Misa Penitencial del Papa celebrada con los fieles de la iglesia de San Pío V de Roma Francisco: "Pedir perdón a Dios es quitarnos las cenizas del corazón, resucitarlo"

Francisco, en la celebración penitencial
Francisco, en la celebración penitencial Vatican Media

"Seguimos en camino, no obstante nuestros pecados, pero necesitamos un cambio de ritmo, una dirección que nos ayude a redescubrir el camino del Bautismo, el sentido de seguir adelante. El camino para volver a la senda nueva es el perdón de Dios"

Son las palabras de Francisco en su homilía en la celebración Penitencial, ante los fieles parroquianos de la Iglesia de San Pío de Roma

"Dios nos quiere, renovados, libres y ligeros por dentro, felices y en camino"

(Vatican News).- Seguimos en camino, no obstante nuestros pecados, pero necesitamos un cambio de ritmo, una dirección que nos ayude a redescubrir el camino del Bautismo, el sentido de seguir adelante. El camino para volver a la senda nueva es el perdón de Dios.
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“El perdón divino nos hace nuevos de nuevo. Nos limpia por dentro, devolviéndonos a la condición del renacimiento bautismal: hace que las aguas frescas de la gracia fluyan de nuevo en el corazón, reseco por la tristeza y empolvado por los pecados; quita las cenizas de las brasas del alma, limpia esas manchas interiores que nos impiden confiar en Dios, abrazar a nuestros hermanos y hermanas, amarnos a nosotros mismos”.

Fueron las palabras del Papa Francisco en su homilía en la celebración Penitencial, ante los fieles parroquianos de la Iglesia de San Pío de Roma. Les recordó el texto bíblico de hoy, en el que el apóstol Pablo, decía a los primeros cristianos de esta Iglesia romana, “podemos caminar en una vida nueva”.

La vida nueva que nace del Bautismo

Pero Francisco cuestiona a los presentes: ¿cuál es la vida nueva de la que habla Pablo? Es la vida que nace del Bautismo, dijo, que nos sumerge en la muerte y resurrección de Jesús y nos hace para siempre hijos de Dios, hijos de la resurrección destinados a la vida eterna, orientada a las cosas de arriba.

“Es la vida que nos hace avanzar hacia nuestra identidad más verdadera, la de ser hijos predilectos del Padre, de modo que toda tristeza y obstáculo, todo trabajo y tribulación no puedan prevalecer sobre esta maravillosa realidad que nos funda”.

La vida nueva asociada al verbo caminar

Francisco recordó las palabras de San Pablo, que asocia la vida nueva al verbo caminar. La vida nueva, dijo el Papa, iniciada en el Bautismo, camino. "Y en esto no hay jubilación: nadie en este camino se jubila, siempre hay que seguir adelante", dijo Francisco.

“Y después de tantos pasos en el camino, tal vez hemos perdido de vista la vida santa que fluye dentro de nosotros: día tras día, inmersos en un ritmo repetitivo, atrapados en mil cosas, aturdidos por tantos mensajes, buscamos por todas partes satisfacciones y novedades, estímulos y sensaciones positivas, pero olvidamos que ya fluye dentro de nosotros una vida nueva que, como brasas bajo las cenizas, está a la espera de arder y de iluminarlo todo. Cuando estamos ocupados con tantas cosas, ¿pensamos en el Espíritu Santo que está dentro de nosotros y nos guía? A mí me pasa muchas veces que no pienso: es malo. Estar así en tantos afanes hace que nos desbordemos y olvidemos el verdadero camino que llevamos en la vida nueva".

Esta ceniza, que se ha instalado en el corazón, señaló, oculta la belleza a la vista de nuestra alma. Entonces Dios, que en la vida nueva es nuestro Padre, se nos aparece como un amo; en vez de confiarnos a Él, contratamos con Él; en vez de amarle, le tememos. Y los demás, insistió el Papa, en vez de ser hermanos, hijos del mismo Padre, nos parecen obstáculos y adversarios: Y hay una mala costumbre, añadió, la de convertir a nuestros compañeros de viaje en adversarios. Y tantas veces hacemos esto ... los defectos en el prójimo nos parecen exagerados y sus virtudes ocultas;

“¡cuántas veces somos inflexibles con los demás e indulgentes con nosotros mismos! sentimos una fuerza imparable para hacer el mal que querríamos evitar. Un problema para todos, si hasta san Pablo escribe a la comunidad de Roma: "No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero" (7,19). Él también era pecador y nosotros demasiadas veces hacemos el mal que no queremos. En resumen, habiendo nublado el rostro de Dios, desdibujado los de nuestros hermanos y hermanas, desdibujado la grandeza que llevamos dentro, seguimos en camino, pero necesitamos una nueva señalización, un cambio de ritmo, una dirección que nos ayude a redescubrir el camino del Bautismo, nuestra belleza original, el sentido de seguir adelante, ¿Y cuántas veces nos cansamos de caminar y perdemos la sensación de avanzar? Nos quedamos quietos -o no quietos-, pero quietos”.

¿Cuál es el camino para volver a la senda de la vida nueva?

Es el camino del perdón de Dios, responde Francisco a esta pregunta: Es el camino del perdón de Dios. Pongan esto en vuestra mente y en vuestro corazón: Dios nunca se cansa de perdonar. ¿Cuál es el drama? Que somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Nos cansamos de pedir perdón, repitió el Papa, pero Él nunca se cansa de perdonar. 

