La marginal opinión pública católica española

Existe una dictadura estética de los eufemismos y material de las emociones en los medios de comunicación seculares que hace muy difícil que los católicos podamos expresar nuestra visión cristiana de la realidad. En primer lugar, porque somos tildados de extremistas, reaccionarios e incluso de aguafiestas; en segundo lugar porque los católicos nos acomplejamos frente a los prejuicios que vierten sobre nosotros, quizás porque nos hayamos creído ese dogma liberal de que las cuestiones de conciencia se guardan en un armario bajo llave, bajo el pretexto de evitar cualquier tipo de enfrentamiento, o quizás también porque adoptamos la postura de nuestros obispos, que no se pronuncian sobre política, salvando por supuesto, aquella que afecta a las cuestiones de moral sexual.

Y es que la pluralidad de la opinión pública y en general de la cultura, es bastante más aparente que real. Real es también que la opinión pública católica española sea abrumadoramente clerical, por ese excesivo protagonismo e intervencionismo del episcopado y del resto del clero español en la vida de la Iglesia, como ya he denunciado en otro artículo. Ambas son las razones que yo encuentro para afirmar que en España, y salvo honrosas excepciones y extraordinarias plumas, no existe una opinión pública católica española, y mucho menos, seglar.

Que tengamos medios de comunicación católicos no significa que tengamos una opinión pública católica. Hace tiempo que me desengañé. Los mass media católicos se convierten más en la voz y medio de influencia de la jerarquía católica que en medio difusor de nuestra bella doctrina social. Además son más de lo mismo, cuentan con debates y editoriales sazonadas con buenas dosis de crispación donde brilla casi por su ausencia la Doctrina Social de la Iglesia.

En este estado de cosas, ¿quién va a exponer aquello de lo que no se habla porque está excluido por esta dictadura estética de eufemismos creadora artificial de realidades paralelas? ¿Las cuestiones ideológicas son el pretexto, la motivación o la más velada ocultación de la realidad?

Pongo un ejemplo actual: Aborto sí o aborto no. ¿Realmente podemos tomar en serio la reforma de la Ley del Aborto? No, porque nunca se materializará como tantas otras cosas que se dice que se reforman, y porque no es más que una maniobra de Gallardón (financiador de abortos en la Comunidad de Madrid) para fidelizar el voto católico del PP y potenciar así su candidatura para relevar a Rajoy. Gallardón es un zorro y no es una paloma ni una serpiente.

¿Significa que esa reforma va a suponer una medida de fomento de natalidad en este país con profunda crisis demográfica? Porque en España, que se sepa, es imposible renunciar a la patria potestad, y sin embargo hay numerosísimas adopciones internacionales. ¿Reforma del aborto sin medidas expansivas de fomento de natalidad y protección de las familias? Este debate es muy estéril, porque sólo es ideológico y también falso porque oculta aquello que no se le escapa a cualquier persona con sentido común: el problemático futuro demográfico de España y el futuro de la Familia en España, no digo a largo plazo, sino a medio. Cuánto tiempo perdido, y la Iglesia contribuyendo a ello.

Otro ejemplo: Recortes sí o recortes no. ¿Realmente nos creemos que esto es la realidad? Falso. Lo que en realidad está ocurriendo es que se está malogrando el Estado del bienestar a costa de mantener fiscalmente el bienestar del Estado. Si los recortes fueran realmente necesarios o si los mismos fueran inaceptables, automáticamente habría que llevar a cabo la reforma integral de la Administración y de la estructura territorial del Estado. La izquierda no la cita y la derecha (liberal) todo lo arregla privatizando (denostando el servicio público y convirtiéndolo en una suerte de coto de caza privado).

La verdad es que la izquierda, la socialdemocracia y la derecha liberal, tratan con muy poco respeto a las personas pues para para ellas las personas somos medios y no fines. El respeto que nos tienen es proporcional a la fortaleza que podamos alcanzar como sociedad civil auto organizada con fuertes nexos de compromiso efectivo entre nosotros, que permitan esperar poco de ellos y mucho de nosotros mismos. Es imprescindible emanciparse de los partidos políticos instalados tradicionalmente en nuestro país, pues los partidos políticos son máquinas de poder y no canales de expresión de la voluntad popular.

Su debilidad será la fortaleza de la sociedad civil española, muy solidaria porque el español medio tiene un corazón grande y es capaz de compartir lo mucho o poco que tiene con quien lo pasa peor, porque está es la solidaridad efectiva, la que nos hace desprendernos de algo nuestro y no la de boquilla. La solidaridad de las familias y de los españoles a título individual o de forma asociada, es la piedra angular sobre la que construir la nueva sociedad civil fortalecida por la crisis, y el más efectivo contrapeso a las limitaciones que se imponen en el Estado de bienestar. Esto es madurar en democracia, la emancipación frente al régimen de los partidos políticos. Si la política no es servicio, entonces exigimos que sea así porque el estar al servicio los unos de los otros rija nuestras relaciones.

