La nula significación de líderes cristianos en nuestra sociedad Católicos SIN vida pública

Ángel Manuel Sánchez
Ángel Manuel Sánchez

"Un cristiano no puede tener una doble moral y menos una doble vida"

"Los cristianos hemos abandonado toda ambición de liderar y por tanto pintar algo significativo en esta sociedad"

La nula significación de líderes cristianos en nuestra sociedad es resultado de varios fenómenos tanto internos como externos a nuestra Iglesia.

La agresiva secularización de nuestras sociedades ha conseguido que se instale en la Iglesia un miedo permanente a relacionarse con la realidad secular. Tanto la institución como infinidad de cristianos ha cultivado un inconsistente acomplejamiento social.

Nuestra Fe y la forma con la que la vivimos no nos otorga superioridad moral alguna, más bien lo contrario, pues la Iglesia, quizás en exceso, se ha empeñado especialmente desde el Concilio Vaticano II en "machacarnos" concienzudamente. Quiero que se me entienda bien. La Iglesia posconciliar se ha propuesto purificar acertadamente la vida cristiana para hacerla entre los fieles más auténtica, de manera que seamos conscientes de que un cristiano no puede tener una doble moral y menos una doble vida.

Somos menos los católicos (militantes) pero somos más auténticos. Sin embargo, a la hora de relacionarnos con nuestros semejantes u ocultamos nuestra condición, o nos relacionamos especialmente con quienes son como nosotros, o solemos perder naturalidad por puro complejo o por pura idiotez.

Pertenecemos al Señor en las circunstancias en las que nuestra vida se desenvuelve. A ellas nos debemos, en ella nos debemos santificar, desde ellas construimos el Reino de Dios.

Definiría el laicismo radical con el que vivo como la prioridad que otorgo en mi vida a las realidades seculares (trabajo, familia y sociedad-patria) sobre otras realidades. Creo que la comunidad cristiana es referente por excelencia de todo cristiano, pero pertenecer pertenecemos al Hombre-Dios verdadero Jesucristo en las circunstancias que para cada cual él nos ha situado según su providencia con esta misión, serle de utilidad en la construcción de su Reino allí donde estemos.

Y con ello llego a esta otra realidad. Los cristianos hemos abandonado toda ambición de liderar y por tanto pintar algo significativo en esta sociedad. La Iglesia jerárquica ha descuidado su función de formar a líderes sociales. Aquí cada uno va por su lado y no hay reflexión común.

Por una parte, padecemos en exceso el clericalismo en la Iglesia. Los laicos no podemos ni pensar ni vivir como clérigos, nuestra realidad y vocación es otra. Nos debemos a nuestras familias, pero también nos debemos a nuestra sociedad, a nuestro país. Nos debemos desenvolver en una sociedad afortunadamente plural, pero también tenemos que saber lidiar en no pocas ocasiones con la hostilidad hacia los cristianos.

Creo que son todavía demasiados los cristianos que caminan en las cunetas de la indefinición por culpa en numerosas ocasiones de un clero inconsciente, que prefiere retener en su compañía a sus fieles en las tareas de sus comunidades (trabajo hay) en vez de fraguar líderes y misioneros en nuestra comunidad social y política. El resultado de ello es un caos de cristianos que en la vida pública van a su aire como versos sueltos de un poema sin estructura ni eficacia. El resultado de ello es también la existencia de numerosos laicos clericalizados, más entregados a sus comunidades cristianas que a la realidad secular que les toca vivir.

Muchos son los carismas en nuestra Iglesia, y cada cual debe reconocer el suyo, pero no debemos confundirnos con nuestra vocación. Los laicos somos más útiles a Nuestro Señor fuera de nuestras comunidades cristianas que dentro de ellas. Nuestro mejor compromiso con la Iglesia actualmente ha de ser el de posicionarnos como líderes familiares y sociales. En cualquier circunstancia los cristianos aportamos valor añadido a nuestra sociedad con ese espíritu, muy menospreciado, de servicio y entrega desinteresados. Los cristianos humanizamos nuestro entorno.

Tan importante es que un cristiano no tenga doble vida, como que no desdoble sus realidades. La realidad es la misma, la persona íntegra igual.

Observo con tristeza que nuestra Iglesia tiene miedo al mundo. También percibo mucha confusión. Percibo tendencias contrarias dentro de la Iglesia. Muchos tienden a aceptar abiertamente casi prácticamente todo lo que la secularidad ofrece con el deseo de ser aceptados y no excluidos por ella, olvidando que una cosa es estar en el mundo y otra ser de este mundo. Otros muchos rechazan la secularidad por encontrarla abiertamente hostil y opuesta a sus valores. La Iglesia católica no ha sabido adaptarse a una sociedad plural, como era la de los primeros cristianos. Éstos supieron desenvolverse en ella a través de la mayor fuerza, la del testimonio. No todo es malo en la realidad secular y tampoco no todo es bueno.

Envidio el coraje y militancia de una Iglesia no tan lejana. Un cristiano no renuncia a sus funciones sociales. No cede ante la secularización más agresiva, debe saber plantar batalla dialéctica y testimonial. Para eso es imprescindible contar con una buena formación previa.

Reprocho a la Iglesia jerárquica que haya contagiado su excesiva prudencia a los laicos. Los laicos debemos ser prudentes, pero no cobardes, debemos ser audaces, pero no temerarios, debemos ser auténticos y tan místicos como prácticos. Usemos todo lo bueno de la secularidad para acercar a otros a nuestra tarea de regeneración moral y espiritual de la sociedad española, y seamos valientes y auténticos en plantar batalla frente a todo lo malo, a todo lo que deshumaniza.

Reprocho a la Iglesia jerárquica que haya olvidado su obligación de forjar LÍDERES cristianos en el mundo. Nunca los ha dejado de haber, pero vivimos en un caos. Somos versos sueltos ineficaces en nuestro testimonio y sin relevancia como referentes morales e intelectuales.

Los laicos radicales somos la vanguardia de nuestra Iglesia. Sin embargo, cuando te encuentras con tus semejantes, u ocultan celosamente en público su condición cristiana (no se trata tampoco de ponerse una etiqueta –de eso ya se encargan otros-) o dan testimonio como héroes (y no pocas veces como mártires) pero como versos sueltos. Hay y debe haber siempre un cristiano allí donde se humaniza una relación doméstica, social, política o profesional.

La Iglesia debe recuperar la vieja escuela militante. Nos corresponde a los laicos impulsar como nuevos jesuitas la nueva Contrarreforma: la Humanización de nuestra sociedad a través del proyecto personal que Jesús, el Hombre Dios verdadero, nos ofrece.

No creo posible realizar más Evangelización que esta, la de siempre y eficaz: Cristianizar es humanizar. Todo lo que se humaniza se cristianiza.

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