El miedo a VOX

Izquierda y derecha son dos conceptos del pasado que sólo servían para hacerte un lío en las urnas y acabar votando a Jesús Gil.” (El Gran Wyoming)


Se está produciendo un curioso fenómeno en la política española. La partitocracia teme perder poder y significación. Los partidos políticos se han convertido en mastodónticas agencias de colocación y concesión de prebendas. Puede decirse que miles y miles de cargos, enchufados y mantenidos penden de un hilo.

Todo esto comenzó cuando algunos valientes funcionarios y jueces empezaron a resistirse activamente a ser permisivos con la corrupción. La crisis económica de la que no salimos en buena parte, por la inestabilidad política, ha generado mucha indignación porque los sacrificios siempre se les pide a los mismos y el sistema no se toca. La indignación se ha vuelto volátil como la fidelidad del votante. El bipartidismo ha estallado por los aires también porque se está produciendo un relevo generacional. En un país donde ya hay más móviles que habitantes, las redes sociales se han convertido en un motor muy eficaz de aceleración de los cambios. La información y la opinión campan sin control y contrarrestan eficazmente la información auto-propagandística del sistema a través de los grandes medios de comunicación.

La intención de defenestrar a VOX puede deberse a que se tiene miedo a que este Partido, tratado como un apestado por el sistema, pueda morder en el electorado de todos los demás partidos políticos, incluida la izquierda. Eso y la intención de dividir a la derecha en tres para que la Ley electoral y el sistema D´Hont pueda beneficiar a los mayoritarios (el modelo del bipartidismo), puede estar detrás de las continuas y pavorosas referencias que desde la izquierda se hacen de VOX. Los partidos políticos hoy se concentran en fidelizar a su votante. Posiblemente veamos su mayor o menor éxito en las inminentes elecciones andaluzas.

Pero qué pasa si al votante le da por votar lo que realmente le da la gana, aunque llamen a su voto inútil y perdido. Porque el votante piensa, si mi voto va a ser de todas formas inútil porque con él hacen luego lo que les da la gana, al menos, voy a votar lo que me dé la gana a mí. Creo que en este pensamiento caben tanto el voto de los abstencionistas, como el de los partidos representados en las instituciones. Este pensamiento es radicalmente transversal y está poco influido ideológicamente. Y ahí quería llegar.

La frase del cómico, Don Piso o Gran Wyoming, me parece lúcida y me ha parecido oportuno citarla, porque descubre una paradoja trascendental.

Ortega y Gasset decía: “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la Hemiplejía moral.”

Gustavo Bueno decía también: “La derecha se encuentra disuelta en la izquierda, es lo mismo con otro nombre.”

Quien se atreva a pensar que España no da buenos intelectuales es un completo ignorante. Si no han tenido mayor relevancia o influencia es porque en España se odia al que es mejor. Ello explica que élites corruptas y mediocres hayan regido durante mucho tiempo los destinos de una Nación, la española, que sigue siendo joven pese a que su Estado sea muy antiguo.

España es un fabuloso laboratorio sociológico por la tremenda carga emocional que se pone en todo. En este laboratorio, occidente pudo analizar tempranamente los efectos de la abolición del Antiguo Régimen (Constitución de 1812), de la secularización (desamortización de Mendizábal), de la pérdida de un Imperio (1898), del conflicto entre los fascismos y de la posterior guerra fría (guerra civil y dictadura posterior). Y es que en España cualquier idea que no sea de dentro (nos auto-despreciamos) sino de fuera, se abraza de forma entusiasta, y finalmente, acabamos siendo más papistas que el Papa. Como decía Freud, en todo español hay un fanático.

Y a esto quería llegar. Que después de cuarenta años de tanta traca con que somos aquí más demócratas y progresistas, más federalistas, más igualitaristas, más feministas, más solidarios, más globalistas, más multiculturalistas, más animalistas, más ecologistas y más electricistas y ebanistas que nadie en el mundo mundial, hemos llegado a una deprimente realidad, lo fútil de este esfuerzo hercúleo por ser más modernos y posmodernos que nadie.

