Los medios vaticanos entrevistan a Bergoglio sobre la paternidad en tiempos de coronavirus Francisco: "Los padres que se enfrentan a todos los desafíos por sus hijos son héroes"

El San José del Papa
El San José del Papa

"Desde siempre he cultivado una devoción especial por San José porque creo que su figura representa, de manera hermosa y especial, lo que debería ser la fe cristiana para  cada uno de nosotros"

"Muchas personas sufren, muchas familias están en dificultades, muchas personas se ven asediadas  por la angustia de la muerte, de un futuro incierto"

"A imagen y semejanza de José, debemos preguntarnos si somos capaces de saber dar un paso  atrás, de permitir que los demás, y sobre todo los que nos han sido confiados, encuentren en nosotros  un punto de referencia pero nunca un obstáculo"

"Creo que debemos tener el valor de decir que la Iglesia no debería ser solo materna sino también paterna"

"Una persona madura se reconoce no en las victorias  sino en el modo en el que sabe vivir un fracaso. Es precisamente en la experiencia de la caída y de la  debilidad como se reconoce el carácter de una persona"

"No creo que sea un sufrimiento  fácil de afrontar el de no conseguir dar el pan a los propios hijos y de sentirse encima la  responsabilidad de la vida de los demás"

"El Papa se  acuerda de ellos siempre y en la medida de lo posible continuará dándoles voz y no los olvidará"

El Año especial sobre San José se concluyó el pasado 8 de diciembre, pero la atención y el amor del  Papa Francisco por este Santo no se han concluido, es más, se desarrollan aún más con las catequesis  que, desde el pasado 17 de noviembre, se están centrando en la figura del Patrón de la Iglesia  universal.

Por nuestra parte, L’Osservatore Romano ha publicado una columna mensual,, a lo largo  de todo el 2021, y que también ha recogido el portal de Vatican News, sobre la Patris Corde, dedicando cada número a un capítulo de la Carta Apostólica sobre San José. Esta columna que ha  hablado de padres, pero también de hijos y de madres en diálogo ideal con el Esposo de María, ha  suscitado en nosotros el deseo de poder confrontarnos con el Papa precisamente sobre el tema de la  paternidad en sus diversas facetas, desafíos y complejidades.

El resultado es esta entrevista, en la que  Francisco responde a nuestras preguntas mostrando todo su amor por la familia, su proximidad a  quien experimenta el sufrimiento y el abrazo de la Iglesia a los padres y a las madres que hoy deben  afrontar miles de dificultades para dar un futuro a sus hijos.

El Papa, y los padres

Santo Padre, usted ha establecido un Año especial dedicado a San José, ha escrito una carta, la  Patris Corde, y está llevando a cabo un ciclo de catequesis dedicadas a su figura. ¿Qué  representa San José para usted? 

Nunca he escondido la sintonía que siento hacia la figura de San José. Creo que esto viene de mi infancia, de mi formación. Desde siempre he cultivado una devoción especial por San José porque creo que su figura representa, de manera hermosa y especial, lo que debería ser la fe cristiana para  cada uno de nosotros. José, de hecho, es un hombre normal y su santidad consiste precisamente en  haberse convertido en santo a través de las circunstancias buenas y malas que ha debido vivir y  afrontar. No podemos tampoco esconder que a San José lo encontramos en el Evangelio, sobre todo  en los relatos de Mateo y de Lucas, como un protagonista importante de los inicios de la historia de  la salvación. En efecto, los acontecimientos que rodearon el nacimiento de Jesús fueron  acontecimientos difíciles, llenos de obstáculos, de problemas, de persecuciones, de oscuridad y Dios,  para ir al encuentro de Su Hijo que nacía e el mundo le coloca al lado a María y a José. Si María es aquella que dio al mundo el Verbo hecho carne, José es aquel que lo defendió, que lo protegió, que  lo alimentó, que lo hizo crecer. En él podremos decir que está el hombre de los tiempos difíciles, el  hombre concreto, el hombre que sabe asumir la responsabilidad. En este sentido, en San José se unen  dos características. Por una parte, su fuerte espiritualidad se traduce en el Evangelio a través de los  relatos de los sueños; estos relatos atestiguan la capacidad de José para escuchar a Dios que habla a  su corazón. Sólo una persona que reza, que tiene una intensa vida espiritual, puede tener también la  capacidad de distinguir la voz de Dios en medio de las muchas voces que nos habitan. Junto a esta  característica después hay otra: José es el hombre concreto, es decir, el hombre que afronta los  problemas con extrema practicidad, y frente a las dificultades y a los obstáculos, no asume nunca la  posición del victimismo. En cambio, se sitúa siempre en la perspectiva de reaccionar, de  corresponder, de fiarse de Dios y de encontrar una solución de manera creativa. 