“Esto es lo que hace el perdón de Dios: nos devuelve una vida nueva y una mirada nueva. No es casualidad que en el Evangelio que hemos escuchado Jesús proclame: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8). Sólo se ve a Dios si el corazón está purificado. Pero, ¿quién puede hacerlo? Nuestro compromiso es necesario, pero no es suficiente; sólo Dios conoce y sana el corazón, sólo Él puede librarlo del mal. Para ello, debemos llevarle nuestro corazón abierto y contrito; debemos imitar al leproso del Evangelio, que le reza así: "¡Si quieres, puedes limpiarme!". (Mc 1, 40). Es hermoso, esto. "Si Tú quieres, puedes cambiarme por dentro, puedes purificarme".

Es una hermosa oración, esta, y podemos repetirla juntos, aquí, todos nosotros. Juntos: "Señor, si Tú quieres, puedes purificarme". Una vez más: [todos] "Señor, si Tú quieres, puedes purificarme". Y ahora, en silencio, todos lo dicen al Señor, mirando sus pecados. Mirad vuestros pecados, mirad las cosas malas que habéis hecho dentro de vosotros; en silencio decid al Señor: 'Señor, si Tú quieres, puedes purificarme'. Y Él puede. Algunos piensan: "Pero este pecado es demasiado feo, el Señor no puede...". El Señor perdona todo, el Señor no se cansa de perdonar. ¿Lo recuerdas? Repítelo: "El Señor no se cansa de perdonar". Todos juntos: [todos] "El Señor no se cansa de perdonar", dijo Francisco improvisando.

Dios nos quiere renovados

El Papa confirmó que Dios nos quiere, renovados, libres y ligeros por dentro, felices y en camino, no aparcados en los caminos de la vida.

“Él sabe lo fácil que es para nosotros tropezar, caer y abatirnos, y quiere que nos volvamos a levantar. He visto un cuadro precioso en el que el Señor se inclina para levantarnos, para nosotros: y esto es lo que hace el Señor cada vez que nos confesamos. No lo entristezcamos, no posterguemos el encuentro con su perdón, porque sólo si Él nos pone de pie podremos retomar el camino y ver la derrota de nuestro pecado, borrado para siempre”.

Es más, añadió, "en el mismo instante en que el pecador es perdonado, asido por Dios y restaurado por la gracia, el pecado -¡maravilla de maravillas!- se convierte en el lugar donde Dios entra en contacto con el hombre.[...] Así Dios se da a conocer perdonando, Conozco a Dios estudiando la catequesis..., pero no le conoces sólo con la mente; sólo cuando tu corazón está arrepentido y vas a Él, mostrando tu corazón sucio, allí conocerás a Dios que perdona: 'Vete en paz, tus pecados te son perdonados'. Y este Dios se da a conocer perdonando, y el pecador, escrutando el abismo de su propio pecado, ¿y qué hace el pecador cuando se asoma al abismo de su propio pecado? descubre por sí mismo la infinitud de la misericordia" (A. LOUF, Bajo la guía del Espíritu, Magnano 1990, 68-69).He aquí el reinicio de la vida nueva: iniciada en el Bautismo, se reinicia a partir del perdón”.

No renunciemos al perdón de Dios, al sacramento de la Reconciliación, nos aconseja, este sacramento no es una práctica de devoción, sino el fundamento de la existencia cristiana, dijo por último. Y remarcó la diferencia, que no se trata de decir bien nuestros pecados, sino  reconocernos pecadores y “arrojarnos en los brazos de Jesús crucificado para ser liberados; no es un gesto moralista, sino la resurrección del corazón”.

Y luego se dirigió a los sacerdotes:

“Vayamos, pues, a recibir el perdón de Dios, y sintámonos nosotros, que lo administramos, dispensadores de la alegría del Padre que encuentra a su hijo perdido; sintamos que nuestras manos, puestas sobre las cabezas de los fieles, son las traspasadas por la misericordia de Jesús, que transforma las llagas del pecado en canales de misericordia; sintamos que el "perdón y la paz" que proclamamos son la caricia del Espíritu Santo en el corazón de los fieles. Perdonemos, queridos hermanos sacerdotes, y reencontrémonos con nosotros mismos; concedamos siempre el perdón a quien lo pide, y ayudemos a quienes sienten miedo a acercarse con confianza al sacramento de la curación y de la alegría. Pongamos de nuevo el perdón de Dios en el centro de la Iglesia”.

Acojamos la nueva vida

Francisco dijo a los presentes, que mientras nos preparamos para acoger la nueva vida, confesemos al Señor que hay mucho de viejo en nosotros. La lepra del pecado ha manchado nuestra belleza, y por eso decimos: Jesús, si quieres, puedes purificarme. De pensar que no te necesito cada día: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! De vivir tranquilo con mi doblez, sin buscar en tu perdón el camino de la libertad: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Cuando las buenas intenciones no van seguidas de obras, cuando postergo la oración y el encuentro contigo: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Cuando me conformo con el mal, con la deshonestidad, con la falsedad, cuando juzgo a los demás, los desprecio y chismorreo sobre ellos, quejándome de todos y de todo: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Y cuando me contento con no hacer el mal, pero no hago el bien sirviendo en la Iglesia y en la sociedad: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Sí, Jesús, creo que puedes purificarme, creo que necesito tu perdón. Renuévame y volveré a caminar en una vida nueva

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