para crear de esa manera un Reino distinto, fundado en la verdad, desde los pobres y excluidos.


Jesús, en cambio...


En un contexto como aquel, obsesionado por pecados, faltas e impurezas, en un tiempo en que el templo de Jerusalén funcionaba como máquina de expiación y purificaciones, al servicio de la remisión de los pecados, Jesús vino a presentarse como un hombre a quien Dios mismo había enviado para dar testimonio de la verdad, anunciar así un Reino en el que todos los hombres y mujeres serían “reyes”, seres libres, abiertos a Dios por la verdad.

Ciertamente, Jesús utilizó la imagen del Reino de Dios, presentándose implícitamente como servidor y testigo de ese Reino, esto es, de Dios como Rey

pero no en sentido de dominio económico, social o militar, sino de servicio mutuo, ofreciendo a los hombres el testimonio de la verdad de Dios y del sentido de la vida. Por eso no vino anunciando una guerra apocalíptica, ni la destrucción de los perversos, sino sembrando humanidad, desde Galilea, ofreciendo a los enfermos, marginados y pobres la Palabra, pues otros se habían apropiado de ella, dejándoles sin nada, sin riqueza ni semilla humana. Quiso así que todos fueran reyes, en un Reino fundado en la verdad de Dios y en la fraternidad entre los hombres.

Jesús no sabía de antemano la forma en que vendría ese Reino en concreto (ni en qué día),

pero estaba seguro de que había comenzado a revelarse, y que culminará muy pronto, desde Galilea, transformando a los artesanos y pobres, a los expulsados y enfermos de las aldeas de su tierra, que se convertirán en portadores de la Verdad de Dios, desde Galilea.

No quiso ni pudo evocar sus detalles, pero estaba convencido de que el Reino estaba viniendo a través de los campesinos, artesanos y pobres, a quienes él concibió como portadores de la verdad de Dios, para culminar así la obra de la creación (Gen 1). No fue a las ciudades mayores de Galilea (Séforis, Tiberíades) o de su entorno helenista (Tiro, Escitópolis, Gadara, Gerasa, Damasco), pues, aunque en ellas había muchos pobres, su núcleo dominante se hallaba pervertido, al servicio del poder.

Así inició su marcha de Reino entre las aldeas de Galilea, con la certeza de que Dios le enviaba a recoger y transformar a las “ovejas perdidas” (cf. Mt 10, 6), para iniciar con ellas un movimiento al servicio de la Verdad de Dios (que es el Reino), para Israel y para la humanidad entera.

En esa línea podemos añadir que la venida Reino vendría a realizarse en dos momentos:

(a) Primero se implantaría en este mundo, en forma de plenitud mesiánica, como se decía en las profecías de Israel (cf. Ap 20, 1-6). Éso es lo que él quiso, ser en este mundo un (el) testigo de la verdad de Dios.
(b) Luego, al fin, se ratificaría en el “cielo”, tras la resurrección final de los difuntos (cf. Ap 21-22).

De todas formas, esa división no puede tomarse en sentido estricto, ni Jesús quiso resaltarla de un modo especial, sino que él quiso vincular ambos niveles: La venida y revelación de Dios en este mundo y su culminación en el futuro, desde la perspectiva de la verdad de Dios.

En esa línea debemos superar un gran malentendido, propio de aquellos que creen que el Reino de Dios vendría de repente, a través de algún tipo de estallido espectacular, como la descarga de un rayo que brilla en el horizonte y sacude la tierra de repente (cf. Mt 24, 27), sin que los hombres puedan hacer nada para impedirlo. Ciertamente, en un sentido, la llegada del Reino será como relámpago que alumbra y transforma de pronto el espacio y tiempo de los hombres. Pero en otro ha de entenderse como resultado de un proceso que habían puesto en marcha los profetas y que Jesús ha ratificado y acelerado con su vida, siendo testigo de la verdad de Dios.

Jesús no fue inventor de empresas productoras, ni organizó nuevos mercados laborales, como los que estaban imponiendo en aquel tiempo los magnates de Galilea, ni promotor de una alternativa política, pero hizo algo mucho más profundo y duradoero: Inició desde (con) los pobres (enfermos, excluidos) de su entorno un camino de humanidad, es decir, de Reino de Dio, siendo así testigo de la verdad de Dios y de su vida entre los hombres.

No fue pensador erudito como Filón de Alejandría (maestro de filósofos), ni profeta político como Josefo (que al fin pactó con el poder establecido), sino hombre de pueblo, que conocía por experiencia el sufrimiento de los hombres, sabiendo que la historia de Israel (y el mundo) no podía seguir manteniéndose en su dinámica actual de imposición y violencia (mentira)… Por eso, sabiendo que Dios es mayor que el pecado de los hombres y que había decidido cumplir sus promesas, proclamó y preparó la llegada y triunfo de su Verdad, que es el Reino.

No quiso hacerse rey militar, pues la violencia pertenece al nivel de los poderes de un mundo pervertido al servicio de los poderosos, ni quiso hacerse rey el sólo, sino de manera que todos fueran reyes, testigos de la verdad. Asi respondió a Pilato diciéndole que «su reino no era (= no provenía) de las fuerzas de este mundo».

Pilato sólo conocía un Reino que se funda en la espada del imperio (cf. Rom 13, 1-7) que se apoya y defiende con armas, de manera que la verdad como tal resulta secundaria, preguntando a Jesús ¿qué es la verdad? para marcharse sin esperar una respuesta (cf. Jn 18, 38a).

Jesús, en cambio, aparece y actúa como testigo de la verdad, frente a Pilatos y frente a los sacerdotes de Jerusalén, que le acusan ante Pilato, porque también ellos tienen que apelar de algún modo a la mentir para mantenerse en el poder.

Jesús sólo quiere el Reino de la vida del Hombre y su Verdad, de los hombres y mujeres en verdad de amor y vida. Por eso no pudo triunfar en un mundo de mentira y violencia, dominado por político y militares... por sacerdotes de imposición religiosa.

En ese sentido de políticos, militares y sacerdotes de templo Jesús fracasó... Pero de esa forma él ha podido quedar y queda como testigo y portador de la verdad entre los hombres, como signo y representante del Dios de la verdad, es decir, de una humanidad reconciliada y fraterna.

Nos faltan modelos para imaginar este reinado de Jesús, pues nuestras categorías mentales y sociales se encuentran marcadas por dinámicas de poder militar, político o sacerdotal. Pero el evangelio de Juan ha trazado el perfil fundamental de su reinado, diciendo que Jesús ha venido a “dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37), una verdad que no sería como la de aquellos sabios platónicos que se imponían sobre militares y trabajadores (como se dice en la República), sino experiencia de amor compartido, desde los más pobres.

Volver arriba