José es el hombre concreto, es decir, el hombre que afronta los  problemas con extrema practicidad, y frente a las dificultades y a los obstáculos, no asume nunca la  posición del victimismo.

¿Esta atención renovada a San José en este momento de prueba tan grande asume un  significado particular?

El tiempo que estamos viviendo es un tiempo difícil marcado por la pandemia del coronavirus.  Muchas personas sufren, muchas familias están en dificultades, muchas personas se ven asediadas  por la angustia de la muerte, de un futuro incierto. He pensado que precisamente en un tiempo tan  difícil necesitamos a alguien que pueda animarnos, ayudarnos, inspirarnos, para entender cuál es el  modo juntos para saber afrontar estos momentos de oscuridad. José es un testimonio luminoso en  tiempos oscuros. He aquí por qué era justo darle espacio en este tiempo para poder volver a encontrar  el camino. 

El Papa y San José
El Papa y San José

Su ministerio petrino inició precisamente el 19 de marzo, día de la fiesta de San José… 

He considerado siempre una delicadeza del cielo poder iniciar mi ministerio petrino el 19 de marzo.  Creo que, de algún modo, San José me ha querido decir que continuaría ayudándome, estando junto  a mí y yo podría continuar pensando en él como un amigo al que dirigirme, al que confiarme, al que  pedir que interceda y rece por mí. Pero ciertamente esta relación, que se da por la comunión de los  santos, no sólo me está reservada a mí, creo que puede ser de ayuda para muchos. Por eso espero que  el año dedicado a San José haya llevado a muchos cristianos a redescubrir el profundo valor de la  comunión de los santos, que no es una comunión abstracta, sino una comunión concreta que se  expresa en una relación concreta y tiene consecuencias concretas. 

No se nace padres, pero ciertamente todos nacemos hijos. Esta es la primera cosa que debemos  considerar, es decir, cada uno de nosotros más allá de lo que la vida le ha reservado, es sobre todo un hijo, ha estado confiado a alguien, proviene de una relación importante que lo ha hecho crecer y que  lo ha condicionado en el bien o en el mal

En la columna sobre la Patris Corde, organizada por nuestro periódico durante el Año especial  dedicado a San José, hemos enlazado la vida del Santo con la de los padres, pero también con  la de los hijos de hoy. ¿Qué pueden recibir del diálogo con San José los hijos de hoy, es decir,  los padres del mañana? 

No se nace padres, pero ciertamente todos nacemos hijos. Esta es la primera cosa que debemos  considerar, es decir, cada uno de nosotros más allá de lo que la vida le ha reservado, es sobre todo un hijo, ha estado confiado a alguien, proviene de una relación importante que lo ha hecho crecer y que  lo ha condicionado en el bien o en el mal. Tener esta relación y reconocer su importancia en la propia  vida significa comprender que un día, cuando tengamos la responsabilidad de la vida de alguien, es  decir, cuando debamos ejercer una paternidad, llevaremos con nosotros sobre todo la experiencia que  hemos hecho personalmente. Y es importante entonces poder reflexionar sobre esta experiencia  personal para no repetir los mismos errores y para atesorar las cosas hermosas que hemos vivido.  Estoy convencido de que la relación de paternidad que José tenía con Jesús ha influenciado tanto su vida hasta el punto de que la futura predicación de Jesús está plena de imágenes y referencias tomadas  precisamente del imaginario paterno. Jesús, por ejemplo, dice que Dios es Padre, y no puede dejarnos  indiferentes esta afirmación, especialmente si pensamos en la que ha sido su personal experiencia  humana de paternidad. Esto significa que José lo ha hecho tan bien como padre que Jesús encuentra  en el amor y la paternidad de este hombre la referencia más hermosa para dar a Dios. Podríamos decir  que los hijos de hoy que se convertirán en los padres de mañana deberían preguntarse qué padres han  tenido y qué padres quieren ser. No deben dejar que su papel paternal sea el resultado de la casualidad  o simplemente la consecuencia de una experiencia pasada, sino que deben decidir conscientemente  de qué modo amar a alguien, de qué modo responsabilizarse de alguien. 

Año de San José
Año de San José

Estoy convencido de que la relación de paternidad que José tenía con Jesús ha influenciado tanto su vida hasta el punto de que la futura predicación de Jesús está plena de imágenes y referencias tomadas  precisamente del imaginario paterno

En el último capítulo de Patris Corde se habla de José como padre en la sombra. Un padre que  sabe estar presente pero dejando al hijo libre para crecer. ¿Es posible esto en una sociedad que  parece premiar solo a quien ocupa espacios y visibilidad? 

