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Ucrania, Nicaragua, Siria y Tierra Santa, ejes de la bendición 'Urbi et Orbi' del Papa
Pascua florida, y soleada, en la plaza de San Pedro. El Papa Francisco, acompañado de decenas de miles de fieles, celebra el Domingo de Resurrección. El Papa llegó en silla de ruedas pero, a diferencia de otras celebraciones, se ubicó en el centro del altar para presidir la ceremonia que, como en las grandes ocasiones, desplegó toda la fuerza de los símbolos. El incienso, el icono del Resucitado, las flores (miles, repartidas por toda la plaza), el anuncio del Heraldo en latín... Esa mística que, en tiempos de crisis, sigue funcionando, y muy bien, en la liturgia vaticana.
En una plaza abarrotada (mal que les pese a los falsos profetas de desventuras, había más de 50.000 personas, que también acompañaron después de la misa a Francisco en su recorrido y saludos posteriores a la misa, y antes de la bendición 'Urbi et Orbi') y vestida con sus mejores galas, se escuchó el Pregón Pascual en el que se anuncia la Resurrección de Cristo, y el Evangelio (en latín y griego) en el que se narra el descubrimiento del sepulcro vacío por parte de las mujeres, las primeras testigos del cumplimiento de la Promesa.
No pronunció Francisco homilía alguna, reservándose para una bendición 'Urbi et Orbi' en la que tuvo muy presentes cuatro realidades sufrientes de la actualidad: Ucrania, Nicaragua, Siria y Tierra Santa. "Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad. Alegrémonos por los signos concretos de esperanza que nos llegan de tantos países, empezando de aquellos que ofrecen asistencia y acogida a quienes huyen de la guerra y de la pobreza", clamó el Pontífice.
"Ayuda al amado pueblo ucraniano en el camino hacia la paz e infunde la luz pascual sobre el pueblo ruso", clamó Francisco, quien pidió al Resucitato confortar "a los heridos y a cuantos han perdido a sus seres queridos a causa de la guerra, y haz que los prisioneros puedan volver sanos y salvos con sus familias".
"Abre los corazones de toda la comunidad internacional para que se esfuerce por poner fin a esta guerra y a todos los conflictos que ensangrientan al mundo, comenzando por Siria, que aún espera la paz", evocó Francisco, recordando a los afectados por el reciente terremoto en Turquía y Siria.
"En este día te confiamos, Señor, la ciudad de Jerusalén, primer testigo de tu Resurrección", incidió Francisco, quien expresó "mi profunda preocupación por los ataques de estos últimos días, que amenazan el deseado clima de confianza y respeto recíproco, necesario para retomar el diálogo entre israelíes y palestinos, de modo que la paz reine en la Ciudad Santa y en toda la región".
Del mismo modo, el Papa pidió ayuda para Líbano, "para que supere las divisiones y todos los ciudadanos trabajen juntos por el bien común del país", o para Túnez o Haití, "que está sufriendo desde hace varios años una grave crisis sociopolítica y humanitaria".
"Consolida los procesos de paz y reconciliación emprendidos en Etiopía y en Sudán del Sur, y haz que cese la violencia en la República Democrática del Congo", insistió el Papa, quien oró a Dios para no olvidar "a las comunidades cristianas que hoy celebran la Pascua en circunstancias particulares, como en Nicaragua y en Eritrea, y acuérdate de todos aquellos a quienes se les impide profesar libre y públicamente su fe".
"Concede consuelo a las víctimas del terrorismo internacional, especialmente en Burkina Faso, Malí, Mozambique y Nigeria", añadió Bergoglio, pidiendo también "ayuda a Myanmar a recorrer caminos de paz e ilumina los corazones de los responsables para que los martirizados Rohinyá encuentren justicia".
"Conforta a los refugiados, a los deportados, a los prisioneros políticos y a los migrantes, especialmente a los más vulnerables, así como a todos aquellos que sufren a causa del hambre, la pobreza y los nefastos efectos del narcotráfico, la trata de personas y toda forma de esclavitud"
"Conforta a los refugiados, a los deportados, a los prisioneros políticos y a los migrantes, especialmente a los más vulnerables, así como a todos aquellos que sufren a causa del hambre, la pobreza y los nefastos efectos del narcotráfico, la trata de personas y toda forma de esclavitud", proclamó el Papa, quien rogó inspiración "a los responsables de las naciones, para que ningún hombre o mujer sea discriminado y pisoteado en su dignidad; para que en el pleno respeto de los derechos humanos y de la democracia se sanen esas heridas sociales, se busque siempre y solamente el bien común de los ciudadanos, se garantice la seguridad y las condiciones necesarias para el diálogo y la convivencia pacífica".
"¡Feliz Pascua!", arrancó el Papa su bendición. "Que sea para cada uno de ustedes, queridos hermanos y hermanas —en particular para los enfermos y los pobres, para los ancianos y los que están atravesando momentos de prueba y dificultad—, un paso de la tribulación a la consolación".
"No estamos solos, Jesús, el Viviente, está con nosotros para siempre", recordó, pidiendo que "la Iglesia y el mundo se alegren, porque hoy nuestra esperanza ya no se estrella contra el muro de la muerte; el Señor nos ha abierto un puente hacia la vida".
Como hicieron las mujeres, rogó el Papa, "apresurémonos también nosotros a crecer en un camino de confianza recíproca: confianza entre las personas, entre los pueblos y las naciones. Dejémonos sorprender por el gozoso anuncio de la Pascua, por la luz que ilumina las tinieblas y las oscuridades que se ciernen tantas veces sobre el mundo".
"Apresurémonos a superar los conflictos y las divisiones, y a abrir nuestros corazones a quien más lo necesita", insistió. "Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad. Alegrémonos por los signos concretos de esperanza que nos llegan de tantos países, empezando de aquellos que ofrecen asistencia y acogida a quienes huyen de la guerra y de la pobreza".
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