La presión fiscal es intolerable y la culpa la tiene la mastodóntica Administración. Lo que está pasando es que el Estado es implacable a la hora de exigirnos los tributos y cotizaciones sociales, pero falla cuando se le necesita (justicia, política familiar y ayudas a la dependencia, por no hablar de los servicios sociales de uso extensivo). Este debate está ocultando la verdadera realidad: la deslegitimación del Estado y la lucha persistente de éste por mantener su régimen despótico tan caro de mantener.

Y otro debate: Religión en la escuela pública o no. ¿Nos creemos que el debate es real y que se centra en la defensa o ataque a esta asignatura concebida como un privilegio para la Iglesia católica en un Estado con vocación decididamente laicista? Pues no lo creo. Como todo lo ideológico, merece que se dude de ello. El fracaso del modelo educativo se debe fundamentalmente a la incapacidad de las familias españolas de tomarse muy en serio la educación de sus hijos, que es absolutamente indelegable al Estado, que sólo debe limitarse a proporcionar formación. Lo que es verdaderamente escandaloso es que no haya una asignatura alternativa a la Religión.

Es cierto que la asignatura de Religión es una opción y derecho de los padres, no de la Iglesia, pero entiendo que la catequesis debe impartirse en las parroquias y no en las escuelas, reforzando el sentido de pertenencia y/o referencia a la comunidad cristiana. La Iglesia prestigiaría el seguimiento de las creencias religiosas si cediera su protagonismo a favor de una asignatura mixta donde se impartiera Historia de las Religiones y fundamentación ética de la conducta, que por otra parte justificara que el profesorado de esta asignatura fuera financiado por el Estado al tratarse de una asignatura común y obligatoria, y no como ahora.

Fomentar la complementariedad entre ética laica y moral religiosa y no su oposición, contribuiría a respetar activamente el libre desarrollo de la persona, que en cualquier caso debe contar con una formación dirigida a fundamentar éticamente su conducta, no tanto como ciudadano, sino como Persona.

Lo que es una absoluta vergüenza que pone de manifiesto la dictadura estética y material en la que vivimos, es que prácticamente sólo se permite a los españoles la bipolaridad (a favor o en contra) en los debates que se forman en la opinión pública.

Son casi inexistentes las voces autorizadas que nos ayudan a ver la realidad tal como es, y muchas menos las que desde el análisis de la realidad puedan proponer alternativas a las endiabladas visiones liberales y socialistas.

La Doctrina Social de la Iglesia, la visión humanizada y cristiana de las relaciones, la fundamentación eminentemente moral de la conducta de las personas, todas responsables de sus actos, son los debates que debemos llevar los católicos a la sociedad española, para contrarrestar esa destructiva composición del debate de quien tiene poder e influencia para fijarlo (políticos y grandes medios de comunicación), con la mezquina intención de lanzar chorros de tinta que ocultan veladamente los fuertes intereses egoístas, que mueven a estos déspotas y tiranos que llevan malogrando nuestro país desde el siglo XIX, sin que hayan permitido a los españoles ilustrarse verdaderamente y madurar y desarrollar sus capacidades espirituales y materiales. El despotismo impide que maduremos en democracia, y el socialismo marxista siempre la amenaza. Ni más Estado ni más Mercado, más sociedad civil.

Siendo la sociedad civil plural, los católicos somos parte activa y positiva de ella, asumamos nuestro protagonismo histórico y no nuestra marginalidad, sin imposiciones, nunca efectivas, y siempre proponiendo los recios valores a la sociedad española que sustentan la Doctrina Social de la Iglesia y el Reino de Dios. Estimulemos su poderoso sentido común. Sacar al Quijote en un español en una situación como la actual, sirve peligrosamente a la manipulación. Sancho despierta y reacciona y, el Quijote orienta y sublima los esfuerzos. Poseemos un extraordinario legado cultural e histórico que nos proporciona sabiduría, dignidad e identidad como pueblo.

La más cruel de las tiranías es la ejercida para anular la Verdad y la Realidad simplemente dejando o prohibiendo hablar de ellas. Como si de lo que no se hablara o no apareciese en los medios, no existiese.

Hablar de lo que no se habla y denunciar lo que se oculta, es una bella misión evangélica y es nuestra forma de trabajar por el Reino de Dios en nuestra Patria. Si para ello, hemos de enfrentarnos a muchos y poderosos, y hemos de sufrir persecución explícita o implícita (ya la sufrimos durante años ubicados en la marginalidad cultural a la que nos han destinado), entonces, hagámoslo con alegría y gozo, porque nuestra Fe y Amor a Jesucristo estarán vivos. En nosotros reside la Fe secular del pueblo español, ofrezcámosla abiertamente con inteligencia y valentía.

Frente a la obsesiva fijación de nuestros obispos, aprendamos de los homosexuales: Católicos españoles, salgamos de una vez del armario.
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