Una de las características más hermosas del amor, y no solo de la paternidad, es, de hecho, la libertad.  El amor genera siempre libertad, el amor nunca debe convertirse en una prisión, en posesión. José  nos muestra la capacidad de cuidar de Jesús sin adueñarse nunca de él, sin querer manipularlo, sin  querer distraerlo de su misión. Creo que esto es muy importante como prueba de nuestra capacidad  de amar y también de nuestra capacidad de saber dar un paso atrás. Un buen padre lo es cuando sabe  retirarse en el momento oportuno para que su hijo pueda emerger con su belleza, con su singularidad,  con sus elecciones, con su vocación. En este sentido, en toda buena relación es necesario renunciar  al deseo de imponer una imagen desde arriba, una expectativa, una visibilidad, una forma de llenar  completa y constantemente la escena con excesivo protagonismo. La característica de José de saber  hacerse a un lado, su humildad, que es también la capacidad de pasar a un segundo plano, es quizá el  aspecto más decisivo del amor que José muestra por Jesús. En este sentido es un personaje importante,  me atrevería a decir que esencial en la biografía de Jesús, precisamente porque en un momento  determinado sabe retirarse de la escena para que Jesús pueda brillar en toda su vocación, en toda su  misión. A imagen y semejanza de José, debemos preguntarnos si somos capaces de saber dar un paso  atrás, de permitir que los demás, y sobre todo los que nos han sido confiados, encuentren en nosotros  un punto de referencia pero nunca un obstáculo. 

En varias ocasiones usted ha denunciado que la paternidad hoy está en crisis. ¿Qué se puede  hacer, qué puede hacer la Iglesia, para devolver la fuerza a las relaciones padre-hijo,  fundamentales para la sociedad? 

Cuando pensamos en la Iglesia pensamos en ella siempre como Madre y esto no es algo equivocado.  También yo en estos años he tratado de insistir mucho en esta perspectiva porque el modo de ejercer  la maternidad de la Iglesia es la misericordia, es decir, es ese amor que genera y regenera la vida. ¿El  perdón, la reconciliación no son tal vez un modo a través del que nos volvemos a poner en pie? ¿No  es un modo a través del que recibimos nuevamente la vida porque recibimos otra posibilidad? ¡No  puede existir una Iglesia de Jesucristo si no es a través de la misericordia! Pero creo que deberemos  tener el valor de decir que la Iglesia no debería ser solo materna sino también paterna. Es decir, está  llamada a ejercer un ministerio paterno no paternalístico. Y cuando digo que la Iglesia debe recuperar  este aspecto paterno me refiero precisamente a la capacidad paterna de colocar a los hijos en  condiciones de asumir las propias responsabilidades, de ejercer la propia libertad, de hacer elecciones.  Si por un lado la misericordia nos sana, nos cura, nos consuela, nos anima, por el otro lado el amor  de Dios no se limita simplemente a perdonar, a sanar, sino que el amor de Dios nos empuja a tomar  decisiones, a despegar.

Una Iglesia es tal no solo cuando dice sí o no, sino sobre todo cuando anima y hace posible las  grandes elecciones. Y cada elección siempre tiene consecuencias y riesgos, pero a veces por el miedo  a las consecuencias y a los riesgos permanecemos paralizados y no somos capaces de hacer nada ni  de elegir nada

Los pequeños, sus padres y padrinos, en la Capilla Sixtina
Los pequeños, sus padres y padrinos, en la Capilla Sixtina

A veces, el miedo, más aún en este tiempo de pandemia, parece paralizar este impulso… 

Sí, este periodo histórico es un periodo marcado por la incapacidad de tomar decisiones grandes en  la propia vida. Nuestros jóvenes muy a menudo tienen miedo de decidir, de elegir, de ponerse en  juego. Una Iglesia es tal no solo cuando dice sí o no, sino sobre todo cuando anima y hace posible las  grandes elecciones. Y cada elección siempre tiene consecuencias y riesgos, pero a veces por el miedo  a las consecuencias y a los riesgos permanecemos paralizados y no somos capaces de hacer nada ni  de elegir nada. Un verdadero padre no te dice que irá siempre todo bien, sino que incluso si te  encontrarás en la situación en la que las cosas no irán bien podrás afrontar y vivir con dignidad  también esos momentos, también esos fracasos. Una persona madura se reconoce no en las victorias  sino en el modo en el que sabe vivir un fracaso. Es precisamente en la experiencia de la caída y de la  debilidad como se reconoce el carácter de una persona.  

Un sacerdote no nace ya padre sino que debe aprenderlo  un poco cada vez, a partir sobre todo del hecho de reconocerse hijo de Dios pero también hijo de la  Iglesia

Para usted es muy importante la paternidad espiritual. ¿Los sacerdotes cómo pueden ser  padres? 