Hemos despilfarrado ingentes recursos destinados simplemente a compensar ese maldito complejo de Nación atrasada y retrasada que nos hemos creído que somos. Estamos viendo cómo en el resto de occidente, lo progre no es que canse, es que ya ha llegado a tal saturación que enerva profundamente. Y cómo no, aquí lo estamos abrazando de forma entusiasta.

Hoy la indignación se escapa al lado ideológicamente contrario. Probablemente a VOX le pase lo que le pasó a Podemos años atrás. Tendrá éxito, y probablemente también explote de éxito. Nadie está libre de poder no defraudar a sus votantes o de no corromperse. El poder corrompe, y lo hace transversalmente (a izquierda y derecha).

A la izquierda le encanta vivir y corromperse como a la derecha. Denuncian las tristes y dramáticas situaciones de millones de trabajadores y pensionistas, pero ellos prosperan. Salir de Vallecas y acabar en Galapagar es una forma de prosperar exponencial. Asignar millones y millones de euros en contratos menores a los tuyos desde los ayuntamientos del cambio, otra forma de corrupción.

Muchos dirigentes y militantes de esa izquierda descienden de familias o que fueron franquistas o se adaptaron cómodamente al franquismo. Partidos políticos, sindicatos y muchas corporaciones (incluida la del Taxi) viven de los privilegios concedidos al Sindicato y Partido único y las corporaciones vertebradas e incubadas por el Falangismo.
Fue José Antonio Primo de Rivera el que reconocía lo siguiente: “El ser derechista, como el ser izquierdista, supone siempre expulsar del alma la mitad de lo que hay que sentir.”

El Estado social español hunde sus raíces en la Dictadura de Primo de Rivera (cuyo gobierno incluía al PSOE), continúa en la República, y se consolida bajo el franquismo. Objetivamente dos dictaduras lo impulsaron. La Democracia lo expandió, pero amenaza con no poder consolidarla por culpa de un sistema tributario no equitativo (recae esencialmente sobre las clases medias) y, por culpa de un gasto de la estructura territorial (Comunidades Autónomas) descontrolado. Además, la partitocracia se resiste a adelgazar la Administración. Dependemos mucho de las inversiones extranjeras, la inestabilidad política la espanta, porque nuestra tasa de ahorro es pobre. El dilema financiero al que nos enfrentamos es sencillo. O cesa el gasto público improductivo y se hacen reformas o las pensiones y servicios públicos esenciales están sentenciados. Las subidas de impuestos generan efectos perversos como su traslación a los consumidores vía precios o la desincentivación del factor trabajo y de la inversión o el ahorro, que están muy gravados en nuestro sistema.

La situación en la que España se encuentra es de extrema gravedad.

Y lamentablemente, nuestra clase política no está a la altura. Y eso lo sabemos casi todos. Hay miedo.

El advenimiento de VOX es consecuencia del temor de los españoles a que lo mejor del sistema (su carácter social y la solidaridad entre todos los españoles para sostenerlo) se venga abajo. Pensionistas y parados de larga duración pueden desplazarse desde un extremo a otro en su voto. Ambos se cruzan y compiten en servicios públicos, puestos de trabajo y ayudas con la población inmigrante.

La política es un gran escenario teatral con actores que no son auténticos y por ello no tienen carisma. Habilidades para la representación tienen todos, también Santiago Abascal.

Y eso cabrea mucho al votante, que no sólo vota con su bolsillo y está harto de tanto teatro. Probablemente con lo que menos votará será con la ideología, que es un privilegio de los acomodados.

Por todo esto que he dicho, creo que todos temen a VOX, que también tiene ideología, pero que cuenta con algo más convincente, una realidad que le respalda y no disfraza por muy incorrecto que esto sea,

Es por ello el apestado del sistema, y el único partido anti-sistema.

Hoy para derribar al rival, todo vale. El rival se ha convertido en enemigo si uno se juega mucho. Y aquí hay miles y miles de bocas viviendo del sistema. ¿Pero será efectivo? Lo dudo. Pero veremos qué pasa en las elecciones andaluzas, que ganará probablemente, pero de forma mediocre, el PSOE, que en eso de alimentar muchas bocas es el más poderoso general del sistema.
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