Decíamos antes que la paternidad no es algo que se da por descontado, no se nace padres, como  mucho uno se convierte en ello. Igualmente, un sacerdote no nace ya padre sino que debe aprenderlo  un poco cada vez, a partir sobre todo del hecho de reconocerse hijo de Dios pero también hijo de la  Iglesia. Y la Iglesia no es un concepto abstracto, es siempre el rostro de alguien, una situación  concreta, algo a lo que podemos dar un nombre bien preciso. Nuestra fe cristiana no es algo que  siempre hemos recibido a través de una relación con alguien. La fe cristiana no es algo que se pueda  aprender en los libros o en un simple razonamiento, sino que es siempre un pasaje existencial que  pasa por las relaciones. Así, nuestra experiencia de fe surge siempre del testimonio de alguien. Por  tanto, debemos preguntarnos cómo vivimos nuestra gratitud hacia estas personas y, sobre todo, si  conservamos la capacidad crítica de saber distinguir lo que no es bueno que ha pasado a través de  ellas. La vida espiritual no es diversa de la vida humana. Se un buen padre, humanamente hablando,  es tal porque ayuda al hijo a convertirse en sí mismo, haciendo posible su libertad y empujándole a  las grandes decisiones, de igual modo un buen padre espiritual lo es cuando no cuando sustituye la  conciencia de las personas que se confían a él, no cuando responde a las preguntas que estas personas  se llevan en el corazón, no cuando domina la vida de los que le han sido confiados, sino cuando de  manera discreta y al mismo tiempo firme es capaz de indicar el camino, de ofrecer claves de lecturas  diversas, ayudar en el discernimiento. 

¿Qué es más urgente hoy para dar fuerza a esta dimensión espiritual de la paternidad? 

La paternidad espiritual es muy a menudo un don que nace sobre todo de la experiencia. Un padre  espiritual puede compartir no tanto sus conocimientos teóricos, sino sobre todo su experiencia  personal. Sólo así puede serle útil a un hijo. Hay una gran urgencia, en este momento histórico, de  relaciones significativas que podríamos definir como paternidad espiritual, pero -permítanme decir también maternidad espiritual, porque este papel de acompañamiento no es una prerrogativa  masculina o sólo de los sacerdotes. Hay muchas religiosas buenas, muchas consagradas, pero también  muchos laicos que tienen una gran experiencia que pueden compartir con otras personas. En este  sentido, la relación espiritual es una de esas relaciones que necesitamos redescubrir con más fuerza  en este momento histórico, sin confundirla nunca con otras vías de naturaleza psicológica o  terapéutica.

Hay muchas religiosas buenas, muchas consagradas, pero también  muchos laicos que tienen una gran experiencia que pueden compartir con otras personas

Entre las dramáticas consecuencias del Covid está también la pérdida del trabajo de muchos  padres. ¿Qué le gustaría decir a estos padres en dificultades? 

Siento muy cercano el drama de esas familias, de esos padres y de esas madres que están viviendo  una particular dificultad, agravada sobre todo a causa de la pandemia. No creo que sea un sufrimiento  fácil de afrontar el de no conseguir dar el pan a los propios hijos y de sentirse encima la  responsabilidad de la vida de los demás. En este sentido, mi oración, mi cercanía, y también todo el  apoyo de la Iglesia es para estas personas, para estos últimos. Pero pienso también en tantos padres,  en tantas madres, en tantas familias que escapan de las guerras, que son rechazadas en los confines  de Europa y no solo y que viven situaciones de dolor, de injusticia, y que nadie toma en serio o ignora  deliberadamente. Quisiera decir a estos padres, a estas madres, que para mí son héroes porque  encuentro en ellos el coraje de quien arriesga su propia vida por amor a sus hijos, por amor a su  familia. También María y José han experimentado este exilio, esta prueba, debiendo escapar a un país  extranjero a causa de la violencia y del poder de Herodes. Este sufrimiento suyo les hace cercanos  precisamente a estos hermanos que hoy sufren las mismas pruebas. Que estos padres se dirijan con  confianza a San José sabiendo que como padre él mismo ha experimentado la misma experiencia, la  misma injusticia. y a todos ellos y a sus familias quisiera decir que no se sientan solos. El Papa se  acuerda de ellos siempre y en la medida de lo posible continuará dándoles voz y no los olvidará. 

Pienso también en tantos padres,  en tantas madres, en tantas familias que escapan de las guerras, que son rechazadas en los confines  de Europa y no solo y que viven situaciones de dolor, de injusticia, y que nadie toma en serio o ignora  deliberadamente

Primero, Religión Digital
Volver arriba